Voy a tratar de contar mis experiencias en las salidas por las sierras y las calles de Andalucía. Recorridos, impresiones, cansancios.
miércoles, 7 de diciembre de 2016
Amanecer en la cumbre (Sierra Nevada) - Granada
Mi abrigo entre rocas a la espera.
Un amanecer muy deslucido
Este primer sol de la mañana más parecido a una luna
Y enseguida de nuevo cubierto por las nubes
Las cazadoras tambíén madrugan para aprovechar las térmicas.
Cabecera del Guarnón
Nítido se divisa el paso hacia el tajo del Veleta.
La pequeña laguna de la cabecera del Guarnón
Tercio superior del tajo del Veleta.
Veleta y Las Campanitas (3.324m.)
Muy claro el canuto de acceso hasta Las Campanitas.
Escasos ventisqueros en donde, tradicionalmente, más aguanta la nieve en Sierra Nevada.
Camino por la cima de los Tajos del Campanario
Un pequeño lagunillo que se alimenta del ventisquero superior
Justo por debajo de las ruinas de las Posiciones
Panorámica del barranco de San Juan.
Donde abandono los Tajos del Campanario.
Tristes recuerdos
A Susana
Materiales de lejanas procedencias para fijar recuerdos.
Primeros prados
Y primeros arroyos
Vaca en su prado. Tenía un fuerte sentimiento de propiedad
Observatorio a la derecha y monumento a la Virgen a la izquierda
Dique donde nace una canalización y renace el río San Juan definitivamente.
Panorámica del Barranco de San Juan desde el Mojón del Trigo.
Hoya de la Mora
AMANECER
EN LA CUMBRE
La
luna siempre ha sido objeto de la atención del hombre, por ello desde la
prehistoria éste se ha ocupado y preocupado por conocer sus posiciones y sus
ciclos. Las distintas fases por las que atravesaba servían para mitigar los
miedos y peligros nocturnos, las noches en que no aparecía lo dejaban más
expuesto a los ataques de los predadores. Era aliada o enemiga.
Después
los poetas han mirado frecuentemente hacia el cielo en su busca, le han
atribuido propiedades bien dispares, pero lo que sigue siendo innegable es que
todavía atrae nuestras miradas cuando en las noches despejadas aparece en todo
su esplendor.
Yo
la voy a aprovechar hoy como luminaria, para que me ilumine, me asista con su
reflejada luz en mi subida por Sierra Nevada. Siempre ha sido muy atractivo
para mí el amanecer, por lo que de inicio tiene y un encanto especial
observarlo desde una cima despejada. Hace muchos años que no veo amanecer desde
cualquiera de las cumbres de Sierra Nevada y hoy voy a intentarlo desde la cima
del Veleta.
Apreciar
el encanto de la luz cuando empieza a inundar, dar calor y forma al paisaje,
sacándolo de la uniformidad siempre ha requerido mi atención y curiosidad, lo convierten en un momento mágico. Porque se podría afirmar que sin referencias, de hora,
orientación, horizontes, sería incapaz de distinguir un ocaso de un amanecer,
un final de un principio, porque sólo se apreciaría un estado de la luz.
A
primera hora me envolvía un silencio tan absoluto que hasta los oídos tenían
que adaptarse a él. No se trata de que no haya ningún sonido, sino que la
propia falta de él parecía decir algo de sí mismo: parecía comunicar.
Hacía
décadas que no salía de noche para ver amanecer en alguna cumbre, porque lo de
dormir por la sierra ya no me lo recomienda mi cuerpo. Hoy, aprovechando un 96%
de luna llena, me he preparado para estar en el aparcamiento (Hoya de la Mora) a
las cuatro de la mañana. El camino me es conocido y la luna aportaba buena
visibilidad, sólo durante los primeros minutos, que ha tardado mi algo
deteriorada vista en adaptarse, me he sentido algo inseguro. Al rato ya
apreciaba una nítida sombra que me acompañaba.
Me fascina ese doble oscuro y distinto que nos imita,
ese lastre de tiniebla que nos sigue a todas partes,
esa embajada de la noche en el país del día.
Jesús Jiménez Domínguez
Alcanzada "Las Posiciones" he decidido continuar la ascensión por la propia carretera hasta
la cima del Veleta por tres razones al menos: tenía tiempo de sobra y así
permanecía menos tiempo inactivo arriba; este tramo último de carretera hacía
décadas que no lo recorría ya que siempre he optado por los distintos
senderos; a partir de las 5’30h las nubes han comenzado a ocupar el cielo
amenazando con dejarme sin luminaria y en total oscuridad.
Ya
en el Veleta (6’15-7’45h), mientras esperaba la salida del sol, veía como las
nubes se iban apoderando de todo el espacio; aunque me he armado de paciencia y
he esperado, apenas he conseguido vislumbrar un velado sol durante un minuto,
que más que sol parecía una segunda luna. Mala suerte.
Durante
la espera, arriba, cobijado entre las rocas, cuando el silencio es más profundo y la soledad más densa me
he acordado de una frase de A. Asor Rosa que habla de “el ambiguo secreto de la
condición humana: somos, sabemos que somos, estamos en condiciones de prever
que no seremos, llegando incluso a saber que podríamos ser”.
Recostado
entre las rocas, respirando el frío aire de la madrugada, envuelto en un cierto grado de
beatitud, entonces cuando el abandono parecía posible e incluso me invadía la
soñolencia, empieza a hacerse de día y un poco de luz invade tímidamente el
paisaje, aquella luz que logra colarse entre las nubes despertando la
naturaleza o mi conciencia de ella; un pajarillo aparece y picotea junto a mis
pies; un ratón cruza raudo entre rocas mi espacio visual… y yo advierto desesperado que ya
me toca "volver a vivir", a moverme.
He tenido experiencias de cómo ciertos espacios de tiempo se hacen terriblemente largos y pesados; otros,
breves y ligeros. También cómo a veces el orden de los acontecimientos se altera y en
momentos críticos, incluso desaparece.
Tengo
que seguir el itinerario que refleja la nota adosada, mediante un imán, a la puerta del
frigorífico casero. Es una de esas constantes inviolables en mis salidas solitarias: no modificar sin previa comunicación. O
lo que es lo mismo, descender recorriendo el amplio, majestuoso y pedregoso
barranco de San Juan, cuna y espacio donde se genera el río del mismo nombre. Dependiendo
de las épocas, el agua aflora a distintas cotas, según las reservas subterráneas o la cota a la que se mantienen los ventisqueros -si quedan-; hoy
los primeros arroyos me los he encontrado en la cota 2.800 metros. Visibles
desde la distancia ya que allí donde aparece el agua superficial siempre se
genera el color verde.
Los
distintos prados al igual que los arroyos, más o menos extensos, dependiendo de la cantidad de espacio con que cuentan y de la pendiente del terreno,
se van reuniendo buscando la línea central de la depresión. El agua sigue la misma tendencia para volverse a sumergir, hasta en dos ocasiones en zonas de rocas, para aflorar con
determinación en la cota 2.500, tras superar un pequeño dique y verse mermado
el caudal por el sangrado de una conducción.
Poco
más abajo y casi en la vertical del antiguo y pequeño observatorio astronómico de la
universidad (Mojón del Trigo), abandono la compañía del río, para ascendiendo,
acercarme al pequeño edificio que ocupa la cima de un otero (2.606m.). Muy
visible por los colores de sus fachadas y la cúpula metálica, el antiguo
observatorio –que se ha restaurado-, permanece cerrado desde su recuperación
sin perspectiva de nueva fecha para su puesta en valor. Los nuevos deteriores
ya comienzan a hacer acto de presencia.
Junto
a él y unos metros más abajo el edificio militar de la Hoya de la Mora con su inconfundible techumbre pintada de verde y
enseguida el aparcamiento (11’15h.)
Granada, 20 de julio de 2016.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo
sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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