Pantano de los Bermejales.
Fecha:8-11-2014 Poblado
Bermejales 11’30h.
M.I.D.E.:2,2,2,3. Río
Cacín 12’30h.
Duración: 5h (circular) Puente
Romano 14’00h.
Desnivel en subida: 250 metros Poblado
Bermejales 16’00h.
Rangos de temperatura: de 13ºC a los 15ºC Dólmen 16’30h.
Cuando
hace un par de años hice este mismo recorrido (recuerdo que además de disfrutarlo por su
encanto y variedad), una de las cosas que se me ocurrieron mientras lo caminaba
fue que debía ser ideal para los críos. Niños de 8 a 12 años. Yo estoy últimamente
muy alejado de niños, por no tener todavía nietos y los más cercanos salen con
sus padres.
Me
acordé de uno de mis sobrinos que por carácter y movilidad creí que sería
idóneo para pasearlo por estos parajes. Así que el año pasado, como uno de los
regalos que recibió por reyes era la promesa de hacerle de guía por este
recorrido. Fue un compromiso serio, escrito y firmado en que prometía
sensaciones nuevas y aventuras a cambio de trabajo y ausencia de quejas.
Por
unos motivos o por otros hasta hoy no se ha podido concretar el ofrecimiento.
Pero todo llega y Él ha mostrado esta mañana mucha ilusión y cierto
nerviosismo. Ahora tengo yo la papeleta en mi tejado, si no quiero desfraudarlo
he de hacer que sienta todo aquello que le prometí y que seguro, ha ido
imaginando durante este tiempo y ya conocemos la capacidad imaginativa de un
niño.
A
lo largo de mi historia montañera he sido guía de personas con alguna decena de
años más que yo, he acompañado a compañeros laborales, he guiado a personas
ciegas por la sierra, por supuesto a mi mujer e hijos, cuñadas y semicuñadas,
pero nunca a un niño de 8 años. Espero no haber perdido las habilidades
necesarias para despertad su curiosidad e imaginación y conseguir que la
jornada le deje una huella positiva junto a un deseo de repetir, sería la mejor constancia de haberlo hecho
bien.
Cacín es un corto río (60 Km.), que transcurre al suroeste de Granada y que
acaba tributando sus aguas al río Genil por su margen izquierda. El recorrido
de hoy comienza justo a mitad de su recorrido, algo por debajo de la presa del
Pantano de los Bermejales. Los materiales que atraviesa sus aguas en éste tramo
están formados por conglomerados, arenas y arcillas, es decir, terrenos
fácilmente erosionables, lo que ha permitido que labre sobre ellos una larga y
profunda garganta que es la parte del río que vamos a caminar por aunar
espectacularidad y atractivo.
El
sendero parte del Poblado que se erigió de forma paralela a la propia
construcción del embalse. Desde el principio ha sido propiedad de la
Confederación del Guadalquivir y perteneciente al término municipal de Arenas
del Rey. En diciembre del año 2008, la Confederación cedió al ayuntamiento
alguno de los edificios donde se instalaron diversos servicios: bar, hostal, un
centro de salud y algún otro para uso y disfrute de la población.
Tras
dejar el coche aparcado justo antes del embalse (sin cruzarlo) y tras subir una
escalinata accedemos a la extensa plaza que da acceso a la Iglesia de la
Inmaculada; desde esta explanada arranca una amplia senda dirección oeste que
nos acercará en apenas 400 metros hasta un amplio mirador desde el que se comtempla la presa y las construcciones que se encuentran bajo ella, la arboleda
que ocupa buena parte del fondo del cañón y por supuesto el río Cacín a la vez
que nos ayuda a formarnos una primera idea de la magna construcción que este,
ahora discreto río, ha sido capaz de elaborar a través de los milenios.
Llama
poderosamente la atención la disparidad entre las tierras altas, dedicadas al
cultivo del olivo y almendro, a la derecha y el extenso pinar de la izquierda
con la frondosidad del interior del profundo cañón y separando ambos las
verticales paredes que en algunos casos alcanzan el centenar de metros.
Comenzamos
a bajar en zigzag por el sendero para perdiendo altura acercarnos hasta el
nivel del río. Pero antes de llegar a cotas tan bajas ya encontramos los
primeros vestigios de población. Los restos de muros amparados bajo los
primeros cortados, totalmente cuarteados y que hoy los transitaba una
ardilla, imagino que asustada por nuestra presencia.
El
sendero no siempre puede acercarse al cauce lo suficiente como para tener a la
vista el agua, lo que si permanece es su rumor. La exuberante vegetación,
mayoritaria de zarzas, hace imposible que el sendero se acerque por lo que el
ir a escasos metros del cauce, sin siquiera poder avistar el agua, va a ser una
constante en este primer tramo del recorrido.
La
intrincada vegetación, los numerosos desplomes, en algunas ocasiones de
verdaderos colosos rocosos de las paredes, y el estrechamiento a tramos del
cañón obligan a que el trazado del sendero sea un continuo sube y baja que en
los lugares con más pendiente y sobre rampas rocosas resbaladizas se tengan que
salvar mediante escalas o ayudándose de gruesas maromas para sujetarse y
facilitar el tránsito.
Sobre
todo la escala metálica que salva un desnivel de unos cinco metros puede ser un
obstáculo insalvable si nos acompaña alguna persona con algún grado de discapacidad
e incluso un perro de tamaño medio o grande, por la imposibilidad de subirlo,
detalle a tener en cuenta si no queremos volvernos casi antes de empezar.
Los
continuos desprendimientos de grandes rocas de ambas paredes obligan en algún
punto a pasar entre ellos por un estrecho desfiladero en fuerte pendiente, en
que nos podemos acordar que esta zona forma parte de una extensa franja sísmica
que sin duda ha ayudado en más de una ocasión a favorecer e incluso provocar directamente
estos desprendimientos.
Tras
una larga bajada rodeando una enorme roca desprendida llegamos a una zona del
cañón denominada “la Encerrona”; vale la pena detenerse en cualquier lugar en
que podamos avistar la alta pared vertical que se levanta frente a nosotros. El
objetivo es localizar visualmente a media altura –alrededor de 50 metros- restos de paredes
de antiguas viviendas encaramadas, aprovechando las oquedades de la propia
pared, ésta ubicación actual inaccesible nos da idea de lo que ha trabajado el
río en su labor erosiva en el curso de pocos milenios.
Más
adelante, ya cuando el sendero coincide en su trazado con el cauce del río
estamos obligados a caminar bajo amplios bloques extraplomados, siendo
conscientes de que sobre nuestras cabezas tenemos toneladas de roca y cuya
base, por la que caminamos es producto de la erosión del río. A partir de aquí,
ya sin apenas desniveles que superar caminamos bajo la sombra del tupido bosque
que ocupa ambos laterales del cauce del río.
Aun
quedarán algunas “aventurillas” -como las definía mi sobrino- que superar. Hasta
cuatro puentes para cambiar de margen otras tantas veces. Un par de ellos
colgantes, en los que por haber cedido algo los cables de sujeción el bamboleo
y la inclinación del piso de troncos ayudaban a hacer su travesía animada; y
otro par de firmes y robustos puentes con pies de hormigón y piedra y suelo de
gruesos tablones, nos trasladan alternativamente de orilla hasta dejarnos
finalmente en la derecha –la misma en que iniciamos el recorrido-, antes de alcanzar
el final del tramo que recorre el río junto a su cauce.
El
sendero, ensanchándose de repente, mostrando incluso en algún tramo su base
empedrada, abandona la cercanía del cauce para en dos zigzag superar un
desnivel de una veintena de metros y elevarnos de nuevo ladera arriba,
enlazando con un carril de servicio para los campos de cultivos y que tras seguir
unos centenares de metros (dirección oeste) nos lleva hasta el denominado
“Puente Romano” que aunque así se le conozca e incluso reza en el rótulo
correspondiente es de construcción reciente: 1906.
El
regreso decidimos hacerlo por la carretera antigua de acceso a la población de
Cacín (pueblo) que desde el mismo puente nos va a conducir de nuevo hasta la
presa del pantano. El cansancio ha hecho mella en las jóvenes piernas del pequeño y las quejas y los parones se hacen presentes. Hay que emplear recursos "drásticos", en este caso la promesa de una sorpresa si haciendo preguntas conseguía adivinarla. Con este entretenido juego logré que caminara los tres kilómetros que nos faltaban para alcanzar el coche sin volver a emitir ni una sola queja.
Antes de retornar definitivamente nos acercamos hasta el
“dolmen” que perteneció a una necrópolis megalítica. El emplazamiento actual no
es el original ya que se trasladó para salvarlo de quedar sumergido bajo las
aguas del pantano tras su llenado. A cambio de perder su ubicación original -tan importante como la misma construcción-, se ha conseguido salvar el monumento para la posteridad.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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