jueves, 28 de abril de 2016

Jerez de la Frontera (Cádiz).


































































Jerez de la Frontera.

Uno de los dos días que pasaremos en la provincia de Cádiz, lo dedicaré a recorrer la población de Jerez. Es la población más importante de la provincia por habitantes y término municipal y junto con la propia Cádiz y Algeciras forman el triángulo de ciudades más significativo de la provincia.

Aprovecho un desplazamiento laboral de mi hijo Javier para, oportunamente, sumarme haciéndole compañía, aunque realmente a lo largo de nuestra estancia en la provincia sólo vamos a compartir trayectos de ida y regreso y las últimas horas de la tarde. Él tiene obligaciones que atender y yo aprovecharé esas horas laborales para recorrer los dos núcleos poblaciones de la provincia a visitar. Cádiz y Jerez.

Jerez de la Frontera ya da señales de su procedencia cuando en el límite de reinos (cristiano y musulmán) eran habituales las escaramuzas. Hechos que se prolongaron durante bastante años hasta que se conquistó Algeciras, que servía de puerto de entrada para los refuerzos del norte de África.

A partir de esa conquista, y controlado el acceso más “cómodo” de los refuerzos, la vida en la ciudad de tranquilizó, las construcciones abandonaron el recinto amurallado, se cultivaron de forma intensiva y extensiva las tierras de los alrededores y la ciudad creció y se enriqueció. Son cuatro los elementos distintivos de esta ciudad: el vino que le ha dado fama a nivel mundial, la cría y doma del caballo cartujano, ser una de las cunas del flamenco y poseer en su término uno de los circuitos de fórmula uno permanentes.

En mis recorridos, apenas sin mapas, ya que el tiempo me lo permite, voy a deambular por las calles de Jerez con apenas algunos hitos fijos: El Alcázar, la Catedral y el Museo Arqueológico. Todo lo demás lo dejo al albedrío de los recorridos por las calles que me sean más atractivas y en su defecto por la intuición. Fuera de los circuitos puramente turísticos me gusta conocer los sitios a visitar con sus sorpresas, atractivas o no tanto.

Ni que decir tiene que en mi deambular por la ciudad voy a encontrarme con multitud de iglesias (ya a finales del s.XVII existían más de una docena de conventos intramuros y otro par fuera del recinto amurallado, actualmente he contado más de sesenta parroquias en el listado de la diócesis), casas palaciegas, mansiones señoriales y barrios semi-abandonados.

Como todas las ciudades que tienen larga historia y por ello se vieron ampliamente implicadas durante la reconquista, mantienen –al menos en sus barrios antiguos- la distribución heredada: calles estrechas, laberínticas y cortas, salpicadas de plazuelas. Tanto es así que en mi desplazamiento por la ciudad buscando la ubicación del Museo Arqueológico, hube de interrogar a caminantes en diversas ocasiones porque (después lo comprendí) era imposible dirigirme de una sola tacada por lo intrincado del recorrido.

Desesperado, cuando al final llegué a una amplia plaza desangelada, por presencia y construcciones, sólo se me ocurrió preguntar a uno de los pocos presentes para que me informara que me diera media vuelta para ver en letras bien grandes el letrero buscado en el edificio de enfrente.

Así conseguí ver, además de los tres monumentos que llevaba “in mente” las iglesias de San Miguel, Nuestra Señora de la Merced, San Mateo, Nuestra Señora del Carmen Coronada, Iglesia de San Francisco, Palacio Episcopal, etc.    


El Alcázar es una construcción almohade, sede del poder político  y militar de la época. Espacio amurallado que contenía no sólo las edificaciones del alcázar sino un recinto amurallado mucho más extenso que procuraba defensa a la población.

Las puertas de acceso en L (recodo),  típicas de las construcciones árabes que facilitaban su acceso y defensa al recinto desde a ciudad. La superficie amurallada era mucho más extensa, ya que la muralla se prolongaba durante más de cuatro kilómetros para acoger una ciudad que llegó a albergar a 16.000 pobladores. Tras atravesar un monumental arco de herradura se accede a la construcción.

En el s. XVIII se levantó una almazara por la gran importancia que adquirió el cultivo del olivo en toda la región. Además del molino propio es digno de ver la gran viga que se utilizaba como prensa para la extracción del aceite. Llama la atención (en la sala de la viga) la poderosa estructura que se usaba, con ayuda animal para girar el tornillo sin fin, para accionar la prensa y poder extraer hasta la última gota del aceite.

El Palacio de Villavicencio (integrado en el recinto) corresponde al s. XVII,  se construyó sobre el original  islámico, superponiendo las nuevas estructuras sobre las antiguas. Las salas del palacio de Villavicencio ostentan gran lujo como correspondía al estilo imperante: el barroco.

Hoy de todo el palacio, sólo estaban visitables las salas de la segunda planta que contienen la farmacia municipal del siglo XIX con sus muebles de madera, redomas y botamen de la época. Aunque publicitada, no está abierta la Cámara oscura que ocupa la torre del edificio, con lo que me quedo con las ganas de hacer un recorrido de la ciudad a vista de pájaro.

Una de las impresiones más gratas de la jornada ha sido la visita a la catedral. No por el edificio en sí, que me ha encantado, pero después del patrimonio catedralicio del que disponemos en España, no me ha impresionado especialmente; si lo ha hecho el haber coincidido mi visita con el ensayo del organista oficial de la catedral. Hacer la visita al templo y posteriormente a las dependencias anexas: patio de los naranjos, tesoros, sacristía, escalera sin salida, etc., con la música del órgano de acompañamiento ha sido uno de los momentos más placenteros que yo recuerde.

Si a ello añado una plácida aunque corta charla con el organista aprovechando un cambio de partituras, no exageraría si afirmo que será uno de los recuerdos que reúnen todos los elementos para perdurar en el tiempo. Sólo ese rato hubiera validado los setecientos kilómetros en el coche y otros pocos andando de estas dos jornadas.



Jerez, 10 de febrero de 2016

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