miércoles, 30 de noviembre de 2016

Prado Redondo- Peñones S. Francisco (Sierra Nevada) Granada













Edificios del M.O.P.U y albergue militar

Peñón de San Francisco a la izquierda, Veleta a la derecha.

Al fondo Güejar Sierra


Primero (oeste) de los Peñones de San Francisco y Veleta.

Infraestructuras de la estación invernal donde se celebrará el campeonato del mundo el año próximo. 


¿Controlando el tránsito?.

Parte alta del Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada.


Refugio de San Francisco.

Desde la cima del primero, los otros dos (2.511, 2.509 y 2.556 metros).

Hoya de la Mora (derecha) y observatorio astronómico de la universidad de Granada (en desuso)


Foto archivo Sociedad Sierra Nevada

Lo que ha llegado hasta nuestros días

Punto de aprovisionamiento junto al albergue.

Albergue Hoya de la Mora

Antiguo observatorio astronómico universitario.


El cortijo que quería visitar está allá abajo junto al único árbol visible.

Escasos restos de la antigua construcción.

Como casi todos los cortijos serranos contaba con rediles anexos.

Por el barranco de la izquierda baja un arroyo que paliaba las necesidades del asentamiento.

Acercándome al río San Juan.

Río San Juan cota 2.000.

Pequeña cascada a cuyos pies nace la acequia de Hoyo Puente.

Junto a ella aprovecho para recuperar energías.

A estos ruidos se acostumbra uno en escasos minutos.

Joven lagarto ocelado que me acompañó mientras descansaba.

Oteando el horizonte.

Ruinas del cortijo que aprovechaba la protección de la Peña del Perro: "El Rinconcillo?".

Balsa perteneciente al cortijo.

Otra balsa algo mas abajo.

Rediles por doquier.

Ruinas del Cortijo "Los Castaños" con su redil anexo.


Fecha: 6-7-2016                                 Prado Redondo                  7’15h. – 15’15h.(1.750 m.)
M.I.D.E.:2,2,3,3.                               Collado Sabinas                          8’00h.
Duración: 8h (Circular)                 Peñones S. Francisco                   9’15h.                    (2.511m.)
Desnivel en subida: 1000 metros    Albergue S. Francisco              10’00h.                 (2.400m.)
Temperatura: de 3ºC a 17’5ºC        Cortijo                                      10’50h.
                                                          Río S. Juan                                11’50h                  (2.200m.)
                                                          Peña del Perro                          14’15h.


Cuando alcanzo la cota 1.750, por la carretera antigua de acceso a Sierra Nevada, aparco el coche al inicio de un carril terrero que además de adentrase loma adelante da servicio a un cortijo, o mejor, casa de verano: es el paraje denominado Prado Redondo. Junto al coche me demoro unos minutos a la espera de contemplar el amanecer (aquí en Sierra Nevada no se ve el sol hasta bastante después de su salida, no en vano tiene que ascender un puñado de grados hasta superar las lomas que se interponen.

Tras caminar unos 200 metros por el carril, sigo una desvencijada señal que aparece a la derecha. Indica ascensión con el rótulo de Collado Sabinas; más adelante, ya entre pinos, avistaré algunas señales más, todas ellas con signos evidentes de muchos años y haber soportado condiciones muy adversas (el sendero rodea el Cerro Ahí de Cara por el noreste). El Collado está junto al albergue militar y junto a él enlazo con una vía pecuaria (1) que ya no abandonaré hasta alcanzar las cercanías de otro collado; el del Diablo (2.345 metros), (junto a la carretera que da servicio al Refugio de San Francisco).

El primero de los tres Peñones de San Francisco lo tengo enfrente. De fácil acercamiento y no tanto ascenso. En su perímetro tiene varias oquedades, que al parecer, sirvieron de refugio para los últimos lobos documentados de Sierra Nevada, esquilmados con pertinaz constancia hasta su extinción total en los primeros años 50 del siglo pasado ("Ley de alimañas" del Ministerio de Agricultura de 1953).
Artículo primero.Se podrá declarar obligatoria la constitución en cada provincia de Juntas de Extinción de Animales Dañinos y Protección a la Caza.
Artículo segundo.Son sus competencias procurar el suministro y distribución de venenos,lazos y demás medios de extinción.Premiar a los alimañeros y a cuantos demuestren de modo fehaciente su aportación en la lucha contra los animales dañinos.
Como no es mi intención seguir por las cimas de los Peñones, una vez coronado este “primero”, desando y desciendo hasta retornar al collado. Desde aquí y con el albergue siempre a la vista me descuelgo monte a través; no hay sendero ninguno que atraviese el Prado de la Mojonera (aunque la asignación del nombre "prado" es casi un eufemismo), intentando acercarme de la forma más cómoda.

Es este pequeño refugio de San Francisco uno de los extremos de una anterior edificación bastante más extensa que no ha llegado completa hasta nuestros días. En su fachada enseñorea la fecha de 1920 por lo que probablemente sea el más antiguo de Sierra Nevada. Ante su puerta -cerrada- me siento un rato. 

La visita a este pequeño refugio me ha traído a la memoria, la necesidad que he tenido siempre (desde la adolescencia) de buscar un refugio para que durante algún tiempo, ya que podía encerrarme con llave, poder llevar a cabo aquellas ocupaciones que exigían soledad inviolable: lectura, ensueño, llanto y voluptuosidad. Antes me refugiaba en la soledad nocturna, ahora en la soledad serrana.

En la cara norte de la ladera donde se asienta el refugio y a bastante menor altura (unos doscientos metros), he avistado en diferentes ocasiones las ruinas de un cortijo con los vestigios de los bancales que explotaba aunque muy desdibujados, debido al tiempo de abandono que ha soportado. Hoy he decidido satisfacer mi curiosidad haciéndole una visita. No he localizado sendero ninguno, si lo había se ha perdido, así que he tenido que improvisar entre abundante vegetación, ladera abajo buscando siempre el itinerario menos malo.

Al final he alcanzado las ruinas del pequeño cortijo bajo la sombra de dos generosos robles; por debajo algunos terrenos abancalados y algo por encima, junto al barranquillo que le suministraba el agua, un generoso redil en bastante buen estado. Si antaño tuvo más arboleda, el abandono ha acabado con ella ya que lo más parecido que he podido ver en sus inmediaciones son varios rosales silvestres y algún majuelo. Todo lo demás, si lo hubo, ha desaparecido.

La tierra es engañosa: en vida el ser humano tiene necesidad de habitaciones, despachos, palacios, talleres y tiendas; muerto, se contenta con su propio espacio que no es más grande que una pequeña grieta en la superficie de la Tierra.

Como las laderas del barranco por donde discurre el río San Juan son muy abruptas (no siendo "andables" en este tramo), no me queda otra que volver a ascender, en busca del sendero que une el refugio con el río, que aunque no veo conozco su recorrido. Una vez alcanzado lo sigo en busca del río donde tengo previsto refrescarme y comer.

Imagino que si yo fuera de carne y hueso y la montaña de piedra, podría cansarme, y resbalar, y hasta romperme la crisma. Pero la montaña y yo no somos más que palabras dentro de un relato. Lo escribo y ya estoy arriba. Voy repitiendo: piedra, subida y yo. Es como una operación mágica, y de ella resulta que asciendo hasta la cima.

Tras una larga media hora que me demoro junto a una de las cascadas por las que se desploma aquí el río, retomo el caminar buscando de nuevo el refugio para a partir de él descolgarme por el sendero que, atravesando en su bajada los pinares de repoblación, conduce hasta el final del carril terrero por el que inicié la jornada: Peña del Perro.

Al abrigo de la peña, me entretengo curioseando las ruinas de otro cortijo que se aprovechaba de la protección del saliente rocoso, advirtiendo que tuvo hasta una pequeña balsa que se alimentaba del barranco próximo. De la acequia que acercaba el agua apenas se puede seguir visualmente su recorrido, el tiempo no perdona y la vegetación acaba recobrando los espacios  borrando las marcas.

Sólo me queda recorrer los cinco kilómetros del carril -bastante horizontales- hasta regresar al punto de partida.
                                                                                             
(1) Transhumancia: pastoreo tradicional que consiste en pasar los ganados desde las dehesas de invierno a las de verano y viceversa.
      Transterminancia: variedad menor de la anterior, corto recorrido por lo general inferior a los 100Km.

Anchos: Cañada Real: 90 varas castellanas (75 metros)
              Cordel: 45 varas castellanas (37'5 metros)
              Vereda: 25 varas castellanas (20 metros)
              Colada: de ancho variable pero siempre inferior a 20 metros.

Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

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