jueves, 23 de febrero de 2012

Cahorros-Hüenes-Central Tranvías (Monachil - Granada)

Recorrido por los cahorros bajos

A primera hora son las dueñas de estos parajes.
Entrando en el profundo desfiladero por el que transita el río Monachil

Bajo el puente colgante puedo ver esta cascada del sobrante de la acequia

El puente colgante más largo que salva el río en el paraje de Los Cahorros

El sendero dentro del desfiladero al que apenas deja espacio el río encajonado

En algún corto tramo no se puede caminar de pié por falta de espacio.

A la salida del desfiladero nos encontramos con rocas de llamativas formas.

Río Monachil con poco caudal, sangrado por diferentes acequias

Más arriba de los Cahorros el sendero presenta este aspecto nevado

Conforme gano altura la nieve se hace cada vez más presente

Hoy ha sido la auténtica protagonista ocupando casi todo el recorrido

Barranco por el que discurre el río Monachil


Me encuentro rocas en posiciones inverosímiles

Restos de la casa-control de la toma de la central de La Vega, abandonada y en ruinas.

Si dejamos volar la imaginación las rocas pueden asemejar cualquier cosa

Elementos para el control del caudal del agua en las acequias

De nuevo en los Cahorros Bajos haciendo un exhaustivo recorrido

Parte trasera de la central Tranvías habilitada como area recreativa

Fachada principal de la central eléctrica

Junto al rio en los Cahorros Bajos se encuentran rincones con mucho atractivo







Fecha: 25-1-2012             
M.I.D.E.:2,2,3,3
Duración: 8 horas (28.900p)
Desnivel en subida: 1000 metros
Rangos de temperatura: de 2’5ºC a los 15’5ºC


Aunque siempre tengo en la recámara variados y diversos recorridos por hacer tanto en la Sierra Mágina, como en la de Alhama, hoy no me apetecía hacer muchos kilómetros en el coche para acercarme a ninguno de ellos, por lo que he recurrido a mi lista de “sitios a visitar” y me he decidido por uno que está muy cerca de Granada, menos de 15 kilómetros, en las faldas de Sierra Nevada, término municipal de Monachil.

Revisando las entradas al blog pasadas descubro, pura coincidencia, que hace prácticamente un año que hice parte de este recorrido en sentido inverso, dejando el coche arriba en “El Purche”, bajé hasta los Cahorros y volví. Hoy voy a comenzar el recorrido un poco por encima del pueblo de Monachil (792 m). A la salida del pueblo, dirección: Purche. A la derecha hay una amplia explanada, antigua era, habilitada actualmente como aparcamiento.

Me voy a mover por una zona de media montaña de materiales calizos, bastantes más recientes que los silíceos de las altas cumbres de Sierra Nevada, lo que favores formaciones mucho más abruptas pero muy erosionables. El valle en pronunciada V del río Monachil por su pobre suelo, la acción tradicional humana y su altitud, da lugar a una vegetación de arbustos que convive con las plantas de ribera, como las mimbres, los álamos, los juncos y el espartal. Esto condiciona a la fauna, haciendo abundantes las aves insectívoras y granívoras; no faltan los anfibios y entre los mamíferos cabe destacar el jabalí y la cabra montés.

Hay dos opciones para visitar los Cahorros. Uno de los accesos parte del propio aparcamiento mencionado, discurriendo por la solana, aunque actualmente enseña un cartel de “cortado por obras”, no creo que afecte a los peatones, hasta converger con el otro al inicio del largo puente colgante que tradicionalmente le ha dado un atractivo especial al paraje. El segundo arranca una cincuentena de metros por debajo del aparcamiento por un carril perfectamente señalizado como Cohorros Bajos, el escogido por mí para hoy. Los dos son igualmente útiles para nuestro propósito. En uno se hace casi toda la sabida al principio para después llanear y en el otro viceversa.

Antiguamente sólo existía un puente colgante en la ruta y el acceso se hacía por arriba. El puente tuvo épocas en que había que echarle valor para cruzarlo, ya que no presentaba un aspecto muy seguro, tanto los anclajes como los cables de sujeción y el propio entramado de tablas que servía de piso, el cual mostraba más de un claro sospechoso hacían dudar de su resistencia, a todas estas incertidumbres sumábamos el excesivo bamboleo que adquiría cuando se llegada a la segunda mitad de su recorrido, aspecto que más de una vez se aprovechaba por los que faltaban por pasar o los que  ya finalizaban el mismo, para incrementar artificialmente el efecto “cuna” con el natural  aumento de inseguridad lo que hacía que las dudas razonables se convirtieran en imperiosas, llegando a negarse alguno a pasar. Hoy totalmente remozado, apenas adquiere bamboleo aunque lo pasen varias personas simultáneamente. Tanto los agarres como los gruesos cables de acero trenzado que lo sustentan así como los abundantes tablones de su suelo ofrecen plenas garantías.

El ayuntamiento habilitó en su día un recorrido por la parte más baja del río Monachil denominado “Cahorros bajos” con varios puentes colgantes de menor entidad que el principal de más arriba, como recurso común cada vez que hay que cruzar el cauce  y que en un recorrido salpicado de pequeñas subidas y bajadas escalonadas recorren estos parajes del rio, donde se ofrece la posibilidad de desviándose por una de las propuestas, acercarse a visitar la central “De Tranvías”. Nombre que recuerda que se construyó en su día para abastecer de electricidad a éstos cuando recorrían Granada y enlazaban ésta con sus pueblos de lo que hoy es área metropolitana. Tras algunos tramos de subida y bajada junto al cauce del río acaba enlazando con el inicio del largo puente colgante que ya definitivamente nos introduce en el desfiladero.

El río Monachil nace a los pies del Veleta (Sierra Nevada) y recorre todo el término municipal del pueblo de este a oeste. En este paraje ha tenido que labrar un largo y profundo desfiladero entre paredes rocosas que algunos sitios ostentan más de un centenar de metros como recurso para acceder a la más baja vega de Granada, donde desemboca y alimenta al Genil. Este tramo del río encajonado entre paredes rocosas verticales es especialmente atractivo en varios sentidos. Uno visualmente, ya que el sendero va junto al cauce por el margen izquierdo sobre un murete de hormigón hurtándole espacio a la pared rocosa, tanto es así que en algunos tramos hay que ayudarse con agarraderas ancladas a la roca y en otros pasar a gatas porque las salientes rocas nos impiden el caminar erguidos, incluso en un corto tramo se invita a descender por el propio lecho del rio para salvar la pared rocosa.

El otro se descubre con sólo elevar la mirada por las verticales paredes que flanquean el cauce. Están literalmente cubiertas de anclajes para hacer escalada. Estas paredes desde hace años han servido para la práctica de este deporte, sobre todo a nivel de aprendizaje ya que, sin ser un entendido en la materia, creo que están todas las posibles vías abiertas mediante fijaciones perennes. Hace algunas décadas para mí, tenía otro atractivo añadido, la abundancia de excelentes moras de zarzal, por su tamaño y dulzor, que abundaban por todo el cauce del río y hacían que la visita además de bella fuera apetecida culinariamente.

Una vez pasado el tramo estrecho de desfiladero, cuando el barranco se abre algo más y antes de llegar a la central eléctrica de “La Vega”, en un pequeño collado a la derecha, según el sentido de la marcha, destacan unos postes informando de distintas opciones para los senderistas. Abandono el sendero que traigo para acercarme a ellas y elegir una que me indica como destino “Fuente Fría”, que casualmente es la que ofrece a simple vista mayor subida. El sendero que parte del nivel del río tiene que ascender de forma pronunciada y yo con él para ganar altura. El estar el río prácticamente encajonado en la pronunciada V que ha ido labrando en el discurrir de los milenios hace que la primera hora sea de fuerte subida hasta llegar a un carril que la atraviesa la loma del Hüenes a media altura, lo sigo continuando la subida pero algo más llevadera, en dirección este, hasta acercarme al paraje de Fuente Fría, que hace honor a su nombre al menos el agua acumulada en la pileta esta helada y algunos trozos muestras gran espesor.

Durante toda la ascensión me estoy moviendo por la gran loma del Hüenes (1.797 m) en su cara norte y a partir de ahora, sin dejarlo, me encamino hacia Cerro Gordo (1.822 m.). La intención era coronarlo pero debido a la ubicación en zona de umbría de prácticamente todo el trazado, la nieve cada vez muestra mayor grosor dificultándome excesivamente el caminar, por lo que antes de llegar arriba decido dar media vuelta y recorrer la loma por cotas algo más bajas, donde la nieve es más escasa y el transitar  no se hace tan penoso. Son casi las doce y harto de deambular por la loma y tras disfrutar con los juegos persecutorios por la nieve de una pareja de zorros (pueden estar en celo actualmente), hasta que percatados de mi presencia desaparecen, decido desaparecer yo también retomando el sendero que me trajo hasta aquí y que tuve la precaución de balizar porque en su último tramo pasaba totalmente desapercibido, no sin antes, aprovechando una zona soleada, tomarme el bocadillo aposentado a uno de los innumerables apilamientos de troncos de las limpias del verano pasado que abundan por toda la zona.

Una vez abajo, de nuevo junto al rio, decido ampliar un poco el recorrido acercándome a la central eléctrica “La Vega”, para ascender hasta el arranque del tubo de caída, unos cien metros más arriba, donde había divisado una construcción en mi deambular por la loma de enfrente. Tras encontrar un casi perdido sendero que no debe usarse desde bastante años que asciende junto al conducto de bajada consigo llegar arriba para descubrir que la construcción está prácticamente en ruinas y se ha automatizado la entrada del agua en el tubo de caída. El edificio debió ser la vivienda del personal encargado del control ya que contaba hasta con un horno de leña exterior. Hoy todo en ruinas, me ha dado la impresión de que se puede controlar todo el proceso desde abajo, desde la propia central.

El descenso lo hago por un carril de tierra que arrancando desde el propio Purche, pasa cerca y da servicio a la propia central. El recorrido es bastante más largo que el de subida pero este inconveniente es sobradamente compensado por su comodidad. En uno de los arcenes, bastante arriba, me encuentro los restos de  un jabalí, del que la mayor parte ya ha servido de alimento a otros. Una vez abajo recorrer de nuevo el tramo de sendero que me acerca de nuevo a los Cahorros, para una vez llegado a ellos demorarme extensamente por los distintos recorridos habilitados en la zona baja.

En la anterior visita a este paraje obvié la visita a la central eléctrica de “Tranvías”, la tercera y más baja alimentada por el río Monachil, ubicada ya a las mismas puertas del pueblo. En un corto recorrido que acompaña al río por el barranco abajo, lindando con huertos privados hasta llegar a la tubería de bajada, donde se convierte en rampa escalonada para acercarnos hasta la propia central. Rodeando a ésta en su parte alta hay una zona de recreo con fuente, bancos y barbacoa y en la fachada principal de la misma, junto a una de las puertas, en una placa sobre azulejo se nos informa que fue el Ayuntamiento de Monachil el que rehabilitó la instalación el 12 de marzo de 1991. Actualmente está en funcionamiento así como las dos superiores.

Si bien este entorno se puede visitar a lo largo de todo el año, por la cercanía a Granada capital y por el ameno y corto recorrido, si nos quedamos abajo, además de ser apropiado para hacerlo en familia, con la seguridad de que los críos van a disfrutar de lo lindo. También es cierto que el mayor encanto lo va a mostrar en la primavera, y si queremos disfrutar del colorido mostrado por toda la vegetación de ribera que ocupa las márgenes del río, va a ser pletórica a finales del otoño, no por ello hay que descartar el verano, porque el estar casi todo el conjunto en permanente sombra con abundante agua durante todo el recorrido a lo largo de todo el año hace que reine un ambiente fresco hasta en los días más calurosos del estío.

Aunque el recordatorio final lo he hecho fijo en todas mis entradas, no me cansaré de repetir la necesidad de transportar de vuelta todos los desperdicios de la jornada. En un recorrido como el descrito, por su belleza intrínseca, su cercanía y su accesibilidad, deberíamos ser todos los visitantes muy sensibles a la suciedad. Lamentablemente no es así y me he encontrado latas, plásticos, papeles, botellas, etc., en prácticamente cualquier punto del sendero, tanto en el trazado como en el propio lecho del río. Bajo el puente colgante principal, al que he bajado para hacer unas fotos, en el propio cauce me he encontrado “de todo”: una verdadera lástima.

Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

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