Atravieso la Loma de los Corrales por las edificaciones que para ese fin en ella existían.
Fecha:11-2-2015 Casa
Forestal Los Peñoncillos 8’30h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Fuente
de La Teja 9’15h.
Duración: 7h (Semicircular) 17 Km. Cerro
del Corzo 10’15h
Desnivel en subida: 560 metros Fuente
de La Mora 11’30h.
Rangos de temperatura: de 0ºC a los 9’5ºC Trincheras Cerro del Muerto 13’45h.
Casa Forestal Los Peñoncillos 15’30h.
La piedra es una
frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva
ni cipreses helados,
La piedra es una
espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas
y cintas y planetas.
F.G.Lorca
(Cuerpo presente).
Creo
que por ahora esta va a ser la última entrada dedicada a las trincheras
existentes en el Parque Natural de Sierra de Huétor, a no ser que nuevas
referencias me lleven a algún otro lugar donde la magnitud de lo avistado, su
excelente estado de conservación o su importancia subjetiva me contradigan.
El
paraje al que me dirijo hoy se ubica en el corazón del propio Parque. He pasado
reiteradas veces por sus inmediaciones, pero el desconocimiento de su
existencia me ha impedido buscarlas con anterioridad. Hoy voy a dedicar la
jornada, primero a su localización, ya -que como es habitual- las referencias
que poseo son vagas, aunque me han llegado indicios de su gran importancia
durante la contienda.
Voy
a buscarlas en las inmediaciones del Cerro del Muerto (1.541 metros), -no podía
tener nombre más alusivo-. Para no alterar mi proceder habitual alargaré la
caminata hasta llenar una jornada de mínimo seis horas, como ya es mi costumbre.
Voy a aparcar el coche junto a la Casa Forestal Los Peñoncillos (amplio lugar
para el abandono de los vehículos, ya que es una de las puertas más utilizadas
para los que nos acercamos hasta esta sierra), para desde allí iniciar el
recorrido que intentaré que sea lo más circular posible.
Me acoplaré con bastante exactitud (en la parte
circular) a uno de los recorridos más emblemáticos de esta sierra: Cañada del
Sereno, pero lo recorreré en sentido horario, que no es el habitual, para así
conseguir tener al frente, en buena parte de mi regreso, toda Sierra Nevada, a
partir del mediodía, cuando el sol ya incide sobre ella de forma más vertical, lo
que permite apreciar todos los matices del manto blanco, dejando resaltar
incluso las zonas heladas, destacando por su diferente brillo.
A primera hora los restos de nieve que quedan en la
carretera de acceso son hielo, hielo sucio. Por encima de la casa forestal se bifurca la
carretera (ambas cortadas al tráfico por sendas cadenas); tomo el ramal de la
derecha que tras unos centenares de metros en bajada me acerca hasta un
mirador: el de Las Veguillas, donde me detengo unos minutos. Desde él se domina
buena parte del barranco por el que discurre el joven río Darro, hasta
abandonar el Parque.
A partir del mirador la carretera va ganando cota de
forma suave hasta llegar, tras atravesar un estrecho cañón, primero a la altura de un depósito de agua habilitado para casos de incendio en el Parque,
enseguida una fuente con el emblema de Infoca y unos metros más arriba el emblemático
paraje de la Fuente de la Teja, junto a lo que fue –hoy totalmente abandonada y
en desuso- área recreativa. Todo este último tramo de subida lo hago acompañando
al cauce del río que en su curso alto no lleva gran caudal a pesar de las
nieves que aún aguantan en las laderas colindantes. Cauce y pista forestal
comparten el fondo de este estrecho barranco.
No quiero olvidar mencionar que el paraje de la Fuente de la Teja hoy aparecía bastante limpio, en relación a como me lo he encontrado en otras ocasiones. Los carteles a lo largo del sendero renovados y los indicadores del recorrido suficientes y con verticalidad.
Sigue el sendero solapándose con la carretera hasta
que tras una doble curva pronunciada y tras cartel anunciador decide
encaminarse, por la derecha, en soledad, a través de las lomas y siempre en
ascenso. Avanza entre pinos y encinas, allá donde el suelo es algo más rico en
sustrato incluso algún breve prado, mostrando las laderas pedregosas enanos ejemplares arbustivos, que introducen sus
raíces entre las grietas buscando acomodo y humedad.
Buen ejemplo de esta capacidad de adecuarse a las
condiciones diversas del terreno –siempre duras- la encontramos junto al Cerro
del Púlpito y su compañero aún más pedregoso, si cabe. Merece la pena detenerse
unos minutos y junto al panel explicativo, observar las diferentes poblaciones
vegetales que consiguen extenderse por sus laderas.
Aun no consigo, dadas las
escasas referencias que llevo, situar satisfactoriamente las trincheras que voy
buscando, por lo que sigo recorriendo el trazo del sendero atento a los
“signos”. Pronto alcanzo de nuevo otra pista terrera que da servicio a un par
de cortijos, por un lado, y enlaza con la Fuente de la Mora por el otro.
Decido acercarme hasta la fuente. El trazado de la
carretera es propicio, por su umbría, para mantener una generosa capa de nieve,
que la va a tapizar hasta el final, mi final. Decido parar un momento antes de
continuar la marcha para calzarme los crampones, no en vano los he paseado a lo
largo de la mañana: los años me vuelven precavido, imaginando lugares en que predomina el
hielo junto a que hoy no me apetece arriesgar.
Estoy bordeando el Cerro del Muerto por su base. Bastante incómodos para caminar
por nieve blanda, muy eficaces para las láminas heladas. Llega la nieve a
alcanzar un grosor de cerca de los 20 centímetros, sobretodo en el corto tramo
de bajada hasta la fuente. La intensa protección que ofrecen los esbeltos –más
de 20 metros- y apiñados pinos, junto a la orientación norteña del bosque en esa
zona, favorece su conservación.
Junto a la fuente, durante los minutos que dedico a
comerme el bocadillo me dejo acariciar por el sol. El regreso hasta enlazar de
nuevo con la “Cañada del Sereno”, es volver a recorrer el tramo lineal de la caminata de hoy. Una
vez alcanzado el sendero de nuevo, tengo que cruzar el arroyo helado que ocupa
el barranco Polvorite antes de ascender por la umbría del mismo nombre. Aquí
demuestran su agarre los crampones, ya que la pendiente es pronunciada y los
tramos de hielo frecuentes.
Acabada la pendiente, comienza una zona de llaneo (a media cota), rodeando las faldas del Cerro del Muerto (1.541 metros); sigo atento a los
laterales intentando descubrir ‘algo’ que me indique la ubicación de las buscadas trincheras.
Entre la nieve y la poca información, casi me doy por vencido, pensando en
dejar para otro día una búsqueda más intensiva. De pronto, decido desviarme del
sendero y adentrarme en la ladera contigua porque considero que
estratégicamente es buen lugar para la ubicación de lo buscado. No me equivoco,
apenas andados unos metros aparece la primera construcción.
El resto es como seguir el hilo de la madeja. Basta
caminar por la línea de trinchera cavada en la tierra, reforzada con muro de piedra
apilada en seco (los republicanos apenas si usaron el hormigón en esta sierra),
donde se intercalan diferentes puestos de tiro y observación o escucha (algunos
de ellos con un corto pasillo de acceso en diagonal), que rodea buena parte de
la cresta de la colina. En la cara norte varios pequeños refugios (almacenaje o
dormitorios), a retaguardia de las trincheras, aprovechando la protección de las rocas existentes.
El cansancio y la abundante nieve me han hecho
desistir de hacer un recorrido extenso e intenso por la zona para ver si existían
más estructuras. También ha quedado para otra ocasión ascender hasta la cima
del Cerro del Muerto, para cerciorarme si las edificaciones escalaban el cerro
o sólo se quedaron a media loma, como las avistadas hoy.
El resto del recorrido, ya en bajada suave, continua
y mayoritariamente soleada, ha sido un paseo gratificante. Terreno cómodo de
andar, sendero ancho y bien marcado, estupendas vistas al frente con Sierra
Nevada en el horizonte y un extenso bosque mediterráneo en primer plano. En el
mirador alto ha sido repuesto el cartel explicativo de los enclaves más
significativos que desde él se ven. Por el contrario, el mirador bajo sigue
“desahuciado” desde hace años y no parece que haya interés en que cambie su
situación.
Con mi habitual constancia e interés, creo que
conseguiré “doctorarme” en la geografía de los conjuntos defensivos de la Sierra de Huétor.
Conozco ya hasta diez enclaves de los que la mayoría están dentro de los
límites del Parque Natural, y los que geográficamente se ubican fuera de él ocupan cerros cercanos a ellos. Aunque, para ser sinceros, la localización de las
trincheras no deja de ser una excusa, ya que no alcanza a ser la razón, para
lanzarme a recorrer nuevos parajes de esta próxima, muy "andable" y atractiva
sierra.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo
sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos),
deben regresar con nosotros.
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