Voy a tratar de contar mis experiencias en las salidas por las sierras y las calles de Andalucía. Recorridos, impresiones, cansancios.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Cerros del Muerto y de las Víboras (Sierra de Húetor - Granada)
Sierra Nevada de horizonte.
Majalijar
Peñón de la Mata
Extremo sur del Parque.
El intenso color verde denota buena salud
Ésta y las siguientes: restos de trincheras en el Cerro del Muerto
Caseta forestal 1.604 metros.
Cañada del Sereno
Cañada del Sereno
Extremo oeste del Parque
Ésta y las siguientes: cumbre del Cerro de las Víboras.
Desde la cumbre del Cerro de las Víboras
Desde la cumbre trozo de la autovía Granada Murcia.
Cerro de las Viboras.
El bosque de pinos por el que me muevo
Desde el interior lo veo así.
La visité creyendo que esta seca y....
Fuente de la Mora
Los cinco que se elevan
Otra toma de la parte alta
La mitad baja del pino
Recorridos ensombrados
Amplia gama donde escoger.
Permanece "viva" todo el año y todos los años
Fuente de Icona junto a Fuente de la Teja.
Desde el Mirador de las Veguillas
Lo que se tira tras comerse una piña.
Cada uno elige dónde ubicar su casa.
Fecha: 9-10-2016 Los Peñoncillos 7’30h-14’30h. (1.200m.)
M.I.D.E.:2,2,2,2. Cerro
del Muerto 8’30h.
Duración: 7h (Semicircular) Trincheras 9’15h.
Desnivel en subida: 800 metros Cerro
Víboras 10’30h. (1.600m.)
Temperatura: de 15ºC a los 25ºC Fuente de la Mora 11’15h.
Nacimiento
río Darro 13’00h.
Ha
pasado algo más de un año desde que estuve por última vez por la Cañada del
Sereno (Parque Natural de la Sierra de Huétor). En aquella ocasión –si la
memoria me es fiel- estuve visitando un complejo de trincheras ubicadas en el
Cerro del Muerto (ladera oeste) y me quedó la vaga impresión de que no había
visto todo, de que podían prolongarse ladera arriba.
Hoy
aprovechando que de nuevo la Cañada del Sereno va a ser el recorrido
vertebrador, he querido dedicarle un rato a verificar si mi intuición no me
engañó antaño. Este sendero calificado como de dificultad media, duración de
unas 5 horas y longitud de 11.500 metros, al que yo le he añadido algunas
“licencias”.
El
alba, como siempre a primeros de septiembre, alumbra el cielo y se desliza por
las cimas de las montañas para hacerlo poco después por las techumbres de los
árboles. Enfrente, la montaña parece retener la noche.
Parte -el sendero- junto a la casa forestal de Los Peñoncillos, para adentrarse enseguida en pleno
bosque de encinas y pinos. Siempre (en sus dos primeras horas, con suave
pendiente hasta alcanzar el que yo denomino “tercer mirador”, éste natural y
desde el que se puede contemplar las vistas de buena parte del Parque: desde el
Cerro del Maullo en el límite sur hasta el Majalijar y la Sierra de Harana por
el norte.
Unos
minutos después de sobrepasar este mirador y justo antes de comenzar a
descender el sendero, a nuestra izquierda se encuentra el conjunto de
trincheras visitadas el año anterior. Hoy he comenzado en ese mismo punto a
ascender zigzagueando el Cerro del Muerto en busca de indicios de más
trincheras loma arriba.
Me
tomo las salidas con la misma decisión que hace años pero voy asumiendo que
pasada cierta edad, aquella en que me perdía gustar, deslumbrar (aunque fuera a
mí mismo) y comerme el mundo, o dejarme engullir por él, he aprendido a moverme
más “cómodamente”, incluso placenteramente dentro de mis propios límites, muy
consciente de mi inevitabilidad.
No
he tardado mucho en encontrar los primeros restos: parapetos de piedras apiladas
formando largas hileras defensivas que recorren y envuelven la cima del cerro y
en la propia cima los restos de pequeñas construcciones. De menor entidad y
extensión (al menos que se me haya escapado alguna otra) que los de la parte
baja y con un mayor deterioro ya que el ganado campea frecuentemente por estos
cerros.
De
regreso en el sendero, desando durante unos diez minutos tratando de evitar el
tener (en caso de que continuara) un fuerte descenso para luego volver a
remontar. Voy a la busca de un senderillo que escala el cerro: inseguro, como
si no supiera a donde ir, con la única decisión firme de ganar la cima. A medio
camino (repentinamente, ya que hasta ese mismo momento no las había oído), me
encuentro en medio de una alegre algarabía sonora, decenas de cencerros
ocupando una amplia gama de tonalidades, invade el espacio. Resaltan los roncos
y potentes sonidos de los que portan los grandes machos caprinos: son los
mayores y todo ello amalgamado con el lastimero, continuo y prolongado balido de las
ovejas.
El
sendero muere en un pequeño barranco, al inicio de unas rodadas que escalan la
loma enfrentada. Junto a ellas y perpendicular un cortafuegos. Aun a sabiendas
de que los cortafuegos no son recomendables como “caminos para andar”, opto por
él. Lo prefiero a tener que caminar la multitud de curvas del carril, a la vez
que trato de ahorrar espacio y tiempo, en la seguridad de que me reencontraré con el más arriba.
Me
encamino hacia el Cerro de las Víboras (techo de mi salida con sus 1.600
metros). Alcanzado, aprecio que es una buena atalaya para mirar, contemplar y
admirar las extensas masas verdes que cubren todo el Parque, un verde intenso
que es sinónimo de buena salud. Comparten la cima del cerro, unos cuantos peñascos
que emergen del suelo, alcanzando hasta la decena de metros, junto con un
reseco prado y las ruinas de algún aprisco, además de unas excelentes vistas,
tanto de la mitad sur del Parque como de la Norte, cerrada por la Sierra de Harana,
todo al noroeste de la autovía.
Decido
retornar. Durante el camino de regreso, el recuerdo y la curiosidad me impelen
a desviarme unos centenares de metros para revisitar la Fuente de la Mora, sin
muchas esperanzas de encontrarla “viva”. Pequeño manantial ubicado en el
extremo norte de una amplia vaguada, toda ella cercada y que en estas fechas
presenta un aspecto de hierba agostada. Junto al nacimiento y rodeando la media
docena de cubetas, los rosales silvestres y los majuelos que sirven de posadero
para todas las aves de la zona, como parada obligatoria antes de descender a
beber. El tránsito es intenso.
Pista
abajo hasta reincorporarme al sendero original para ya, seguirlo fielmente hasta
su conclusión: Púlpito, Nacimiento del río Darro (Fuente de la Teja), Mirador de las Veguillas, hasta concluir junto a la Casa Forestal de los Peñoncillos.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo
sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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