Las Lagunas del Padul.
Fecha:26-2-2014 Padul 8'00h.
M.I.D.E.:2,2,3,4. Mirador Padul 9’15h
Duración: 8h. (Semicircular) Silleta
10'30h
Desnivel en subida: 950 metros Ermita Vieja 11’45h.
Rangos de temperatura: de 6ºC a los 13’5ºC Final etapa 12’15h.
Ermita Vieja
13’30h.
Piedra
Ventana 14’30h.
Padul 16’00h.
La vertiente noroeste de la Sierra del Manar ya la
conocía por haber realizado un par de ascensiones, tanto a la Silleta del Padul
como a Picacho Alto, pero su cara sur me era totalmente desconocida, así que
hoy había decidido remediar, al menos parcialmente, mi ignorancia. Como la
subida a la Atalaya (1.240 m.), e incluso continuar hasta la Silleta (1.520 m.) me parecían que
no tenían entidad suficiente para toda una jornada de marcha, he decidido
recorrer toda la Sierra del Manar longitudinalmente, de sur a norte.
Había decidido que el inicio de la jornada fuera
en la población de Padul (este año me he decantado por esta depresión cercana a
Granada y que tenía bastante olvidada). En la misma población se inicia un
sendero denominado PR-A 376 calificado con dureza media-alta (Padre Ferrer,
Circular de la Atalaya) que me ha venido muy bien para iniciar mi recorrido.
Seguir con la ascensión hasta la Silleta y prolongar la marcha hasta Ermita
Vieja, base de Picacho Alto y proseguir un buen rato por la carretera que
bordea los Alayos de Dílar por su cara sur.
Éste primer tramo, también denominado sendero de los gudaris (soldados
prisioneros con base en la Casa Grande del Padul), porque fueron presos vascos
los que estuvieron trabajando por toda esta zona. Durante catorce meses
estuvieron “rehabilitándose” de sol a sol abriendo estos senderos a pico y pala durante el año 1937. El sendero se
desvía sin ascender demasiado hasta casi la vertical de la Urb. El Puntal, para
ahora sí, comenzar la ascensión de forma seria y constante. Estos primeros
tramos hay que estar muy pendiente a la señalización porque, aunque hay hitos
verticales, es fácil equivocarse de ramal, los bruscos quiebros pueden despistarnos.
Casi todo el recorrido transita bajo pinar de
repoblación, protegiendo los típicos espartos y aromáticas propios de estas
sierras: oréganos, tomillos, jaras. Me llama la atención que allí donde las espículas
de los pinos no recubren el suelo y debido a la prolongada humedad han aparecido los musgos de intenso verde que me traen a la memoria recuerdos invernales de mi niñez cuando salíamos a recolectarlos para decorar
el belén.
Cuando el sendero queda desprotegido de los pinos, el aire, más que apreciable, no sólo se deja oir meciendo las copas de los árboles,
sino que lo siento yo a ras de tierra, fresco y a rachas impetuoso, lo que me hace
dudar si me permitirá completar el resto de jornada. Se abre el paisaje y
corono un collado donde enseguida diviso un monolito instalado a la memoria del
Padre Ferrer; unos metros más bajo un amplio mirador desde se domina toda la
depresión: Mirador del Padul.
Cuando me giro para apreciar el entorno distingo
algo más arriba la cruz blanca que corona el Cerro de la Atalaya. Se afirma que
la cruz actual ocupa los anteriores cimientos de una antigua atalaya árabe que
señalizaba las novedades, ya que desde ella se domina tanto la entrada a este
extensa depresión desde Granada como la salida hacia la costa. Situada apenas unos
metros más arriba de mi cota actual y a escasos minutos de distancia. Justo en
la cima de la Atalaya, mientras disfruto los retazos de espacio que me permiten
las pertinaces nubes que recorren la laguna y sufro los embates del viento, me
alcanzan un par de paduleñas a las que no había visto hasta ahora.
Iniciamos, tras los saludos de rigor, una amena
charla y aprovecho que son experimentadas visitantes de estos lugares para
informarme de la mejor forma de continuar hasta la Silleta. Compartimos unos
centenares de metros y sorpresivamente se despiden de mí, junto a un
abrevadero, ya que se les hace tarde para bajar al pueblo y abrir el negocio
que regentan: "ahora nos toca correr cuesta abajo", me comentan. Si no quieren
retrasarse en la apertura tendrán que hacer la bajada en algo menos de una
hora.
Sigo ya con mi recuperada soledad intentando
seguir las instrucciones recibidas. Al principio sin dudas ya que los senderos
y las indicaciones eran precisas. Más tarde echaré en falta alguna explicación
más amplia o una atención más eficiente. A ello se suman las nubes que
empeñadas y ayudadas por las fuertes rachas de viento, están coronando la
sierra del Manar por su punto más alto para derramarse, una vez superada,
ladera abajo hacia la depresión. El último tramo no consigo encontrar sendero ni
“senderillo” y me limito a caminar por la cresta hasta alcanzar la Silleta.
Arriba, junto al hito, apenas si tengo 10 metros de visibilidad. Me planteo si
seguir o volver. Como conozco ya el entorno decido intentar seguir por si
mejora la climatología. Aquí comienza el tramo lineal, al enlazar con otro
sendero balizado como PR-A 73 (ascensión de Dílar a la Silleta por Barranco Hondo).
Apenas llevo diez minutos andados cuando se abren
las nubes y comienza a reinar el sol, por fin el insistente aire ha ganado la
partida y las nubes se retiran o desaparecen y yo feliz por el resultado sigo
con mi itinerario. Primero me acerco hasta Ermita Vieja para tras echar un
trago en la fuente junto a la alberca proseguir hasta la base de Picacho Alto.
Hoy no tengo intención de subirlo, sino que voy a continuar por la carretera
que recorre Los Alayos por su cara sur hasta adentrarme en unos barrancos que
desde la distancia me parecían atractivos.
Se empina la carretera más de lo que yo quisiera,
alcanzando en algunos tramos un desnivel cercano al 25%, rampas que se hacen
duras. La carretera serpentea salvando lomas y evitando barrancos, ascendiendo
paralela a una rambla de arena que se divisa bien baja. Pero es engañoso, en
minutos el barranco se estrecha y obliga a rambla y carretera casi a solaparse
para acercarse hasta un collado. En esta zona de pinos más dispersos y viejos,
decido abandonar el avance, llevo más de cuatro horas caminando y todavía me
queda el regreso. Estoy en el punto más alto del recorrido de hoy, alrededor de
los 1.600 m., donde aparecen algunos restos de nieve en las umbrías.
Tomo algo de fruta, me hidrato e inicio, ahora
sí, la fuerte bajada que salvo algún pequeño repecho va a ser continuada hasta
llegar de nuevo a Ermita Vieja, desandando el camino. Volver sobre mis pasos
hasta la falda de la Silleta, que ahora no subo, para continuando por el sendero
acercarme hasta Piedra Ventana, retomando el tramo circular del sendero inicial.
Piedra Ventana es un saliente rocoso en medio de
una ladera a la que la erosión le ha hecho un buen boquete en medio. Ubicada
junto al sendero que desde la Silleta desciende hasta el Padul, es muy conocida
por todos los andadores de sierras que hacemos estos recorridos además de tener el
encanto especial que le da la naturaleza a algunas formaciones rocosas. Tras
las fotos de rigor inicio la prolongada e ininterrumpida bajada que de nuevo,
entre denso pinar de repoblación, al que por la proximidad de sus troncos no
parece que se le haya hecho limpieza en ningún momento, me va a acercar hasta
el inicio del recorrido.
Aunque todavía, ya bien bajo, me detengo de nuevo
en unos miradores habilitados junto a una de las canteras de grava (conocida
como cantera del millón cuarenta y ocho, por ser esas sus coordenadas). Desde
ellos aprecio los buenos bocados que se le han dado a estos cerros para extraer
la grava que después se utilizará en la fabricación de bloques, firmes de
carreteras y otros elementos constructivos. A pesar de la relativa cercanía,
las grandes palas mecánicas que en ella trabajan asemejan miniaturas jugueteras
de los niños, aunque seguramente cargarán varios metros cúbicos cada una.
Al final la jornada, amplia en su espectro
climatológico y metereológico, ha sido gratificante. Lo que si me ha dejado
patente esta sierra es que no son aconsejables las visitas veraniegas, ya que
su sequedad y blancura deben hacerla extremadamente dura. Incluso hoy, cuando
al final se ha impuesto el sol y sin subir en ningún momento la temperatura de
los quince grados, por su dureza y su agresividad, se me ha mostrado recia.
Pero había que conocerla y hoy ha menguado un poco mi desconocimiento sobre
esta vertiente de la Sierra del Manar añadiendo a su vez, en mi haber algo de sabiduría.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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