En la cara sur del Picacho construcciones pétreas aparentando un castro celta. (Toriles de la Viñuela con formas poligonales).
Fecha:12-3-2014 Inicio
sendero 8'00h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Polje de la Nava 8’15h
Duración: 7’30h. (Lineal) Fuenfría 10'45h
Desnivel en subida: 450 metros Zuheros 12’00 – 12’15h.
Rangos de temperatura: de 0ºC a los 15ºC Fuenfría 13’30 - 14’00h.
Iniciio
sendero
15’45h.
Balcón
de Andalucía 16h. –
16’30h
Hoy en la
segunda incursión en las Sierras Subbéticas me acompaña Antonio M. Hemos decidido
hacer un sendero señalizado para el que hace falta gestionar permiso que
recorre buena parte del itinerario que sigue el río Bailón hasta llegar a las
mismas puertas de la población de Zuheros. Considerado como el recorrido más
emblemático del Parque por la diversidad geológica de los parajes que
atraviesa. Junto con el realizado la semana pasada (subida a La Tiñosa) son los
dos únicos de este Geoparque para los que se exige autorización.
Entre esta
diversidad, la propia donde nace el río (polje), una llanura alta generalmente
rodeada de montañas: la Nava de Cabra. Es un cerrado valle en el que ha tenido
una importancia básica la disolución de las calizas. Su fondo plano es debido a
las frecuentes inundaciones. Entre los elementos frecuentes en los poljes
están: hums, afloramientos rocosos aislados; dolinas, depresiones circulares
debidas a colapsos de antiguas cuevas subterráneas; manantiales; y los ponors,
sumideros que drenan las aguas superficiales.
Y uno de estos
ponors apareció en noviembre de 2012. Un curioso caminante de Cabra al
descubrir que el río no bajaba con caudal, remontó el cauce hasta descubrir que
se había abierto un agujero por el que se perdía en majestuosa cascada toda el agua
del río. Esto corrobora que éste geoparque es un lugar vivo que puede brindar
procesos geológicos actuales que nos indican que la actividad es permanente
aunque por su lentitud generalmente pasa desapercibida. Un atractivo más a
sumar a los muchos con que cuenta el Parque.
El río recibe
su nombre por los muchos meandros que dibuja en su curso alto, en la
altiplanicie de la Nava de Cabra. Nosotros vamos a iniciar el recorrido algo
antes, en la propia carretera que asciende hasta la Ermita de la Virgen de la
Sierra ubicada en el Picacho de Cabra (1.200 m.) y que si nos queda tiempo a la
vuelta nos acercaremos hasta él, ya que apellidado como Balcón de Andalucía,
quiero cerciorarme si hace honor al apelativo.
Pero antes y
durante la subida, ya habremos atravesado un amplio paraje rocoso singular: el
Lapiaz de los Lanchares. Durante el Cuaternario, las abundantes lluvias
labraron estos parajes con desfiladeros y crestas cortantes, que al abrirse
paso formaron pequeños laberintos. Son rocas de un llamativo color gris
superficial formadas por pequeñas esferas de carbonato, que indican una gestación
bajo mar tropical. Restos de un mar jurásico de hace 170 millones de años que
ahora se nos va a mostrar a lo largo de casi todo el trayecto.
Aparcamos
donde nace el sendero, en la propia falda del Picacho (1.028 m). Es un pequeño
carril muy cuidado que tras bajar haciendo un par de amplias eses y superar un
cortijo ganadero se adentra definitivamente en la muy amplia planicie del Polje
de la Nava. Esta sorpresiva planicie ubicada en medio del amplio macizo
calcáreo formada a partir de una zona hundida en la montaña debido a la
constante erosión que le ocasiona el agua produciendo una lenta e inexorable
disolución de la caliza, a la vez que acumula sedimentos muy finos que la van
impermeabilizando. Es el lugar del nacimiento del río Bailón, río que va a
servir de hilo conductor para nuestro recorrido de hoy.
Antes de
atravesar el río por un pequeño puente, el sendero se separa del mismo por su
margen derecha bordeando una construcción rectangular (posible era) que queda
algo a nuestra derecha y elevada. Hoy se nos mostraba cubierta de pequeños
lirios en flor, lo que le daba un espectacular encanto. Junto a ella, pastando,
un indolente burro cual Platero literario.
Tras atravesar
uno de los varios portichuelos que nos vamos a encontrar en el camino (cuidar
de volver a cerrar a nuestras espaldas), y tras disfrutar de algunos meandros
del río nos acercamos hasta un poste indicador vertical que nos invita a
desviarnos hacia la derecha para visitar las Chorreras. No excede de los
doscientos metros el desvío necesario para acercarnos a una sugerente cascada,
en principio velada tras algunas encinas.
Es un salto de
una decena de metros que se ve obligado a efectuar el arroyo Fuenseca antes de
fundirse con el río Bailón ya que proviene de una zona algo más alta (llanos de
Navazuelo). Nos ha parecido, dentro de la belleza de todo el recorrido, quizás
el rincón con más encanto visitado durante la jornada. Me quedo con las ganas de recorrerlo en su totalidad, para enseguida alcanzar la certeza de que aprovecharé esa recien nacida curiosidad, para justificar otra visita.
Durante
nuestro recorrido vamos a pasar junto a diferentes cortijos en ruinas, de los
que alguno nos atraerá la atención con suficiente fuerza como para desviarnos y
recorrerlo (cortijo de Pedro Rebola). Por su altas y gruesas paredes que en su
día delimitaban el espacio habitado y por la amplitud de los apriscos
colindantes cerrados, todo ello confeccionado con piedra local en seco e
incluso solados alguno de ellos, que ayudan a mimetizarlos con su entorno. De
todo el conjunto solo quedan ruinas de algunos muros y los restos de algunas
vigas que sustentaron la segunda planta.
Comienza de
nuevo la bajada para tras unos minutos sorprendernos la existencia de algunos
árboles frutales junto a un abundante manantial que llena un par de
abrevaderos. Alguna pequeña construcción y algo más retiradas, volvemos a
divisar ruinas de otro cortijo que comparte nombre con el manantial: Fuenfría.
Generoso y muy fresco nacimiento de agua que obliga a aflorar el contacto entre
la capa de calizas y la compuesta de margas y arcillas, lo que las hace
impermeables.
Acompañamos unos
metros al recién nacido arroyo para tras cruzarlo, adentrarnos en un espeso
encinar. Son algo más de quince minutos, de caminar sumidos en un paraje
idílico, los que transitamos bajo la tupida sombra del espeso bosque, por un
zizagueante sendero que va perdiendo cota de forma suave pero continua hasta
introducirnos en una zona más despejada, donde se va cerrando el barranco entre
altas laderas rocosas (tajos del Cerro de Zumacal), paredes salpicadas de
oquedades, hábitat ideal para las aves, tanto rapaces como grajas e imagino que
en verano seguro que también aprovecharán las golondrinas, vencejos y
abejarucos.
Definitivamente
nos adentramos en un profundo cañón que ha labrado el río Bailón a lo largo de
su milenaria existencia. En su fondo, a tramos seco, se van acumulando gran
cantidad de rocas de distintos tamaños que se han ido desprendiendo, con las
lluvias, de las casi verticales paredes. En la margen izquierda del cañón y a
media loma, destaca una amplia cueva con una figura en su entrada “el Fraile”:
una estalagmita que ha quedado a la vista debido a la erosión en la entrada de
la cueva.
Conforme nos
acercamos al final de la etapa el cañón acumula espectacularidad y pendiente,
pero todavía un poco antes de iniciar la bajada final para acercarse a los pies
de Zuheros, en un falso y pequeño llano junto a unas paratas ocupadas por
olivos y delimitadas por almendros en flor, nos encontramos aun otra fuente
(Fuente de la Mora). Alimentada por las aguas que proceden del Cerro del
Zumacal, es una pila rectangular adosada a la propia pared de piedra de la que
mana a través de un caño de hierro el agua de forma permanente durante todo el
año.
Una corta pero
fuerte bajada nos deposita junto a la carretera, a la salida del pueblo de
Zuheros, junto a un área recreativa. Aunque por aquí el río viaja oculto y no
aflorará de nuevo hasta llegar más al norte, las pintorescas imágenes las
propone el original encuadre entre las laderas del cañón en V conteniendo en su
interior parte de las encaladas casas del pueblo. Primer avistamiento de la
población que quedará gratamente grabada en las retinas y por supuesto en las
cámaras fotográficas.
Más abajo, ya
soslayado el encuadre del cañón, descendemos el último tramo con todo el pueblo, incluido su castillo, a la vista, para acabar junto al área recreativa (Las Cruces),
donde termina el sendero o donde empieza, porque aparece el mismo cartel de
nuestro inicio pero con las explicaciones alteradas en su orden. Decidimos
iniciar la ascensión, para regresando, acercarnos de nuevo a la fuente Fuenfría,
donde hemos acordado degustar nuestros bocadillos.
Poco antes de
acabar la ingesta aparecen tres jóvenes que tras saludar ni se detienen en la
fuente continuando su recorrido. A escasos minutos aparece toda una tropa de
chavales con tres de sus profesores que invaden ruidosamente el paraje dispersándose a la vez que buscan acomodo para comer también. Rápidamente se distribuyen en pequeños grupos afines,
alguno de ellos encaramado en el propio tejado de una pequeña construcción algo
superior. La paz desapareció y con ellos llegó el jolgorio y las risas. Nos
despedimos de ellos y tras remontar unos metros dejamos atrás las voces
volviendo a la tranquilidad de la montaña.
Una vez
alcanzado el coche en nuestro regreso, después de haber caminado más de 25
kilómetros, decidimos terminar de ascender hasta el Picacho de Cabra (lugar que
comparte el centro geográfico de Andalucía, junto a Antequera, según
criterios); singularidad geológica, declarado sitio de interés nacional en el
año 1.927 (sí, no me he equivocado en el año), donde su ubica la ermita de la
Virgen de la Sierra, patrona de Cabra. Rodeado de diferentes miradores, no en
vano se le denomina el mirador de Andalucía, ya que en días propicios se llegan
a avistar tierras de cinco provincias, hoy las abundantes nubes que se han ido
acumulando a lo largo de la tarde no nos han permitido comprobar la veracidad
del apelativo. Aun así, la situación estratégica y sus 1.217 metros de altitud a
la que nos eleva nos permiten dominar amplios horizontes.
En una de sus
laderas se halla una imponente sima vertical (sima de Cabra) con más de 116 metros
de profundidad y unos veinte de ancho, que hace algunos milenios pudo ser el
aliviadero de esta planicie cuando ostentaba mayor altura y recibía más lluvias, altura que ha ido
perdiendo conforme la erosión ha hecho su labor. El conocimiento de esta
profunda sima viene de muy atrás siendo mencionada ya en la celebérrima obra de
Miguel de Cervantes.
Estando en la
cima el tiempo va estropeándose y se levanta un más que fresco aire que cada
vez invita más a dar por terminada la jornada, cosa a la que nos prestamos de
buen grado, entre otras razones por el cansancio acumulado, ya que presentimos
que hasta la hora larga de traslado que nos queda hasta Granada será un
merecido descanso para nuestras piernas.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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