Tramo de acueducto recreado en Güejar Sierra.
Fecha:1-8-2013 Mesón
San Juan 7’35h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Puente del Burro 8’40h
Duración: 10h Lineal
(30Km.) Bifurcación
y Balsa 9’51h.
Desnivel en subida: 1.325 metros Fuente Peña Partida 12’25h – 13’00h.
Rangos de temperatura: de 13ºC a los 22ºC Río Vadillo 14’25h.
Refugio Calvario 15’30h.-15’45h.
Mesón
San Juan
17’35h.
Hoy
me acompaña mi amigo Antonio M. lo que le agradezco doblemente. Primero porque
siempre es un placer y a ello contribuye él especialmente, con su compañía, sus
comentarios y su actitud siempre positiva; y en segundo lugar por haber
ocupado su último día de vacaciones aceptando el cambio de día propuesto por
mí.
En
conversación telefónica previa le había informado del “objetivo” que me había
fijado para la salida de hoy, aceptándolo de forma inmediata, demostrando
quizás un exceso de confianza en mi buen criterio. Aunque en honor a la verdad,
siempre que en compañía camino, dejo claro que el objetivo es una meta a la que
dirigirse, en ningún caso una meta que hay que conseguir a toda costa.
Amigo
de madrugones, como yo, habíamos quedado en que me recogería en mi casa a las
siete de la mañana. Mientras me acercaba hasta su coche, caminaba junto a una espesa chopera que usa una nutrida bandada de grajas para pernoctar cada noche.
Un solitario y tímido graznido ha servido de espoleta para que toda la bandada
respondiera elevando el tono a la vez que la frecuencia. En segundos me han
demostrado que ya estaban todas bien despiertas aunque aun esperarían unos
minutos para levantar el vuelo. Es un ritual que se produce todas las
madrugadas, a la vez que el inverso se repite todos los atardeceres.
Buena
parte del recorrido se solapa con la etapa 18 del Sulayr (Hortichuela–Peña
Partida). La primera hora transitando por la Vereda de la Estrella en un
caminar cómodo que por su escasez de desnivel y generosa anchura nos ha
permitido ir cambiando impresiones sobre mil temas que surgían de forma
espontánea. Sin duda uno de los placeres de caminar con una amena compañía.
La
Vereda atraviesa diversos barrancos como el de La Loma del Muerto y el de
Cabañas Viejas, ambos con agua antes de llegar al desvío que baja hacia el río
Genil. Parte de la belleza de este tramo la aportan las diferentes especies
arbóreas que ribetean el camino: arces, robles, fresnos, castaños quejigos,
mostajos, y algún almendro que aparenta quererse precipitar barranco abajo en
busca del agua.
Tras
la corta bajada al encuentro del río, lo cruzamos por un puente de madera
renovado totalmente recientemente. Se agradece el buen criterio de haber dejado
el maderamen viejo dispuesto en las cercanías para asiento de los cansados caminantes. A partir de aquí comienza una exigente subida. Es el primer
tramo de la Cuesta de los Presidiarios (400 metros de desnivel) que recibe ese
nombre por ser el recorrido que estos presos hacían para alcanzar las
explotaciones mineras de Vacares.
El
sendero enlaza con el Refugio del Calvario (Cucaracha), pero nosotros vamos a
obviarlo (dejándolo a nuestra derecha) tomando un ramal que nos aproximará
hasta la bifurcación, a mayor cota que el refugio y una vez superado éste: a la
derecha la vereda de Vacares (Collado, Laguna y Puntal), a la izquierda el
tramo 18 que atravesando un pinar de repoblación de mediados del siglo pasado
nos va a proporcionar sombra durante casi una hora.
Junto
a ésta bifurcación nos encontramos con una amplia charca recuperada hace unos
años, algo más adelante una corraleta -de la Umbría-. Caminamos por el trazado
de una antigua acequia (Las Nogueras) lo que nos va a permitir, dada la
falta de pendiente, un caminar fácil y distendido, propicio para los
intercambios verbales que siempre hacen más corto y agradable el camino.
Voy
atento porque estamos vadeando la amplia loma del Cerro de Mojón Alto (3.107
metros), nuestro objetivo propuesto para hoy. La falta de ánimo, la escasez de
accesos practicables, y los más de mil metros de desnivel que nos separan de su cima
nos hacen desistir de afrontarlo por esta cara oeste. Decidimos continuar por
el cómodo lecho de la acequia hasta llegar al río Vadillo (2.000 metros).
Río
que cruzamos por un humilde puente de tablones anclados sobre ambas riberas, lo
justo para cruzar sin mojarse. Aquí, una explosión de color, la abundante
humedad y un caudal pletórico ayudan a que la vegetación ocupe ambas márgenes. Los colores dominantes, el verde y el intenso amarillo de las floreadas árnicas
(género compuesto por una treintena de especies: plantas perennes, herbáceas,
con tallos florales largos y erectos).
Al
verlas -Antonio- rápidamente las identificó relacionándolas con sus poderes
curativos (emplastes para golpes y magulladuras) muy usados como remedio
infalible por los inolvidables Zipi y Zape para paliar las consecuencias de sus
múltiples aventuras.
Después
del receso ascensional de la última hora nos enfrentamos de nuevo a una
continuada y a tramos fuerte subida. Pero antes, el sendero acompaña durante
unos minutos el curso del río manteniéndose a su vera, atravesando algunos
prados y apenas separándose del cauce, perecería que le ha tomado querencia.
Hemos
de salvar los 450 metros de desnivel que separan el río del refugio. Recorrido
que salvamos por el sendero en zig-zag que se prolonga a lo largo de más de tres kilómetros. Al
principio con recorridos cortos para al salir de la protección de los pinos
hacerse más tendidos y largos,llegando a deambular por la loma casi de punta a punta en
los últimos tramos antes de alcanzar el refugio de Peña Partida (2.450 m.).
Planteo
a mi compañero dos posibilidades. Quedarnos en el refugio para comer o
desplazarnos un par de centenares de metros buscando un nacimiento de fresca
agua a los pies de unas peñas. Optamos por la segunda y hacia allí nos
dirigimos. Es un discreto nacimiento de frescas aguas desconocido para muchos
visitantes, ya que hay que desviarse para acercarse hasta él. Por otro lado
dada su ubicación pasa totalmente desapercibido si no se sabe mirar bien o
previamente has recibido referencias.
A
la sombra de una de las grandes rocas que afloran en sus inmediaciones nos
aposentamos listos para dar cuenta de nuestras provisiones, enviar algún
mensaje a nuestras respectivas incluyendo alguna foto añadiendo, como no podía
ser de otra forma el comentario, en este caso ambicioso: “vistas desde el
comedor” que se le ocurre a Antonio.
Tras
una relejada estancia nos decidimos a reiniciar la marcha, esta vez en bajada,
lo que no garantiza que sea más cómoda aunque contemos siempre con la ayuda de
la "amiga gravedad”. Antes de abandonar decididamente el paraje visitamos el
refugio, como es habitual en mí, para mantener información fidedigna de su
estado de conservación y limpieza.
Haremos
una posterior y corta parada en el refugio del Calvario, mediado el regreso
para también inspeccionarlo y a fe de ser sinceros, hay que admitirlo, porque
la sombra de sus frondosos nogales ubicados en su fachada suroeste es una
tentación a la que no sabemos sustraernos. Una corta parada al llegar al río
Genil que aprovechamos para refrescarnos y ya estamos dispuestos para acometer
la última hora de recorrido hasta el aparcamiento.
En
el tránsito por Güejar Sierra, paso obligado, además de beber en una de sus
numerosas fuentes (la del Ventorrillo), detenernos unos momentos después, ya a la salida de la
población, para fotografiar tanto la noria como el acueducto. Obras de reciente
factura que espero se conviertan en notas identificativas de la población.
Lo
que en principio ideé como una ascensión al Cerro del Mojón Alto (3.107 metros)
por su cara oeste se ha convertido en el recorrido de ida y vuelta de la etapa
18 del Sulayr.
Reflexiones
en voz alta:
“En
cuanto a los comentarios de la excursión que con "tanta sutileza"
me invitaste a hacer, he de decir que,
después de muchos años sin pasar por esta zona tan emblemática de nuestra
sierra como es la Verea de la Estrella, la Cuesta del Calvario... surgió algún
pensamiento al respecto sobre cómo cambia el paisaje y la forma de encarar el
camino a medida que transcurren los años. No ha sido lo mismo esta última
caminata que las que hice por estos mismos lares con bastantes menos años. El
sosiego que tiene uno con más edad hace que se valoren detalles que antes no se
hacía. Además, el hecho de marcarnos un objetivo que, a la postre, no se
cumplió, no supuso en ningún momento sensación de fracaso alguno, como hubiera
ocurrido entonces, sino la de minimizar esa pequeña derrota y maximizar el
hecho de haber pasado un buen día de excursión en buena compañía, admirando más
los paisajes que nos rodean y disfrutando de esa paz que nos presta este tipo
de experiencias”. (Antonio M.M.)
Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos
dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos
e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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