SULAYR TRAMO 6: Capileira - Trevélez.
Control de acceso en Hoya del Portillo. |
Primeros pasos bajo bosque de pinos. |
Los tramos por bosque y por terreno despejado se alternan. |
Amplia ladera que llama mi atención por su carencia total de árboles. |
Reflejo cegador del sol en una balsa. |
Primera balsa en mi recorrido. No consigo avistar las ruinas del cortijo. |
Balsa de Cortijo Toro. |
Uno de los arroyos que cruzo en mi bajada. |
Con la carretera asfaltada ya a la vista, cortijos abandonados. |
La montaña se cubre de pinos y robles. |
Primer vistazo a Trevélez. |
La población casi al completo. |
Barrio Alto a donde va a morir el sendero que llevo. |
Rio Chico de Trevélez. |
Primeras casas del Barrio Alto. |
Asoleando pimientos. |
En mi paseo por el barrio no me encontré con nadie y sólo eran las 12h. |
Junto al río esta fuente que aproveché para comer. |
De regreso se agradecían los tramos ensombrados. |
De nuevo junto a la balsa de Cortijo Toro. En absoluto me apetecía abandonarla para seguir la ascensión, pero... |
Restos de construcciones pertenecientes a la Guerra Civil |
Las flores del "falso azafrán" (Colchicum autumnale) me acompañan durante buena parte del recorrido. |
Estos otros inquilinos tampoco faltan. Unas veces mostrando su presencia, otras dejándose oir. |
Los distintos arroyos se salvan mediante pequeños puentes de madera. |
Paraje de "Las Alberquillas" donde carretera y sendero se separan. |
Original arquitectura la del Área Recreativa Hoya del Portillo, junto al puesto de control. |
Nunca había avistado tanto buitre junto. |
Capìleira, principio y final de la etapa del Sulayr recorrido hoy. |
Fecha:20-10-2014 Hoya
del Portillo 8’15h.
M.I.D.E.:3,2,3,4. Prado
Morazo 9’00h.
Duración: 7h (lineal) (23km.) Trevélez 11’30h. Desnivel en subida: 1.100 metros El
Agujero 12’30h.
Rangos de temperatura: de 8ºC a los 13’5ºC Balsa de Cortijo Toro 13’15h.
Hoya
del Portillo 15’15h.
Ésta etapa del Sulayr es la continuación a la que hice y reflejé hace unos días. El tramo sexto del sendero Sulayr une los dos pueblos más altos de la Alpujarra, situados ambos rondando los 1.500 metros y asentados en las laderas sur de Sierra Nevada.
La Alpujarra fue intensamente ocupada tras la Toma de Granada, permaneciendo sus pobladores en ella casi 80 años. Aunque obligados a bautizarse para evitar la expulsión, los moriscos granadinos conservaron sus costumbres, su religión y su lengua. Tras las revueltas (1568-1571) vino la expulsión final quedando buena parte de la Alpujarra prácticamente despoblada, por lo que se incentivó a familias gallegas para que las ocuparan, ofreciéndoles tierras en todos estos pueblos de las faldas de la sierra, por ello no es infrecuente encontrarse con nombres provenientes de su lengua, e incluso el apellido "gallego" o "gallegos" extendidos por la zona.
“… A medida que iba subiendo
crecía la intensidad del silencio que silbaba en mis oídos. Cuando al fin
divisé el valle del Poqueira me quedé anonadada: era el paisaje más bello que
yo había visto en mi vida”. Adelaida García (Silencio de las Sirenas).
Esta
etapa sexta se inicia en la parte alta de Capileira, concretamente en la
carretera de la sierra. Los seis primeros kilómetros de ella, a tramos
por el propio carril, a tramos por sendero recortando las numerosas curvas por el que el trazado de la carretera salva los 700 metros de desnivel que
separan el pueblo del Puesto de Control.
Para
los que se quieran ahorrar esta subida fuerte y continuada, el carril está
accesible para vehículos hasta el mismo control. Yo he escogido hoy esta opción
porque mis caminatas por el Sulayr son de ida y vuelta, por lo que decido
ahorrarme esos primeros kilómetros a sabiendas de que a pesar de todo tendré que
caminar 23. Así que utilizo el coche
para solventar este primer tramo.
Junto
a la barrera hay espacio para una veintena de coches, (los fines de semana claramente insuficiente para todos los excursionistas que deciden usarlo como punto de
partida). Hoy no es el caso ya que apenas estábamos cuatro a primera hora y siete
a mi regreso, evidentemente se percibe que estamos “fuera de temporada”. Una vez
sobrepasado el control hay que continuar por la pista algo más de un kilómetro
antes de enlazar con el sendero en el paraje denominado de “Las Alberquillas”. Aquí
se alcanza la cota máxima del tramo con 2.240 m. de altitud, dato positivo, si
de ir se trata, y yo ahora quiero olvidarme de que también he de volver.
Cuando,
por la pista, se llega junto a unas corraletas que dejamos a nuestra derecha algo
por debajo de la pista y a la izquierda una construcción de piedra en semicírculo junto al
propio carril, llega el momento de abandonando la carretera tomar el sendero,
visible y señalizado a mi derecha. Atraviesa una loma despejada en primer lugar
para adentrarse en un bosque de pinos más adelante. Cruzaré dos pequeños
barrancos (Barranco del Manzano y Loma del Jabalí), ambos con agua, antes de
llegar a un cortafuegos por el que descenderé unos centenares de metros,
dejándome llevar por unas rodadas.
Este
cortafuegos recorre la cima de la loma del Jabalí y junto a él y de forma
paralela observo un largo parapeto defensivo de piedra local apilada en seco
que une varias peñas que afloran. Entre éstas, restos de trincheras
pertenecientes a la Guerra Civil, teniendo al fondo siempre la Contraviesa y la
Sierra de Lújar, hoy la panorámica no alcanzaba a más por la bruma, aunque
comentan que en días despejados se alcanza a ver el mar.
De
repente terminan los pinos y el sendero atraviesa, en diagonal y constante
bajada, una amplísima loma. Me sorprende que la coronan los pinos y la cierran
por abajo chaparros, pero en medio no hay ningún vestigio arbustivo, sólo la
vegetación de alta montaña pegada al suelo: el piornal con algunos ejemplares de espartos en zonas de escorrentía.
Tras
la larga bajada me introduzco en zona arbolada de chaparros, endrinos y
majuelos hasta llegar a una primera charca. Me tengo que desviar unos metros
pero la presencia de agua me reclama. En medio de un amplio juncal hay un
nacimiento que alimenta una pequeña balsa que llama la atención por los
reflejos del sol desde bien arriba. Durante la bajada no serán estos reflejos
los más fuertes que diviso. En un momento la propicia altitud del sol se
refleja de forma poderosa, hasta tal punto que me deslumbra, en otra balsa
mucho más amplia y baja, junto a un helipuerto.
De
nuevo entre robles aparece una nueva balsa que se sostiene, al menos uno de sus
laterales por las gruesas raíces de un gran nogal que crece a su orilla. Una
agradable sorpresa al final de una monótona loma. Alimentado por un pequeño
nacimiento de agua que mana entre unos juncos apenas un par de metros por
encima y que el sendero salva mediante puentecillo de maderos: he llegado a la balsa del
Cortijo Toro.
Algo más abajo el sendero desemboca en una carretera para encontrarme, justo enfrente, la señalización del sendero GR-7 y por él me lanzo olvidando el recorrido Sulayr que sigue
pìsta adelante. En fuerte pendiente atravesando un frondoso bosque de robles se
descuelga hasta el arroyo que discurre por el Barranco de la Bina para ascender
por la ladera contraria entre cortijos y abundante ganado vacuno suelto.
Cualquiera
de los abundantes cortijos de la zona cuentan con era. Espacio redondo y llano
solado con piedra local en que se realizaban diversas tareas, especialmente la
trilla y el aventar del grano. Además de ser elementos tradicionales que nos
hablan de una forma de hacer las cosas, son excelentes miradores ya que
habitualmente se sitúan en lugares despejados para aprovechar las brisas.
Ya
sólo queda volver a descender, y esta vez de forma definitiva, con el pueblo de
Trevélez a la vista hasta alcanzar y cruzar el río Chico (un nombre bastante socorrido en la
Alpujarra para los ríos) y entrar enseguida en Trevélez (1.500 m) por su barrio
alto. Es el más pequeño y mejor conservado de los tres que componen el pueblo
–de ahí su nombre-, en cuanto a construcción y fisonomía. Apenas un puñado de
casas físicamente separadas de los otros dos. Tras un breve recorrido por
algunas de sus calles regreso junto al río Chico donde una fuente con teja
árabe me espera para tomarme el bocadillo bajo fresca sombra.
Si
en la ida prácticamente todo el camino era en descenso, me toca ahora sudar.
Estas días en que la temperatura no quiere acompasarse con la estación, las
subidas, sobre todo por zonas despejadas, sacan sudores abundantes. Los tramos
que discurren bajo dosel vegetal pasan veloces, los que atraviesan lomas
desarboladas se hacen tediosas e interminables.
Cuando
alcanzo la bifurcación entre sendero Sylaur y GR-7 decido transitar por el
Sulayr por lo que continúo por la pista aprovechando el lado en el que
proyectan la sombra los ya maduros pinos que pueblan estas laderas. Hay una
gran curva que se salva atravesando el bosque de pinos por un sendero balizado
convenientemente. Son pinos de repoblación, siempre en forma de monocultivo,
sembrados durante las décadas de los cuarenta y cincuenta. De nuevo en la carretera, tras una zona en
suave bajada con muro de contención a la derecha para evitar el desplome de la
ladera se llega a un barranco por el que discurre un diminuto arroyo.
Pequeño
en ésta época, porque durante el invierno y la primavera con el deshielo debe
ser bastante más fiero. Tanto es así que se ha llevado un centenar de metros de
la pista no dejando ni rastro de ella. Ello obliga a descender hasta el lecho
para volver a subir salvando el hoy pequeño reguerillo de agua ferruginosa.
Una
nueva parada bajo el gran nogal junto a la balsa de Cortijo Toro tras un rato
de nueva subida se agradece, sobre todo porque algo más arriba me adentraré de
nuevo en la amplia loma sin vegetación arbórea en que el sol me va a caldear.
Poblada de las especialistas plantas aclimatadas a los fríos invernales y a la
insolación feroz del verano, apenas levantan 30 o 40 cm. del suelo para
minimizar los efectos del viento, adquiriendo la forma almohadillada para soportar
(aprovechando el efecto iglú) la cobertura nívea de los largos meses
invernales.
Hoy
no he avistado ni cabras monteses ni rapaces diurnas. Lo que si abundaba
durante todo el recorrido han sido los saltamontes. Este año ha debido ser
propicio para su desarrollo ya que a cada paso los iba levantando del sendero y
no precisamente de uno en uno.
Alcanzo
de nuevo la barrera de control de la Hoya del Portillo en la que se regula el
paso de vehículos por la carretera de la sierra desde que se restringió el
acceso con motivo de la declaración de Sierra Nevada como Parque Nacional (enero 1999).
Junto a la caseta de control hay una pequeña Área Recreativa con algunos bancos
y dos construcciones de arquitectura singular a los que me dirijo.
Aprovechando
el desnivel de la ladera en la que se asienta el área, han elaborado dos plataformas voladas
soportadas por columnas. En una de ellas –la más baja- han elegido soportes
cilíndricos. Estas columnas redondas forradas con piedra local soportan el
voladizo de la terraza superior. La más elevada sobre el terreno está soportada
por columnas cuadradas. Al pie de la primera hay una charca, hoy seca, con
fondo de piedras.
Ya
en el coche inicio la bajada. La pista, aunque practicable, no deja de tener
multitud de piedra suelta, algún reguero y muchos baches, por lo que es aconsejable simultanear
atención y velocidad moderada. A media bajada me detengo en el mirador: Tajo
del Ángel. Estando en él aparecen en el cielo una gran bandada de buitres que
tras algunas circunvalaciones aéreas acaban desapareciendo tan súbitamente como
aparecieron.
Sólo
queda descender los tres kilómetros que me separan de Capileira, pero no sin
antes atravesar –hay derramas que nos avisan- la acequia baja que tras dibujar
una línea verde que atraviesa la ladera (su agua proviene del río Poqueira),
formando todo un ecosistema lineal, llena una gran balsa ubicada en la Haza del Cerezo,
ya perteneciente al término de La Taha, un municipio que engloba varias poblaciones:
Pitres con su anejo Capilerilla, Ferreirola con su anejo Atalbéitar y Mecina
Fondales compuesto a su vez de tres poblaciones: Mecina, Mecinilla y Fondales y
que bien merecen una exclusiva y tranquila visita.
Esta
etapa del Sulayr, púlcramente señalizada -al igual que la anterior-, sin embargo (debido
a la abundancia de ganado vacuno en la zona que se “rasca” en los postes
indicadores, tirándolos), echo en falta un mantenimiento más periódico. He notado también alguna carencia, o quizás ha sido despiste mío, señalizaciones más frecuentes en los
puntos de solapamiento con el GR-7 (los últimos kilómetros, en las cercanías de
Trevélez), nada que no se pueda corregir portando información suplementaria.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
Bellas la imágenes que publicas para nuestro disfrute y extraordinaria la explicación que las hace aún mas atractivas.
ResponderEliminarEnhorabuena y un fuerte abrazo, amigo.
Hasta muy pronto.
Gracias por expresar vuestras opiniones sobre mis salidas.
ResponderEliminarSaludos,