Cuando hay humedad abundante hasta las rocas son fructíferas.
Fecha:10-10-2012 Bco.
San Juan 7’30h.
M.I.D.E.:2,2,3,4. Vadillo 8’30h
Duración: 8h15’ (44.300p) R.
Calvario 9’30h
Desnivel en subida: 2.000metros Collado Vacares 12’45h
Rangos de temperatura: de 13’5ºC a los 23ºC Puntal Vacares 13’30h
R. Calvario 16’00h
Bco. San Juan 17’45h
Esta entrada no es nueva, por eso mantengo la fecha. He corregido algunos errores, pero he optado por respetar al máximo la prosa por entender que describían con bastante acierto la situación en su momento.
Puntal de Vacares
Empieza
por lo pequeño, conviértete en el actor principal de tu propia película, tal
como te gustaría que se desarrollara, acepta la realidad, aprende del fracaso,
y se abrirán otros caminos (Enrique Rojas).
Hay
recorridos que por no guardar satisfactorios recuerdos de anteriores veces,
sobre todo cuando se es joven y no tenía todavía la capacidad de digerir y
aceptar las malas experiencias como ahora, he ido relegando, soslayando a la
hora de programar subidas a la sierra. La larga Loma del Calvario es quizás el
recorrido del que peores recuerdos tengo. Estos malos recuerdos han ayudado a
que evite afrontarlo de forma natural como haría con cualquier otro.
Llega
el momento en que hay que tomar decisiones para no seguir arrastrando ese tipo
de sensaciones negativas: o lo asumo como una limitación más de las muchas que
voy acumulando a lo largo de los años, o lo afronto de nuevo a fin de espantar
viejos fantasmas. Hoy he optado por la segunda y me he propuesto subir,
si mi estado de forma me lo permite, hasta el Puntal de Vacares por lo que
tengo que recorrer la Vereda de la Laguna de Vacares (Loma del Calvario) en
toda su extensión, que no es poca, desde su nacimiento en la unión de los ríos
Vadillo y Genil (1.200 m.), hasta la misma cima del Puntal de Vacares (3.136 m.).
Durante
la primera hora el caminar lo hago alumbrado por la escasa luz de la luna, la amplia y llana vereda no lo convierten en un problema, no obstante creo que he madrugado demasiado. Aun así en cuanto los ojos se
habitúan soy capaz de ver hasta la tenue sombra que proyecto. Este tramo por la
Vereda de la Estrella va a ser el más cómodo y gratificante de toda la jornada,
porque voy fresco, porque hacía muchos años que no caminaba bajo la luz de la
luna, porque aun el silencio absoluto domina la noche y todo ello aderezado por
la práctica falta de desnivel. Es a partir del segundo tramo, una vez que me desvío para
bajar y cruzar el río Genil por el llamado Puente del Burro, donde se inicia de forma seria y continuada la ascensión. Una subida de
alrededor de 500 metros que debe estar solventada en una hora
aproximadamente, hasta acercarme al refugio.
Unos
minutos por encima del refugio del Calvario (1.800 m.) se bifurca el sendero,
justo por encima de la balsa, ahora rehabilitada, en el paraje denominado
Corral de la Umbría, tomando yo el ramal de la derecha. Hasta ahora he
compartido trazado con una de las etapas del Sulayr (Peña Partida–La
Hortichuela, etapa 18). A partir de aquí el Sulayr llanea por la loma ensombrada por los bosques de pinos de repoblación, en busca del río Vadillo
para ascender posteriormente hasta el refugio de Peña Partida.
La
vereda que ya sigo asciende por la Loma del Calvario endureciéndose
drásticamente a la vez que se difumina a tramos intentando despistarme, pero la
experiencia de otros recorridos y la fiel memoria me indica que en caso de duda, hay que elegir siempre el desvío que más bruscamente ascienda, me ayuda a que no
la pierda, para en algo más de tres horas de duro esfuerzo llegar al collado,
alcanzando la cota tres mil. Para ello busca rápidamente discurrir casi por las
crestas rodeando por el este el Puntal de Tajos Negros (2.983 m.) para poco
después, una vez atravesado el Prado de la Mina y solventados unos extensos
canchales alcanzar el Collado de Vacares (2.968 m.).
La
interminable subida siempre se me ha hecho larga tanto en subida como en
bajada. No en vano hay que salvar alrededor de cuatrocientos metros verticales cada hora
de marcha y allá cuando aparece un descanso he de dar por seguro que en algún
otro tramo el sendero lo recuperará. A media loma, en medio de la aridez que
muestra toda ella aparece hoy una cinta verde que me dice que el agua corre buscando lugares más bajos. Este nacimiento no es propio de estas fechas, en buena lógica debería
estar seco. Posiblemente las nieves de finales de septiembre lo han despertado.
Pero el hilo de agua que corre loma abajo es tan minúsculo que no es
aprovechable y menos observando la cantidad de excrementos vacunos que jalonan su recorrido.
Algo
más arriba atravieso un pequeño barranco que naciendo justo en el paso de la
vereda se prolonga hacia abajo escoltado en sus dos laterales por afloramientos
de masas rocosas que lo delimitan durante su recorrido. Hago mención a él
porque en su parte superior, junto a la roca más cercana al sendero hay un
refugio elaborado con piedras complementando el abrigo que forma la propia
roca. Es bueno saber de su existencia por si es necesario en algún caso de apuro. En la subida
puede pasar desapercibido, en cambio durante la bajada se muestra patente.
Siempre
que he estado en este collado, antes las varias posibilidades que se presentaban,
he escogido la de bajar a la laguna de Vacares, por su atractivo especial, por
su casi perfecta redondez cuando está plena de agua, por el pronunciado embudo
que la acoge; desechando la corta ascensión al Puntal. Sin embargo hoy es ésta la meta.
Esta laguna que soporta diversas leyendas (aporto dos de ellas al final) y que
ha sido un hito emblemático a través del tiempo en las excursiones serranas fue
descrita ya por Fidel Fernández en el año 1931 como:
“...cráter misterioso de un volcán extinguido.
Ni una hierba nace en las laderas del embudo. La boca es un círculo de escarpas
y de torcales, que apenas por alguna quiebra se puede atravesar. Las paredes
interiores están formadas por horribles acantilados que descienden con
pendiente casi vertical, y en el fondo de aquel gigantesco circo, al pié de la
vertiginosa gradería, se advierte un enorme estanque circular, de aspecto
triste y melancólico, lleno de agua inmóvil, que por la profundidad parece
negra, y sin arroyo que lo alimente ni desagüe que lo drene…”.
Aunque
la descripción es muy poética ya que no realista en su primera frase, sí trasmite en el resto la impresión de alguien que por primera vez avista la
laguna, sobre todo si la ascensión se ha hecho por la Loma del Calvario y en
época estival ya que sólo hemos podido apreciar el terreno indómito y plagado de
piedras sin ningún punto de agua en todo el recorrido, aflorando sólo agrestes masas
rocosas con algunas de sus paredes casi verticales usadas por las pequeñas rapaces para sus
nidadas.
Sólo
me queda la corta ascensión de los poco más de cien metros que sobresale el
Puntal sobre su collado. Tengo dudas de afrontar la corta subida, “aun estando
al alcance de la mano”, por haber sufrido molestias musculares en la pierna
derecha, además del desgaste que me ha causado el ascender hasta aquí, creo que
tendré que asumir de una vez por todas que ya no me puedo permitir ciertos excesos.
Durante la subida he
gastado prácticamente todas mis fuerzas y la voluntad, también esquilmada,
apenas me sirve de ayuda.
Decido
dejar todos los pesos (mochila, bastones, etc.) en el Collado y encaramarme
hasta el Puntal. Son apenas 20 minutos, pero cuando estoy arriba me percato de
que efectivamente me lo he dejado todo abajo, incluida la cámara. Una vez
arriba tras contemplar las diferentes líneas de crestas que recorren uniendo
las diferentes cimas de los techos de Sierra Nevada y las profundas depresiones que las delimitan,
sólo me queda iniciar el descenso, no sin antes haber saboreado, tras el fuerte
y prolongado esfuerzo, la meta alcanzada y haber desterrado definitivamente alguno de los
antiguos fantasmas enquistados en la memoria.
De
nuevo en el Collado retomar la interminable bajada con algo de precaución para
que la pierna no vuelva a resentirse, ya que el descenso, a tramos, se muestra tan exigente como la subida.
Aun siendo bajada y con apenas descansos dedico más de cuatro horas en alcanzar
el aparcamiento junto al río Genil en el barranco de San Juan donde dejé
esta mañana el vehículo. El sol ha conseguido abrirse paso desplazando las nubes altas que
durante toda la mañana lo han estado ocultando. Aun me quedan unos treinta
kilómetros que me separan de una buena ducha y alguna bebida que esté muy, pero que muy fría.
Leyenda de la Laguna de Vacares I
Cuenta
la leyenda que en la Laguna de Vacares habita una ondina que, durante la noche,
se aparece a los viajeros que allí se encuentran adoptando la figura de un
pájaro. Una vez en su presencia se transforma en una bellísima mujer, que
mediante engaños y palabras de amor los arrastra hacia el borde de la laguna
sepultándolos bajo sus aguas, donde los devora. Dicen que la mujer-pájaro amó
una vez a uno de estos viajeros y por ese amor, en lugar de matarlo, lo subió
sobre sus alas transportándolo a su gruta, donde lo convirtió en su compañero y amante. Pero pasado un tiempo, el joven descubrió los cadáveres de aquellos
que habían sido devorados por la ondina y presa del terror, urdió un engaño
escapando así de su poder. Desde entonces, la mujer no ha vuelto a perdonar a
nadie y aun hoy, los viajeros evitan que la noche los sorprenda en las
cercanías de la laguna, pues se dice que todo aquel que la vea estará
irremediablemente condenado.
Leyenda
de la Laguna de Vacares II
Cuenta la leyenda que en el lugar en que hoy se encuentra la
Laguna de Vacares, hubo en un tiempo muy lejano un hermoso jardín, al que todos
los años acudía una bella princesa a reunirse con su amante. Había sin embargo,
un príncipe moro que también la amaba sin ser correspondido y un día, cansado
de recibir negativas y cegado por los celos decidió vengarse asesinando a su
rival. Así pues, una noche que los amantes se hallaban reunidos, consumó su
venganza cortándole la cabeza al joven, que acto seguido, se convirtió en una
piedra negra que aún hoy puede verse sobre una de las márgenes de la laguna. Al
ver esto, la princesa subió a una peña, comenzó a llorar y tantas fueron sus
lágrimas que cubrió el jardín anegándolo por completo, tras lo cual también se
convirtió en roca. Dicen también, que a veces se escuchan pavorosos sonidos que
provienen del fondo de la laguna, proferidos por el moro que aún grita de celos.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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De nuevo confirmo una vez más tu temeridad al acometer semejante caminata sin compañía. Pienso que es demasiado riesgo. La foto número tres, la que muestra el puente de madera del Barranco de San Juan es mi punto emblemático de la Sierra. Siempre me dirijo hasta allí y me siento en las piedras para escuchar el agua del Genil que baja con esa fuerza y deleditarme con su movimiento y con su sonido. Un abrazo
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