miércoles, 29 de octubre de 2014

Sierra de Baza X: Santa Olalla y Carrasquillas (Granada)





Dos ejemplares junto al río Bodurria.


A un lado pinos, al otro cedros.

La inconfundible piña del cedro.

Estos álamos ya tapizaban el suelo con sus amarillentas hojas.

Dique por encima de Santa Olalla.

Los bancales dedicados al cultivo aun permanecen diáfanos.

Primer avistamiento del enclave de Santa Olalla.
Otra panorámica de la aldea con el Cortijo de Buenavista a la izquierda.


Primer plano del Cortijo Buenavista, el mejor conservado del conjunto.

Recia puerta de entrada a una de las casas del asentamiento.

Distintos modelos de alacenas.

Bancales de nogales que aun dan fruto, pese al abandono.

... con vistas al bosque.

Santa Olalla, todo ruinas.

El río algo por debajo de la aldea.

Intentando remediar lo que nunca debió ocurrir.

Notas de color.

Caminando entre álamos.

Bosque de cedros.

Vista general del emplazamiento de Los Mellizos. El cementerio, arriba a la derecha.

Hermoso ejemplar contemplado desde su  pié.

Retorcidos y centenarios troncos que, curiosamente, significaron su salvación. 

Tocones de viejos ejemplares de álamos centenarios.

Llegando a los Prados del Rey.

Boca mina de San José.

Área Recreativa Canaleja Alta.



Fecha:7-10-2014                                                                        Álamos Centenarios                          9’00h.
M.I.D.E.:2,2,3,3.                                                                          Pista forestal                                    10’00h.
Duración: 6h30’  Lineal                                                           Casas de Santa Olalla                     10’30h.                      
Desnivel en subida: 430 metros                                              Encinar Las Carrasquillas            12’00h.
Rangos de temperatura: de 6’5ºC a los 23ºC                        Los Mellizos                                     14’30h.
                                                                                                       Álamos Centenarios                        15’30h.

Hace un par de años, cuando decidí adentrarme, para conocerla -ya que mi ignorancia era intensa y extensa- en la Sierra de Baza, a la vez que descubría rincones muy atractivos, asentamientos humanos abandonados, líneas de colores en los fondos de los barrancos dibujadas por el bosque de ribera señalando los recorridos de los arroyos, aprendí algo que por mi edad, debería ya haber sabido: cualquier lugar, cualquier paraje natural posee -si se sabe mirar- retazos de belleza.

A veces nos desplazamos cientos de kilómetros para visitar un enclave, una ciudad e ignoramos otros, al menos igual de bellos y atractivos que tenemos a la vuelta de la esquina, junto a nosotros durante toda nuestra existencia y que hemos menospreciado alegremente. La Sierra de Baza (sierra isla) es uno de los pocos reductos, a nivel peninsular, en que sobrevive el pino silvestre (Pinus sylvestris) –tronco anaranjado y acícula pequeña- como reliquia de épocas mucho más frías, entre otras muchas particularidades.

En una de mis incursiones anteriores en esta pequeña Sierra de Baza recorrí un atractivo sendero denominado “Álamos centenarios” ubicado en el tramo superior del arroyo Bodurria, cuyas aguas facilitaron el asentamiento de Los Mellizos antes de abandonar la parte más alta de la sierra. Luego me enteré que algo más abajo, junto a su cauce había otro asentamiento –también abandonado- y un interesante bosque de encinas, a ellos nos queremos dirigir hoy para visitarlos.

Hablo en plural porque además de ser dos los objetivos, hoy me acompaña mi hijo Carlos ya que disfruta de unos días de vacaciones. Esta visita programada por mí para finales de mes, intentando disfrutar del colorido otoño en todo su esplendor, la he adelantado aprovechando la disponibilidad de mi hijo sacrificando algo de la belleza otoñal, por su compañía.

El arroyo Bodurria nace en la cota 1.800 m., casi en el límite de la provincia con Almería y recorre buena parte de esta zona noreste de la Sierra de Baza, vertebrándola. En sus márgenes se asientan multitud de cortijos y dos aldeas: Los Mellizos y Santa Olalla. Cualquier ensanche a orillas de su cauce está ocupado por bancales que en su día facilitaron el sustento a la numerosa población que lo habitaba (se llegaron a contabilizar hasta 50.000 personas habitando esta sierra). Hoy muchas de estas parcelas aparatadas están ocupadas por nogales, otras simplemente son praderas.

Desde una posición elevada podríamos seguir visualmente el recorrido por ésta sierra del arroyo Bodurria –Gállego sierra abajo- en su transcurrir gracias al colorido del bosque de ribera que desarrolla en sus márgenes, una cinta de color (independientemente de la época en que hagamos la visita), que marca su recorrido entre los verdes típicos del pinar o del encinar.

Del primer tramo del recorrido, aunque publique algunas fotografías, no voy a hablar porque ya lo hice en una anterior entrada (Sierra de Baza V: Cortijo Orrivalí-Mellizos (5-10-2012), por lo que hoy me centraré en la segunda parte de nuestra andadura.

Es básicamente un seguimiento del curso del arroyo. Una vez dejado atrás Los Mellizos y un bonito bosque de cedros, llegamos a la pista forestal. Tras atravesarla hay que seguir descendiendo por el mismo cauce del río entre álamos (no de tan gran porte como los de más arriba), hasta alcanzar las proximidades de un dique que nos obliga a separarnos del cauce y ascender ladera arriba por la derecha para salvarlo. Aquí perdimos –o no lo había- sendero por el que descender, ya con las casas de la aldea a la vista, buscamos los mejores pasos entre la espesa vegetación, que la humedad del río y la umbría, favorecen.

Acarasolados (en ésta sierra de fríos inviernos siempre se busca la solana), descubrimos tres grupos de edificaciones, ligeramente separadas y encaramadas en las laderas, entre árboles frutales: nogales, almendros, cerezos y rodeadas de pequeños bancales aparatados ocupando los espacios de ladera despejada de pinos (o fue al revés: ¿la repoblación respetó los espacios cultivados?). Las parcelas más bajas de un verde intenso debido a los prados que mantienen; las más altas mostrando los colores ocres y marrones del terreno despejado salpicado todo por las pinceladas amarillas de las primeras hojas caídas. Hemos llegado a las Casas de Santa Olalla.

Habitada hasta los años 60 del pasado siglo cuando las duras condiciones y la migración dejaron huérfanas de habitantes estas sierras. Esta aldea llegó a contar con 60 familias, si tenemos en cuenta que entonces las familias tenían un promedio de seis elementos podemos hacernos idea de la importancia del asentamiento. Llama la atención una de las construcciones por su conservación llamativamente “aceptable”, hablo del Cortijo de Buenavista, la última casa habitada de la aldea y visitada posteriormente por pastores. Hoy no nos hemos atrevido a entrar ya que la entrada no ofrecía garantías.

Esta aldea, contó en su día, con un molino de agua, en la margen izquierda del arroyo, el de “Barragán” del que solo adivinamos la ubicación del cubo, por ser la parte más “recia” de la construcción. Seguramente aprovechaba el agua encauzada desde la pantaneta que formaba un dique construido unos metros cauce arriba. Algo más abajo descubriremos otro dique.

El dique más bajo, además de retener el agua de las frecuentes riadas producidas por las fuertes tormentas, detuvo, allá por el reciente 1998 a las máquinas que, barranco arriba, venían arrasando toda la vegetación del cauce amparándose en una autorización, que aunque en principio era para retirar “maderos muertos o deteriorados previamente señalados”, en realidad sirvió como excusa para eliminar prácticamente toda la vegetación de ribera existente, trabajo que todavía hoy es perceptible pese a los esfuerzos posteriores.

En estos aspectos y sobre todo en los aprovechamientos forestales tiene mucho que decir, y hacer, la iniciativa privada en consonancia con los organismos oficiales, y siempre que se siga un aprovechamiento sostenible, lejos de actuaciones tan impactantes como lo fue la tala masiva e indiscriminada de los árboles del bosque de ribera, realizada por un particular al amparo de un permiso de retirada de leñas muertas, con el consentimiento de algunos responsables públicos en ese momento, en el periodo comprendido entre mayo y noviembre de 1.998 que produjo un brutal impacto ambiental en las riberas de los Arroyos Uclías y Bodurria de lenta y difícil recuperación, que fue denunciado y parado a tiempo, ya que estaban en peligro otras numerosas zonas del Parque. Actos como este debe motivarnos a todos los amantes de la naturaleza a trabajar para que no se vuelvan a producir  en adelante.
Ponencia de D. Joaquín Martínez López en las Jornadas de Debate de Sensibilización Medioambiental (noviembre de 2006)

Hoy en nuestro recorrido, río abajo, todavía son visibles las rodadas causadas por la maquinaria, a tramos por encima del propio cauce del arroyo. En las márgenes, donde el espacio lo permite,  perduran bancales sembrados de nogales aportando notas de colorido que en ésta época rompen el monótono verde pinar y restos de las acequias que en su día dieron vida a todos estos asentamientos.

Intentando paliar estos destrozos se hizo un trabajo de repoblación de especies propias de ribera: mayoritariamente sauces y fresnos, protegidos por mallas metálicas para salvaguardarlos de los animales; un loable intento de mitigar los daños causados a finales del siglo pasado. Muchos han prosperado e incluso algunos, los mejor ubicados presentan ya un porte destacado. A pesar de todo se echa en falta un cuidado más sostenido (reposición de los secos y verticalidad en las mallas).

En nuestro acompañamiento del Bodurria hemos llegado a las inmediaciones de la carretera que cruza el barranco camino a las áreas recreativas de Arredondo y Pinarillo. Decidimos regresar para adentrarnos por un arroyo tributario lateral, ascendiendo hasta el cortijo “La Carrasca”. Ubicado en un bosque-isla de encinas a un centenar de metros por encima del Bodurria: el otro objetivo del día.

Tras ascender por entre encinas (algunas de muy buen porte), alcanzamos una amplia construcción en la que nos hemos demorado un rato recogiendo y degustando algunas almendras a la vez que oíamos berrear varios ciervos ladera arriba ocultos entre la vegetación. Al berrido de un macho le han contestado al menos otros dos iniciando el típico desafío otoñal. Más tarde hemos avistado a uno de ellos “pastoreando” un grupito de hembras: estamos en el mes de la berrea, la época en que estos rumiantes la dedican a la procreación.

Iniciamos el regreso definitivamente. Ahora nos proponemos caminar por el propio cauce o lo más próximo a él durante la ascensión. El curso alto del arroyo Bodurria está poblado de juncos, zarzas, majuelos, rosales silvestres, sauces, mimbres, fresnos, chopos, algunos ejemplares de álamos temblones (apelativo recibido por el “estremecimiento” de sus hojas a la más ligera brisa debido a la característica forma de los peciolos que produce un suave rumor típico), y por supuesto los álamos negros, los de mayor porte y más llamativos con sus originales y deformes troncos, de este bosque de galería.

Para no repetir itinerario, ya en el coche, acordamos hacer el regreso atravesando toda la Sierra de Baza por una pista de tierra (30 km.), que se mantiene en buen estado salvo puntuales excepciones y que de nuevo nos acerca hasta el punto más bajo de nuestro anterior recorrido andando. Tras atravesar el arroyo Bodurria, atravesamos las áreas recreativas de Arredondo y el Pinarillo, pasamos junto al Pinar del Prado del Rey y Pozo de la nieve, todo ello a los pies del Calar de Santa Bárbara (2.269 m. techo de éste Parque y de la sierra); nos detenemos en el Mirador del Toro, investigamos la bocamina de San José, para terminar la bajada pasando junto al área Recreativa de Canaleja Alta y Narvaez, antes de enlazar con la autovía, dirección Granada.           



Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.




domingo, 26 de octubre de 2014

Joyas granadinas V: Fundación Francisco Ayala




PEQUEÑAS JOYAS GRANADINAS

Fundación Francisco Ayala.

Ocupa la Fundación desde el año 2006 el Palacete del Alcazar del Genil en pleno centro de la ciudad. El palacete es el resto de un conjunto de edificios que se usaban en funciones representativos, siendo sede de los actos protocolarios de la familia real de la Alhambra, que era su propietaria. Para tal fin disponía de sistema defensivo propio.

Se conserva una "qubba" -estructura cuadrada y techo de madera no plano: semiesférico, piramidal según los casos-. Construcción característica del arte musulmán asumida posteriormente por la arquitectura cristiana (arte mudejar). Con unas dimensiones de 5x5x10, conserva la yesería original, con restos policromados.

A este edificio central se le adosan en el siglo XIX dos pabellones laterales (que son los que realmente contienen la fundación) y se le rodeó de jardines. Rescatado de la desidia y el olvido, ubicado también en el márgen izquierdo del río Genil, está hoy asociado al mayor intelectual granadino del siglo XX.

Luz García-Duarte (Granada, 1878-Burgos,1935), madre de Francisco Ayala, representó pictóricamente un rincón de la casa de su padre, el médico y catedrático Eduardo García Duarte. La casa fue construida por D. Eduardo en 1869 y derribada un siglo después; ocupaba la esquina del Carril del Picón y Gran Capitán, con entrada por la calle Canales, que hoy se llama precisamente Rector García Duarte. Tras la muerte de su constructor en 1905 la casa pasó a ser propiedad del también médico José Martín Barrales, padre de la poeta Elena Martín Vivaldi.

El jardín de la casa fue famoso en la ciudad y se conserva algún otro cuadro pintado por Luz que lo representa. Destaca el que toma como título "Nuestro jardín" de uno de los textos más conocidos de Francisco Ayala, incluido en su libro "El jardín de las delicias". En ese mismo libro Ayala describe la actividad artística de su madre en el relato titulado "A las puertas del Edén". El nacimiento de una numerosa prole y las dificultades económicas la apartaron de su bien dominada aficción.

En 1922 la familia Ayala García-Duarte se trasladó a Madrid y, en 1932, a Burgos; con ellos iban las obras de la madre que, tras la guerra civil, Vicente Ayala, hermano del escritor, se llevó a Buenos Aires en el fondo de un baul. Este cuadro, junto con otros tres, fue donado por él a la Fundación Francisco Ayala antes de su fallecimiento en 2012, a los 101 años de edad. Así, su larga peripecia ha terminado felizmente con la restitución a Granada, por obra del arte y la literatura, de la imagen de uno de los rincones desaparecidos para siempre.

Reverso de una postal que está disponible para el público en la sede de la Fundación.

Visitable de lunes a viernes en horario de 9 a 15, sin necesidad de reserva previa.



Publicidad de la Fundación.

Vista general del edificio.

Entrada a la qubba.

La qubba es sólo el módulo central de la edificación.

Templete de entrada adicionado en fechas muy posteriores.

El espacio central está profusamente decorado con yeserías. 

El techo del recinto central de madera como era habitual en los espacios árabes.

La luz accede por pequeñas ventanas ubicadas en el tercio superior de los muros.

Todas las paredes además de la decoración con yeso estaban policromadas.

Fuentes simétricas con comunicación entre ellas mediante canalillo.

Además del espacio central, dos alcobas -alhanías- laterales.

El engarce entre techumbre y paredes cubierto por "panal" de yesería muy trabajado.

Pórtico de entrada a la qubba.

Parte de la biblioteca de Francisco Ayala recogida en la sede de la Fundación.

En la segunda planta una pequeña sala de congresos y conferencias.

Adornando las paredes de acceso a la segunda planta fotografías de Ayala.

El edificio está totalmente rodeado por espacios ajardinados.

A la derecha del conjunto un patio sembrado de naranjos a nivel superior al de la entrada.

Junto al edificio aun permanecen algunos árboles frutales: caquis y granados.

Fachada principal del complejo.

Granada, 17 de octubre de 2014 


miércoles, 15 de octubre de 2014

Paseo por Granada




Paseando Granada


La mañana amaneció despejada para después, alrededor del mediodía irse acumulando nubes que pasadas un par de horas dejaron un chapetón en la ciudad. Aun así la temperatura no ha bajado y se ha mantenido durante todo el día muy agradable.

Las condiciones eran óptimas para salir. Estaba la excusa de una exposición en la zona alta del bosque de la Alhambra sobre animales salvajes y había una razón, pasear. Así que por qué no aunar excusa y razón para deambular un rato por el entorno de la Alhambra y disfrutar de un paseo vespertino.

Mis fotos de animales tienen poca calidad porque me ha sido imposible eliminar los reflejos propios del entorno en que están ubicadas. El único fin de reproducir algunas es dar una idea de la calidad de las láminas expuestas y animaros a visitarlas -los que podáis-. La exposición se mantendrá hasta finales de año.

Los comentarios (Joaquín Araujo) que extraigo de la propia información de la exposición los transcribo en cursiva y entrecomillados para distinguirlos de los míos propios.




Nos adentramos en el bosque a través de la Puerta de las Granadas. Hemos subido por la Cuesta de Gomérez, desde Plaza Nueva. 

Para los que no quieran caminar existe la opción de utilizar el autobús eléctrico articulado que los puede acercar hasta la parte alta.

Nosotros preferimos subir andando -mientras el cuerpo lo permita-,  respìrando el aire puro que éstos árboles se encargan de enriquecer. Hoy la humedad se palpaba después del chaparrón caído hace un par de horas.

Los paseos, casi solitarios, con el rumor del agua corriendo por los laterales y la excelente temperatura hacían muy agradable caminar por la penumbra.

La exposición -láminas de gran formato y excelente calidad e impresión- ocupan el último y más alto tramo del paseo central del bosque.

"Aquí los tenemos dispuestos a ser admirados. No es otra la pretensión de esta galería de instantáneas. Una aproximación cómplice para frenar la devastación que sufren todos estos predecesores y no tan lejanos vecinos nuestros".

"Toda la vida que nos rodea es la insustituible alfaguara de nuestra propia existencia. Por eso resulta del todo urgente que nos convirtamos en los garantes de lo que nos precede, ampara, alimenta e inspira".

"Cima de la delicia, todo en el aire es pájaro" (Jorge Guillén).

"... y no pocos otros de los que agitan sus alas hasta el zumbido, convierten a la atmósfera en lugar de encuentros entre nuestra curiosidad y la más eficaz y eficiente forma de desplazarse en este mundo..." 

".... si de riqueza hay que hablar, nada resulta más opulento que el solo necesitar lo suficiente..."

"Todos están ahí, dichosos en su estar,
frente a nosotros, que no estamos,
comidos por la rabia, por el odio".
(Octavio Paz).

"Los bosques alcanzan máximos de hospitalidad. Atestiguan por doquier que son la mejor fonda conocida, la más feliz ocurrencia de la historia de la vida. Basta, para confirmarlo, el hecho de que la mayoría de los seres vivos del planeta vivan en las diferentes formaciones arbóreas".

Uno de los paseos que recorren este bosque alhambreño, "sembrado" de castañas, algunas hojas y los restos de los erizos que las han cobijado durante su maduración. 

"Vivir en el seno de la máxima complejidad vital conocida exige mucho pero también es una importante garantía. Primero, porque la multiplicidad de la concurrencia conlleva un mismo tipo de respuesta. Por tanto, un gran número de los especialistas son, a la vez, prácticamente generalistas. Dominan las estrategias múltiples. Sin olvidar que, al mismo tiempo, nada consigue tanta estabilidad en la naturaleza como la complejidad".

"Cuando una parte del todo cae, lo que queda ya no está seguro" (Séneca).

"Lo humano, por supuesto, emanó de lo salvaje pero creó el segundo mas soberbio episodio de la historia de la vida: la inteligencia. La que ahora se enfrenta al más complejo dilema desde que existe nuestra especie, la de ser capaz de aceptar el regalo que supone la libre y bella naturaleza, esa que consigue la continuidad de la vida".

Nos acercamos, después, al Carmen de los Mártires, pero hoy no era el día adecuado para extasiarse en él, porque había programado un acto social y su correspondiente catering en sus jardines, el ajetreo propio de la actividad no cuadraba con nuestro estado de ánimo y lo abandonamos. 

El ocaso se acercaba y decidimos iniciar la bajada, pero todavía queda tiempo y luz para apreciar algunos rincones.

El minarete del hotel Palace y una chimenea engañosa compiten  en formas, colores y tamaños. La fotografía como elemento distorsionador de la realidad.

La blanca fachada de la fundación Rodríguez Acosta, muy cercana al hotel, al Carmen de los Mártires y a la propia Alhambra, rompedora con su arquitectura.

Un rincón de la fundación que atrajo mi atención por la multitud de niveles de los tejados en un espacio sumamente reducido.  

Parte trasera del restaurante que está junto a Torres Bermejas. El atardecer iluminando profusamente la fachada y la vegetación sur del complejo.

En nuestro descenso encontrmos verdaderos remansos de paz y tranquilidad como esta entrada a uno de los cármenes de la parte alta del Realejo.

Esta entrada y la calle contigua tiene en sí una belleza a la que no me resisto cada vez que deambulo por la zona.

Detalle de un torreón de otro de los cármenes del Realejo, donde se combina ladrillo y vegetación, rojo, blanco y verde.

El barrio, asentado en una colina, tiene que acoplarse a los desniveles. Las calles escalonadas son una constante.

Aljibe que ha estado oculta durante años por las obras efectuadas en la fachada.


Granada: 10-10-2014