Junto al Collado de Sevilla me encuentro las cabras desplazadas de sus prados.
Fecha:23-4-2014 Collado
Sevilla 7'45h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Trevenque 9’30h
Duración: 8h. (Circular) Río
Dílar 11’30h-12h.
Desnivel en subida: 740 metros Cortijo Chaquetas 13’45h.
Rangos de temperatura: de 4ºC a los 17ºC Collado Sevilla 15’45h.
Después de
varias salidas por las Subbéticas, donde la mayor elevación apenas supera los
1.500 metros, ya echaba en falta “mi sierra”. Casi convertido en un hábito
anual, hoy he querido cumplimentar mi visita al Trevenque. Es una
autoevaluación que hay que acometer para saber en qué estado de forma me
encuentro, o mejor, ¿cuánta forma he perdido en el último año?. El poco latín
que aprendí se me olvidó, pero voy a cometer la osadía de dedicarle algo a mi
amigo Antonio haciendo mía una frase de Séneca: “Errare humanum est,
perseverare diabolicum”, pues eso.
Siempre que salgo
dejo escrito en casa el itinerario que voy a realizar, si ésta rutina es
necesaria en cualquier caso, se convierte en imprescindible cuando la salida se
hace en solitario y hoy era el caso. Había imaginado una subida al Trevenque
por su cara oeste, bajarlo por la este, para prolongar la caminata por la Loma
Dílar hasta llegar al río y volver, a ser posible, por el cauce.
Es esta subida
un clásico para los excursionistas granadinos, pues a pesar de su escasa altitud
(2.075 m.), acumula las suficientes dificultades como para que sirva para
testar el estado de forma del que lo afronta. Añadiendo a la gravosa subida, una bajada que no le va a la zaga y por mi parte una prolongación adentrándome un buen trecho por el barranco que recorre el río Dílar hasta superar ampliamente la cota 2.000, la jornada puede convertirse en dura, al menos para mí cada vez
lo es más, justo en la misma medida en que cumplo años.
Alguna vez he
usado el comentario: cuando aspiramos a metas enormes, hasta el fracaso se
convierte en glorioso, en mí se dan las dos condicionantes. A veces mis metas
son enormes y no soy capaz de alcanzarlas, y a pesar de ello, el fracaso no lo
siento como tal, porque el esfuerzo, el interés y el sólo hecho de poder
programar estas salidas, lo hacen glorioso.
Como es
habitual he aparcado temprano en el collado Sevilla, al menos más temprano que
cualquier otro, ya que lo tenía todo él a mi entera disposición. La mañana
fresca y totalmente despejada ya que el manto de nubes que cubría buena parte
de la ciudad lo he dejado por debajo, a media subida a Cumbres Verdes. La
descripción de la subida no tiene interés ya que es conocida por la frecuencia
con que se afronta o por estar bien indicada para los noveles.
Decir que
siempre me mantengo, en ésta zona tan crítica mucho más, dentro de los senderos
para alterar lo mínimo posible el medio ya de por sí frágil. No en vano en
estos terrenos dolomíticos se encuentran varias especies vegetales endémicos
que además son de pequeño porte por lo que podemos dañarlas sin siquiera ser
conscientes (Erodium astragaloides, Rothmaleria granatensis, Lobelousia
pulsatilloides, -ahí es nada-. Especies especialmente adaptadas a suelos muy
pobres y con alto contenido de magnesio) . El acercamiento se hace alternando
el sendero y una antigua pista que caracolea por estas lomas hasta la misma
base del pico. Carretera que imagino se construyó para dar servicio a alguna
fantasía constructiva que afortunadamente no llegó a concretarse.
Como suele
ocurrir a menudo, el silencio y el acercamiento pausado me ha permitido
disfrutar de numerosos ejemplares de cabra montés. Algunos machos jóvenes
probando sus cornamentas (dejando un claro rastro sonoro) entre sí, actividad que ni siquiera se han molestado
en pausar. Otros, algo más esquivos, se han apartado unos metros a mi paso. E
incluso un tercer grupo, ya de regreso, junto al aparcamiento, desorientados
por la “vorágine” instalada en sus lugares habituales de pasto, no sabiendo qué
hacer, remoloneaban a mi paso hasta que no he estado literalmente encima.
Las rampas de
subida hasta la misma base son asumibles siempre que nuestro estado de forma
sea “normal”. El último kilómetro ofrece algo más de dificultad porque el
sendero se empina y el terreno de arena fina compactada dificulta el agarre, de
todas formas nada insalvable siempre que tengamos la inteligencia de acomodar
nuestro paso y esfuerzo a la dificultad del terreno.
Una vez arriba
merece la pena, si el día lo permite, relajarse un rato y apreciar las amplias
vistas que esta pirámide semi solitaria nos ofrece de su amplio entorno. Desde
él se domina buena parte de las crestas de Sierra Nevada, los diferentes picos
de la otra vertiente del arroyo Hüenes, los Alayos de Dílar y ya bastante más
lejanos las cimas de las sierras de Almijara y Tejeda.
La bajada, por
la cara este, me la tomo con bastante más tranquilidad que la subida, ya que la
gravilla suelta propicia los resbalones y la fuerte pendiente no los hace
aconsejables. Hay que aposentar bien el pie en cada paso para que los músculos
trabajen sin sufrir. Desemboca esta bajada casi junto a la pista que enlaza la
Cortijuela con el Cortijo Chaquetas, y hacia éste último me dirijo.
Remonto unos
centenares de metros por la pista hasta coronar en el Collado Martín donde
comienza la bajada, para en una doble y pronunciada curva en “S”, abandonarla
por un sendero que arranca a mi izquierda y que va a recorrer buena parte de la
amplia Loma de Dílar. El recorrido lo hace a media loma acompañando la tubería
que alimenta el Cortijo Chaquetas. Serpentea en suave y constante subida
buscando un generoso y permanente nacimiento de agua a casi una hora de
distancia. Bajo unas rocas aparece el manantial, agua que han conducido los
lugareños hasta sus propiedades y que según comentarios de alguno de ellos les costó innumerables viajes en mulo para transportar los muchos rollos de tubería.
A partir del
nacimiento, el sendero por falta de uso, pierde prestancia, dejándose invadir
por la vegetación, por lo que cada vez es más difícil identificarlo entre las
muchas variantes que el ganado vacuno, suelto en estas lomas, van elaborando.
Este sendero hace unas décadas conducía hasta unos pequeños cortijos que se
asentaban junto al río Dílar cerca de la cota 2.200 (punto más alto de mi
recorrido serrano). Hasta ellos he llegado yo para junto al cauce hacer un
receso alimentario e indagatorio buscando la forma de cambiar de orilla, cuestión
nada baladí, ya que no quería mojarme y el agua que bajaba era mucha.
Cuando ya casi
daba por imposible hacer el recorrido circular que tenía pensado, resignándome a
volver sobre mis pasos, me he encontrado con tres jabalíes que no me han
detectado (por soplar la brisa en contra) hasta que estaba prácticamente encima. La sorpresa se ha convertido
en carrera y yo en su persecución para obtener la foto de rigor. Los he perdido
entre unas rocas junto a la orilla, pero en seguida los he vuelto a ver al otro
lado del río y con la pelambre seca, lo que me ha conducido a un paso fácil
saltando entre grandes rocas por el que he superado el cauce sin deterioro.
Remontar una
treintena de metros hasta encontrar el trazado de una antigua acequia que
recorriendo buena parte de la Loma de Peñamadura, alimentaba hasta una docena
de cortijos que se asentaban a lo largo de ella. Décadas de abandono han
convertido la acequia en sendero y los cortijos en ruinas de los que sólo se
salvan las estructuras de alguna era junto a algún muro lateral de las
construcciones. Ha sido un tranquilo y largo recorrido llaneando, que atraviesa
diversos barrancos, todos ellos con agua actualmente, que acaba convergiendo
con el sendero Sulayr.
Este encuentro se hace en la cota 1.980 m, en un rellano entre piornos donde encuentro unas antiguas corraletas para el ganado. La vegetación ha recuperado exhaustivamente todo el terreno que en su día se dedicó al cultivo: estoy en la Dehesa de Dílar. Aquí comienzo la bajada donde aparecen los robles y abundantes restos de construcciones: bancales, eras, hoyos, cortijos ruinosos.
Volver a bajar
hasta el río Dílar, que en mi recorrido por la loma se me ha quedado casi trescientos metros por debajo, para una vez cruzado, esta vez por un puente,
volver a remontar hasta el Cortijo Chaquetas. Toca refrescarse en el pilón
antes de reiniciar el camino por la misma pista que abandoné hace unas horas,
para buscar el sendero que recorre los arenales del Trevenque de vuelta al
origen de esta mañana. Este tramo de sendero está balizado como PR –A 21.
Rodeando el
Trevenque por el sur, tras atravesar una zona de pinos muy perjudicados por la
procesionaria, se va a introducir, recorriéndolo, en la mayor rambla de arena
de esta zona. Nace a los pies del Trevenque y se prolonga a lo largo de varios
kilómetros. No la voy a recorrer completa porque el sendero la abandona para
cambiar de dirección, encaminándose hacia el oeste en busca del aparcadero del
Collado Sevilla, por encima de la Fuente del Hervidero.
Si esta mañana
ero yo el único usuario del aparcamiento, ahora me lo encuentro "completo": coches,
camiones y varias carpas portátiles en las inmediaciones. De pronto recuerdo
que se está rodando una película usando escenarios serranos (“A perfect day” de
León de Aranoa) y lo comprendo todo. Las que no comprende nada son la decena de
cabras que suelen pastar habitualmente junto al Cortijo Sevilla y hoy se han
visto desplazadas por la masiva afluencia de bípedos. Tan desorientadas que me
las encuentro concentradas en el sendero junto al trazado de la acequia de la
Espartera. Al acercarme no saben si permanecer o retirarse, pudiendo al final
más el instinto que les aconseja cederme el sendero para retomarlo segundos más
tarde, una vez que mi alejamiento lo consideran suficiente.
Todavía, ya en
bajada hacia el Hervidero, me tengo que encarar con algunos de los partícipes
en el rodaje que suben desde el merendero “a toda pastilla” por un carril
terrero estrecho y levantando una polvareda irrespirable. Abusando de
todoterrenos a lo mejor creen que no han abandonado el rodaje, o se creen con
derecho a avasallar por ser actores. Siempre he afirmado que hay muchos
animales cuadrúpedos pero que no le van a la zaga los bípedos.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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Te puse falta la semana pasada pero he decidido no castigarte y alegrarme de que esta semana estés aquí. Me pareces un monstruo a pesar de dejar dicho en casa por dónde vas a ir. Creo honestamente que sería necesario compartir porque no estamos libres nunca de cualquier incidente imprevisto. Tú harás lo que quieras porque así debe ser pero yo, que me considero tu amigo, creo que debo insistirte en eso porque creo que corres demasiado riesgo. Precioso recorrido de todas formas. En Hermita Vieja, justo al río Dílar, he dormido con los niños y hemos visto alguna cabra también, aunque no tantas como tú. Un abrazo
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