La población de Cáñar con el pantano de Rules de fondo.
Fecha:15-11-2014 Puente
Palo 9’00h.
M.I.D.E.:2,2,2,3. Balcón del Almiar 9’30h.
Duración: 6h30’ Lineal (23,1km.) Loma de la Matanza 10’00h.
Desnivel en subida: 1.065 metros Barranco
de Rosas 11’00h
Rangos de temperatura: de 13ºC a los 24ºC Capileira 11’30h.
Atalaya 14’00h.
Puente Palo 15’30h.
El
Área Recreativa Puente Palo, en donde comienza esta etapa cinco del sendero
Sulayr, dista de la villa (título que le otorgó Felipe II por la ayuda
prestada en la rebelión de los moriscos) de Cáñar unos 9 kilómetros. Tras
atravesar el casco urbano, hay que remontar por una pista forestal casi 800
metros verticales que es el desnivel que separa ambos enclaves. Ésta área (bastante
abandonada y desatendida) se asienta en el margen derecho del rio Chico.
En
mi ascenso hasta el punto de inicio avisto dos grandes acequias que surten de
agua a los campos de Cáñar. Primero, a la salida del pueblo, la Acequia Grande
que más arriba mostrará su itinerario paralelo a la propia carretera. Más
arriba la Acequia Barjas, restaurada recientemente mediante un proyecto
sustentado básicamente por voluntarios.
Cáñar
es uno de esos pequeños pueblos -apenas sobrepasa los 450 habitantes-
pertenecientes a la Alpujarra granadina por los que no se pasa, hay que ir. La
carretera lo deja al margen de los recorridos más frecuentados. Encaramado en
la loma de su mismo nombre (1.014 m.), presta buena parte de su término
municipal al Parque Nacional de Sierra Nevada.
Como
dato curioso mencionar que posiblemente es el único de la zona que mantiene el
juego del “frontón”. Deporte que introdujeron varias familias vascas cuando se
produjo la repoblación de estas tierras tras la expulsión de los moriscos,
utilizando como frontón la pared de su iglesia.
Se
inicia la etapa en el área recreativa, junto al río Chico, el que enseguida
cruzo. Es éste río propicio a las grandes crecidas arrastrando, debido a su
fuerte desnivel, gran cantidad de aluviones. Para paliar los efectos de estas
crecidas se construyeron hasta 24 diques a lo largo de su corto curso, siendo
el último el ubicado a más altura y grande de todos (dique 24 Soportújar). Se
terminó de construir en el año 1943, que con una altura de 30 metros permite
que se forme una espectacular cascada cuando el caudal es abundante.
Se
sigue por la carretera unos centenares de metros hasta llegar a una bifurcación
en que elijo el ramal de la izquierda –el que sube- para enlazar enseguida con
el trazado de la acequia “El Almiar”. El recorrido junto a la acequia
transitando bajo un frondoso bosque de robles melojos va a durar alrededor de
tres kilómetros. Hoy llevaba agua hasta casi su final, lo que ha hecho el
recorrido muy ameno.
Es
éste uno de los bosques más espectaculares de todo el Parque Nacional, con
ejemplares centenarios que hoy ofrecían su generosa cosecha a todos los que
quisieran disfrutarla (estos robledales son una reliquia de la Era Cuaternaria,
cuando el clima era bastante más frío y sólo se mantienen en cotas altas de las
sierras). Cuando el bosque me deja “ver” disfruto de amplias panorámicas. A mi
izquierda alcanzo ver el Pico Tajo de los Machos (un tres mil) hoy cubierto por
la nieve; a mi derecha todo el curso bajo del rio Guadalfeo, pantano de Rules
incluido, hasta el Mediterráneo.
Por
debajo de la acequia, en la que observo diferentes salidas de riego, están las
antiguas parcelas de labor del Cortijo de Haza Llana y más adelante se ubica la
gran Balsa del Almiar, con todos los elementos para su aprovechamiento:
compuertas, aliviadero, conducciones. La vereda cambia de margen en varias ocasiones
para lo que hay habilitadas pasarelas de madera.
Cuando
la acequia pierde cota bruscamente, separándose del sendero, perdiendo también la
poca agua que le quedaba, el sendero llanea saliendo del bosque de robles. He
llegado a la Loma de la Matanza, aquí la vereda se descuelga unos metros usando
el cortafuegos antes de enlazar con una pista. Voy a entrar en el valle del
Poqueira y los tres blancos pueblos que lo ocupan se van a hacer presentes
enseguida. Estoy en el carril de La Piuca, por el que caminaré un par de
kilómetros en suave descendo al principio, algo más fuerte en su segunda mitad,
flanqueado por chopos que dibujan una línea de color en medio de la ladera. En mi caminar lo abandonaré por otro secundario para al llegar al Barranco de Rosas y cambiarlo
por un estrecho sendero que ya no abandonaré hasta Capileira.
Toca
bajar y bajar mucho (350 metros). Durante esta prolongada bajada voy a pasar
junto a cortijos abandonados, sus antiguas tierras de labor, sus eras e incluso
sus coches abandonados. Durante el prolongado descenso los castaños, nogales y
manzanos van a ser compañeros frecuentes. En algunos barrancos los arroyos
fluyen alegres, debido a las lluvias de estos días pasados y a las nieves de
las cumbres que la templanza del día consumen rápidamente.
Cerca
del río me encuentro un poste vertical con multitud de direcciones, cruce de
caminos con destinos a Capileira, Bubión y Pampaneira además del propio Sulayr,
falta muy poco para alcanzar el cauce del río Poqueira que lo salva el puente
Chiscar y enseguida en prolongada y exigente ascensión (casi 200 metros) el
sendero se dirige al pueblo. El suelo está “sembrado” de nueces y castañas
y tengo que hacer un esfuerzo por no
cogerlas. Tiempo habrá a la vuelta de ir recogiendo los frutos otoñales
esparcidos tan generosamente por el recorrido.
Llegado
a Capileira(*) recorro todo su barrio bajo, manteniéndome siempre por debajo
de la Iglesia. Intrincadas, reviradas, escalonadas y estrechas calles con casas
de una o dos plantas encaladas, generalmente con la puerta de entrada en alto
por lo que hay que ayudarse de uno o varios escalones; los típicos terraos como
cubierta por los que asoman multitud de chimeneas coronadas por la típica lasca
y los tinaos para dar continuidad a las casas por arriba salvando las calles.
Personalmente creo que es la zona del pueblo con mayor encanto. Hoy me ha
servido de guía un minino que a cambio de acompañarme sólo me exigía que le
permitiera restregarse con mi pierna a cada parada fotográfica.
Como
el resto del pueblo lo conozco de otras estancias, decido comenzar el regreso,
consciente de que perderé tiempo en la recogida de castañas y nueces, en la
visita de alguno de los cortijos que me han llamado la atención durante la
bajada y otros imprevistos. El día va despejándose por lo que el calor que no
he sufrido durante la mañana empieza a cobrar su tributo ahora. Si a esta
subida termométrica sumamos la de la ladera, mi cansancio y el progresivo mayor
peso de la mochila por la frecuente adicción de nueces y castañas, tenemos todos los ingredientes para que esta recuperación
de cota se haga bastante dura.
Una
vez arriba decido acercarme hasta la Balsa de la Piuca y helipuerto adjunto que
están algo más bajos que mi itinerario. Junto al conjunto, todo ello vallado, diviso una caseta de
vigilancia contra incendios que ocupa la cima del cerro de La Atalaya al que
también me acerco ya que presiento que desde él voy a disfrutar de excelentes vistas (en
la misma loma de la Atalaya y algo más bajo se sitúa el centro budista “O Sel
Ling”). Me entretengo unos minutos charlando con el vigilante que cubre el turno de mañana a la vez
que hago algunas fotos y tras despedirme retomo la subida por el cortafuegos hasta
enlazar de nuevo con el sendero.
El
recorrido de vuelta junto a la acequia, ahora con los rayos del sol colándose
por entre los robles aportan una imagen diametralmente distinta a la de ésta
mañana, tanto del bosque como de la acequia con multitud de reflejos en el agua.
Como es ya costumbre en mí el regreso me lo tomo con bastante más calma por lo
que a estos tres kilómetros, incluido el recorrido perimetral de la balsa le voy
a dedicar una hora.
De
nuevo en la pista principal, en las proximidades del río Chico, sólo me faltan
unos centenares de metros para alcanzar el punto de inicio: el área recreativa
Puente Palo; tras dejar la pesada mochila en el coche regreso a la fuente del área:
Fuente Fresca, para corroborar la veracidad de su nombre. Sólo me queda descender por la revirada
carretera los diez kilómetros que me separan de Cáñar para alcanzada la
carretera asfaltada retornar hasta Granada.
Ésta etapa del Sulayr está perfectamente balizada desde su inicio hasta el fin. El
acompañamiento de la acequia -hoy con agua- y el caminar bajo la sombra del
denso bosque de robles junto con la agradable temperatura, han sido elementos
fundamentales para la bondad del trayecto, sin olvidar las magníficas vistas
del barranco del Poqueira que han amenizado la segunda mitad del recorrido. En
definitiva, hasta ahora ha sido el tramo del Sulayr que más me ha satisfecho de
todos los que he andado. Merece la pena el largo desplazamiento hasta el inicio
del mismo.
(*)
Capileira
proviene del término latino “capillaria” –cabellera-, por ser el pueblo que
ocupa la posición más alta de los tres asentados en el barranco del Poqueira.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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Llamarse Sulayr ya es de por sí un privilegio. Si arrancaste de Cáñar, ya que le diste un buen tute a los pies, amigo. Me parece sencillamente acojonante ese reportaje fotográfico al que lasa palabras, con perdón, casi lo achican porque no se trata tanto de lo que vemos sino lo que somos capaces de evocar con la excusa de lo que vemos. Un lujo, vamos. Un abrazo
ResponderEliminar¡Qué maravilla de ruta amigo! Sin duda una gran reportaje para deleitarnos todos con tus andanzas. ¡Un abrazo!
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