Recorrido por los cahorros bajos |
A primera hora son las dueñas de estos parajes. |
Entrando en el profundo desfiladero por el que transita el río Monachil |
Bajo el puente colgante puedo ver esta cascada del sobrante de la acequia |
El puente colgante más largo que salva el río en el paraje de Los Cahorros |
El sendero dentro del desfiladero al que apenas deja espacio el río encajonado |
En algún corto tramo no se puede caminar de pié por falta de espacio. |
A la salida del desfiladero nos encontramos con rocas de llamativas formas. |
Río Monachil con poco caudal, sangrado por diferentes acequias |
Más arriba de los Cahorros el sendero presenta este aspecto nevado |
Conforme gano altura la nieve se hace cada vez más presente |
Hoy ha sido la auténtica protagonista ocupando casi todo el recorrido |
Barranco por el que discurre el río Monachil |
Me encuentro rocas en posiciones inverosímiles |
Restos de la casa-control de la toma de la central de La Vega, abandonada y en ruinas. |
Si dejamos volar la imaginación las rocas pueden asemejar cualquier cosa |
Elementos para el control del caudal del agua en las acequias |
De nuevo en los Cahorros Bajos haciendo un exhaustivo recorrido |
Parte trasera de la central Tranvías habilitada como area recreativa |
Fachada principal de la central eléctrica |
Junto al rio en los Cahorros Bajos se encuentran rincones con mucho atractivo |
Fecha: 25-1-2012
M.I.D.E.:2,2,3,3
Duración: 8 horas (28.900p)
Desnivel en subida: 1000 metros
Rangos de temperatura: de 2’5ºC a los 15’5ºC
Aunque siempre tengo en la
recámara variados y diversos recorridos por hacer tanto en la Sierra Mágina,
como en la de Alhama, hoy no me apetecía hacer muchos kilómetros en el coche
para acercarme a ninguno de ellos, por lo que he recurrido a mi lista de
“sitios a visitar” y me he decidido por uno que está muy cerca de Granada,
menos de 15 kilómetros, en las faldas de Sierra Nevada, término municipal de
Monachil.
Revisando las entradas al blog
pasadas descubro, pura coincidencia, que hace prácticamente un año que hice
parte de este recorrido en sentido inverso, dejando el coche arriba en “El
Purche”, bajé hasta los Cahorros y volví. Hoy voy a comenzar el recorrido un
poco por encima del pueblo de Monachil (792 m). A la salida del pueblo,
dirección: Purche. A la derecha hay una amplia explanada, antigua era, habilitada
actualmente como aparcamiento.
Me voy a mover por una zona de
media montaña de materiales calizos, bastantes más recientes que los silíceos
de las altas cumbres de Sierra Nevada, lo que favores formaciones mucho más
abruptas pero muy erosionables. El valle en pronunciada V del río Monachil por
su pobre suelo, la acción tradicional humana y su altitud, da lugar a una
vegetación de arbustos que convive con las plantas de ribera, como las mimbres,
los álamos, los juncos y el espartal. Esto condiciona a la fauna, haciendo
abundantes las aves insectívoras y granívoras; no faltan los anfibios y entre
los mamíferos cabe destacar el jabalí y la cabra montés.
Hay dos opciones para visitar los
Cahorros. Uno de los accesos parte del propio aparcamiento mencionado,
discurriendo por la solana, aunque actualmente enseña un cartel de “cortado por
obras”, no creo que afecte a los peatones, hasta converger con el otro al
inicio del largo puente colgante que tradicionalmente le ha dado un atractivo
especial al paraje. El segundo arranca una cincuentena de metros por debajo del
aparcamiento por un carril perfectamente señalizado como Cohorros Bajos, el escogido por mí para hoy. Los
dos son igualmente útiles para nuestro propósito. En uno se hace casi toda la
sabida al principio para después llanear y en el otro viceversa.
Antiguamente sólo existía un puente
colgante en la ruta y el acceso se hacía por arriba. El puente tuvo épocas en
que había que echarle valor para cruzarlo, ya que no presentaba un aspecto muy
seguro, tanto los anclajes como los cables de sujeción y el propio entramado de
tablas que servía de piso, el cual mostraba más de un claro sospechoso hacían
dudar de su resistencia, a todas estas incertidumbres sumábamos el excesivo
bamboleo que adquiría cuando se llegada a la segunda mitad de su recorrido,
aspecto que más de una vez se aprovechaba por los que faltaban por pasar o los
que ya finalizaban el mismo, para
incrementar artificialmente el efecto “cuna” con el natural aumento de inseguridad lo que hacía que las dudas
razonables se convirtieran en imperiosas, llegando a negarse alguno a pasar.
Hoy totalmente remozado, apenas adquiere bamboleo aunque lo pasen varias
personas simultáneamente. Tanto los agarres como los gruesos cables de acero
trenzado que lo sustentan así como los abundantes tablones de su suelo
ofrecen plenas garantías.
El ayuntamiento habilitó en su día un recorrido por la parte más baja del río Monachil denominado “Cahorros
bajos” con varios puentes colgantes de menor entidad que el principal de más arriba, como recurso común cada
vez que hay que cruzar el cauce y que en un recorrido salpicado de pequeñas subidas y bajadas escalonadas recorren estos parajes del rio, donde se ofrece la posibilidad de desviándose por una de las
propuestas, acercarse a visitar la central “De Tranvías”. Nombre que recuerda que se
construyó en su día para abastecer de electricidad a éstos cuando recorrían
Granada y enlazaban ésta con sus pueblos de lo que hoy es área metropolitana.
Tras algunos tramos de subida y bajada junto al cauce del río acaba enlazando
con el inicio del largo puente colgante que ya definitivamente nos introduce en
el desfiladero.
El río Monachil nace a los pies
del Veleta (Sierra Nevada) y recorre todo el término municipal del pueblo de
este a oeste. En este paraje ha tenido que labrar un largo y profundo
desfiladero entre paredes rocosas que algunos sitios ostentan más de un
centenar de metros como recurso para acceder a la más baja vega de Granada,
donde desemboca y alimenta al Genil. Este tramo del río encajonado entre
paredes rocosas verticales es especialmente atractivo en varios sentidos. Uno
visualmente, ya que el sendero va junto al cauce por el margen izquierdo sobre
un murete de hormigón hurtándole espacio a la pared rocosa, tanto es así que en
algunos tramos hay que ayudarse con agarraderas ancladas a la roca y en otros
pasar a gatas porque las salientes rocas nos impiden el caminar erguidos,
incluso en un corto tramo se invita a descender por el propio lecho del rio
para salvar la pared rocosa.
El otro se descubre con sólo
elevar la mirada por las verticales paredes que flanquean el cauce. Están
literalmente cubiertas de anclajes para hacer escalada. Estas paredes desde
hace años han servido para la práctica de este deporte, sobre todo a nivel de
aprendizaje ya que, sin ser un entendido en la materia, creo que están todas
las posibles vías abiertas mediante fijaciones perennes. Hace algunas décadas
para mí, tenía otro atractivo añadido, la abundancia de excelentes moras de
zarzal, por su tamaño y dulzor, que abundaban por todo el cauce del río y hacían
que la visita además de bella fuera apetecida culinariamente.
Una vez pasado el tramo estrecho
de desfiladero, cuando el barranco se abre algo más y antes de llegar a la
central eléctrica de “La Vega”, en un pequeño collado a la derecha, según el
sentido de la marcha, destacan unos postes informando de distintas opciones
para los senderistas. Abandono el sendero que traigo para acercarme a ellas y
elegir una que me indica como destino “Fuente Fría”, que casualmente es la que
ofrece a simple vista mayor subida. El sendero que parte del nivel del río
tiene que ascender de forma pronunciada y yo con él para ganar altura. El estar
el río prácticamente encajonado en la pronunciada V que ha ido labrando en el
discurrir de los milenios hace que la primera hora sea de fuerte subida hasta
llegar a un carril que la atraviesa la loma del Hüenes a media altura, lo sigo continuando
la subida pero algo más llevadera, en dirección este, hasta acercarme al paraje
de Fuente Fría, que hace honor a su nombre al menos el agua acumulada en la
pileta esta helada y algunos trozos muestras gran espesor.
Durante toda la ascensión me
estoy moviendo por la gran loma del Hüenes (1.797 m) en su cara norte y a
partir de ahora, sin dejarlo, me encamino hacia Cerro Gordo (1.822 m.). La
intención era coronarlo pero debido a la ubicación en zona de umbría de
prácticamente todo el trazado, la nieve cada vez muestra mayor grosor
dificultándome excesivamente el caminar, por lo que antes de llegar arriba
decido dar media vuelta y recorrer la loma por cotas algo más bajas, donde la
nieve es más escasa y el transitar no se
hace tan penoso. Son casi las doce y harto de deambular por la loma y tras
disfrutar con los juegos persecutorios por la nieve de una pareja de zorros
(pueden estar en celo actualmente), hasta que percatados de mi presencia
desaparecen, decido desaparecer yo también retomando el sendero que me trajo
hasta aquí y que tuve la precaución de balizar porque en su último tramo pasaba
totalmente desapercibido, no sin antes, aprovechando una zona soleada, tomarme
el bocadillo aposentado a uno de los innumerables apilamientos de troncos de
las limpias del verano pasado que abundan por toda la zona.
Una vez abajo, de nuevo junto al
rio, decido ampliar un poco el recorrido acercándome a la central eléctrica “La
Vega”, para ascender hasta el arranque del tubo de caída, unos cien metros más
arriba, donde había divisado una construcción en mi deambular por la loma de
enfrente. Tras encontrar un casi perdido sendero que no debe usarse desde
bastante años que asciende junto al conducto de bajada consigo llegar arriba
para descubrir que la construcción está prácticamente en ruinas y se ha
automatizado la entrada del agua en el tubo de caída. El edificio debió ser la
vivienda del personal encargado del control ya que contaba hasta con un horno
de leña exterior. Hoy todo en ruinas, me ha dado la impresión de que se puede
controlar todo el proceso desde abajo, desde la propia central.
El descenso lo hago por un carril
de tierra que arrancando desde el propio Purche, pasa cerca y da servicio a la
propia central. El recorrido es bastante más largo que el de subida pero este
inconveniente es sobradamente compensado por su comodidad. En uno de los
arcenes, bastante arriba, me encuentro los restos de un jabalí, del que la mayor parte ya ha
servido de alimento a otros. Una vez abajo recorrer de nuevo el tramo de
sendero que me acerca de nuevo a los Cahorros, para una vez llegado a ellos
demorarme extensamente por los distintos recorridos habilitados en la zona
baja.
En la anterior visita a este
paraje obvié la visita a la central eléctrica de “Tranvías”, la tercera y más
baja alimentada por el río Monachil, ubicada ya a las mismas puertas del
pueblo. En un corto recorrido que acompaña al río por el barranco abajo, lindando
con huertos privados hasta llegar a la tubería de bajada, donde se convierte en
rampa escalonada para acercarnos hasta la propia central. Rodeando a ésta en su
parte alta hay una zona de recreo con fuente, bancos y barbacoa y en la fachada
principal de la misma, junto a una de las puertas, en una placa sobre azulejo se
nos informa que fue el Ayuntamiento de Monachil el que rehabilitó la
instalación el 12 de marzo de 1991. Actualmente está en funcionamiento así como
las dos superiores.
Si bien este entorno se puede
visitar a lo largo de todo el año, por la cercanía a Granada capital y por el
ameno y corto recorrido, si nos quedamos abajo, además de ser apropiado para
hacerlo en familia, con la seguridad de que los críos van a disfrutar de lo
lindo. También es cierto que el mayor encanto lo va a mostrar en la primavera,
y si queremos disfrutar del colorido mostrado por toda la vegetación de ribera
que ocupa las márgenes del río, va a ser pletórica a finales del otoño, no por
ello hay que descartar el verano, porque el estar casi todo el conjunto en
permanente sombra con abundante agua durante todo el recorrido a lo largo de
todo el año hace que reine un ambiente fresco hasta en los días más calurosos
del estío.
Aunque el recordatorio final lo
he hecho fijo en todas mis entradas, no me cansaré de repetir la necesidad de
transportar de vuelta todos los desperdicios de la jornada. En un recorrido
como el descrito, por su belleza intrínseca, su cercanía y su accesibilidad,
deberíamos ser todos los visitantes muy sensibles a la suciedad.
Lamentablemente no es así y me he encontrado latas, plásticos, papeles,
botellas, etc., en prácticamente cualquier punto del sendero, tanto en el trazado
como en el propio lecho del río. Bajo el puente colgante principal, al que he
bajado para hacer unas fotos, en el propio cauce me he encontrado “de todo”:
una verdadera lástima.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo
sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
Precioso recorrido, gracias por compartir esta naturaleza con nosotros.
ResponderEliminarSaludos.-