miércoles, 31 de octubre de 2012

Puntal de Vacares (Sierra Nevada - Granada).



Creo que he madrugado excesivamente.

Los colores otoñales comienzan a mostrarse.

Puente del Burro para salvar el río Genil. Aquí es donde comienza realmente la subida.

La nieve caída a finales de septiembre casi ha desaparecido por completo.

Sólo se mantiene en las cumbres y en sus caras norte.

Balsa recuperada en el paraje denominado  Corral de la Umbría (2.000 m).

Toda la loma del Calvario presenta similar aspecto.

El Puntal de Vacares junto a dos de los grandes (Alcazaba y Mulhacén).

Puntal de Vacares y Alcazaba desde el Collado.

Aspecto que presenta hoy la Laguna de Vacares sufriendo la escasez propia del mes.

El camino de subida para coronar el Puntal de Vacares se hace por la izquierda.

Calibrando opciones.

Canchales por encima de los Prados de Vacares.

Desde el precario refugio ubicado a media loma.

En la bajada me demoro junto a la balsa recuperada para refrescarme. Tiene una entrada de agua limpia.

Las nieves o agua caída hace días han coloreado la loma en sus cotas bajas.

Río Genil un poco antes de sumar el caudal del río Vadillo.

Las "clásicas" me las he encontrado pastando donde se ubicaba el pequeño y desaparecido refugio Vadillo.

Mientras los castaños y los robles mantienen el color otros comienzan a amarillear.

Pequeña cascada oculta por la maleza donde me he acercado para beber.

Cuando hay humedad abundante hasta las rocas son fructíferas.


Fecha:10-10-2012                                                                                 Bco. San Juan                7’30h.
M.I.D.E.:2,2,3,4.                                                                                     Vadillo                             8’30h
Duración: 8h15’  (44.300p)                                                                 R. Calvario                     9’30h                        
Desnivel en subida: 2.000metros                                                       Collado Vacares           12’45h
Rangos de temperatura: de 13’5ºC a los 23ºC                                 Puntal Vacares            13’30h
                                                                                                                  R.   Calvario                   16’00h
                                                                                                                          Bco. San Juan              17’45h

        Esta entrada no es nueva, por eso mantengo la fecha. He corregido algunos errores, pero he optado por respetar al máximo la prosa por entender que describían con bastante acierto la situación en su momento. 

Puntal de Vacares


Empieza por lo pequeño, conviértete en el actor principal de tu propia película, tal como te gustaría que se desarrollara, acepta la realidad, aprende del fracaso, y se abrirán otros caminos (Enrique Rojas).


Hay recorridos que por no guardar satisfactorios recuerdos de anteriores veces, sobre todo cuando se es joven y no tenía todavía la capacidad de digerir y aceptar las malas experiencias como ahora, he ido relegando, soslayando a la hora de programar subidas a la sierra. La larga Loma del Calvario es quizás el recorrido del que peores recuerdos tengo. Estos malos recuerdos han ayudado a que evite afrontarlo de forma natural como haría con cualquier otro.

Llega el momento en que hay que tomar decisiones para no seguir arrastrando ese tipo de sensaciones negativas: o lo asumo como una limitación más de las muchas que voy acumulando a lo largo de los años, o lo afronto de nuevo a fin de espantar viejos fantasmas. Hoy he optado por la segunda y me he propuesto subir, si mi estado de forma me lo permite, hasta el Puntal de Vacares por lo que tengo que recorrer la Vereda de la Laguna de Vacares (Loma del Calvario) en toda su extensión, que no es poca, desde su nacimiento en la unión de los ríos Vadillo y Genil (1.200 m.), hasta la misma cima del Puntal de Vacares (3.136 m.).

Durante la primera hora el caminar lo hago alumbrado por la escasa luz de la luna, la amplia y llana vereda no lo convierten en un problema, no obstante creo que he madrugado demasiado. Aun así en cuanto los ojos se habitúan soy capaz de ver hasta la tenue sombra que proyecto. Este tramo por la Vereda de la Estrella va a ser el más cómodo y gratificante de toda la jornada, porque voy fresco, porque hacía muchos años que no caminaba bajo la luz de la luna, porque aun el silencio absoluto domina la noche y todo ello aderezado por la práctica falta de desnivel. Es a partir del segundo tramo, una vez que me desvío para bajar y cruzar el río Genil por el llamado Puente del Burro, donde se inicia de forma seria y continuada la ascensión. Una subida de alrededor de 500 metros que debe estar solventada en una hora aproximadamente, hasta acercarme al refugio.

Unos minutos por encima del refugio del Calvario (1.800 m.) se bifurca el sendero, justo por encima de la balsa, ahora rehabilitada, en el paraje denominado Corral de la Umbría, tomando yo el ramal de la derecha. Hasta ahora he compartido trazado con una de las etapas del Sulayr (Peña Partida–La Hortichuela, etapa 18). A partir de aquí el Sulayr llanea por la loma ensombrada por los bosques de pinos de repoblación, en busca del río Vadillo para ascender posteriormente hasta el refugio de Peña Partida.

La vereda que ya sigo asciende por la Loma del Calvario endureciéndose drásticamente a la vez que se difumina a tramos intentando despistarme, pero la experiencia de otros recorridos y la fiel memoria me indica que en caso de duda, hay que elegir siempre el desvío que más bruscamente ascienda, me ayuda a que no la pierda, para en algo más de tres horas de duro esfuerzo llegar al collado, alcanzando la cota tres mil. Para ello busca rápidamente discurrir casi por las crestas rodeando por el este el Puntal de Tajos Negros (2.983 m.) para poco después, una vez atravesado el Prado de la Mina y solventados unos extensos canchales alcanzar el Collado de Vacares (2.968 m.).

La interminable subida siempre se me ha hecho larga tanto en subida como en bajada. No en vano hay que salvar alrededor de cuatrocientos metros verticales cada hora de marcha y allá cuando aparece un descanso he de dar por seguro que en algún otro tramo el sendero lo recuperará. A media loma, en medio de la aridez que muestra toda ella aparece hoy una cinta verde que me dice que el agua corre buscando lugares más bajos. Este nacimiento no es propio de estas fechas, en buena lógica debería estar seco. Posiblemente las nieves de finales de septiembre lo han despertado. Pero el hilo de agua que corre loma abajo es tan minúsculo que no es aprovechable y menos observando la cantidad de excrementos vacunos que jalonan su recorrido.

Algo más arriba atravieso un pequeño barranco que naciendo justo en el paso de la vereda se prolonga hacia abajo escoltado en sus dos laterales por afloramientos de masas rocosas que lo delimitan durante su recorrido. Hago mención a él porque en su parte superior, junto a la roca más cercana al sendero hay un refugio elaborado con piedras complementando el abrigo que forma la propia roca. Es bueno saber de su existencia por si es necesario en algún caso de apuro. En la subida puede pasar desapercibido, en cambio durante la bajada se muestra patente.

Siempre que he estado en este collado, antes las varias posibilidades que se presentaban, he escogido la de bajar a la laguna de Vacares, por su atractivo especial, por su casi perfecta redondez cuando está plena de agua, por el pronunciado embudo que la acoge; desechando la corta ascensión al Puntal. Sin embargo hoy es ésta la meta. Esta laguna que soporta diversas leyendas (aporto dos de ellas al final) y que ha sido un hito emblemático a través del tiempo en las excursiones serranas fue descrita ya por Fidel Fernández en el año 1931 como:

 “...cráter misterioso de un volcán extinguido. Ni una hierba nace en las laderas del embudo. La boca es un círculo de escarpas y de torcales, que apenas por alguna quiebra se puede atravesar. Las paredes interiores están formadas por horribles acantilados que descienden con pendiente casi vertical, y en el fondo de aquel gigantesco circo, al pié de la vertiginosa gradería, se advierte un enorme estanque circular, de aspecto triste y melancólico, lleno de agua inmóvil, que por la profundidad parece negra, y sin arroyo que lo alimente ni desagüe que lo drene…”.

Aunque la descripción es muy poética ya que no realista en su primera frase, sí trasmite en el resto la impresión de alguien que por primera vez avista la laguna, sobre todo si la ascensión se ha hecho por la Loma del Calvario y en época estival ya que sólo hemos podido apreciar el terreno indómito y plagado de piedras sin ningún punto de agua en todo el recorrido, aflorando sólo agrestes masas rocosas con algunas de sus paredes casi verticales usadas por las pequeñas rapaces para sus nidadas.

Sólo me queda la corta ascensión de los poco más de cien metros que sobresale el Puntal sobre su collado. Tengo dudas de afrontar la corta subida, “aun estando al alcance de la mano”, por haber sufrido molestias musculares en la pierna derecha, además del desgaste que me ha causado el ascender hasta aquí, creo que tendré que asumir de una vez por todas que ya no me puedo permitir ciertos excesos. Durante la subida he gastado prácticamente todas mis fuerzas y la voluntad, también esquilmada, apenas me sirve de ayuda.

Decido dejar todos los pesos (mochila, bastones, etc.) en el Collado y encaramarme hasta el Puntal. Son apenas 20 minutos, pero cuando estoy arriba me percato de que efectivamente me lo he dejado todo abajo, incluida la cámara. Una vez arriba tras contemplar las diferentes líneas de crestas que recorren uniendo las diferentes cimas de los techos de Sierra Nevada y las profundas depresiones que las delimitan, sólo me queda iniciar el descenso, no sin antes haber saboreado, tras el fuerte y prolongado esfuerzo, la meta alcanzada y haber desterrado definitivamente alguno de los antiguos fantasmas enquistados en la memoria.

De nuevo en el Collado retomar la interminable bajada con algo de precaución para que la pierna no vuelva a resentirse, ya que el descenso, a tramos, se muestra tan exigente como la subida. Aun siendo bajada y con apenas descansos dedico más de cuatro horas en alcanzar el aparcamiento junto al río Genil en el barranco de San Juan donde dejé esta mañana el vehículo. El sol ha conseguido abrirse paso desplazando las nubes altas que durante toda la mañana lo han estado ocultando. Aun me quedan unos treinta kilómetros que me separan de una buena ducha y alguna bebida que esté muy, pero que muy fría.

Leyenda de la Laguna de Vacares I                                                                                               

Cuenta la leyenda que en la Laguna de Vacares habita una ondina que, durante la noche, se aparece a los viajeros que allí se encuentran adoptando la figura de un pájaro. Una vez en su presencia se transforma en una bellísima mujer, que mediante engaños y palabras de amor los arrastra hacia el borde de la laguna sepultándolos bajo sus aguas, donde los  devora. Dicen que la mujer-pájaro amó una vez a uno de estos viajeros y por ese amor, en lugar de matarlo, lo subió sobre sus alas transportándolo a su gruta, donde lo convirtió en su compañero y amante. Pero pasado un tiempo, el joven descubrió los cadáveres de aquellos que habían sido devorados por la ondina y presa del terror, urdió un engaño escapando así de su poder. Desde entonces, la mujer no ha vuelto a perdonar a nadie y aun hoy, los viajeros evitan que la noche los sorprenda en las cercanías de la laguna, pues se dice que todo aquel que la vea estará irremediablemente condenado.

Leyenda de la Laguna de Vacares II

Cuenta la leyenda que en el lugar en que hoy se encuentra la Laguna de Vacares, hubo en un tiempo muy lejano un hermoso jardín, al que todos los años acudía una bella princesa a reunirse con su amante. Había sin embargo, un príncipe moro que también la amaba sin ser correspondido y un día, cansado de recibir negativas y cegado por los celos decidió vengarse asesinando a su rival. Así pues, una noche que los amantes se hallaban reunidos, consumó su venganza cortándole la cabeza al joven, que acto seguido, se convirtió en una piedra negra que aún hoy puede verse sobre una de las márgenes de la laguna. Al ver esto, la princesa subió a una peña, comenzó a llorar y tantas fueron sus lágrimas que cubrió el jardín anegándolo por completo, tras lo cual también se convirtió en roca. Dicen también, que a veces se escuchan pavorosos sonidos que provienen del fondo de la laguna, proferidos por el moro que aún grita de celos.
  



Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.


miércoles, 24 de octubre de 2012

Jardines Botánicos (Sierra Nevada - Granada)

Entrada al Jardín Botánico de la Cortijuela.

Se extiende a los pies del Trevenque, cara norte

Panel introductor

Algunas plantas tienen nombres muy especiales.

En las zonas más húmedas las yedras progresan.

Parte del atractivo recorrido.

Posiblemente el ejemplar más longevo del jardín.

Si caminamos despacio y en silencio podremos avistar distintos animales.

Como en cualquier jardín no puede faltar una telaraña.

Dispuestas las semillas para emprender el vuelo.

Vista general del espacio que ocupa el jardín.

Para ciertas plantas es imprescindible la existencia de agua de forma permanente.

Edificio de recepción del jardín botánico "Hoya de Pedraza"

Cartel anunciador a pie de carretera, junto al aparcamiento.

Fuente de Don Manuel.

Los paseos habilitados para hacer un recorrido por Hoya de Pedraza.

Amplia panorámica del jardín con el Veleta al fondo.

Cuidados paseos nos guiarán durante la visita por los distintos ambientes.

Joven lagarto ocelado que se dejó fotografiar confiadamente.

Panel anunciador del Jardín Botánico Universitario

Entrada junto al albergue de su mismo nombre.

En su reducido espacio cuenta con miradores y alguna charca.

Espacio dedicados a la crianza de plantas endémicas.



JARDINES BOTÁNICOS DE SIERRA NEVADA   (Sierra Nevada - Granada)

Una de las formas de proteger  algunas plantas en peligro de extinción o endémicas de una región es intentar cultivarlas de forma controlada en espacios habilitados para tal fin en el propio territorio en el que se asienta la especie en cuestión. Con esta filosofía nacieron los diferentes jardines botánicos que subsisten dentro del Parque Nacional de Sierra Nevada.

Para ubicarnos transmito algunos datos que dejan patente la riqueza y la exclusividad de la flora penibética: Sierra Nevada  en relación con el resto de la península posee el 30% del total de la flora ibérica, a pesar de ocupar solo el 0’4% de su territorio; en relación con el área mediterránea se asienta en ella el 7% de la flora, ocupando solamente el 0’01% del territorio.  

Las especies se catalogan como amenazadas cuando las condiciones ambientales del terreno en que se desarrollan, por alguna causa empiezan a sufrir la presión o bien del hombre, del ganado, la erosión o el cambio climático, lo que  las hace escasear  hasta el punto en que la reproducción en su medio natural se hace difícil o prácticamente  imposible, la falta de reproducción provoca que muchas especies acaben desapareciendo. Ante este hecho y con el ánimo de preservar algunas de esas especies, estudiarlas e incluso poder reimplantarlas mediante repoblaciones en su medio es misión que quieren cumplir los jardines.

Ya que en Sierra Nevada están catalogadas el 80% de las especies endémicas de toda Europa, la red de jardines botánicos cuenta con dos espacios dedicados al estudio y preservación de estas especies: “El Jardín de la Cortijuela” y el “Jardín Hoya de Pedraza”, y un tercero, más pequeño, que se cerró en el año 2001 y el de mayor cota 2500 m. el Jardín Histórico de la Universidad de Granada.


La Cortijuela, creado en el año 1965, se sitúa en la cabecera del barranco del Hüenes, a los pies del Trevenque “el rey de la media montaña”, sobre terreno calizo dolomítico rodeado de arenales con una extensión de 12’4 hectáreas, ubicado dentro del término municipal de Monachil. En la cara norte se ha acotado, mediante valla metálica, un espacio para protegerlo de la depredación de los rumiantes, que desde el antiguo cortijo de La Cortijuela (convertido en centro de recepción y que cuenta con una fuente), se extiende loma abajo hasta el torrente, al fondo del barranco. Se ubica entre los 1600 – 1700 metros de altitud.

Cuenta con un recorrido de unos dos kilómetros y medio por los senderos habilitados, que nos permite pasearnos por las diferentes zonas representadas: encinares, lastonares, herbazales, helechales, juncales y  espinares, mientras recorremos los distintos caminos señalizados que cuentan con distintos miradores y bancos para poder sentarse y contemplar o escuchar. Al indudable interés del propio jardín hay que añadirle el valor paisajístico por el entorno en que se encuentra.

En el jardín se reproducen algunas especies que están catalogadas como “vulnerables” y/o “en peligro de extinción”. Al segundo grupo pertenecen el Roble melojo, la Santolina, Acebo; perteneciendo al primero plantas como el Arce de Granada, Narciso de Sierra Nevada o la Manzanilla Real, entre otras muchas.

Los jardines desarrollan su trabajo mediante tres grupos de actividad básicamente: conservación e investigación, educación ambiental con el objetivo básico de concienciar y sensibilizar de la importancia de nuestro patrimonio forestal creando actitudes favorables hacia la conservación de la flora por el público en general, así como dar a conocer el papel que juegan los jardines botánicos y los medios que se utilizan para la conservación de las distintas especies silvestres y por supuesto todo ello facilitando el uso público del espacio.   


El segundo jardín botánico y mayor de todos en cuanto a espacio ocupado: “Hoya de Pedraza” tiene una extensión de 16 hectáreas y se asienta junto a la carretera de acceso a la estación invernal Pradollano ubicado en Sierra Nevada, a unos cuatro kilómetros antes de llegar a la estación de esquí, en el paraje conocido como “Fuente de Manuel”, dentro del término municipal de Monachil. Al igual que el anterior ocupa un espacio vallado en la loma que desciende hacia el río Monachil, entre las cotas 1950 – 1980 metros. De mas reciente creación, ya que nace como proyecto a principios de 2007, no será hasta primero de junio del año 2010 cuando se abra al público, hecho que rápidamente se deja ver por no estar muchas de las zonas asentadas, ya que como todo espacio vivo necesita un tiempo.

Quiere acoger la flora y vegetación tanto de las altas cumbres de Sierra Nevada como de las faldas de la Alpujarra. Recoge un total de 198 especies amenazadas o de interés, y hasta el momento se han introducido 4.800 especies arbóreas y arbustivas características de las zonas que pretende representar: Sierra Nevada, Sierra de los Filabres, Sierra de Gádor y Sierra de Lújar – Contraviesa.

El jardín se estructura en diferentes secciones: Jardín de especies amenazadas, Vegetación silicícola, Vegetación Calcícola, Vegetación de Ribera, Vegetación Caducifolia, el Pinar y por último el Arenal. Las distintas áreas están unidas mediante senderos interpretativos, a la vez que cuenta con un aparcamiento, área de recepción y aula taller para actividades ambientales.


Para terminar mencionar un pequeño jardín botánico, ya que solamente ocupa una hectárea de monte, que ubicado a mayor altura que los anteriores (2.500 metros) en el paraje denominado Hoya de la Mora correspondiente al término municipal de Monachil, creado en el año 1965 dependiente de la Universidad de Granada que lo mantuvo durante décadas, junto al Albergue Universitario de Sierra Nevada y el más antiguo de todos. Fue un proyecto pionero sustentado por varios botánicos granadinos. Se cerró al público a principios del año 2001.

Está habitualmente cerrado por lo que el acceso al público no se da como característica de cualquier jardín. De reducidas dimensiones fue un intento de aclimatación de diferentes especies arbóreas a la altitud llegando a concentrar un centenar de especies vegetales endémicas. Delimitado como los anteriores mediante valla metálica, está bastante abandonado, dato que se deja ver en cuanto nos damos una vuelta por su perímetro.

Como segunda misión tenía el ayudar al Parque Nacional de Sierra Nevada a conocer, difundir y mantener la gran riqueza biológica que sustenta la sierra más alta del sur de Europa. Desde sus inicios se ha intentado mantener algunas de las especies más amenazadas del hábitat serrano. Tratando de simular los diferentes espacios que se dan en la sierra, para lo que se  han recreado tanto una zona de borregil mediante riego artificial como otra de  pedregales, junto a un pequeño bosque de coníferas.


jueves, 11 de octubre de 2012

Granada, paseando por la ciudad.

Labores matutinas.

San Jerónimo a primera hora.

Quizás le sobre pan y le falte  todo lo demás. 

Desde la Avenida de la Constitución.

Callejeando hacia San Cristóbal.

Ya diviso una buena parcela de la ciudad.

Rincones.

Casi he llegado al mirador de San Cristóbal.

Aljibe de San Cristóbal.

Iglesia de San Cristóbal.

Plaza junto a San Bartolomé.

Carmen de las Tres Estrellas.

Callejón del alto Albaicín.

Entre flores a la espera del sol.

Iglesia  El Salvador.

Calle de La Charca.

Exterior del palacio de Dal-al-horra.

Ganándose la vida.

Iglesia de San Nicolás.

Uno de los patios del Centro de Estudios Árabes.

Portillo de acceso al aljibe del Centro de Estudios.

Interior del patio con la entrada a la biblioteca al fondo.

Generalife.

Panorámica del jardín del Centro de Estudios.

Cuesta de los Chinos.

Puerta de acceso, muralla y torreones defensivos.

Salida del agua sobrante del monumento que volverá al río Darro,.

Colores.

El agua elemento vital de la Alhambra.

Iglesia de Santa Ana.

Parte del Albaicín desde el mirador.

Bajando a Plaza Nueva.

Fachada de la catedral de Granada.



Fecha: 26-9-2012                                                                                                             


GRANADA paseando por la ciudad.


No he creido nunca mucho en eso de “hacerse comprender” –en realidad, “comprender” es una cuestión del otro-; debemos expresarnos con la mayor claridad posible, pero no hacernos comprender, ya que en ese forzado empeño nos pasamos peligrosamente al terreno ajeno del vecino, nos alejamos de nosotros, nos falseamos. Ramón Gaya:  Fragmento de Picasso, Novall y el Arte Moderno  España 1971.

Echaremos la culpa a la climatología, esa ciencia inexacta que predice los fenómenos atmosféricos y que hoy me ha impedido salir hacia la sierra como tenía previsto, ayudada en parte por el abandono de última hora de mi acompañante que se ha dejado seducir por las cálidas, sugerentes y acogedoras caricias de las sábanas a primeras horas de la mañana sobre todo cuando se está de vacaciones y se purgan excesos.

Así que levantado y sin desafíos montañeros a la vista he decidido darme un largo paseo por mi ciudad: Granada. No puede faltar en el equipaje de un  pertinaz visitante de calles y lugares la cámara a la que he hecho acompañar hoy de un chubasquero por aquello de: y si al final tienen razón y llueve. A primera hora el cielo mostraba a partes iguales el desteñido azul matutino y el gris plomizo de las nubes. Ambos cambiaban su ubicación rápidamente empujados por el aire, deseosos de ganar la partida.

Salgo de casa y asciendo por la calle Gran Capitán donde me encuentro a trabajadores municipales baldeando las calles, en San Juan de Dios el bullicio lo aporta la gente joven que ocupan las aceras dirigiéndose a las facultades. Desgraciadamente también hay otros que por no tener a donde ir siguen durmiendo en plena calle ajenos a todo lo exterior: han aprendido a desconectarse y perder el miedo a la vulnerabilidad. Desemboco en la Avenida de la Constitución, que en cualquier día claro sirve de marco, mirando al este, para las blancas casas del Albaicín y la sierra detrás, concretamente el Veleta. Hoy sólo se ven las primeras, el segundo era reo de las nubes que en ningún momento de la mañana lo ha liberado. 

Me dirijo hacia la Cuesta de Alhacaba pasando junto a la Puerta de Elvira, pero la abandono casi enseguida, prefiero callejear por las estrechas y empinadas cuestecillas que me acercan hasta el mirador de San Cristóbal. Conforme voy ganado altura en la ascensión de la colina voy teniendo una perspectiva más amplia de la ciudad. El mirador ocupa una extensión de la amplia curva de la antigua carretera de Murcia que rodea a la iglesia. Con excelentes vistas de la ciudad, de la Alhambra y de la sierra, no tiene la fama que el de San Nicolás pero quizás las vistas que desde él se tienen sean más completas.

Me acerco hasta la iglesia ya que detrás se ubica el aljibe árabe perforado en el subsuelo. Se accede a través de unas escaleras en caracol hoy protegidas con una cancela. En una de las paredes ha arraigado una higuera que prospera exuberante tapando buena parte de la vista y que si se le deja estar acabará ocupando todo el lugar. Rodeo la iglesia para hacer una foto desde la plaza en su pared oeste y retorno sobre mis pasos, para dirigirme entre estrechas, cortas y quebradas callejuelas hasta “las cuatro esquinas”, no sin antes visitar la plaza y aljibe de San Bartolomé.

La cuesta de San Gregorio, mil veces recorrida en ambos sentidos en mi infancia está plagada de escolares que se precipitan hacia las puertas de la escuela. A la altura del aljibe tomo a la derecha para visitar el carmen de Las Tres Estrellas que languidece en su abandono a la espera de que alguien se interese por su compra. Poco más adelante desemboco frente a la puerta de otro: “El Amor Perdido”. Conozco el barrio, me siento cómodo transitando por él a la vez que me apabullan los múltiples recuerdos de mis vivencias.

Me es imposible perderme aquí, simulo callejear sin sentido, jugando a descubrir dónde me lleva el azar y éste acaba depositándome en la plaza del Salvador. Rodeo la Iglesia y me encamino hacia la zona de San Nicolás, calle y plaza de la Charca. Antes me acerco hacia el Aljibe del Rey para recordar el horario asignado para las visitas individuales: tengo una pendiente hace tiempo ya que otro día la pertinaz lluvia me impidió saborear el recoleto patio-huerta-jardín que lo adorna. Así como el horario del palacio de Dal-al-horra (martes y jueves por la mañana).

Ahora sí me dirijo hacia la plaza y mirador de San Nicolás donde coincido con un grupo de turistas que rápidamente despìertan la vena artística de un cantaor que acompañado de su guitarra y un palmero tratan de atraer la atención y la generosidad del grupo tratando de hurtarle protagonismo a la Alhambra, para una vez recibidas las dádivas caer en letargo silencioso que seguro conseguirá despertar la llegada del próximo grupo. Aun no es hora de visitar los jardines de la Mezquita por lo que continúo mi caminar.

Me descuelgo por las Tomasas hasta la Cuesta del Chapiz. Quiero acercarme al edificio que ocupa La Escuela de Estudios Árabes para visitar, si me abren, sus jardines. Responden rápidamente a mi llamada facilitándome la entrada, sólo me solicitan que respete los pisos superiores del complejo por estar ocupados por despachos. El complejo consta de varios edificios orquestados sobre un par de  patios, uno de ellos rodeado de altos cipreses, con una alberca rectangular central que ofrece contrastes de colores, la de los peces rojos nadando entre nenúfares verdes y sus flores blancas todo ello sobre un fondo de agua casi negra que se limita a reflejar el nublado día del que disfruto hoy. Complementa el conjunto un amplio y alargado jardín con viejos setos de boj y cipreses salpicado de algunos árboles frutales. Por debajo las escuelas madre del Ave María, por encima el camino del Sacromonte.

Una vez fuera de nuevo, lo primero que advierto es el silencio que he disfrutado durante mi estancia en los jardines. Termino de bajar la cuesta y tras cruzar por el puente el río Darro retomo la subida hacia la Alhambra por la Cuesta de los Chinos. Empinada cuesta a medias escalonada y en su primer tramo empedrada que discurre entre las dos colinas: una (derecha) la de la Alhambra con su línea de muralla y torreones de la que nos separa un arroyo que lleva las aguas sobrantes del monumento y otra (izquierda) en donde se asienta el Generalife con sus huertas. A media altura me vuelvo para observar un retazo del Albaicín delimitado por los laterales de la cuesta.

Una vez arriba, tras pasar bajo las dos arcadas, la moderna para comunicar peatonalmente los dos monumentos y la vieja por donde discurre la acequia que alimenta los jardines y fuentes de la Alhambra, no quiero subir más porque tengo la intención de acercarme al Palacio de Carlos V  para visitar las exposiciones actuales: Sorolla a la que no me dejan entrar por llevar mochila, me sugieren que la deje en consigna (aprovecho que es un pintor muy atractivo para mi mujer y pospongo la visita para algún otro día en que me pueda acompañar) y el Museo de Bellas Artes a la que accedo sin ningún problema.  Estando en el palacio comienza una suave lluvia que hace que me demore paseando entre las columnas de su interior a la espera de que amaine.

Enseguida retomo la bajada para atravesando la Puerta del Vino salir por la Puerta de la Justicia, recorrer el empinado tramo de bosque hasta desembocar en la cuesta de Gomérez para desviarme por encima de la iglesia de Santa Ana. Hacía tiempo en alguno de mis “deambuleos” por la ciudad encontré un mirador a media altura entre el río Darro y las murallas de la Alhambra. Enfrentado al bajo Albaicín es un lugar apenas frecuentado ya que la calle no tiene salida y muere a la puerta de un Carmen. Las vistas de todo el entramado de blancas casas salpicadas con el verde de la vegetación hacen de la panorámica algo muy sugerente, por otro lado el no ser un sitio habitual al que acude el turismo aporta la soledad y tranquilidad necesarias para disfrutar mejor de las vistas.

Antes de volver a Plaza Nueva aprovecho las reparaciones en un abandonado Carmen para, tras pedir permiso, recorrer su interior. El edificio de dos plantas en avanzado abandono no aconseja su visita por lo que me limito a recorrer lo que en su día fueron las distintas paratas del jardín, con una pequeña alberca en su parte más alta, elemento fundamental en todo Carmen granadino. Ubicado justo por debajo de la Torre de la Vela ocupa una parcela con gran desnivel que salva con múltiples tramos escalonados.

De regreso ya a casa definitivamente me sumerjo en la “vorágine” de gente y ruidos que invaden la Gran Vía y los alrededores del Zacatín para desembocar en la Plaza de las Pasiegas e intentar lo imposible: captar con una cámara normal toda la fachada y torre de la Catedral. La plaza es pequeña y el monumento está bastante cerrado por los edificios colindantes, la cercanía impide enmarcar todo el espacio, así que tengo que elegir entre dejar fuera parte de la torre o algo de la fachada.

Termino el recorrido por callejuelas, huyendo del trajín de las más importantes, tratando de aclimatarme de nuevo a los ruidos, prisas y tráfico del quehacer cotidiano de mi ciudad.