miércoles, 16 de noviembre de 2016

Lavaderos de la Reina (Sierra Nevada) - Granada






































































Otro año más, éste a petición de mi hijo Carlos, volvemos a visitar los Lavaderos de la Reina; en parte porque se ha convertido en visita obligada periódica, en parte para trasmutar malas impresiones que guardaba mi hijo de una visita anterior. No voy a entrar en descripciones del recorrido por haber sido objeto de atención en anteriores entradas de este mismo blog y por considerar que es suficientemente conocido y accesible para los curiosos-visitantes interesados en subir.

Sí, anotar las novedades que he percibido desde mi última visita (alrededor de tres años). El tramo de bajada hasta cruzar el río Maitena, aunque sigue siendo sumamente estrecho ha renovado el pavimento, pasando del cemento anterior al asfalto. La pista de tierra que recorre la loma Cuna de los Cuartos en pésimo estado (cuidado con los bajos si no conducimos un vehículo alto). Llegados a la cota 2000 m. se han habilitado dos aparcamientos señalizados a pie de carretera que han quintuplicado las 8 plazas existentes hasta hace poco. Para finalizar con las novedades, comentar el cambio de nombre y cota del refugio que ha pasado de llamarse "Peña Partida" y 2450 metros a "Molinillo" y cota 2420 metros. Desconozco las razones del cambio de nombre e intuyo el de cota.


A partir de aquí la literatura la aporta mi hijo Carlos con sus impresiones que me limito a transcribir.

El recuerdo lejano de un traqueteante trayecto por gastados carriles en coche, seguido de lomas peladas cubiertas por pequeños piornos resecos bajo un sol abrasador me hacía renuente el volver a los Lavaderos de la Reina. Para contrarrestar mantenía dos recuerdos gratos: los imponentes picos aun blancos del Veleta, Los Machos, el Mulhacén..., a mi derecha separados por un inmenso y profundo barranco verde; y la otra, sin duda,  los atractivos túneles de nieve y la fría e impetuosa agua descendiendo en multitud de arroyos y cascadas empapando los borreguiles repletos de modestas flores.

La señalización del paraje y el asfalto de la carretera hasta no muy lejos del destino motorizado mejoran el trayecto sobremanera. La temperatura es agradable (16 - 25ºC) y aunque el agua no es muy abundante, aun permite mantener el verde en todos los collados haciéndolo más intenso en el barranco donde se puede observar los hilos brillantes de agua resbalando ladera abajo.

Buena parte de la totalidad de los "tres miles" se quedan atrás desde aquí. Reconozco que la panorámica desde este lugar, sigue siendo una de las que más me impresionan de Sierra Nevada; la escasa nieve sólo se acumula en franjas alargadas y pequeños ventisqueros atrapados en depresiones, permitiendo de ésta forma observar mejor los contrastes de las enormes moles pétreas que las separan. El paso se hace liviano, satisfecho por la escasa suciedad y el buen estado en que se encuentra el refugio lo que me facilita concentrar las ideas en la naturaleza y no en imaginar la forma de hacer inaccesible el paso a senderistas contaminantes.

Las oscuras lagartijas, saltamontes (provistos y no de alas) y algunos pájaros se alejan del sendero sintiendo nuestra cercanía, cosa que no ocurre con las aplanadas y contumaces moscas que se afanaban en posarse y picar.

Tras la última subida se puede observar el redondeado Picón de Jérez (3.060 m.) -justo enfrente- y la cima del Puntal de los Cuartos (3.158 m.) a nuestra derecha delimitando un valle cóncavo ( entre las cotas 2.600-2.700 metros), donde se acumulan dos lagunillos y por donde discurre el agua con fuerza por las pendientes algo más lejanas. No queda casi nieve, no puedo observar esas galerías congeladas por donde discurría el agua, a cambio las cascadas se muestran con el suficiente caudal como para deleitarnos en sus bruscas caídas.

Los prados exhiben diversos colores, desde el blanquecino perlado de la multitud de pelillos que recubren las hojas de la estrella de las nieves, del amarillo brillante de los botones de oro, del azul intenso de las gencianas o del apagado morado de la pinguícola que se alimenta sin problema de la multitud de insectos que pululan por estos prados encharcados.

Regresamos siguiendo el trazado de la acequia Papeles; el paisaje es más árido, van escaseando los borreguiles y sin la contemplación de los picos más altos pero compensado por las vistosas collalbas grises posadas en las piedras observándonos, o por los piornos de Cytisus repletos de flores amarillas inundando todo con su agradable olor. Los guturales ruidos que emiten los respiraderos de la acequia enterrada van marcando -como hitos de una carretera- el regreso hacia el coche.

Mejorado el recuerdo a la espera de una próxima visita.


Granada, 7 de junio de 2016.

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