miércoles, 20 de abril de 2016

Cádiz, deambulando por la ciudad.




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Así el anciano de experiencia y de tino

Máximas da que eviten sinsabores
Y sin savia ni aromas ni colores,
Cumple su ley y tiene su destino.
Árboles viejos (José Santos Chocano)


Después de años sin visitar Cádiz, aprovecho un desplazamiento por motivos laborales de mi hijo Javier para sumarme con la excelente excusa de acompañarlo. Mi instinto oportunista -muy desarrollado- no me permite perder estas ocasiones.

Además quería borrar el último recuerdo de mi estancia en la ciudad. Un día de lluvia y fuerte viento en que tuve que desplazarme por motivos laborales (yo aun trabajaba); tras intensa búsqueda de algún lugar "cercano" donde aparcar el coche, me tocó mojarme y presentarme a la entrevista con un aspecto bastante alejado del deseado.

Hoy a pesar del escaso tiempo del que dispongo, me he propuesto, ademas de visitar la catedral, pasear por la ciudad sin agobios y sin destino. En algún lugar recuerdo haber leído que si el andar no es un problema, aconsejaban circunvalar en su totalidad la ciudad  y creo que me voy a decantar por esa opción.  

Medirijo en primer lugar en busca de la catedral. Como guía -no quiero que el plano me dirija- me oriento por las cúpulas de las torres callejeando sin dirección clara pero con el destino cierto.

Aunque el sub-mundo de los muertos no me llama especialmente la atención, tras bajar a la inmensa cripta de la catedral, me encuentro con las tumbas de dos personajes gaditanos famosos: Pemán y Falla. Dos personajes que no necesitan monumentos para recordarlos, su lectura y escucha, sería el mejor homenaje.

Dentro de la visita entra la subida a una de las torres para tener una visión de la ciudad casi al completo. Pero me toca esperar porque el horario de las visitas están programados para que coincida con los cuartos arriba. Personalmente no encontré nada atractivo oir las dos campanas a escasos decímetros atronando el reducido espacio en sus toques, a pesar de que a mi edad no disfruto ya de un oído muy fino.

Las demoras y dilataciones en su construcción (116 años empleados en su construcción 1722-1838), provoca que se inicie en estilo Barroco para terminarla en estilo Neoclásico,  esta dilatación en el tiempo se deja ver incluso en sus fachadas donde se aprecian dos tipos distintos de piedra. Emplazada muy cerca del mar, al que curiosamente da la espalda a pesar de su nombre "Santa Cruz sobre el mar" o "Santa Cruz sobre las aguas", se hace ver desde buena parte de la ciudad 

Como siempre uno de los atractivos en las visitas de los monumentos religiosos son las salas de exposiciones de elementos usados en los rituales y la sacristía.

Las sombras, a veces, adquieren vida propia.

En una de las esquinas de la Plaza de la Catedral, el Arco de la Rosa.

Desde una de las torres la otra y los adornos arquitectónicos que jalonan las alturas. 

Desde la torre (a 40 metros sobre el nivel de la plaza) se abarca prácticamente toda la ciudad, aunque los espacios ocupados en su mayor parte por las campanas, entorpecen el disfrute total, ¿pero qué es una torre de catedral sin campanas?.

Terminada la visita obligada comienzo la errática. Callejeando voy buscando la orilla del mar para iniciar un recorrido, que si la falta de tiempo no me lo impide (hemos fijado una hora por tener que desplazarnos hasta Jerez donde tenemos reservado el hotel), intentaré que sea perimetral.

Las amenazas de la ciudad siempre han venido por el mar, basta pasear por su línea costera para apreciar el esfuerzo y los trabajos para fortificar todo el perímetro de la ciudad: muros, barbacanas y fuertes por doquier. 

Me sorprende gratamente la solución que han adoptado dotando en buena parte del recorrido, entre el límite de la muralla y la carretera, de un espacio lúdico: jardines, edificios, espacios abiertos para niños y mayores, etc. y durante mi visita y a pesar de que la tarde no era todo lo resplandeciente que hubiera yo deseado, todo el recorrido estuvo muy concurrido.

Al ver la estatua lo primero que se me ocurrió fue que harto de estar estático en lo alto del pedestal había decidido bajarse para estirar un rato las piernas.

Es una apreciación muy subjetiva, pero considero de gran valor aquellas comunidades que consideran relevante salvaguardar los árboles a través del tiempo, ya no digamos aquellas que incluso son capaces de variar viales o proyectos por seguir honrándose con la presencia de estos ejemplares.

Y eran varios los ejemplares de parecidas dimensiones  y por tanto edad, los que jalonaban los distintos espacios verdes que salpican todo el recorrido: Paseo de Canalejas, Plaza de España, Alameda, Parque Genovés.

Iglesia del Carmen, estaba en mi recorrido pero me la encontré cerrada por lo que sólo pude apreciar su fachada.

Aproveché mis desplazamientos para visitar hasta tres espacios museísticos en que se exponían obras de distinta temática y estilos.

De éste busto, que no recuerdo a quien corresponde, me llamó la atención la línea de su perfil, y es lo que traté de captar con la cámara, olvidándome de los rasgos que me parecieron totalmente irrelevantes.

Parece que el gusto por el sol viene desde antiguo o al menos así han querido representarla: desnuda recibiendo la luz y el aire y oteando el infinito mar. 

En 1811 este periódico tenía como ideario algo muy ajeno a lo que nos tienen acostumbrados los actuales.

Este otro espacio expositivo era de arte moderno.

Y la espaciosa entrada me la encuentro ocupada con una multitud y multicolor  de figuras confeccionadas con cartulinas que no sólo ocupan buena parte de la recepción sino que se encaraman por las escalinatas e incluso por la pared.

Pequeña figura "angelical" que me llamó la atención por el fuerte contraluz que soportaba y que yo intenté respetar.

Cuando inicié la lectura, me sonaba en la seguridad de no haberlo leído anteriormente, a medio leer ya echaba en falta las golondrinas. En una de las caras del soporte pirámidal estaba la Rima LIII.


Pareja de artistas (uno gaditano de nacimiento y el otro de adopción) escogen este nombre y destacan durante la movida madrileña (años 1975-1985). Fue su estudio de Madrid el punto de reunión de todos los artistas que descollaron en esos años, desde Almodovar a Berlanga, Tino Casal o Alaska.

Una de las obras expuestas en el museo.

De gran formato todas las obras y con el motivo central del Valle de los Caídos omnipresente.

El patio del Museo.

Las bellezas botánicas se "exponían" en los jardines exteriores.

Y las coloridas y "extrovertidas" cotorras, esas aves exóticas que están adueñándose de los espacios verdes de muchas de nuestras ciudades.

Murallas y almenas como "leitmotiv" a lo largo de toda la tarde. Murallas de San Carlos,  Murallas de la Puerta de Tierra, Baluarte de la Candelaria, Paseo de Santa Bárbara, Castillo de Santa Catalina, Castillo de San Sebastián, etc.

Me adentro en el Castillo de Santa Catalina, donde hay también un espacio expositivo. Todavía lo rodea un llamativo foso, aunque seco, tuvo que ser en su día disuasorio y eficaz.

Sala de exposiciones en la planta baja que se complementa con otra en la planta superior.

Pequeña capilla del castillo de la que sólo queda, además de la típica solería, un retablo huérfano de figuras.

La entrada al Paseo Fernando Quiñones que a su vez da acceso  al Castillo de San Sebastián. Enclave adentrado en el mar ocupando una pequeña isla que se utilizaba simultáneamente además de avanzada defensiva como faro. Aunque vía internet informan de horario hasta las 21 h. yo me lo encontré cerrado y tampoco era el motivo la advertencia: "Días de metereologia adversa, consultar". 

A los que somos de "interior" nos fascina cuando el mar está embravecido. No era el caso ya que el escaso oleaje no tenía fuerza para batir enérgicamente los muros y levantarse por encima de ellos.

Las nubes anticiparon la anochecida, le menguante luz apenas dejaba ya disfrutar del horizonte y yo sin saber a que distancia estaba del punto de recogida, me dividía entre permanecer o abandonar.

El malecón que enlaza el castillo con el casco urbano (año 1860) es un paseo frecuentado por todo tipo de visitantes. En días soleados, a lo largo de su recorrido, debe ofrecer unas puestas de sol impresionantes.

Hoy las persistentes y densas nubes han ocultado el sol bastante antes de que desapareciera tras el horizonte, anticipando la anochecida. Como decimos nosotros "se me echó la noche encima".

De nuevo prácticamente cerrado el recorrido circular por la isla de Cádiz, el sol a punto de ocultarse definitivamente consigue filtrar sus últimos rayos para iluminar el mar.

Y que mejor despedida de una ciudad-isla que una imagen del elemento que la rodea y le ha dado su razón de ser.

Cádiz, 9 de febrero de 2016.

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