De nuevo en la carretera, camino de Zújar, nos despedidos del objetivo de hoy.
Fecha:26-3-2014 Balneario 8'00h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Caseta vigilancia 9’15h
Duración: 5’30h. (Circular) Mirador 10'30h
Desnivel en subida: 1.200 metros Ermita
Ntra. Sra. Cabeza 11’00h.
Rangos de temperatura: de 5ºC a los 10ºC Balneario 13’30h.
Cada vez que
atravesaba la amplia depresión en los que se asienta la población de Baza (Hoya
de Baza), me llamaba poderosamente la atención un cerro: Jabalcón. Ubicado en
medio de una relativa planicie donde abundan las pequeñas y redondeadas
colinas, destaca la potente mole del cerro por altura y volumen. Si a ello
añadimos que es frecuente verlo con un sombrero de nubes asentado en su cima,
la llamada a la curiosidad, cual tótem gigantesco y natural estaba servida.
No he
encontrado información sobre la procedencia del apelativo Jabalcón para este
cerro, nombre del que yo hasta ahora sólo conocía su acepción como pieza de
madera o metal utilizada en la construcción de techumbres, que evidentemente no
es el caso.
Se eleva en el
altiplano bastetano más de setecientos metros sobre su entorno, asemejando una
isla caliza dolomitizada, sobre todo cuando la niebla extendida a ras de suelo
sólo nos muestra la media montaña superior; o iluminada su cima a primeras
horas de la mañana por los primerizos rayos del sol. Verlo solitario, alejado
de la madre Sierra de Baza, cual hijo crecido con ansias de libertad, aparenta
como si se hubiera desgajado de ella. Confundido antiguamente como extinto
volcán por manar a sus pies diversos manantiales termales, está ubicado en el
término municipal de Zújar y rodeado en su zona noroeste por el imponente pantano
del Negratín.
Siempre me ha
llamado la atención su majestuosa presencia pero hasta ahora no me había
decidido a dedicarle en exclusividad mi interés durante una jornada serrana.
Hoy acompañado por mi amigo Antonio M. vamos a intentar, si el tiempo nos lo
permite, recorrerlo para a la vez que conociéndolo disfrutar, primero desde sus
laderas y más tarde desde su cima las ya anticipadas y majestuosas panorámicas
que seguro nos va a brindar.
Para ello
tenemos que recorrer los 120 kilómetros, en su mayoría de autovía, que separan
Granada, del balneario de Zújar, edificio moderno asentado casi en la misma
orilla del pantano. Una vez llegados, lo sobrepasamos hasta llegar a un
ensanche en la pista que circunda el pantano. Aparcado el coche y enfundados
previamente en las ropas que llevamos, ya que aunque la temperatura no es
excesivamente baja, las fuertes rachas de viento norteño, hacen que la
sensación térmica sea bastante menor, iniciamos la marcha.
Habíamos acordado
hacer un recorrido circular ascendiendo por ésta cara, hasta el extremo norte
del Jabalcón, para recorrida toda la cumbre bajar por la ladera sureste, y tras
circundar buena parte del cerro, acabar en el punto de partida. En total están
previstos algo menos de 19 kilómetros y un desnivel acumulado que el gps ha
evaluado en más de 1.200 metros, (desnivel que personalmente considero excesivo
ya que el propio cerro sólo se eleva sobre su entorno unos 700 metros, aunque
es cierto que hay tramos de rompepiernas durante el recorrido).
Junto a la
explanada donde aparcamos arranca un carril en subida que deja a la izquierda
una finca vallada con una llamativa hilera de palmeras, a la derecha y algo más
arriba un gran invernadero. Una vez pasados ambos así como un amplio canal, hay
que ir atento porque el sendero abandona el carril de forma muy discreta por
nuestra derecha señalizado por un modesto apilamiento de piedras, justo antes
de atravesar un pequeño barranco.
Al principio
el sendero es poco visible aunque se puede seguir intuitivamente ascendiendo por
la margen izquierda del barranco, al que acompañará hasta bien arriba. Vamos a
caminar bajo un asentado bosque de pinos de repoblación de mediados del siglo
XX, que ocupa toda esta cara norte de la montaña, con algunos ejemplares
aislados de encinas y algunas chaparras (éstas ganarán relevancia cuando
superemos la cota 1.000). La humedad del suelo favorece la aparición frecuente
y extensa de zonas de musgos, allí donde las rocas afloran o la vegetación
escasea, dejando claros.
Antes de
cumplir la hora de camino y tras cortar el sendero varias veces una pista, alcanzamos
un collado donde su ubica la caseta de vigilancia contra incendios. Hay que
desviarse un centenar de metros por una rampa cementada, hasta llegar a ella.
Cerrada y con cartel informativo de prohibido entrar, la rodeamos para admirar
una bella y amplia panorámica de la base del cerro que hemos abandonado hace un
rato y la impactante franja azul del embalse que se extiende a nuestros pies,
ocupando y adentrándose como dedos en los diferentes barrancos adyacentes.
Desde aquí ya
se domina buena parte del embalse del Negratín, tercero por capacidad de
Andalucía (567 hm. cúbicos), que nos muestra un amplio espectro de tonalidades
que van desde el verde al turquesa con infinidad de matices intermedios. Las
fuertes y frías rachas de aire además de irisar fuertemente la lámina de agua
allá abajo, no nos hace muy agradable la estancia aquí arriba, por lo que
abreviamos y retomamos la subida buscando la protección de la montaña.
Justo en la curva
del collado arranca de nuevo el sendero (muy visible desde la bajada de la
caseta) para, en dirección norte, salvar unos majestuosos tajos que dominan
esta parte del cerro. Aparecen los restos de una reciente granizada que el frío
reinante no ha permitido fundirse, ni siquiera compactarse. Pasamos junto a
unos cortados que contienen pequeñas cuevas utilizadas por los pastores como
rediles, de ello da fe la composición del suelo, y de cuyas techumbres logran
filtrarse finos hilos de agua que hoy formaban algunos carámbanos. En este
punto (¿cueva de los almendros?), perdemos temporalmente el sendero y
ascendemos según nuestro criterio durante un trecho. Una vez alcanzado el
collado nos reencontramos con el sendero que a partir de aquí, además de
cambiar diametralmente de dirección, llanea.
Aunque desde
abajo apenas se aprecia, estamos en el extremo norte de la larga loma que
conforma el Jabalcón. Ahora caminamos hacia el sur con los diferentes grupos de
antenas (singularidad más llamativa de la cima), a la vista. Son una sucesión de
antenas de telefonía, radio y televisión que ocupan la larga línea de cresta de
la cima del Cerro. Altos postes de fuerte impacto visual, ya que algunos de
ellos llegan a tener colgada toda la “vajilla” (hasta veinte
receptores-emisores), por lo que rápidamente nos cuestionamos la extrema dificultad
que debe suponer aunar y compartir recursos e imagino que ahorrar gastos (algo
que en este país parece impensable).
En medio de la
línea de antenas un circular mirador sobre entarimado de madera (hoy
intransitable por estar húmedo y helado, una pista de patinaje) y un par de
amplios paneles explicativos del terreno que desde aquí se divisa. Las rachas
de viento incrementan su velocidad superando los ochenta kilómetros, lo que
hace la estancia muy molesta. Toda la larga cresta blanquea por los restos de
granizo, que cobran mayor presencia por la superior cota en la que nos
movemos. Junto al Mirador unas chaparras, totalmente heladas, soportan
estoicamente los embates del viento y nosotros con ellas.
Pero tenemos
que seguir, al menos hasta el extremo sureste del Jabalcón (1.481 m.) y punto
más alto de este promontorio ocupado, como no podía ser menos, por otro grupo de
antenas y el edificio modernista de la Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza.
Edificio construido por un arquitecto local que le dio su original forma para
mejor soportar los fuertes vientos reinantes en esta cima. Hasta aquí el último
domingo de abril, desde el siglo XVI, ascienden los devotos en romería. Dada su
orientación y el permanecer cerrada impide que apenas nos brinde resguardo
contra el aire, por lo que decidimos iniciar la bajada en busca de abrigo.
Tras descender
unos metros por la empinada pista de servicio llegamos a una zona de
aparcamiento, donde nace una, llamemos carretera de tierra, que soportando unos
desniveles bestiales y curvas imposibles, se desliza aprovechando un
desfiladero natural para perder cota de forma vertiginosa hasta acercarnos a
dos enormes balsas que azulean ya en la base del Cerro, junto a extensos campos
de almendros que van dejando caer la flor, hoy de forma acelerada, ayudados
por las fuertes rachas de viento.
A partir de
aquí seguimos una carretera en sus primeros metros asfaltada, para optar
enseguida por un carril de tierra que aparentemente es el que presta servicio
al canal que trasvasa agua desde el Pantano Negratín al Almanzora, ya en la
provincia de Almería. Esta carretera va a ir circunvalando, a media loma, todo
el Cerro en su vertiente suroeste.
Al principio
divisamos la población de Zújar lejos y abajo, pero conforme vamos avanzando
nos vamos acercando a ella hasta sobrepasarla y dejarla atrás. Esta
circunvalación de casi cinco kilómetros es bastante llana hasta llegar junto a
un enorme cilindro de hormigón. Aquí tras acercarnos hasta su base, enlazamos
con otra pista que en un par de bruscas bajadas pierde cerca de 100 metros.
Fuerte pendiente con piso de grava suelta y pequeña que a punto ha estado en
varias ocasiones de provocarnos una “culetá”, ya que el agarre de las botas se
mostraba insuficiente.
Sólo resta
proseguir hasta llegar, junto al canal, ahora descubierto, salvarlo por un
puente y acabar de descender por el único y corto tramo lineal del sendero
hasta el aparcamiento. Ya junto a los coches y sin el molesto aire que nos ha
acompañado buena parte de la mañana, aprovechamos para tomarnos el bocadillo
antes de reiniciar el regreso hasta Granada.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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Lastima que el día estuviese así de feo, con sol hay unas vistas mucho mas espectaculares. Yo cuando voy por ahí que es una o dos veces al año, no me canso de mirar ese cerro, desde el pueblo de mi marido se divisa por todos lados, es una bonita estampa.
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