miércoles, 4 de mayo de 2016

Granada, un paseo por la vega.

Vega de Granada.




Estas tardes de la primera decena de febrero, cuando aun no parece que llegue el invierno a estas tierras, se dan las condiciones idóneas, por temperatura y luminosidad, para disfrutar de un largo paseo por las afueras de Granada, concretamente por su vega. Alejados del tráfico y del ruido, donde no se echa de menos nada, porque me perdería además del silencio, los distintos trinos.
Pero antes unas imágenes desde la terraza de mi domicilio, muy cercana a ella, para ubicarnos.

Por el noreste tengo acceso a parte de la ciudad donde sobresale de forma destacada la torre de la Catedral. Detrás las estribaciones de Sierra Nevada.

Un poco más hacia el sur seguimos con la ciudad en primer plano donde destacan algunos edificios descollando de forma llamativa. Como telón de fondo los Alayos de Dílar mostrando por fin su manto blanca.

Me "acerco" hasta los Alayos para resaltar la urbanización que se aprecia a sus pies, aunque solo sea un efecto visual: Cumbres Verdes.


Vuelvo a enfocar la Catedral de Granada. Detrás la tapia del cementerio y a la izquierda el Hotel Palas.

No puedo obviar la Alhambra, en este caso  la zona de torreones de su Alcazaba con la Torre de la Vela en primer plano.


Y a escasos doscientos metros de mi casa, tras salvar la circunvalación de la ciudad, aparece la extensa y productiva vega que ocupa buena parte del sur y oeste. 

Y desciendo "en picado" para recoger mi entorno próximo antes de salir a pasear. En total voy a hacer un circuito circular de alrededor de 10 kilómetros por la zona de vega más cercana al casco urbano de Granada.



Será por mi relación con la sierra, que este año me ha alegrado sobremanera el que por fin aparezca con su uniforme capa blanca, algo que echaba en falta desde hace varios meses.


Tras cruzar la circunvalación por un túnel, de repente, desaparece el ruido y las construcciones continuadas, apareciendo las gamas de verdes en los campos junto a los ocres y marrones de los árboles de hoja caduca. Estoy caminando por un recorrido que compartimos los ciclistas y peatones, descendiendo junto al cauce del río Beiro, margen derecha. 
Nada mas dejar atrás la circunvalación de la ciudad me adentro por la orilla derecha del río Beiro al que que acompañaré hasta su desembocadura en el Genil, unos tres kilómetros más adelante.

Después de años de abandono lo limpiaron el verano pasado; antes más que un cauce fluvial parecía un "pasillo verde" ya que su cauce estaba totalmente invadido por la vegetación. Había incluso algunos árboles que alcanzaban los 5-6 metros de altura.
En mi recorrido paso junto a las instalaciones de la fábrica de Puleva (productos lácteos) y si las brisas son favorables puedo apreciar los aromas a vainilla, fresa o chocolate desprendidos durante el proceso de elaboración de sus productos.
Alguno de los grande ejemplares arbóreos que permaneces en la vega de Granada.


Cada vez quedan menos cortijos que se conserven por las incomodidades de vivir en ellos: las escuelas y comercios quedan lejos y el mantenimiento, por ser generalmente construcciones muy amplias, debe ser muy elevado. 

En mi desplazamiento de hoy, cerca de la fábrica de Puleva me encuentro éste que combina vivienda con antiguos secaderos de tabaco (cultivo que sustituyó a la remolacha buscando la rentabilidad que aquella perdió) y otras dependencias para maquinaria y animales.

A la entrada un espacio que imagino era de huerta ya que junto a la linde pasa una acequia. Quedan algunos naranjos, un limonero, la imprescindible higuera, los restos de un parral que ensombraba la entrada, los frecuentes menbrillos que se han usado también para señalar límites, ya que si se dejan asilvestrados ramifican mucho desde el suelo construyendo una valla natural.

Al estar poco frecuentados ni por dueños ni por caminantes, las palomas de agrupan en los árboles formando verdaderas bandadas que a la hora de buscar alimento se reparten por los diversos campos; hasta hace poco buscando los granos esparcidos tras la siega del maiz.

Junto a los cortijos era habitual la existencia de grandes árboles para mitigar vientos, crear ornato o dar sombra; los veranos en Granada son calurosos. En algunos de ellos -almeces- se buscaba también su utilidad, ya que sus ramas era óptimas para la elaboración de astiles de pequeñas herramientas e incluso para la fabricación de gomeros. En las lindes los frutales. 

Sierra Elvira (ciudad nueva) se eleva en medio de la vega de Granada, rompiendo cu continuidad. Esta pequeña  y aislada sierra ha atraído a los pobladores, desde antiguo, junto a sus faldas: por sus manantiales de aguas termales y por las antiguas y abundantes explotaciónes de "mármol" en sus canteras.

Cerrando el campo visual de la vega hacia el oeste presenta dos formaciones muy dispares. Al sur una serie de tres promontorios que superan los mil metros y que van a morir junto a la población de Pinos Puente. Curiosamente esta cercana sierra no había sido objeto de mi atención (para dedicarle un día a caminarla) hasta hace escasas semanas. 

Su otra mitad, dirección norte, presenta menos elevación (apenas supera los 800 metros), sin embargo la mas conocida por acoger en sus cimas el Torreón árabe de Albolote, la Ermita de los tres Juanes y las torretas de telecomunicaciones de Telefónica.

Parcela perteneciente al IFAPA (Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica -título no falta-), donde se siembran diversas variedades de cereales y se controlan los rendimientos.

Estas tierras están atravesadas por multitud de acequias que le aseguran el riego: la Gorda que atraviesa toda la vega hasta morir en Atarfe con multitud de ramales: acequia del Tercio, acequia de Gambea, ramal del Viernes, ramal del Jueves, acequia de los Quintos, acequia del Naujar, etc.

La acequia Real o Gorda del Genil da riego a buena parte de la amplia "vega de Granada" (alrededor de 2.000 hectáreas) correspondientes a los términos municipales de Granada, Maracena, Atarfe, Albolote y Santa Fé. En la actualidad la Comunidad de Regantes cuenta con 1.200 partícipes y una antigüedad documentada de casi mil años.

Una vez acabado el acompañamiento del Beiro, me acerco, siguiendo aguas abajo al río Genil, hasta la desembocadura del río Dílar. Hacia mucho tiempo que no veía desaguar este río en el Genil, simplemente porque lo suelen sangrar en su totalidad durante su recorrido.



Vuelvo sobre mis pasos, no creo que separen ni siquiera 300 metros las desembocaduras al río Genil del citado anteriormente Dílar y el Beiro que naciendo entre Viznar y el Fargue (a los pies de la sierra de Huetor), viene a entregar sus aguas también aquí.


El río Genil atraviesa la vega de Granada de este a oeste y puede presumir de ser el segundo de la Comunidad más largo (359 kilómetros), sólo por detrás del propio Guadalquivir. 

En mi paseo ahora remonto junto al cauce del Genil. Con apenas desnivel y por carril peatonal que se prolonga por su margen derecha. El recorrido -literalmente- pegado al cauce me permite disfrutar de la fauna asentada de forma permanente en el cauce, unos asalvajados (ubicados hace unos años en el tramo urbano se han desplazado hasta aquí), otros semi domesticados, ya que la frecuencia de paso de peatones y ciclistas por una orilla y coches por la otra les han hecho inmunes a nuestra presencia, perdiendo el recelo.


El día no ha sido muy propicio para avistamientos de residentes del río. Aquí se han dejado fotografiar una pareja de los que han hecho de este tramo del cauce su residencia permanente. 

Este otro, bastante más desconfiado, ha iniciado el vuelo apenas me he parado para inmortalizarlo.

El poco desnivel que acumula a lo largo del recorrido lo pierde bruscamente por estas rampas -hasta cuatro- que me voy a encontrar en los 3'5 kilómetros de recorrido junto a él. Las orillas totalmente cubiertas de vegetación desde que las presas del Genil (Canales) y Aguas Blancas (Quentar) regulan el caudal de ambos ríos.

Entre el río y la ciudad los restos de la vega con la amenaza permanente de su permanencia. No hemos sabido -hasta ahora- los granadinos establecer un límite a las construcciones y preservar este valor para el futuro. Todavía es frecuente ver algún pastor que acompaña a su rebaño durante sus salidas diarias por estos lares.

De nuevo un pequeño desnivel por el que se desploma la corriente. Con apenas dos metros de caída, cuando hay caudal abundante (el caudal depende principalmente de la presa de Canales que es la que lo regula, más abajo la salida de las depuradoras vierte en él también), se deja oir desde lejos a pesar del ruido del tráfico cercano.

Y ya estoy junto a la tercera. En su día imagino que serían diques para contener los aluviones y frenar la corriente. Hoy totalmente colmatadas sirven para crear remansos donde las residentes: aves acuáticas y ratas de agua, se solazan buscando el alimento o enseñando a los pequeños en época de cría.

La más alta en el recorrido y más reciente. De estructura totalmente diferente a las anteriores y más cercana a la población. Está situada escasos metros por debajo de la entrada del río Monachil.

Bajo el puente de la carretera se funde el río Monachil con el Genil unos 500 metros por debajo del casco urbano de la ciudad. Hoy también aportaba caudal cuando lo habitual es que llegue también sangrado. Estos días de lluvias sin embargo lo han hecho "salirse de madre" a su paso por Ogíjares  (junto a un carril de servicio junto a la hormigonera de Los Quintos).

Poco más arriba abandono yo la compañía del río para desviándome por el "Callejón de Nogales" (nogales no queda ninguno, si  majestuosos y viejos castaños de indias), seguir un rato más caminando por la vega. Entre campos arados a la espera de siembra o ¿quizás hayan decidido dejarlos en barbecho este año?, en mis próximos paseos lo averiguaré.



Entre dos imponentes troncos de castaños de indias, nace el carril que da servicio a uno de los cortijos. Arriba, a la izquierda, colgado en uno de los troncos, se anuncia el alquiler de huertos: pequeñas parcelas que están disponibles para aquellos nostálgicos o amantes de las verduras propias, que quieran dedicar unas horas a su cultivo.

De nuevo y ya muy cerca de nuevo a la autovía de la circunvalación algunos cortijos, que por su cercanía a la ciudad, han decidido sus ocupantes que sigan siendo sus viviendas. El acceso a los servicios, desde aquí, se puede hacer andando.

Algo que se repite: hileras de árboles señalando los linderos de parcelas o simplemente las orillas de las acequias y junto a las construcciones otros, generalmente de hoja perenne para amortiguar los vientos en invierno y los calores en verano.


Últimas parcelas que se resisten a sucumbir, aunque el aprovechamiento sea sólo forrajero. Estoy caminando por una larga calle/carretera (calle Virgen Blanca) paralela a la circunvalación que es muy utilizada como enlace alternativo por unos y para acercar a la chiquellería a un par de colegios para otros. Fuera del horario de entradas y salidas de los colegios es muy agradable caminarla.

Granada, 16 de febrero de 2016.

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