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A poco de comenzar me encuentro la primera fuente. |
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El recorrido está salpicado de cortijos, unos en mejor estado que otros. |
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A veces se comparte el sendero con todo tipo de "senderistas". |
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Típica construcción de la Alpujarra granadina. |
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Voy ascendiendo y ampliando horizontes. |
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Durante la subida atravieso dos acequias: Gorda y Mingo. |
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Desde la Campiñuela ya diviso las chorreras de la laguna Hondera. |
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Resto de ventisquero junto al río. |
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La laguna Hondera me da la bienvenida a Siete Lagunas. |
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Desde la loma del Mulhacén (Cuesta del Resuello) veo a un grupo que se dirige hacia la Alcazaba. |
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Mis dos compañeras "adosadas" de hoy casi tan cansadas como yo. |
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Durante mi recorrido por SieteLagunas. |
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Todavía quedaban algunos ventisqueros. |
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Imágenes de las distintas lagunas visitadas. |
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Esta , un poco más alta conserva hielo. |
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La abundancia relativa de nieve es engañosa ya que está muy blanda y no durará. |
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Las chorreras del desagüe de la última laguna. |
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El agua se despeña ladera abajo perdiendo altura precipitadamente. |
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A pié de cascada el ruido es atronador, pero merece la pena acercarse y ser salpicado. |
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Ya en Trevélez, típica fachada adornada de macetas. |
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Curiosa forma de hacer ventanas. |
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De regreso me paro un momento junto a esta construcción en rehabilitación: siempre me ha gustado. |
Fecha: 30-5-2012 Plaza
de Trevélez 7’30h.
M.I.D.E.:2,3,4,4. Campiñuela 9’30h
Duración: 8h45’ (26.300p) Siete
Lagunas 10’50h
Desnivel en subida: 1.724 metros Loma Mulhacén (2.200m) 11’30
Temperatura: de 13’5ºC a los 24’5ºC Bajada (7 Lagunas a Trevélez) 2’45h
En la
primera semana de julio del año pasado hice un recorrido similar al de hoy,
iniciando la andadura desde la población de Trevélez (1.476 m), subí hasta la
Alcazaba (3.371 m). Recuerdo que cuando llegué a Siete Lagunas, tuve dudas de
si subir a la Alcazaba o elegir el Mulhacén (3.482 m). Al final y por ser fiel
a mis informaciones previas dejadas en casa opté por el primero dejando el
segundo para otra ocasión.
La semana
pasada tenía previsto hacer ese recorrido pero la petición de acompañamiento
que me hizo una amiga al Trevenque, demoró una semana el itinerario que por fin
afronto hoy. He tenido dudas hasta el último momento dado que las previsiones
metereológicas no eran excesivamente alagüeñas ya que anunciaban posibles
tormentas en las sierras, pero en el último momento rebajaron las predicciones,
como mucho, a débiles chaparrones por lo que me he decidido a intentar subir.
Trevélez es
un pueblo de la Alpujarra Granadina que presume de altura, ubicado en las
faldas de Sierra Nevada, es inicio de algunos senderos que tienen en común
entre ellos los fuertes desniveles que hay que afrontar si de subir a Sierra
Nevada se trata, ya que las cimas están geográficamente muy cerca de la
población y la diferencia de altura se salva en poco espacio. Es normal
encontrarse con desniveles cercanos a los 2.000 m. a poco que nos adentremos en
el macizo.
La distancia
a salvar por carretera es de algo menos de 100 km. por lo que decido madrugar;
primero porque hay tramos de carretera muy revirados y estrechos y, segundo por
mi afán de comenzar a andar cuanto antes para evitar en lo posible, que las
horas de calor me pillen todavía en la subida. A las siete y media ya estoy
aparcando el coche en la plaza del Barrio Alto de Trevélez para una vez cargado
con mochila, cámara y bastones iniciar el sendero señalizado que arranca junto
al lavadero público que existe en la parte más alta del barrio.
Del
recorrido de subida hasta Siete Lagunas no voy a hablar mucho ya que lo hice en
la entrada del pasado 7-7-2011 (Trevélez – Siete Lagunas – Alcazaba). Lo que sí
os comentaré es que al cruzar la Acequia Gorda se me “adosaron” dos perras
ávidas de aventuras y con muchas ganas de rastrear media sierra y ya no me
abandonaron hasta el regreso al pueblo. Esta compañía entretenida por un lado
me impidió que avistara ningún animal ya que se encargaban ellas, al ir
continuamente olisqueando el terreno en sus amplias batidas, de espantarlos o
hacerlos esconder. Con deciros que la única cabra que vi fue a bastante
distancia y asustada por una de las perras en las chorreras de la Laguna
Hondera.
El
recorrido entre las dos acequias que cruza el sendero en su ascensión (la Gorda
primero y la del Mingo después, unos metros por debajo de la Campiñuela 2.400
m) está cubierto por raquíticos pinos que no sólo no han crecido desde mi
anterior visita sino que la mayoría de ellos presentan un aspecto lamentable.
Muchos de ellos secos en su totalidad o
en buena parte de su ramaje, imagino que por sumarse a las duras condiciones
climáticas que soportan la constante acción de las orugas (procesionaria) cuyos
nidos se enseñorean en sus ramas.
Una vez llegado
a Siete Lagunas, me percato de que no estoy muy pletórico de fuerzas: las
piernas las tengo algo pesadas y los gemelos un poco cargados, me planteo dejar
la subida al Mulhacén cambiándola por un recorrido, mucho más suave por las
lagunas, opción muy atractiva para mí ya que siempre me ha despertado un
interés especial este paraje de la sierra (mitificaciones infantiles? supongo
que debido a reminiscencias de mis primeras experiencias serranas). Al final
decido intentar la subida. El sendero apenas visible en la distancia arranca
junto al refugio natural de Siete Lagunas: una oquedad bajo las rocas
suplementada con muretes de lajas al sur de la desembocadura de la laguna y
unos metros por encima de ella.
Me acerqué
para verlo y me sorprendió la cantidad de moscas y mosquitos que mi presencia
puso en movimiento, no aconsejo pasar la noche en él, so pena de amanecer con
multitud de ronchas y algún decilitro menos de sangre, no olvidar que
acostumbrados a las recias pieles de los animales autóctonos, la nuestra les
debe parecer pura mantequilla. Los restos de comida junto a algún otro desecho
y la sombra proporcionada por las rocas propician que allí se reúnan buena
parte de los insectos alados que ocupan estos lares.
Inicio la
subida para un rato después convencerme de que me he equivocado al elegir la
opción de subida. Madiada la Cuesta del Resuello a mí se me acaba el mío, las
piernas apenas me responden y cada paso me supone un fuerte acto de voluntad:
no merece la pena seguir, por lo que decido dar la vuelta aproximadamente en la
cota 3.200 m. Volver a bajar, buscar uno de los nacimientos de agua que
alimentan la laguna y sentarme a disfrutar, a la vez que me recupero comiendo
algo.
Ya que
estoy aquí decido hacer un breve recorrido por las lagunas más bajas, recorrido
bastante menos exigente que el intento anterior y que con el fin de avanzar en el proceso de
recuperación afronto con mucha calma ya que se prolonga durante una hora y
media, más que caminar me dedico a pasear. No llego a visitar las dos lagunas más
altas para no castigarme demasiado consciente de que la bajada es larga y dura
y mi estado de forma no es el óptimo.
Se me
ocurre que después de todo no está mal haber sido capaz de mover mis ochenta y pico
de kilos, junto con algunos mas adosados a la espalda de la mochila más de 1700
m. en subida para luego pasearlos por el recorrido de las lagunas y terminar
bajándolos de nuevo hasta el pueblo. La subida al Mulhacén por este recorrido va
a quedar relegada para otra ocasión en que la “fuerza me acompañe”.
A lo largo
de la mañana, además de la pertinaz compañía de las dos perras, que con sus
idas y venidas, unas veces adelantándose hasta perderlas de vista, para acto
seguido regresar corriendo cerciorándose de que sigo por allí, otras volcando
lomas con una agilidad envidiable siempre con la nariz cerca del suelo para que
no se les escape el más mínimo olor, han hecho al menos cuatro subidas a la par
que yo no he conseguido terminar una solamente.
Decía que
además de esa doble compañía, a lo largo de la jornada me he ido cruzando con
bastantes esforzados que habían elegido el mismo recorrido que yo, más un grupo
que viniendo del Refugio Poqueira se encaminaron a través del “Canuto de la
Altera” a conquistar la Alcazaba. Durante la bajada, a pesar del calor y la
avanzada hora todavía me he cruzado con un par de parejas que afrontaban la
fuerte subida aderezada por el intermitente sol que a veces conseguía abrirse
paso a través de las nubes presentes durante toda la jornada.
Abajo, ya
en el pueblo me demoro en el lavadero para refrescarme y lavarme un poco la sal
de la cara acumulada por la sudoración de toda la jornada, momento que
aprovechan mis dos acompañantes caninos para desaparecer sigilosamente, imagino
que en busca de descanso y comida, o quizás en busca de nuevas y excitantes
aventuras.
Recordatorio: en nuestras salidas al
campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
Hermosa culebra de escalera. Muerde pero no es venenosa.
ResponderEliminarMuy buenas fotos.
Enhorabuena.