Voy a tratar de contar mis experiencias en las salidas por las sierras y las calles de Andalucía. Recorridos, impresiones, cansancios.
miércoles, 3 de febrero de 2016
Maroma por Alcaucín (Alcaucín - Málaga)
Área Recreativa "El Alcázar".
Los montes malagueños totalmente salpicados de construcciones.
Pantano de la Viñuela, el mayor de la provincia malagueña: 170 hectómetros cúbicos.
La cercanía del mar permite este exhuberante sotobosque.
Alcanzamos el final de la carretera y comienzo del sendero.
Destacar el verde permanente de los montes y la ocupación diseminada de todos ellos.
Durante la ascensión los cambios bruscos de vegetación y roca son frecuentes.
Se mostraron muy esquivas durante toda la jornada.
Alcanzado el collado tenemos acceso a la parte granadina.
Fuente del Espino.
El pantano de la Viñuela es una zona muy viva ya que ofrece muchos y variados elementos turísticos.
Desde la cima se ven todas las estribaciones de la sierra hasta el mar.
Sima de La Maroma.
Actualmente la Sima posee una protección perimetral.
Hito que ocupa la cima de La Maroma.
En altura no escatimaron los constructores.
Se comían todo lo que se les echaba, quizás los ha puesto el Parque para mantener la sierra limpia de restos vegetales.
Fueron los únicos ejemplares que divisamos "de cerca" en toda la jornada.
Me dio la impresión de que la última era una cabra asilvestrada y la penúltima un híbrido.
Restos de la Casa de la Nieve (cota 1.850 metros).
Las diferentes bandas coloreadas y paralelas que ofrecía el terreno.
El aprisco junto a la Casa de la Nieve.
En este punto se unen los dos senderos: Alcázar-La Maroma y Canillas del Aceituno-La Maroma.
Fuente del Espino a nuestro regreso. Ya pudimos disfrutar de su fresca agua.
Este barranco estaba salpicado con algunos ejemplares de quejigos.
La aulaga en una segunda floración. El buen tiempo lo permite.
En estas lomas hasta los pinos necesitan recostarse.
El barranco labrado por el arroyo Alcázar.
Las rectas hileras de troncos de los pinos manifiestan su origen: repoblación
Finalizando el otoño las pinceladas de color son obvias.
Terminando el recorrido botánico.
La vegetación de ribera ofrece gran contraste con las áridas rocas de detrás.
Escalera de acceso a una de las fuentes junto al área.
Carlos en el Mirador Miguel Álvarez.
Alcaucín.
Fecha: 11-11-2015 A.
R. El Alcázar 9’00h.
M.I.D.E.:2,3,3,4. Collado
de las Vívoras 10’30h.
Duración: 7’15h (Lineal) 25 Km. Fuente
del Espino 11’40h.
Desnivel en subida: 1.340 metros La
Maroma 2’30
– 13’10h.
Rangos de temperatura: de 11ºC a los 17ºC Fuente del Espino 14’00h.
A.R. El
Alcázar 16’15h.
Son
tierras malagueñas en las que nos adentramos tras pasar por el “Boquete de Zafaraya”, paso natural entre dos
elevaciones calcáreas que hace de puerta para esta región. La transición entre
provincias (Granada – Málaga) es drástica. Pasamos de recorrer el polje de
Zafarraya (extensa llanura elevada a 900 metros) para adentrarnos en la
Axarquía. La carretera, caracoleando pierde en escasos kilómetros 700 metros.
Mientras descendemos tenemos preciosas vistas de los pueblos de esta zona y de
la intensa ocupación diseminada que ocupa todas las lomas.
Alcaucín
es la primera población que avistamos, asentado en las faldas de la Sierra de
Tejeda, ocupando el extremo norte de la Axarquía, la típica blancura con que
están pintadas sus casas muestran gran contraste con los verdes de los pinos en
las zonas altas y los otros verdes de los campos. Tras el brusco descenso tenemos
que remontar por la otra ladera hasta la población que atravesaremos buscando
un carril que nos conduzca hasta el Área Recreativa “El Alcázar”.
La
Maroma –punto más elevado de la sierra y de la provincia- es nuestro objetivo
de hoy. Hay tres posibles accesos hasta ella: la denominada norte partiendo de
tierras granadinas (Área Recreativa del Robledal) y la más suave por arrancar
el sendero a mayor altura; la sur que nace en la propia plaza del pueblo de
Canillas del Aceituno (considerada la más dura); y finalmente, la oeste que es
la que hemos escogido para hoy. En compañía de mi hijo Carlos la jornada se hará
más amena que cuando camino en soledad.
Durante
las pesquisas preliminares preparando la excursión accedo a información que habla
de dos variantes en el tramo inicial. Como no encuentro –de forma convincente-
la descripción de una de las alternativas, optamos por la segura, aunque más
tediosa y larga. Basta con seguir la carretera que remonta, desde la propia área recreativa, entre densos pinares
de repoblación durante una hora y media hasta que se nos acaba: estamos
siguiendo el recorrido denominado PR-A352 (los indicadores con los colores
blanco y amarillo nos acompañarán hasta arriba). Se está trabajando en ella
cementando los tramos de pendiente más acusada para evitar que las tormentas destrocen la carretera. Al llegar a las obras y tras alegar no haber visto las señales -algo que era cierto-, nos hacen abandonar la carretera y caminar un trecho monte a través, creo que hartos de que los caminantes dejen sus huellas en el firme cementado reciente, aunque los trabajadores alegan el mandato del capataz.
En
nuestro caminar por el carril rodeamos el Cerro Castellones, rocas calizas que
emergen unas decenas de metros sobre el terreno circundante y a las que el agua
ha erosionado dándolo formas caprichosas en las que algunos han querido ver
similitudes, de ahí el nombre. Cuando el carril mengua para convertirse en
sendero nos encontramos en el Collado de las Vívoras. Aquí, junto a un viejo
pluviómetro “Erilla Tarara”, es donde nos debería haber conducido la variante
que buscamos infructuosamente abajo. Al regreso lo usaremos ya que la tenemos
localizada. Desde este collado se abren amplísimas panorámicas sobre las vertientes
granadina y malagueña de esta sierra Tejeda.
El
sendero recorre la Loma de las Víboras, con viejos pinos cuyos troncos nos
ofrecen formas caprichosas a la vez que aportan sombra mitigando el calor,
tanto el interno producido por el esfuerzo de la subida como el externo
proporcionado por el sol. Es una ascensión en largos zis-zas que remonta la
loma. No todo el recorrido presenta fuerte pendiente ya que se alternan los
tramos de subida con otros más suaves e incluso alguno en el que se llanea como
el que nos encontramos algo más arriba en que el sendero, tras seguir primero
el curso de un pequeño barranco salpicado de diseminados ejemplares de quejigos destacados sobre el matorral almohadillado rastrero que cubre todo el terreno, para
elevarse seguidamente queriendo recuperar la altura que ha olvidado ganar anteriormente.
Inesperadamente,
en un corto llaneo del sendero y protegida por una isla solitaria arbórea nos
encontramos un manantial: Fuente del Espino. En buena lógica no debería aportar
agua, dada la época, pero hoy si lo hace. No deben ser ajenas las lluvias de
estos días atrás, ya que buena parte de la subida mostraba un piso húmedo y
estas sierras calcáreas ejercen la acción de esponja con el agua, dejándola
escapar poco a poco, racionándola para que las escasas existencias duren algo más. El escaso caudal que aflora, escurre por las propias
piedras del frontal sin permitir su aprovechamiento. Perdemos unos minutos en canalizarla
pensando disfrutar del trabajo a nuestro regreso.
Son
los últimos árboles que veremos en el resto de ascensión que nos queda hasta la cima. Es más, a partir de
aquí el terreno -muy erosionado- presenta mucha piedra a la vista y suelta e incluso zonas de arena,
hasta llegar al Collado del Acarraero y en él el segundo pluviómetro de la
jornada. La senda discurre por la divisora de aguas que a su vez es límite
entre provincias. El último tramo, más suave y señalizado alternando los hitos
de madera y los apilamientos de piedras nos va a conducir hasta la cumbre (2.069 m.) donde
el inconfundible y majestuoso hito de la cima no deja duda de que hemos coronado.
Quiero,
antes de abandonar la cima, desviarme escasos metros hacia el sureste donde se
encuentra la Sima de la Maroma. Profundo agujero en la roca del que comentan
que sólo en su primer tramo supera los treinta metros. Manifestaba algún
excursionista que no estaba señalizada pudiendo provocar alguna fatal caída
sobre todo cuando el terreno está nevado. Hoy la hemos encontrado protegida con
doble cable de acero y soportes verticales metálicos que cerraban todo su perímetro.
Cuando
los neveros subían a esta cima a “recolectar” nieve usaban esta sima como
depósito natural. Cuentan que el ceceo de algunos acabó por cambiar el nombre
de la cima pasando de llamarse Tejeda a Maroma (confundiendo sima con cima) y
añadiendo lo de maroma por la cuerda usada por los neveros para descender la sima en busca de
la nieve que vender en las zonas bajas.
Junto
al majestuoso hito nos encontramos un grupo de caballos sin entender el motivo
que los hace subir tan alto ya que comida aquí arriba hay bien poca. Pronto nos
hacen saber el motivo de tanto trabajo cuando casi nos registran las mochilas
en busca de “golosinas”. Están acostumbrados a que se le ofrezcan algún trozo
de pan, cáscaras de naranja, manzana, mandarina o plátano, son auténticos devoradores,
esto es lo que esperan de nosotros, esporádicos visitantes.
Descendemos
para detenernos cuando llevamos unos 200 metros de bajada y desviarnos un centenar de
metros hacia el sur para visitar la Casa de la Nieve. Mejor decir las ruinas de lo que fue
hasta los años sesenta del siglo pasado un refugio compuesto por dos pequeñas
habitaciones donde pernoctaban los neveros -aquellos hombres intrépidos que se ocupaban de conservar la nieve hasta el límite del tiempo y hacerla llegar a lugares en el límite de las distancias-, que subían a por la nieve y junto a
ellas un muro construido de piedra
suelta del lugar formando un redil para retener el ganado. De todo ello sólo quedan restos
y junto a ellos los del tercer pluviómetro avistado en la jornada, que estuvo clavado junto a la construcción. Hasta aquí llega la tercera opción de subir a
la Maroma desde Canillas del Aceituno, compartiendo el tramo final con el recorrido escogido hoy por nosotros.
Seguimos
descendiendo parándonos unos minutos en la fuente que ahora sí ofrece su parco regalo de agua, permitiendo llenar los vasos y disfrutar del refrescante
ofrecimiento. Una vez alcanzado de nuevo el Alto (collado) de las Vívoras,
decidimos tomar el sendero alternativo que desciende (aquel que no encontramos por la mañana), dejándose caer primero por el propio
cortafuegos, para continuar después por la misma cuerda de la loma, acoplándose al
terreno por el que se desliza, ladera abajo, sin concesiones ni miramiento alguno hasta llegar a un
estrecho carril.
Queremos
seguir, una vez atravesado el carril, por un desdibujado sendero que no
tardamos en perder, dejándonos abandonados en medio de un cerrado tapiz de
vegetación rastrera y lacerante imposible de caminar, lo que nos obliga a remontar de nuevo hasta
reencontrar el carril que ahora seguimos en dirección sur. Estamos recorriendo un circuito
botánico, que se inicia en el área recreativa, haciendo un itinerario circular muy
atractivo. Nosotros lo vamos a transitar solo en una de mis mitades, aquella que nos acerca para tras disfrutar del acompañamiento del Arroyo de la Cerca, acabar de nuevo en el Alcázar. El área recibe
el nombre de una antigua fortificación árabe de la que quedan escasos vestigios (apenas las ruinas de uno de sus torreones) junto al trazado botánico.
Todavía
nos detendremos en el Mirador adornado con un majestuoso ejemplar de macho
cabrío sobre pedestal de piedra y llamativa cornamenta. Desde él se divisa
buena parte del oeste de esta sierra de Tejeda donde los desniveles rondan los
mil metros verticales en muy poco espacio. Aquí damos por terminada la
excursión, sólo nos queda ir en busca de la ducha y del descanso casero.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo
sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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