Centro de visitantes Santa Rita.
Fecha:9-4-2014 Aparcamiento 8'15h.
M.I.D.E.:2,2,2,2 Chorreras
10’00h
Duración: 6h. (Lineal) Receso 11'45h-12’15h
Desnivel en subida: 100 metros Aparcamiento 14’15
Rangos de temperatura: de 13’5ºC a los 23ºC
Hoy he salido
con el firme propósito de convertir el camino en meta, por lo que los tiempos
han perdido toda su importancia, ya que me voy a centrar en recorrer un paraje
que ya hace unas semanas me encantó cuando lo atravesé. Ese día queríamos hacer
el recorrido entero hasta Zuheros y eso me impidió saborear suficientemente y
con calma estos entornos.
Para llegar
tengo que recorrer cien kilómetros, para una vez en la carretera A-339 y una
vez pasado Priego, en el punto kilométrico 7,100, junto al mesón “Los Pelaos”
ascender por una sinuosa carretera que remonta hasta la Ermita Nuestra Señora de
la Sierra, para ya bien arriba, dejar el coche e iniciar a andar.
Estoy en el
término municipal de Cabra y voy a recorrer buena parte del Polje de la Nava de
Cabra. Es una gran depresión llana, rodeada de montañas, un extenso valle
cerrado donde las aguas se infiltran en el terreno, sin tener una clara salida
al exterior. Al irse acumulando en el transcurso de milenios las aguas de los
alrededores, a la vez que disolvían las rocas del suelo iban depositando finas
arcillas arrastradas con lo que acababan impermeabilizándolo. El resultado en
un amplio encharcamiento, prácticamente libre de ejemplares arbustivos, que se
ha convertido en una zona de pasto excelente para el ganado.
Nada mas
bajarme del coche me da la bienvenida insistentemente un cuco, que no
satisfecho con su reiterado saludo sonoro, me sigue curioso para enterarse de a
donde voy, para abandonarme cuando considera que estoy suficientemente lejos de
su territorio. No faltan los recibimientos sonoros en mi avance. Al pasar junto
a un cortijo ganadero, todo un rebaño de ovejas, imagino que confundiéndome con
su pastor, inician un cansino balar de forma insistente y lastimera que casi me es imposible desfradar. Pero no iba a ser yo el que le abriera la puerta del redil.
Cuando los
balidos pierden presencia por la distancia, comienzo a apreciar otros sonidos.
Los arrullos de las palomas, la triple llamada de la abubilla, algún lejano
canto del autillo o algún mochuelo, para algo más adelante coger el relevo el
impetuoso croar de las ranas, cuando me acerco a alguna de las charcas.
Definitivamente ha estallado la primavera.
El aleteo
vigoroso de algún ánade que encuentra inoportuna mi intromisión, para tras
levantar vuelo y dar un par de amplias vueltas volver a posarse prácticamente
en el mismo sitio en que estaba, y abundancia de trinos mucho más elaborados de
multitud de pequeños pájaros que sin llegar a identificar, me limito a
escuchar.
La primera
parte del recorrido, se hace por pista de tierra, donde hay que atravesar
varias cancelas ganaderas, que cuido de cerrar a mis espaldas, una vez traspasadas; me estoy moviendo entre terrenos que pertenecen a fincas privadas. El
carril está delimitado a ambos lados por vallas metálicas atravesando buena
parte de la Nava totalmente encharcada y que con los primeros rayos de sol
incidiendo de forma muy oblicua arranca a los prados múltiples tonalidades.
Cuando el
carril atraviesa el rio Bailón, se desvía el sendero para recorriendo los
amplios y húmedos prados, apenas señalizado por unas rodadas hasta alcanzar un poste indicador: por un lado Zuheros (recorrido que ya hicimos hace unas
semanas); por el otro las Chorreras. Realmente es a partir de aquí donde
empieza el recorrido imaginado para hoy. Remontar todo el arroyo de la Fonseca hasta
donde pueda e incluso alcanzar su nacimiento.
No he
encontrado información al respecto, sólo he contemplado algunas fotografías en
internet de unas sugerentes cascadas que llamaron mi atención.
Tras los
primeros doscientos metros ya avistados anteriormente, llego a la primera
cascada. Es una caída de unos diez metros que hay que superar soslayándola por
uno de sus lados. A partir de aquí se alternan los pequeños rápidos que forma
la corriente cuando se desliza por zonas rocosas, con los tramos más lentos, en
que con fondo terroso forma charcas y algún meandro. Más arriba todavía me
encontraré otra cascada de dimensiones similares a la primera.
Es un
recorrido de alrededor de una hora en que hay que ir cruzando el cauce
frecuentemente. Encajonado en todo momento por unos laterales algo escarpados
ocupados por encinas casi en exclusividad. El agradable rumor del agua lo
empaña la abundancia de mosquitos que pugnan por ocupar mis orificios. Los continuos
manotazos al aire por delante de mi cara no me libra de que alguno consiga su
objetivo logrando introducirse en la nariz, una oreja e incluso, y bastante más
molesto, los ojos. A pesar de su insistencia no consiguen alterar mi excelente
estado de ánimo.
Tras la hora
de recorrido en que voy ganando altura de forma muy suave alcanzo de nuevo otro
polje, que no es tan extenso como el anterior ni tan llano (Polje del Navazuelo).
Este se extiende entre dos laderas enfrentadas que le aportan un suave
desnivel. Al final se asoma el cortijo que comparte nombre con el polje y al
que no he llegado porque una valla me
obligaba a dar un rodeo excesivo.
Junto a la
valla descubro uno de los nacimiento del arroyo, en un sacavón del terreno mana
el agua al encontrar por debajo material impermeable. El otro ramal que
alimenta al arroyo avanza algo más sobre la llanura del polje introduciéndose,
por debajo de la valla metálica hasta los extensos prados que ocupan buena
parte de la depresión.
Me he
encaramado a una de las laderas, la izquierda en mi sentido de marcha, para
descubrir una antigua cantera, actualmente abandonada. No será la única que
visitaré hoy. Pero esta me ha llamado la atención por la ubicación tan interior
que ocupa lo que dificultaría sobremanera sacar el material. Allí mismo
permanecen grandes bloque de piedra, perfectamente cortados y con alguna de sus
caras totalmente pulidas.
Por encima del
corte de la cantera me encuentro una pequeña construcción de piedras, algunas
de tamaño y peso sorprendente, con cabida para una sola persona, que
aparentemente tuvo mayor capacidad, ya que aparecen dos columnas tumbadas, una
de ellas partida, a la entrada que me han dado la impresión de que sirvieron de
soporte para alguna losa más de techumbre, ampliando en su día el espacio
interior. Observando el terreno circundante desde la atalaya que me ofrece la
propia cantera descubro un cortijo abandonado en medio del bosque de encinas.
Hacia él me he
dirigido. Siempre he sentido gran atracción por estas construcciones antiguas,
hoy en su mayoría abandonadas, que sirvieron de refugio o vivienda a los
habitantes de estas sierras. Me ha costado algo encontrarlo, protegido por el
denso bosque junto con el abandono de décadas han hecho que los senderos se
pierdan y tenga que intuir el camino de acercamiento. Al final doy con él,
gracias a unos gigantescos ejemplares de quejigos que ensombran sus
alrededores.
Fue un
magnífico cortijo, por extensión y
construcción. En su día tuvo dos niveles con numerosas y amplias estancias,
horno con acceso desde el interior y amplios rediles en sus cercanías, con muros de piedra levantados aprovechando las irregularidades del terreno en
que afloran las afiladas rocas. Lo que no he conseguido descubrir ha sido la
toma de agua, que seguro que tuvo en su día, ya que aparecen pilones en la
entrada.
Decido volver
junto al arroyo Fonseca para, bajo la sombra de las encinas, tomarme el
bocadillo a la vez que disfruto del frescor que aporta la corriente y arropado por el agradable rumor del arroyo. Estoy encantado con el lugar lo que me hace
demorarme un buen rato, hasta que los mosquitos y unas gigantescas hormigas rojas, tras dar con mi paradero, me retan en singular combate, batalla que apenas tiene historia ya que acaban ganando rápidamente
sin gran desgaste por su parte.
Aunque intuyo
la posibilidad de regreso rodeando el cortijo del Navazuelo para hacer un
recorrido circular (en una visita posterior acompañado de mi hijo Carlos hicimos ese recorrido de regreso), opto debido sobre todo a su belleza, a regresar sobre mis
pasos y redisfrutar del recorrido. Intento caminar por el límite del bosque
porque el calor al mediodía es ya intenso. Durante mi regreso llama mi atención
unas sombras en movimiento que me hacen levantar la vista hacia el cielo, donde
diviso una decena de buitres sobrevolándome.
Su insistencia
en volar en círculos sobre mi posición me hace consciente del buen festín que
se darían con ochenta kilos de comida, pero me parece que van a tener que
buscar más -intensa y extensamente-, ya que yo no estoy dispuesto a ser
ecologista hasta ese punto. Al final, en vista de que el posible alimento no se
detiene, deciden seguir su búsqueda y desaparecen por el horizonte.
Ya de nuevo en el coche, antes de llegar a Priego, me detengo unos minutos en el centro de interpretación de Santa
Rita, donde consigo alguna documentación adicional tras amena charla con tres de los agentes que tienen allí su punto de encuentro. El personal que
atiende la oficina informativa, habían abandonado ya el local por estar fuera de horario
laboral.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por darme tu opinión