Hotel junto al que aparco |
Río Velillos remansado |
Primer contacto visual con el castillo de Moclín. |
Fuente..... a ni me la dió con un día expléndido. |
Los lirios del campo al menos tan antiguos como los mas antiguos textos. |
La pasarela que cruza el río ocasiona algunos problemas de estabilidad a los transeuntes. |
Pasarela volada sobre el lecho del río totalmente remozada. |
En el área Corcuera donde los constructores idearon un labarinto, que el agua debe resolver para encontrar la salida |
Ermita de San Antón haciendo de enlace entre el pueblo y el castillo. |
Casa Pósito del Pan. Tanta fue su importancia que en su día llegó a prestar dinero al rey. |
Torreón defensivo junto a la entrada del castillo |
En un cerro anejo encuentro estas trincheras de la guerra civil. |
Y junto a las trincheras también me encuentro con una "fábrica" de ruedas de molino con alguna casi acabada y abandonada. |
Vista del castillo desde el sendero en pleno acercamiento. |
Pinturas rupestres en un abrigo de la pared junto a una parcela de olivos. |
El sendero zizaguea por la ladera para poder coronar el lado derecho del acantilado. |
Recordando a unos, maltratada por otros. |
Tres asomadas siguiendo mis movimientos ladera abajo. |
Buscando parajes más llanos donde las prisas se diluyen. |
Formaciones rocosas de travertinos, vestigios de épocas más húmedas. |
Ya de regreso me paro para fotografiar la Sierra Arana desde el Pantano Cubillas. |
Fecha: 8-2-2012
M.I.D.E.:2,2,2,2
Duración: 6’5 horas (23.000p)
Desnivel en subida: 400 metros
Rangos de temperatura: de 0’5ºC a los 5’5ºC
Era una fresca mañana de primeros
de febrero en la que no tenía excesivas ganas de andar por lo que busqué una
ruta que no fuera muy larga y tampoco muy dura. Después de ardua búsqueda
encontré un posible recorrido, totalmente desconocido para mí, que seguía, al
menos durante un rato parte del río Velillos, concretamente entre el pueblo de
Olivares y el de Moclín, transitando junto al río la parte más estrecha del
barranco por donde discurre. Este recorrido se conoce con diferentes nombres:
la “Hoz”, “Gollizno” (estrechura de un paraje) o simplemente río Velillos
Olivares es un pequeño pueblo que no llega a
los 1.050 habitantes, enclavado a una altitud de 695 metros, en el interior de
la comarca granadina denominada “montes
occidentales”, dista unos 30 kilómetros de Granada y pertenece al municipio de
Moclín. Este pequeño pueblo es un reino de silencio a lo que le ayuda el estar
rodeado de grandes montañas con abruptos cortados por los que discurre el río
Velillos que atraviesa la población.
Moclín se ubica a más altura que
el anterior (1.065 m) y con algo más de 4.200 habitantes, ostenta la cabecera de
la comarca que engloba a otros pequeños pueblos como son: Tiena, Olivares,
Puerto Lope, Tozar, Limones y Gumiel, que suman en total alrededor de los 9.000
habitantes. En estos territorios ocupados ancestralmente por el hombre
encontramos restos de las distintas épocas, desde pinturas rupestres en varias
de sus cuevas, restos romanos y como no, construcciones defensivas heredadas
del dominio árabe, como son las distintas torres que jalonan los cerros o el propio castillo de
Moclín.
Como el sendero de hoy comienza
en Olivares, hasta allí me desplazo con el vehículo. Desde Granada por la
carretera de Córdoba para una vez en Pinos Puente, casi ya acabado el pueblo,
tomar un desvío a la derecha en que nos anuncian la tríada de pueblos:
Olivares, Tozar y Limones. La carretera aunque estrecha está en perfecto
estado. Una vez llegado al pueblo dejarme llevar por los letreros que anuncian
el sendero. Acabaré en un estrecho carril de tierra junto a lo que aparenta
un hotel o establecimiento rural con indicios de que permanece cerrado y algo
abandonado. Yo he aparcado un poco antes de llegar a este edificio en un
ensanchamiento de la carretera, todavía en carretera asfaltada.
Se pasa por debajo del propio
establecimiento y tras unos minutos de llaneo, transitando por un carril de tierra, por el margen derecho del rio
Velillos (o Frailes) enseguida llegamos a lo que fue una Fábrica de Luz, en
restauración actualmente. Por un pequeño y bastante nuevo puente de tablas cruzaremos por
primera vez el río para iniciar realmente el sendero. Estos primeros pasos los
hacemos dejando a ambos lados, parcelas aparatadas para el cultivo de hortalizas y algunos bancales dedicados al olivo (de aquí le
debe venir el nombre al pueblo ya que es y con diferencia el monocultivo por excelencia de la zona), para después de ganar unos metros encontrarme
con la fuente de la “Buena Ventura” a escasos metros por encima del propio cauce del rio. Procede esta agua de las surgencias a pie
de los farallones pétreos que se divisan algo más arriba y que cierran por ambos lados el
cauce.
Tras una corta subida en que el
sendero, dada su pendiente, han tratado de protegerlo de las correntías con
gruesos maderos transversales ancladas en el suelo, llegamos a un largo y cimbreante puente
colgante que atraviesa de nuevo el río, salvando una caída de unos 10 metros,
para ya en la otra orilla continuar por una pasarela de madera volada sobre el
propio caudal y anclada a la vertical pared rocosa del desfiladero. Nos
encontramos en la parte más angosta de la garganta. Tanto a izquierda como a
derecha se levantan dos paredes verticales rocosas que deben superar la centena
de metros.
En algunas entradas antiguas que
he encontrado en internet sobre este recorrido hablaban del mal estado de la
pasarela, hoy estaba en inmejorables condiciones después de sufrir una rehabilitación
“total” hace dos o tres años. Me ha recordado el trayecto por el río Castril.
Tanto el puente, la propia pasarela como todo el recorrido hasta Moclín está en
perfecto estado, total y profusamente señalizado.
Toda la vegetación de ribera que
acompaña al rio en este tramo esta pelada dada la época en que nos encontramos.
En otoño (y tomo nota mental) debe ser un recorrido espectacular por la
diversidad de colorido que mostrará. De todas formas aun en su desnudo total de
hojas sigue ostentando belleza. La cinta de agua atravesando el desfiladero
ribeteado por la vegetación a ambos lados, tiene mucho encanto. A ello ayuda la
gran cantidad de aves que transitan por toda la garganta, sobre todo vandadas de palomas dueñas de los acantilados, las carreras de los
asustadizos zorros y las omnipresentes cabras.
Terminada la pasarela se abre
algo la garganta y transitamos por entre álamos hacia una subida que dibujada
por los postes y las cuerdas aparece clara en la loma. Hay que remontar un buen
puñado de metros para salvar uno de los lados del acantilado. El sendero zizaguea
para ganar la parte alta del desfiladero. Han habilitado arriba un mirador con
vistas al barranco desde donde aprecio cómo el rio vuelve a circular por unos
estrechísimos cahorros aptos para el desarrollo del barranquismo, aquí no hay
ayuda de puentes ni de pasarelas. Desde este mismo mirador divisamos a media
loma, justo enfrente mía, el pueblo de Tózar.
Mientras permanezco dentro del
estrecho desfiladero me llama la atención el extraño eco que producen los
ruidos de los reactores que lo atraviesan por encima. El tráfico es intenso, lo
que hace que se repita el fenómeno varias veces mientras dura la estancia por
la estrecha garganta.
Unos escasos cien metros más
adelante me encuentro con una recoleta área recreativa que cuenta con unas
cuantas mesas y sus correspondientes bancos y no menos de tres fuentes
(Corcuera), alguna de ellas con un desagüe ciertamente original. Ubicada junto
a un carril que da servicio a unos bancales de olivos que se encuentran poco
más arriba. Aquí el sendero se sirve del carril escasos metros para separarse
de nuevo enseguida y ahora ya por pinar de repoblación ascender decididamente
al cerro donde se ubica el castillo de Moclín. Este sendero termina junto a las
casas más altas del pueblo a las puertas de la ermita de San Antón, con una curiosa placa recogiendo versos dedicados a la memoria de uno de sus capellanes. A mi
izquierda y en cascada acoplándose a la pendiente ladera las casas del pueblo;
a mi derecha y en cuesta hasta coronar el cerro el castillo.
Me decido por el segundo para
tras pasar por las cercanías del Pósito
del Pan, importante organismo fundado en el siglo XVI para almacenaje del trigo,
seguir ascendiendo hasta alcanzar el Santuario del Cristo del Paño, construido sobre
la antigua mezquita, hoy cerrado y ubicado ya “intra-muros” del castillo
que al estar actualmente en reparación que me ha sido vedado un amplio recorrido.
Sólo he podido ver algunos torreones de la cara oeste ya reconstruidos y abiertos a curiosos y visitantes. Ubicado coronando un
cerro de cota 1.117 metros, permite el control de todas las depresiones que lo
rodean. No en vano ejerció como llave de acceso a Granada, muestra de ello es
que en cuanto cayó Moclín en el año 1.486 posibilitó que en sólo seis años se
conquistara la ciudad de Granada.
Decido hacer el regreso por el
mismo recorrido que a la sabida. Nada más iniciar la bajada llevado por mi insaciable
curiosidad me adentro por un senderillo que, para sorpresa mía, me va a llevar tras
atravesar unas parcelas dedicadas antaño al cultivo de almendros, actualmente en total abandono, a
una zona de trincheras que jalonan un cerro al oeste del ocupado por el
castillo. Quedan varias construcciones típicas de los asentamientos de
vigilancia de la guerra civil, muy similares a los visitados en la sierra de
Viznar y tantas otras zonas donde los prominencias geográficas eran codiciadas por ambos bandos, pasadizos soterrados y casamatas de hormigón aprovechando las formas del
terreno parar ahorrar parte de la construcción a la vez que disimularlas lo máximo posible.
Pero
la sorpresa es doble cuando en mi deambular por la zona descubro una “fábrica”
(cantera) de ruedas de molino de las que aún quedan vestigios en la zona, como
son algunos pilares con formas redondeadas a medio terminar de los que
presumiblemente sacarían posteriormente las piedras e incluso algunas de éstas
abandonadas sobre la propia cantera con algún ejemplar en avanzado estado de talla, otras a medio terminar, incluso alguna
prácticamente lista para su transporte a destino.
Volver sobre mis pasos para retomar el sendero. Casi acabado de atravesar el pinar de repoblación y un poco por encima
del área recreativa Corcuera, el camino pasa junto a un olivar delimitado por
un alto paredón vertical rocoso con multitud de pequeñas cuevas y abrigos y
siguiendo las indicaciones de los paneles informativos descubrir, tras
atravesar los olivos que me separan de la pared, un pequeño abrigo con pinturas
rupestres. La pintura está muy desvaída por lo que si no te ubicas casi encima son
de difícil localización y aún así, las figuras aparecen desdibujadas
perdiéndose los contornos, aunque pienso que a veces es bueno que así sea. El
tiempo, algunas lamentables raspaduras y la falta de cuidado han hecho casi
desaparecer estos vestigios de nuestros antepasados. Por estos contornos hay
hasta seis cuevas-abrigos que pueden presumir de haber cobijado a nuestros ancnetros y prueba de ello es que muestran pinturas todas ellas, lo que da fe de las preferencias de nuestros antepasados por habitar estas laderas.
De nuevo bajar hasta encontrar la pasarela
y el puente para reiniciar la subida en un ramal con poste indicador que
anuncia camino de Tózar. Me percaté de su existencia durante la ida, pero
consciente de que el trayecto de hoy era corto lo dejé para recorrerlo, al
menos en parte, a la vuelta.
Es un sendero bastante menos frecuentado
que el de Moclín, hecho visible por la cantidad de vegetación que lo va
invadiendo, que tras innumerables eses loma arriba salva un par de centenares
de metros para alcanzar un falso collado, y digo falso porque una vez en él me
doy cuenta que he de subir algunos metros más para coronar definitivamente, hasta
desembocar de nuevo en parcelas aparatadas de cultivos y enlazar poco después con
una pista que se encamina al pueblo. No despierta mi interés la pista, por lo
que decido volver sobre mis pasos y recuperar el sendero inicial junto al río.
Esta subida al pie de una pared rocosa es el posadero de una amplia bandada de
palomas y el sitio de pasto de un pequeño rebaño de cabras, a unas y otras
espanto en la subida y no vuelven a ocupar sus posiciones hasta que me ven de
nuevo bien bajo, ya junto al río.
De nuevo en Olivares decido hacer el camino
de regreso hasta Granada por la carretera que lo une a Colomera, para lo que
tengo que atravesar todo el pueblo y ascender por dirección contraria a la que
usé para entrar esta mañana, simplemente por cambiar algo el recorrido y
consciente de que la diferencia kilométrica va a ser escasa. Aprovecho en estos
trayectos de acercamiento o retirada para descubrir, si los hay, senderos
señalizados por la zona que me puedan servir para futuras escapadas.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras
pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e
inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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