Cristo de los Faroles en el Realejo.
GRANADA. Mirando la
ciudad desde sus miradores III: Silla del Moro y Barranco del Abogado.
Fecha: 21-03-2013
En
esta tercera entrada a los miradores de Granada me voy a acercar a
dos de ellos, ambos situados al sur de la ciudad y quizás los más
alejados.
Silla
del Moro. Conocido
también como Castillo de Santa Elena. Concebido como fortificación
con la doble misión de vigilar y proteger por un lado al Generalife,
espacio que al estar fuera del recinto amurallado de la Alhambra era
mucho más vulnerable sobre todo en época veraniega a donde acudía
la familia reinante en busca de relax durante los días de primavera
o verano y, por otro la vigilancia de la Acequia Real que
suministraba el agua a los dos recintos aportando el elemento
indispensable tanto para el riego
de
las amplias huertas que ocupaban buena parte de la colina, como para
el abastecimiento de personas y fuentes.
Hasta
la segunda mitad del pasado siglo XX no se le dio importancia al
conjunto permaneciendo en estado ruinoso. Fue a partir de 1.929 con
Torres Balbás cuando se despierta el interés por esta construcción
descubriendo las escaleras de acceso y la gran torre. Basta acercarse
al enclave para compartir el alto valor estratégico de su ubicación,
no en vano los franceses durante su permanencia en Granada también
lo utilizaron para su ejército.
Si
es cierto su carácter defensivo se le suponen ciertos enlaces
amurallados tanto con el Generalife como con el propio recorrido de
la acequia, e incluso con los construcciones que existen más
elevadas escalando el Cerro del Sol, murallas de las que no quedan
restos ninguno.
Desde
este mirador se pueden contemplar amplias, inigualables y poco
convencionales vistas de la ciudad de Granada. A la derecha podemos
seguir durante un buen trecho el recorrido del río Darro encajonado
en su barranco (Valparaiso), del que beben las acequias que traen el
agua a los diferentes recintos palaciegos. En las laderas de las
colinas la Abadía del Sacromonte o la Ermita de San Miguel coronando
el cerro del Aceituno, así como buena parte del recorrido amurallado
que cerraba el Albayzín por el norte.
Actualmente
abierta al público los sábados y domingos de 10 a 18 horas. La
subida peatonal desde el cementerio es un corto recorrido en suave
pendiente delimitada por cipreses y otras coníferas en las que no es
extraño divisar alguna ágil ardilla, que por las mañanas de los
dias primaverales es una delicia. Una vez llegados extasiarse con las
vistas hacia los distintos edificios de la Alhambra desde arriba,
visión inusual, del Generalife a nuestros pies y parte de sus
huertas y mas bajo gran parte de la ciudad recompensan sobradamente
el rato echado en su visita.
Dada
su posición elevada no sólo permite dominar buena parte de la
ciudad y palacios nazaríes sino que la vista alcanza hasta la sierra
de Elvira y los montes de Loja cerrando el curso natural del río
Genil. Pero también buena parte de Sierra Nevada a nuestras
espaldas. Hay que imaginar el enclave sin la vegetación boscosa que
cubre algunas de sus laderas y que actualmente limitan la
visibilidad, inconcebible en tiempos árabes dada su función de
vigilancia y defensiva.
Barranco
del Abogado. Este
mirador corona una colina situada al sur de la ocupada por la
Alhambra. Quizás una de las zonas más desconocidas de la ciudad,
sin embargo posee una larga historia ya que proviene de la época
musulmana en Granada. Para el llamativo apelativo “del Abogado”
hay dos versiones. Una por ser el lugar donde asesinaron a un letrado
perteneciente a la Chancillería (abogado veinticuatro). La otra
defiende que en 1.623 estos terrenos fueron ganados por un abogado
tras largo y mas que ruinoso proceso.
Aunque
hoy lo habitan cerca de cuatro mil personas, al asentarse sobre
terreno inestable escalando la colina ha sufrido tradicionalmente
deslizamientos de tierra favorecidos por la falta de vegetación.
Figuran como años catastróficos los de 1949, 1954, 1955, pero sobre
todo el de 1963, calificado como el año más lluvioso del siglo en
Granada, ya que el hundimientos de cuevas obligó al desalojo del 90%
de la población quedando practicamente deshabitado.
Olvidado
tradicionalmente por las administraciones locales ha empezado a
“existir” a primeros de este siglo; sirva como ejemplo que hasta
el año 2001 no tuvo agua potable en las casas abasteciendose de un
pilar único para la zona. Apenas posee comercios por lo que los
vecinos tienen que desplazarse para hacer las compras diarias, sin
ambargo posee infraestructuras hoteleras y restaurantes. Por otro
lado hay grandes contrastes, por un lado viven gentes con alto poder
adquisitivo junto a vecinos con muchos menos recursos.
En
palabras de su presidenta: “de este modo, entre pitas, chumberas,
cuevas, grutas y la luz de un sol que parece ser más intenso en lo
alto de este barrio, sus vecinos tienen el privilegio de vivir en lo
que no dudan en llamar -la habitación con las mejores vistas de
Granada-”.
Yo
después de tomar las fotos de rigor desde su mirador voy a bajar
recorriéndolo en su totalidad hasta enlazar con la Cuesta Escoriaza
después de recorrer buena parte del barrio. Aprovechando mi
recorrido os voy a dejar aquellas imágenes que más me han llamado
la atención, aunque sólo sea como pequeña oportación para dar a
conocer un barrio que merece la pena visitar aunque esté
desaparecido de todos los recorridos recomendados de Granada.
Bajando
por el Camino Nuevo del Cementerio me encuentro rincones sugestivos
junto con algunas viviendas que se asemejan más a las de los pueblos
que a las de las ciudades, algunas escalando la ladera del barranco
presentan las habitaciones abigarradas y escalonadas unas sobre
otras. Merece la pena detenerse en la Cuesta de la Glicinia,
estrecha calle que en su ascensión durante una cincuentena de metros
da servicio a una docena de casas.
Aquí
se siguen adornando las calles y balcones con macetas y jardineras e
incluso alguna chimenea deja ver la iniciativa personal del
propietario aportando un toque original y dificilmente repetible.
Otros detalles, como una botella incrustada en el techo de una
vivienda con su tapón de corcho puesto a la que no he encontrado
respuesta, ¿será ese su significado?, ¿obligarnos a preguntarnos
por ella?.
A
medio camino me encuentro la gruta que protege la imagen de la
Virgen de Lourdes con su altar al pié. Y casi todo el recorrido
salteado de jaramagos, margaritas silvestres y multitud de chumberas
o pitas alternando con el blanco de las fachadas.
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Llevo muchos años por esas tierras, y nunca he estado ahí, me parece precioso y espero ir pronto. Con tus escritos entran ganas de visitarlos. Enhorabuena
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