A pesar de la época, las buenas temperaturas permiten todavía el colorido en la vegetación.
Vamos dejando a Busquistar por debajo a media ladera.
Las acequias dejar perder agua, los campos no la demandan.
Atravesamos la acequia de Busquistar a Pórtugos
Hemos enlazado ya con el sendero GR 7
Caminos bajo denso bosque de encinas y robles.
Algunos castaños talados o quemados se regeneran con profusión de vástagos.
El primer cortijo junto al que pasamos.
Los tonos rojizos de los helechos muy llamativos.
A la vera del sendero roble de buen porte a un lado, castaño al otro.
Restos de explotaciones mineras.
Cuando dejamos de ascender para llanear el dosel de hojas cubre por completo el sendero.
Las primeras cimas nevadas que se nos presentan en el horizonte.
En los barrancos, los bosquetes de ribera aportan otros matices a la paleta.
Cada bajada se complementa con su correspondiente subida: es lo inevitable de transitar barrancos.
Este cortijo, aparentemente olvidado, lo guardaban dos ladradores perros.
El barranco de la Bina, por el que discurre el arroyo del mismo nombre, es el de mayor desnivel del recorrido.
Barranco de la Bina
Cortijos que avistamos durante la jornada.
Este otro, junto al sendero, muestra señales de décadas de abandono.
Hotel Alcazaba.
Primeras casas de Trevélez pertenecientes al barrio bajo.
La nieve a unos trescientos metros por encima de la población.
Las nubes en ningún momento abandonaron las cimas.
Trevélez
Otra panorámica del pueblo.
Dique en el río Chico de nueva construcción
Fuente junto al dique.
Primeras casas del barrio alto de Trevélez por el que transcurre el sendero.
Repisas estratégicas.
Este largo mirador (izquierda) rodea por completo el barrio alto de Trevélez.
Los lavaderos.
De regreso
Barranco y arroyo de la Bina a mayor cota que a la ida.
El arroyo de la Bina se llevó, hace años, el trazado de la carretera y así sigue. (Cota dos mil aproximadamente)
Otros barrancos, otros arroyos.
Barranco de los Alisos.
Antigua explotación minera: Conjuro
Viñas por encima de Busquistar.
De nuevo en Busquistar.
Unos centenares de metros antes de Pitres, camino de las chorreras por las que se desploma el río Bermejo.
Separado de la propia carretera unos ochocientos metros río arriba.
Chorrera del río Bermejo.
Barranco del río Bermejo junto a la carretera general de la Alpujarra granadina
Fecha: 7-12-2016 Busquistar 9’00-16’30h.
(1.159 m.)
M.I.D.E.:2,2,2,4. Trevélez 13’00-13’30h.
(1.500 m.)
Duración: 7’30h (Semicircular) Enlace
Sulair- GR 7 14’30h. (1.700 m.)
Desnivel en subida: 1542 metros Cota
máxima de la jornada (1.818 m.)
Rangos de temperatura: de 8ºC a los 15ºC
En
este segundo acercamiento a la alpujarra, en compañía de mi hijo Carlos
hemos decidido, en un día prácticamente primaveral de mediados de diciembre, conocer
la etapa 6 del sendero de gran recorrido GR 7 a su paso por la Alpujarra
granadina: la que une las poblaciones de Busquistar y Trevélez y las menciono
en éste orden porque la ida la hemos hecho en ese sentido, entendiendo que ya
que teníamos que regresar al punto de partida era más lógico hacer los mínimos
kilómetros posibles motorizados.
Una
etapa como ésta -lineal- en que sólo se cuenta con un vehículo de acercamiento
significa hacer camino doble: ida y vuelta. La información oficial menciona una
longitud de 11’5 kilómetros. En medición propia hemos contabilizado algo más de
distancia: 13’5 kilómetros que sumando regreso ha crecido hasta los 27
kilómetros totales.
Hemos
dejado el coche aparcado a la entrada de Busquistar (junto a la farmacia) ya
que justo enfrente (sólo cruzar la carretera) aparece el primer indicador del
tramo de sendero que queremos recorrer. Este primer tramo, de fuerte pendiente
(que en algún punto puede alcanzar el 30%), es un carril cementado estriado para
que los pocos vehículos que se atrevan a subir tengan agarre.
Tras
unos 10 minutos mengua el ancho a la vez que suaviza la pendiente la calzada, convirtiéndose
en un sendero terrero que acompaña durante unos minutos una pequeña acequia
-hoy seca-, hasta enlazar realmente con el trazado, con mucha más prestancia,
del propio GR 7 (hasta ahora hemos recorrido sólo un enlace). Se puede iniciar
el propio sendero unos 100 metros carretera arriba si queremos evitar alguna
posible duda en estos primeros minutos.
Podemos
“definir” el recorrido de este tramo como paralelo al de la propia carretera
que une las dos poblaciones, pero a más altura y siempre por su izquierda en el
sentido de la marcha. En nuestro progresar dejamos a un lado un pequeño cortijo en que dos caquis con sus llamativos frutos rojos nos invitan a parar. Algo más arriba alcanzamos y atravesamos (mediante puente de
maderos) una gran acequia (la de Busquistar a Pórtugos); el sendero sigue en
ascensión suave ganando altura a la vez que atraviesa bosques de encinas entreverados de robles junto con ejemplares muy dispersos de castaños.
En
el recorrido vamos a atravesar multitud de barrancos, algunos con agua, la
mayoría secos a pesar de las nieves que cubren las cimas de todas las montañas
que rodean este recorrido: Tesoro, Alacranes, Pajonal, Alisos, Bina, para
finalizar ya junto a las casas con el del río Chico. Estos abundantes accidentes
hacen que el sendero, se alargue hasta hacer el recorrido superior en distancia
al de la propia carretera asfaltada.
Durante
la jornada sólo avistaremos un puñado de cortijos de los que sólo tres daban
muestra de ocupación y no precisamente por la presencia de humanos sino por la
de sus fieles vigilantes los perros (en alguno hasta cuatro) que nos ladraban
no sé si por convicción o por puro aburrimiento.
Cercano
al kilómetro noveno el sendero desemboca en la pista perimetral (aquella que
circunda buena parte del Parque Nacional intentando mantener la cota 2.000) y
enseguida se une también el Sulayr. Éste seguirá por la pista mientras el
nuestro se “despeña”, con espíritu explorador en un profundo barranco para
atravesado el arroyo pertinente (Bina) volver a remontar por la ladera
contraria hasta encontrarse de nuevo con la pista.
Nada
más caminado y sufridos los bruscos desniveles de este imponente barranco, decidimos que a la vuelta, en
este tramo confraternizaremos con el Sulayr por ser bastante más amigable,
obviando este profundo barranco de la Bina que nos ha sacado buenos sudores y exigido
generosos esfuerzos. Una vez alcanzado el collado las primeras vistas, primero
del complejo hotelero de la Alcazaba y enseguida los barrios bajo y medio de
Trevélez.
Todavía
nos queda otro descenso, éste último para bajar hasta el curso del río Chico,
junto a un majestuoso y nuevo dique que la necesidad y la protección de algunas
casas ha obligado a construir para su seguridad. Al otro lado del cauce, tras corta subida y muy
cerca, un puñado de casas abigarradas en la ladera que componen el barrio alto de Trevélez.
En él nos demoramos un rato (quizás el más típico y singular de los tres barrios ya que
conserva los elementos más tradicionales de la arquitectura alpujarreña: callejuelas estrechas y no necesariamente rectas, tinaos, aleros, repisas a media pared, terraos de launa y chimeneas), lo recorremos a la vez que buscamos un bar para tomarnos un café antes de iniciar el regreso.
Lo encontramos junto a un amplio mirador, que antes fue era medieval desde
donde abarcamos visualmente toda la población.
Asomados al
pretil de la era mirador del barrio alto, aprecio que la población sigue extendiéndose hasta
el fondo loma abajo hasta el río, blanca de paredes y gris de techumbres, arrebujadas en torno a un par de iglesias, que parecían gallinas con sus
pequeñuelos, hasta el punto de sentir el imposible e involuntario deseo de
alcanzarlas de un salto para cobijarme entre ellas, o de agarrarlos con mano
gigantesca y tenerlas un rato entre los dedos.
Pero hay que regresar y no queremos demorarnos demasiado a pesar de la amena charla que sostenemos con la tabernera, porque las nubes, que se han ido acumulando junto a las altas
montañas que nos rodean, van cubriendo el espacio, e incluso por color y abundancia,
tememos que nos remojen en algún momento del largo recorrido de vuelta. Llegamos
incluso a plantearnos la posibilidad de esperar al autobús de línea y bajarnos
en él hasta Busquistar. Al final, haciéndonos los valientes, decidimos
arriesgarnos. Nos salió bien y la lluvia nos respetó durante todo el regreso.
En el regreso, una vez que ya habíamos degustado tanto la bajada como la subida del
profundo barranco de la Bina (cerca de los doscientos metros de desnivel por
vertiente) a la ida, decidimos seguir el trazado del Sulayr -mucho más suave y
aproximadamente de la misma longitud- ya que poco más adelante unifican
momentáneamente sus trazados, antes de volverse a separar, ahora sí,
definitivamente: el GR 7 se dirige a Busquistar atravesando lomas de forma bastante horizontal, mientras que el Sulayr se encamina hacia
Capileira remontándolas.
La
reentrada en Busquistar la hacemos respetando hasta el final el trazado del GR
7, por lo que acabamos un centenar de metros por encima de la farmacia donde
esta mañana aparcamos el coche. Todavía nos detenemos una media hora (antes de atravesar la población de Pitres), para visitar las Chorreras, cascada por la que se desploma el río Bermejo. Aun bajando poca agua sigue
resultando muy atractiva y la molestia de buscar un ensanche en la carretera para aparcar el
coche y los ochocientos metros de acercamiento en subida hasta alcanzarla recompensan el esfuerzo antes
de abandonar el lugar.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo
sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por darme tu opinión