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Una panorámica distinta del Trevenque. |
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Peonías en plena floración junto a la fuente del Hervidero. |
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Los Alayos de Dílar. |
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El Trevenque a contraluz. |
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La otra ladera del arroyo Hüenes. |
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Mi acompañante en el tramo duro de ascensión. |
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Disfrutando junto a la cima. |
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Objetivo alcanzado. |
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Las lomas de la cara este arañadas por los aguaceros. |
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Rocas erosionadas con formas caprichosas. |
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El tramo más duro durante la ascensión por la cara oeste. |
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Supervivientes aferrados a la vida. |
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Fuente junto a la pista por debajo de los arenales. |
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Casa - Refugio Rosales. |
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Detalle de la chimenea. |
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Pequeña cascada en el Río Dílar. |
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Río Dílar. |
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Pequeña presa en la toma del Canal de la Espartera. |
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Cerro Hüenes desde el Collado Sevilla. |
Fecha: 23-5-2012
M.I.D.E.:2,2,3,3.
Duración: 6h (25.300p)
Desnivel en subida: 500 metros
Rangos de temperatura: de 12ºC a los 23ºC
La naturaleza deberíamos concebirla no como una herencia para nuestros
descendientes sino como un alquiler de nuestros hijos.
Casi
siempre que me lo solicitan me muestro dispuesto a acompañar al peticionario de
excursión por Sierra Nevada o por cualquier otra sierra de nuestro entorno. No
me molesta lo más mínimo, es más, me alaga el que recurran a mí solicitándome
que haga de guía para dar a conocer lugares serranos a aquellas personas que
muestran disposición e interés por visitarlos, independientemente de su estado
de forma física y por supuesto siempre trato de indagar qué lugares les llaman
más la atención o si muestran alguna preferencia concreta, para tratar de
satisfacerla, dejando aparcadas temporalmente mis preferencias, a la vez que
intento elaborar un recorrido que se adecúe al estado y capacidades físicas de
mi acompañante y a ser posible circular.
Hoy
ha sido uno de esos días en que me he prestado a acompañar a una joven amiga a
hacer un recorrido por la media montaña de Sierra Nevada. Ante las variadas
posibilidades sugeridas, se decantó rápidamente por la subida al Trevenque, por
lo que “imaginé” distintos posibles itinerarios, todos circulares que
incluyeran esa subida y se complementaran con algo más de recorrido para dotar
la salida de más entidad.
Al
final nos decidimos por la subida al Trevenque por su cara oeste, bajarlo por
la cara este, visitar la pequeña represa donde nace el Canal de la Espartera
pasando por el Refugio Rosales y regreso hasta el Collado Sevilla por el
sendero del Canal. Una salida no excesivamente dura ni larga, pero que incluía
un recorrido bastante completo por el que poder apreciar los diferentes
terrenos y vegetación de la media montaña granadina, incluida la visita al río
Dílar.
Iniciamos
la andadura alrededor de las ocho de la mañana, una vez aparcado el vehículo en
el Collado de Sevilla. El día se muestra excelente y la moderada temperatura es
ideal para la marcha. Toca subir desde el mismo inicio. Nos lo tomamos con
calma para que las piernas vayan cogiendo ritmo, haciendo diferentes paradas,
usando como excusa la lectura de los diferentes carteles que nos encontramos
durante el recorrido y que dan a conocer los nombres de los diferentes picos que
tenemos visualmente enfrente (los Alayos del que siempre llama la atención el
denominado “Corazón de la Sandía” con sus 1.872 m. y la Boca de la Pescá) o explicaciones
geológicas sobre la formación de estos arenosos terrenos que pisamos y su
extrema fragilidad.
He
combinado algunos tramos de subida por sendero con otros por la antigua
carretera que ascendía hasta la falta de la montaña, lo que nos ha permitido
alternar los silencios durante las rampas más exigentes con la amena charla en
los tramos en los que la subida se suavizaba. La diferencia de edad que nos
separa ha ayudado a contrastar opiniones sobre diferentes temas desde
perspectivas muy distintas, que no por ello dejaban de tener interés. Siempre
he sido de la opinión que cualquier persona, aun situada ideológica o
temporalmente en las antípodas, que no era en absoluto el caso de hoy, puede dibujar
matices interesantes en la apreciación de las cosas o situaciones y por
supuesto enseñarme a poco que sepa escuchar.
Ya
en plena ascensión al pico en uno de los descansos obligados, pararnos para
aprehender el entorno: la rala vegetación, pequeños grupos de raquíticos pinos,
los “ríos” de arena con su múltiples “afluentes” (uno por barranco), que quedan
a nuestros pies y que el sol de la mañana ilumina de forma especial; las agujas
pétreas que la erosión he respetado por la diferente dureza con su entorno, la
pertinaz insistencia de la vegetación por subsistir en terrenos tan áridos, el
lento caminar loma arriba de alguna cabra montés molestada en su reposo, todo
ello no exento de belleza.
Alrededor
de las diez de la mañana coronamos el Trevenque (2.075 m.) en cuya cima nos
demoramos generosamente, consciente de que el recorrido de hoy no nos va a
ocupar excesivo tiempo, para que mi acompañante disfrute de las vistas a la vez
que macere la satisfacción del logro conseguido. Estos momentos de relax en la
cima de cualquier meta son los que hacen seguir deseando ascender a otras metas
más ambiciosas y hay que aprovecharlas.
La
bajada por la cara este es tanto o más dificultosa que la propia subida, por la
fuerte pendiente de la ladera por la que serpentea el trazado del sendero y por
el piso de arena suelta que obliga a afianzar el pié a cada paso para evitar el
más que probable resbalón. Aquí es donde se aprecia la diferencia de un buen
calzado que nos presta un agarre adecuado y el que no lo es. Una vez abajo, en
la base del pico decidimos recortar a través de los arenales hasta encontrarnos
con la pista que baja hasta el Refugio Rosales, con la parada obligatoria en la
fuente que hay unos metros por encima del carril.
A
partir de aquí nos dejamos caer tranquilamente por la carretera, siempre entre
pinares en los tramos superiores, hasta la parada programada en el refugio
donde había previsto tomarnos el bocadillo. Una vez terminado el
avituallamiento seguir bajando, siguiendo en todo momento la carretera hasta
llegar abajo, junto al río Dílar. En los últimos tramos de la carretera antes
de encontrarnos en el valle del río atravesamos viejos bancales dedicados al
cultivo de nogales salpicados con algún que otro frutal. Arboles que sufren el
abandono de años, carentes de cuidados y que poco a poco van sucumbiendo a la
invasión de majuelos, rosales, zarzas y alguna que otra yedra que acabará
asfixiando a su soporte.
Tengo
la intención una vez abajo de acercarnos hasta la pequeña represa donde se
sitúa la toma del Canal. Un poco antes dejamos a nuestra izquierda una gran
casa con algunas higueras y otros frutales de los que los asiduos hemos degustado
en más de una ocasión, en sus alrededores junto con alguna pequeña parcela
antiguamente cultivada que debió cuidar el personal encargado del mantenimiento
de la acequia hace ya bastantes años. Hoy todo sumido en un largo abandono ha
acabado integrándose en el paisaje circundante, no destacando ni siquiera las
higueras, todo junto a la casa que permanece cerrada y que extrañamente aun no ha
sido “violada”.
Refrescarnos
en el río ya que el calor aprieta y retomar la marcha por el sendero del Canal
hasta volver al Collado Sevilla. A medio camino aprovechar un pequeño mirador
natural sobre el río para visualizar una pequeña y ruidosa cascada, ya que no
volveremos a ver el agua en lo que queda de recorrido. Trayecto en el que
empleamos poco más de una hora, para ya en el vehículo (alrededor de las dos de
la tarde) iniciar el descenso hacia Granada.
Recordatorio: en nuestras salidas al
campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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