Albergue Universitario de San Francisco.
Fecha:16-9-2012 A. Universitario 9’00h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Posiciones
10’40h
Duración: 7h30’ (23.300p) Veleta
12’30h
Desnivel en subida: 900 metros Carihuela 13’40h
Rangos de temperatura: de 13ºC a los 24ºC Lagunillos 14’40h
A.
Universitario 16’30h
BAUTISMO SERRANO (Sierra Nevada – Granada)
Los
que disfrutan de la sierra como yo no se sentirán extraños ante la afirmación
de que es una suerte poder disfrutar aprendiendo y gozar enseñando.
Considero un deber “sagrado” para cualquier granadino cumplir con
diferentes obligaciones, diría que inexcusables, al menos por una vez, como son
visitar la Alhambra y subir a la sierra, así sin especificar, porque la sierra
en Granada por antonomasia es Sierra Nevada.
Debido a mi
convencimiento de que esto debe ser así, en cuanto entra en mi círculo de
conocidos alguno/a que no ha cumplido con los “sagrados deberes” en parte o en
su totalidad, tomo parte en el asunto para intentar reparar lo que considero
que es un agravio imperdonable.
Siempre me
ofrezco a hacer de guía y en cuanto dan el “sí” estoy fijando día, en caliente,
para que no quede en mera intención y se convierta en una realidad a la mayor
brevedad posible. Luego pertenece a mi responsabilidad el que la excursión sea
lo suficientemente agradable y gratificante para que anide el “gusanillo” y se
quiera repetir.
Ni que decir
tiene que una de las salidas más “fáciles” y aptas para la mayoría de los
neófitos es la subida al Veleta. Porque la dureza es asumible siempre que se
tenga una condición física media ya que la carretera nos permite comenzar en los
2.500 m y el reto tiene la suficiente entidad como para que sea atractivo: no
en vano es la tercera cota a nivel peninsular.
Acostumbro, algo
que sigue chocando a algunos, subir con las ventanillas del coche abiertas.
Porque si bien es cierto que parto de cerca de los 700 m, en que se ubica
Granada, no es menos cierto que en poco más de media hora nos situamos en los
2.500 m. El cuerpo debe acostumbrarse y con las ventanillas cerradas,
generalmente excusándonos en la baja temperatura de las mañanas serranas, no
permitimos esa corta pero importante aclimatación, por lo que al llegar,
bajarse y comenzar a andar, duele la cabeza, se siente ahogo u otras molestias
debido al menor porcentaje de oxígeno existente en el aire que respiramos, molestias que no ayudan a empezar bien la experiencia.
Hoy me han
acompañado en la salida mi hijo y su compañera. Hacía algunos años, demasiados,
que ella no pisaba la sierra y algunos más que no subía andando. Sabedor de que
no es lo mismo andar por la llana Granada que por la sierra, he comenzado la
excursión con el firme propósito de que el tiempo no fuera en ningún momento un
factor estresante.
Los tiempos
reflejados arriba así lo testimonian. Hoy lo importante era llegar y hacerlo en
las mejores condiciones físicas posibles para intentar que la experiencia fuera
positiva. Hemos subido de un tirón hasta las Posiciones (3.065 m) para
adentrarnos por el Veredón al Corral del Veleta. Allí sentados sobre unas
piedras y ante el majestuoso espectáculo del circo glaciar, hemos hecho un
generoso descanso a la vez que reponíamos fuerzas.
La siguiente
parada el Veleta (3.396 m). La empinada subida que la vereda nos muestra hay
que tomarla con paciencia y tesón, para casi arriba coronar junto a las
impresionantes vistas que ofrece el tajo, mostrándonos el lagunillo al fondo,
ridículo en su tamaño por la combinación de falta de agua y la altura desde la
que lo divisamos.
Fotos para la
posteridad, esa propiedad que en general se les da a la foto como prueba
fehaciente de un hecho: estuve allí. Las imprescindibles nociones geográficas,
nombre de las cimas que vemos, valles, barrancos y lagunas. Ubicar por detrás
del mar “blanco” el más real, natural y amplio azul mediterráneo y con suerte
al fondo si las condiciones lo permiten y nuestra vista no es muy deficiente
avistar las cimas africanas.
Iniciamos la
bajada por la arista dirección sur para acercarnos al refugio de la Carihuela (3.229
m), ubicado en un lugar clave de rutas y travesías por la sierra. Aunque
pequeño por lo que épocas estivales nos lo podemos encontrar lleno, desde el se
disfrutan quizás las mejores vistas ofrecidas por todos ellos.
Continuamos la
bajada hacia los Lagunillos de la Virgen (siempre que puedo intento programar
un recorrido circular), lagunillos que junto a la laguna de las Yeguas dan nacimiento al río Dílar. Aquí hemos aprovechado la
invitación de la hora, para descansar de nuevo un rato a la vez que comíamos algo. Yo soy partidario de comer poco pero frecuentemente en las salidas a la
sierra.
El más alto y
grande de los lagunillos presentaba un aspecto pobre, aunque es el de mayor
extensión de todos, deja notar los efectos del escaso año de nieves y lo
avanzado de la época. La poca profundidad hace que la temperatura del agua sea
elevada y las algas proliferen aportando un aspecto sucio al agua. En el paseo
que he hecho rodeándolo no he avistado ninguno de los signos de pureza del agua
típicos en otras láminas de agua serranas: los zapateros o los escarabajos
buceadores. Sí tenía abundantes colonias de mosquitos que pugnaban por
conquistar nuestros orificios buscando nuestra humedad.
Ni que decir
tiene que los otros lagunillos más pequeños y menos profundos todavía mostraban
un aspecto mucho más paupérrimo si cabe. Continuando la bajada visitamos en
nuestro recorrido la laguna-embalse de Las Yeguas para encaminarnos ya
decididamente hacia los albergues, dejando a nuestra izquierda el complejo de
Borreguiles bastante tranquilo durante el estío, en busca del aparcamiento
junto al albergue Hoya de la Mora donde dejamos esta mañana el vehículo y dar
por finalizado el bautismo serrano de una granadina que ha respondido con un
cariz muy positivo tanto a las dificultades de la subida como a las no menos
molestas de las fuertes bajadas.
Pasada la prueba
de forma brillante espero que su calificación hacia mí como guía e instructor
sea también satisfactoria, hasta el punto de que se decida a acompañarme en una
nueva salida, sería mi mayor recompensa.
Hoy la entrada
del blog se ve enriquecida por las dos aportaciones de mis acompañantes con lo
que seguro gana. Gracias a ambos.
Mi primera vez…
Han
tenido que pasar 34 años para que esta granadina se propusiera subir al Veleta.
La
motivación que en mí surgió, la inquietud de tal propósito, ha sido gracias al
creador de este blog; la pasión con que él relata cada una de sus experiencias
conociendo tierras granadinas hizo plantearme la posibilidad de vivirlas en
primera persona.
La
subida, al principio fue dura, continuó siendo intensa y terminó siendo muy
satisfactoria porque cuando me encontraba a 3.000 metros de altitud divisando
el paisaje pensé: “y por qué no antes”. Como nunca es tarde y menos con un buen
guía, me ha servido para confirmar que nunca hay que perder una oportunidad
así, y que como en la vida, si te esfuerzas tienes recompensa.
Así
que puedo decir que ha sido mi primera vez pero no será la última y que una
experiencia así merece vivirla. (Irene).
Nunca
te bañarás dos veces en el mismo río y por supuesto, nunca subirás dos veces la
misma montaña…
Se
alza imponente, majestuoso, sabiendo su condición de príncipe, de segundo,
despunta ante el horizonte con esa silueta única, inconfundible para todo buen
granadino que acostumbra a verla desde la ruidosa ciudad. Ya sea con un manto
blanco o bien con su armadura de roca, se yergue desafiando a todos, protegiendo
al rey, al Mulhacén.
La
mañana nos recibe con el frescor típico de la sierra, la amalgama de olores de
un mundo despierto hace horas que recibe con los brazos abiertos a los
urbanitas que deciden compartir un domingo con la naturaleza. Los
cuerpos poco acostumbrados al calzado cerrado, se resienten, las cabezas
acostumbradas a otras altitudes, se quejan y es en esos momentos, donde se
realiza la primera criba entre el urbanita y el andador, aquel que con la piel
curtida de miles de pasos, acelera su respiración por la emoción que no por el
esfuerzo, aquel que con decisión firme coge una mochila conformada con multitud
de situaciones y adversidades y se encamina hacia el destino, con la
satisfacción en el rostro de compartir lo que él lleva amando desde casi medio siglo.
El
lento serpentear nos lleva a separar caminos, algunos, urbanitas de pro,
prefieren el sacrilegio del asfalto, otros, disfrutan notando como el corazón
late con más fuerza mientras acometen, una tras otra, las sucesivas rampas que
lo alzan hacia el cielo.
El
sudor y el esfuerzo se convierten en orgullo al llegar a la cima, la
satisfacción de ver en los ojos de un novato la sensación de haberlo logrado,
de haber triunfado, las viandas son devoradas con pasión y en ese estado de emoción
plena, todo tiene un nuevo sabor, una nueva textura, un olor y una sensación de
plena comunión entre la naturaleza, uno mismo y un bocadillo de tortilla.
El
descenso se confunde entre la emoción de lo logrado, los sitios por conocer y
los buenos propósitos, mañana llegará la factura de los excesos y los
esfuerzos, mañana será el momento de la reflexión combinada con el dolor del
urbanita, mañana llegará, pero hoy no,
hoy solo existe la sensación del objetivo logrado, hoy, en un estado de
euforia, apenas se escucha una voz que indica que la excursión no termina hasta
que no se llega a casa. (Javier).
Recordatorio: en nuestras salidas al
campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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