miércoles, 29 de febrero de 2012

Jayena, inicio de senderos (Sierra de Alhama - Granada)

Vista del pueblo de Jayena.

Área recreativa "Bacal" de donde arrancan los dos senderos.

Otra vista de los diversos espacios del área recreativa.

Enseguida me encuentro con la primera fuente.

Tajos de Rando donde se separan los dos recorridos.

El frío matutino de menos dos grados se reflejaba en la vegetación.

Por esta loma, casi arriba, me ha perdido el primero de los senderos.

Algunos vestiguos del incendio que asoló estas sierras permanecen para el recuerdo.

Ya junto al cauce del río Bacal.

Remolino

Río Bacal presumiendo de caudal a pesar del invierno tan seco que llevamos.

Remansado a veces.

Presuroso en otras

Vista de finos estratos fracturados a lo largo del cauce.

Restos de "potes" de recogida de la "miera" (resina) son habituales todavía en este sierra.

Cuando el barranco se abre aparece la vegetación arbórea de ribera.

La vegetación ocupa todo el barranco, lo que dificulta en extremo su tránsito.

Hasta los viejos troncos se pintan de verde ayudados por la humedad.

La conducción de agua también tine que cruzar el río, aunque menos veces que yo.

Casi de nuevo, ya de regreso, en el área recreativa Bacal.






Fecha: 1-2-2012
M.I.D.E.:2,2,3,3
Duración: 7h 30 m (29.600p)
Desnivel en subida: 400 metros
Rangos de temperatura: de -2ºC a los 11ºC


Jayena es un pequeño pueblo  de poco más de 1.200 habitantes ubicado en las faldas de la sierra de Alhama (una de las tres que conforman el parque natural), a una cota de 906 metros, cerca de una de las colas del pantano de los Bermejales, vecino próximo de Fornes por el que ya anduve hace unas semanas, siendo una excelente puerta de entrada para el Parque Natural.

Desde aquí parten una serie de senderos que se adentran en las sierras y que voy a tratar de recorrer, si no completos por su amplitud, al menos lo suficiente para hacerme una clara idea de si me merece la pena volver o por el contrario darlos ya por visitados. De este parque natural creo que he hablado bastante a lo largo de las variadas visitas que he hecho por sus entornos, así que no me extenderé hoy más. Sólo recordad que la sierra de Alhamaforma parte del Parque que engloba a otras dos sierras como son la de Tejeda y la de Almijara, ubicadas a caballo entre las provincias de Málaga y Granada entre las que hacen de divisoria, repartiéndose su territorio casi al cincuenta por cien entre las dos provincias.

Según la ruta trazada por el programa de carreteras consultado  me separan del pueblo poco más de 57 kilómetros que a partir de la Malahá discurren por una estrecha carretera típica de montaña por la que hay que circular con precaución, por su estrechez y sus muchas curvas y durante estos fríos días de invierno por la más que posible escarcha acumulada en la carretera. Antes de llegar al Pantano de los Bermejales, me desvío a la izquierda para, primero llegar a Fornes y sin entrar en él proseguir hast Jayena.

Una vez en el pueblo busco los indicadores anunciadores del área recreativa “Bacal” (o Vacal, pues de las dos formas me lo he encontrado escrito), desde donde nacen los senderos que pretendo visitar hoy. Tras algo de callejeo por las sinuosas calles de la población, salgo por un carril estrecho que tras algunas curvas se acerca hasta el río y posteriormente hasta el área. Ocupa el área una extensa zona de pradera con grandes ejemplares de pinos que aportan la sombra y bien surtida de bancos, mesas, barbacoas, algunas duchas y servicios, compartiendo nombre con el río que la orilla.

Estas sierras por su composición calcárea genera un buen puñado de ríos en sus entrañas con un caudal más que interesante y que apenas sufren merma durante el estío, hecho que ha favorecido los asentamientos ancestrales en su entorno y uno de los principales motivos por los que se decidió en estos lugares la construcción del extenso embalse de los Bermejales.

Según los paneles informativos nacen aquí dos itinerarios, cada uno de ellos con su información personalizada: uno denominado “Río Bacal” y el otro “Haza de la Encina”. El primero es un recorrido acompañando al río hasta prácticamente su nacimiento; el segundo es un sendero que remonta las lomas adyacentes hasta conseguir una buena altura por lo que hay que ascender unos 350 metros. Como los dos aparecen como lineales, hay que decidirse por uno de ellos.

Inicio la caminata a las ocho y media con una fresca temperatura de menos dos grados. El principio es común para ambos senderos hasta llegar bajo los “Tajos de Rando”, un cortado que queda a la derecha de nuestro camino. Aquí se separan los dos senderos, el del río sigue en llano acompañando a éste y el  de la Encina comienza a ascender rápidamente por la loma por su cara soleada pasando justo por debajo de los mencionados tajos. No lo dudo ni un instante. Se por experiencias anteriores que los días fríos sin aire hay que ascender para ganar a la vez que altura temperatura. El aire frío pesa más que el caliente por lo que se acumula a ras del terreno y hasta que el sol no le llega se mantienen las bajas temperaturas.

No me equivoco y en cuanto empiezo a ganar altura la temperatura se suaviza notablemente. Tras casi una hora de recorrido por este sendero comienzo a tener problemas para seguirlo ya que cada vez aparece menos marcado, hasta acabar desapareciendo entre la maleza con lo que soy incapaz de seguirlo, para ser asertivo diré que el sendero me ha abandonado. Mientras ascendía divisé otro que discurría por la loma de enfrente, en umbría. Me descuelgo hasta el barranco para enlazar con el entrevisto y tras algunas penalidades lo consigo.

Continúo la subida por el nuevo hasta que tras un buen rato de caminata llego a lo alto de un otero en que vuelve a desaparecer: dos veces en el mismo día es demasiado. Aquí caben dos opciones, dependiendo de la hora, el cansancio y el estado en que esté. Una volver sin pensar nada más: retroceder; otra poner una señal donde pierdo el sendero y comenzar a trazar un círculo de diez o quince metros intentando encontrarlo de nuevo. Si no es efectiva la búsqueda ampliar un poco el círculo hasta encontrarlo o desistir.  

Hoy a mi no me ha resultado por lo que he decidió retroceder. Tras descender por el segundo sendero encontrado he llegado al río Bacal, por lo que he aprovechado para intentar hacer el segundo recorrido. Si bien es un poco tarde, ya que he perdido mucho tiempo en los anteriores intentos, creo que podré terminarlo.

Es este recorrido un auténtico acompañamiento del curso del río, ya que apenas llega a separarse una veintena de metros de su cauce durante todo el recorrido. Bien marcado al principio y con algunos postes verticales indicadores, no impide que tenga que estar muy atento porque la vegetación en las riberas del río es muy abundante y tupida lo que favorece que los diferentes ramales que abren a través de ella los animales me llevan a engaño frecuentemente. Si a esto añadimos que hay que cambiar de orilla más de veinte veces durante el recorrido, os podéis hacer una idea de la problemática.

Los indicadores son escasos y los ramales falsos múltiples, esto hace que varios intentos sean frustrados, lo que conlleva el retroceder frecuentemente hasta encontrar el paso adecuado. El rio no lleva excesivo cauce por lo que su frecuente cruce no supone excesivo problema. La mayoría de los cambios de orilla son obligados por el propio trazado, ya que discurre por el mismo cauce del rio y no siempre hay suficiente sitio entre éste y las paredes que lo delimitan o la vegetación (espinosa en su mayoría) que lo acompaña. Otros son debidos a mis errores, inevitables por otro lado, ya que es sumamente difícil determinar qué paso es el correcto ya que la visibilidad del sendero a más de tres o cuatro metros es nula.

Tras el enésimo cruce desemboca el estrecho sendero en una estrecha pista que se agradece, para poco después desembocar en un amplio descampado junto a un dique de retención para frenar el arrastre de las aguas. Justo en esta intersección me llama la atención por su singularidad la existencia de un bosquete de eucaliptus en la margen derecha, son los únicos ejemplares que he divisado en todo el recorrido. Poco después cruzo perpendicularmente otra pista forestal, ésta con evidente uso de vehículos, siguiendo en mi empeño de llegar a los nacimientos del río que no deben estar lejos, ya que el caudal va mermando visiblemente conforme asciendo por su cauce.

Llega un momento en que el pedregoso carril se divorcia del cauce del rio y serpenteando asciende por la loma de forma decidida hacia el Cortijo Corzola, aprovecho para apuntarme a la deserción y decido darme media vuelta. La hora es avanzada, todavía no he comido y el cansancio ya se deja notar. De nuevo en el dique aprovecho para sentarme un rato, junto al río y comer a la vez que descanso. Por experiencia se que los senderos que dan problemas en su seguimiento, uno de sus sentidos es bastante peor que el otro, y no sé si en la ida he hecho el malo o el menos malo. Irremediablemente lo descubriré en cuanto me ponga en marcha de nuevo.

Con el estómago más lleno y las piernas recuperadas se afrontan las cosas con otra filosofía. Consciente de que no me separan del área recreativa más de dos horas o como sumo tres, he decidido tomármelo con calma. Ahora todo el recorrido es soleado por lo que la temperatura debe rondar los diez grados, buena para caminar con la sudadera todavía puesta temiendo los múltiples arañazos que la maleza está dispuesta a regalarme a la menor equivocación. Y las hay, es el regreso bastante más difícil que la ida o al menos a mi me ha costado bastante más errores. Estos los cometo en su totalidad a la hora de decidir dónde atravesar el cauce. Descubro que me he equivocado cuando me encuentro en medio de un zarzal sin salida. Tras cada intento fallido hay que retroceder para buscar el sitio exacto a fin de encontrar el sendero en la orilla opuesta y os puedo asegurar que no me ha resultado nada fácil.

Al final todo llega y de nuevo el sendero se convierte en pista para ya sin  “estrés” caminar hasta regresar de nuevo al área recreativa. Esta mañana no me demoré, debido al frío, prácticamente nada en ella, así que ahora me dedico a leer toda la información vertical de los distintos paneles y recorrer los distintos servicios de que dispone. Como es habitual, por desgracia en muchos sitios públicos y ésta es una de las áreas mejor dotadas de servicios que yo he visitado, en las duchas con que cuenta la zona faltan las salidas de agua, o las han retirado o simplemente alguien se las ha llevado; las pilas para lavar la vajilla están todas obstruidas e incluso a muchas de las barbacoas les faltan elementos de las parrillas.

El espacio es una amplísima explanada de pradera salpicada de majestuosos pinos que alcancen quizás algunos de ellos los veinte metros. Por esta zona abundaban los pinos resineros, actividad principal ésta de la sangría de los pinos, al igual que en Fornes, a la que se dedicaban muchos residentes de estos pueblos durante buena parte del pasado siglo, mostrando algunos ejemplares, los que sobrevivieron al incendio, las heridas sufridas para su sangría y no es inusual aún ver restos de los potes de barro usados para almacenar la “savia robada”.

Sólo queda recorrer los kilómetros que me separan de Granada de forma tranquila ya que soy consciente de que después de una jornada de caminata los reflejos se ralentizan y la laxitud que invade el cuerpo propia del cansancio, una vez terminado el ejercicio hacen que se tenga que intensificar la atención en la conducción o, como es mi caso, tomármelo con calma ya que ahora no es el momento de “ganar tiempo”. 

No recomiendo hacer este sendero por su alta dificultad en seguirlo dada la abundante vegetación que lo obstruye en numerosos puntos y debido a que corrimientos y avenidas han hecho desaparecer numerosos hitos verticales que lo marcaban, lo que hace muy engorrosa la orientación a pesar de que todo el recorrido está trazado junto al cauce. Me consta, por comentarios de uno de los técnicos del Parque, que se está estudiando la posibilidad de abrir un nuevo itinerario más alto, a media loma, para evitar la maleza, los corrimientos y el que los meandros se lleven trozos del sendero, pero eso por ahora es sólo un proyecto y los tiempos no favorecen este tipo de inversiones económicas. Si a pesar de todo hay algún aventurero que se anime, basta que se lo tome con paciencia pues el recorrido es muy ameno en cuanto a sombra, abundancia de agua y suavidad en su recorrido, sólo protegerse la piel por los seguros arañazos con que nos regalará la vegetación. Y pensad que si yo lo he hecho….



Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

jueves, 23 de febrero de 2012

Cahorros-Hüenes-Central Tranvías (Monachil - Granada)

Recorrido por los cahorros bajos

A primera hora son las dueñas de estos parajes.
Entrando en el profundo desfiladero por el que transita el río Monachil

Bajo el puente colgante puedo ver esta cascada del sobrante de la acequia

El puente colgante más largo que salva el río en el paraje de Los Cahorros

El sendero dentro del desfiladero al que apenas deja espacio el río encajonado

En algún corto tramo no se puede caminar de pié por falta de espacio.

A la salida del desfiladero nos encontramos con rocas de llamativas formas.

Río Monachil con poco caudal, sangrado por diferentes acequias

Más arriba de los Cahorros el sendero presenta este aspecto nevado

Conforme gano altura la nieve se hace cada vez más presente

Hoy ha sido la auténtica protagonista ocupando casi todo el recorrido

Barranco por el que discurre el río Monachil


Me encuentro rocas en posiciones inverosímiles

Restos de la casa-control de la toma de la central de La Vega, abandonada y en ruinas.

Si dejamos volar la imaginación las rocas pueden asemejar cualquier cosa

Elementos para el control del caudal del agua en las acequias

De nuevo en los Cahorros Bajos haciendo un exhaustivo recorrido

Parte trasera de la central Tranvías habilitada como area recreativa

Fachada principal de la central eléctrica

Junto al rio en los Cahorros Bajos se encuentran rincones con mucho atractivo







Fecha: 25-1-2012             
M.I.D.E.:2,2,3,3
Duración: 8 horas (28.900p)
Desnivel en subida: 1000 metros
Rangos de temperatura: de 2’5ºC a los 15’5ºC


Aunque siempre tengo en la recámara variados y diversos recorridos por hacer tanto en la Sierra Mágina, como en la de Alhama, hoy no me apetecía hacer muchos kilómetros en el coche para acercarme a ninguno de ellos, por lo que he recurrido a mi lista de “sitios a visitar” y me he decidido por uno que está muy cerca de Granada, menos de 15 kilómetros, en las faldas de Sierra Nevada, término municipal de Monachil.

Revisando las entradas al blog pasadas descubro, pura coincidencia, que hace prácticamente un año que hice parte de este recorrido en sentido inverso, dejando el coche arriba en “El Purche”, bajé hasta los Cahorros y volví. Hoy voy a comenzar el recorrido un poco por encima del pueblo de Monachil (792 m). A la salida del pueblo, dirección: Purche. A la derecha hay una amplia explanada, antigua era, habilitada actualmente como aparcamiento.

Me voy a mover por una zona de media montaña de materiales calizos, bastantes más recientes que los silíceos de las altas cumbres de Sierra Nevada, lo que favores formaciones mucho más abruptas pero muy erosionables. El valle en pronunciada V del río Monachil por su pobre suelo, la acción tradicional humana y su altitud, da lugar a una vegetación de arbustos que convive con las plantas de ribera, como las mimbres, los álamos, los juncos y el espartal. Esto condiciona a la fauna, haciendo abundantes las aves insectívoras y granívoras; no faltan los anfibios y entre los mamíferos cabe destacar el jabalí y la cabra montés.

Hay dos opciones para visitar los Cahorros. Uno de los accesos parte del propio aparcamiento mencionado, discurriendo por la solana, aunque actualmente enseña un cartel de “cortado por obras”, no creo que afecte a los peatones, hasta converger con el otro al inicio del largo puente colgante que tradicionalmente le ha dado un atractivo especial al paraje. El segundo arranca una cincuentena de metros por debajo del aparcamiento por un carril perfectamente señalizado como Cohorros Bajos, el escogido por mí para hoy. Los dos son igualmente útiles para nuestro propósito. En uno se hace casi toda la sabida al principio para después llanear y en el otro viceversa.

Antiguamente sólo existía un puente colgante en la ruta y el acceso se hacía por arriba. El puente tuvo épocas en que había que echarle valor para cruzarlo, ya que no presentaba un aspecto muy seguro, tanto los anclajes como los cables de sujeción y el propio entramado de tablas que servía de piso, el cual mostraba más de un claro sospechoso hacían dudar de su resistencia, a todas estas incertidumbres sumábamos el excesivo bamboleo que adquiría cuando se llegada a la segunda mitad de su recorrido, aspecto que más de una vez se aprovechaba por los que faltaban por pasar o los que  ya finalizaban el mismo, para incrementar artificialmente el efecto “cuna” con el natural  aumento de inseguridad lo que hacía que las dudas razonables se convirtieran en imperiosas, llegando a negarse alguno a pasar. Hoy totalmente remozado, apenas adquiere bamboleo aunque lo pasen varias personas simultáneamente. Tanto los agarres como los gruesos cables de acero trenzado que lo sustentan así como los abundantes tablones de su suelo ofrecen plenas garantías.

El ayuntamiento habilitó en su día un recorrido por la parte más baja del río Monachil denominado “Cahorros bajos” con varios puentes colgantes de menor entidad que el principal de más arriba, como recurso común cada vez que hay que cruzar el cauce  y que en un recorrido salpicado de pequeñas subidas y bajadas escalonadas recorren estos parajes del rio, donde se ofrece la posibilidad de desviándose por una de las propuestas, acercarse a visitar la central “De Tranvías”. Nombre que recuerda que se construyó en su día para abastecer de electricidad a éstos cuando recorrían Granada y enlazaban ésta con sus pueblos de lo que hoy es área metropolitana. Tras algunos tramos de subida y bajada junto al cauce del río acaba enlazando con el inicio del largo puente colgante que ya definitivamente nos introduce en el desfiladero.

El río Monachil nace a los pies del Veleta (Sierra Nevada) y recorre todo el término municipal del pueblo de este a oeste. En este paraje ha tenido que labrar un largo y profundo desfiladero entre paredes rocosas que algunos sitios ostentan más de un centenar de metros como recurso para acceder a la más baja vega de Granada, donde desemboca y alimenta al Genil. Este tramo del río encajonado entre paredes rocosas verticales es especialmente atractivo en varios sentidos. Uno visualmente, ya que el sendero va junto al cauce por el margen izquierdo sobre un murete de hormigón hurtándole espacio a la pared rocosa, tanto es así que en algunos tramos hay que ayudarse con agarraderas ancladas a la roca y en otros pasar a gatas porque las salientes rocas nos impiden el caminar erguidos, incluso en un corto tramo se invita a descender por el propio lecho del rio para salvar la pared rocosa.

El otro se descubre con sólo elevar la mirada por las verticales paredes que flanquean el cauce. Están literalmente cubiertas de anclajes para hacer escalada. Estas paredes desde hace años han servido para la práctica de este deporte, sobre todo a nivel de aprendizaje ya que, sin ser un entendido en la materia, creo que están todas las posibles vías abiertas mediante fijaciones perennes. Hace algunas décadas para mí, tenía otro atractivo añadido, la abundancia de excelentes moras de zarzal, por su tamaño y dulzor, que abundaban por todo el cauce del río y hacían que la visita además de bella fuera apetecida culinariamente.

Una vez pasado el tramo estrecho de desfiladero, cuando el barranco se abre algo más y antes de llegar a la central eléctrica de “La Vega”, en un pequeño collado a la derecha, según el sentido de la marcha, destacan unos postes informando de distintas opciones para los senderistas. Abandono el sendero que traigo para acercarme a ellas y elegir una que me indica como destino “Fuente Fría”, que casualmente es la que ofrece a simple vista mayor subida. El sendero que parte del nivel del río tiene que ascender de forma pronunciada y yo con él para ganar altura. El estar el río prácticamente encajonado en la pronunciada V que ha ido labrando en el discurrir de los milenios hace que la primera hora sea de fuerte subida hasta llegar a un carril que la atraviesa la loma del Hüenes a media altura, lo sigo continuando la subida pero algo más llevadera, en dirección este, hasta acercarme al paraje de Fuente Fría, que hace honor a su nombre al menos el agua acumulada en la pileta esta helada y algunos trozos muestras gran espesor.

Durante toda la ascensión me estoy moviendo por la gran loma del Hüenes (1.797 m) en su cara norte y a partir de ahora, sin dejarlo, me encamino hacia Cerro Gordo (1.822 m.). La intención era coronarlo pero debido a la ubicación en zona de umbría de prácticamente todo el trazado, la nieve cada vez muestra mayor grosor dificultándome excesivamente el caminar, por lo que antes de llegar arriba decido dar media vuelta y recorrer la loma por cotas algo más bajas, donde la nieve es más escasa y el transitar  no se hace tan penoso. Son casi las doce y harto de deambular por la loma y tras disfrutar con los juegos persecutorios por la nieve de una pareja de zorros (pueden estar en celo actualmente), hasta que percatados de mi presencia desaparecen, decido desaparecer yo también retomando el sendero que me trajo hasta aquí y que tuve la precaución de balizar porque en su último tramo pasaba totalmente desapercibido, no sin antes, aprovechando una zona soleada, tomarme el bocadillo aposentado a uno de los innumerables apilamientos de troncos de las limpias del verano pasado que abundan por toda la zona.

Una vez abajo, de nuevo junto al rio, decido ampliar un poco el recorrido acercándome a la central eléctrica “La Vega”, para ascender hasta el arranque del tubo de caída, unos cien metros más arriba, donde había divisado una construcción en mi deambular por la loma de enfrente. Tras encontrar un casi perdido sendero que no debe usarse desde bastante años que asciende junto al conducto de bajada consigo llegar arriba para descubrir que la construcción está prácticamente en ruinas y se ha automatizado la entrada del agua en el tubo de caída. El edificio debió ser la vivienda del personal encargado del control ya que contaba hasta con un horno de leña exterior. Hoy todo en ruinas, me ha dado la impresión de que se puede controlar todo el proceso desde abajo, desde la propia central.

El descenso lo hago por un carril de tierra que arrancando desde el propio Purche, pasa cerca y da servicio a la propia central. El recorrido es bastante más largo que el de subida pero este inconveniente es sobradamente compensado por su comodidad. En uno de los arcenes, bastante arriba, me encuentro los restos de  un jabalí, del que la mayor parte ya ha servido de alimento a otros. Una vez abajo recorrer de nuevo el tramo de sendero que me acerca de nuevo a los Cahorros, para una vez llegado a ellos demorarme extensamente por los distintos recorridos habilitados en la zona baja.

En la anterior visita a este paraje obvié la visita a la central eléctrica de “Tranvías”, la tercera y más baja alimentada por el río Monachil, ubicada ya a las mismas puertas del pueblo. En un corto recorrido que acompaña al río por el barranco abajo, lindando con huertos privados hasta llegar a la tubería de bajada, donde se convierte en rampa escalonada para acercarnos hasta la propia central. Rodeando a ésta en su parte alta hay una zona de recreo con fuente, bancos y barbacoa y en la fachada principal de la misma, junto a una de las puertas, en una placa sobre azulejo se nos informa que fue el Ayuntamiento de Monachil el que rehabilitó la instalación el 12 de marzo de 1991. Actualmente está en funcionamiento así como las dos superiores.

Si bien este entorno se puede visitar a lo largo de todo el año, por la cercanía a Granada capital y por el ameno y corto recorrido, si nos quedamos abajo, además de ser apropiado para hacerlo en familia, con la seguridad de que los críos van a disfrutar de lo lindo. También es cierto que el mayor encanto lo va a mostrar en la primavera, y si queremos disfrutar del colorido mostrado por toda la vegetación de ribera que ocupa las márgenes del río, va a ser pletórica a finales del otoño, no por ello hay que descartar el verano, porque el estar casi todo el conjunto en permanente sombra con abundante agua durante todo el recorrido a lo largo de todo el año hace que reine un ambiente fresco hasta en los días más calurosos del estío.

Aunque el recordatorio final lo he hecho fijo en todas mis entradas, no me cansaré de repetir la necesidad de transportar de vuelta todos los desperdicios de la jornada. En un recorrido como el descrito, por su belleza intrínseca, su cercanía y su accesibilidad, deberíamos ser todos los visitantes muy sensibles a la suciedad. Lamentablemente no es así y me he encontrado latas, plásticos, papeles, botellas, etc., en prácticamente cualquier punto del sendero, tanto en el trazado como en el propio lecho del río. Bajo el puente colgante principal, al que he bajado para hacer unas fotos, en el propio cauce me he encontrado “de todo”: una verdadera lástima.

Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Fornes y su "Mesa" (Granada)

A primera hora a la niebla le cuesta levantar.

Cartelón anunciador de
Panel informativo anunciador del recorrido.

Fornes desde el mirador situado al inicio del sendero.

Salida del agua después de pasar por el molino.

Chopera en el carril de acceso a la Resinera.

Río Cacín.

Una de las características de los rios de este parque natural es su caudal constante.

Esta esquiva ardilla no quería salir en la foto.

Antiguo cuartel de la guardia civil.

Edificio habilitado como centro de visitantes con un horario muy exiguo durante el invierno de atención.

Restos de la fábrica, con su esbelta chimenea.

La sierra Tejeda desde la Mesa de Fornes.

Desde arriba tengo esta amplia vista del pantano de los Bermejales.

De nuevo en el mirador que corona el pueblo, mirando hacia atrás.

Dado que la excursión ha sido corta me acerco a las márgenes del pantano.

Desde el dique del pantano hacia el desagüe.

Desde el dique se domina gran parte de la lámina de agua.





Fecha: 18-1-2012
M.I.D.E.: 2,2,2,2
Duración: 5 h (24.100p)
Desnivel en subida: 300 metros
Rangos de temperatura: de -2ºC a 14’5ºC.

El sendero que he decidido hacer hoy se denomina “La Resinera”. Para iniciarlo me tengo que acercar a Fornes, uno de los pueblos que se ubican en las márgenes del pantano de los Bermejales, junto a uno de los ríos que lo alimentan: el Cacín. Este río a pesar de nacer en una sierra sin grandes alturas y en el que la nieve es escasa tanto en cantidad como en duración, sin embargo mantiene un gran caudal constante durante buena parte del año, debido a que la sierra que lo alimenta está formada por rocas calcáreas y como ya es conocido por todos, además de haberlo mencionado en otras ocasiones, este tipo de material tiene la capacidad de acumular gran cantidad de agua, comportándose como una esponja, para dejarla escapar posteriormente poco a poco.  

A Fornes he llegado por la carretera de la Malahá y Agrón, para unos dos kilómetros antes de llegar a la presa del pantano Bermejales coger un desvío a la izquierda, ya en plena bajada, donde vemos un letrero anunciador del pueblo. Nada más llegar a la población hay que ir buscando aparcamiento en las mismas calles ya que no hay ninguna área reservada para este cometido. Justo a la entrada nos encontramos una fuente y enfrente una calle en subida actualmente levantada por obras de canalización, hay que seguirla y callejear siempre en subida hasta  atravesar el pequeño pueblo para llegar a un mirador donde comienza realmente el sendero.

Fornes es un pequeño pueblo de 650 habitantes ubicado a 856 metros de altitud, cuya activiadad principal es la de la agricultura, situado junto a una de las colas del pantano de los Bermejales, dista de Granada además de unos 45 kilómetros un buen puñado de curvas. He visto grandes extensiones dedicadas al cultivo del tomate  con él típico entramado de cañas; cuenta también con algunas parcelas cubiertas con plásticos, los invernaderos facilitan el cultivo de hortalizas fuera de temporada.

Al ser el recorrido de hoy de tipo circular me permite hacerlo tomando como inicio cualquier punto. Yo he decidido hacerlo en el sentido contrario a las agujas del reloj y siguiendo la dirección de las flechas de los hitos indicadores a partir de este mirador. Comienza con una bajada por estrecha carretera asfaltada, para enseguida tras un par de curvas pasar junto a un viejo molino en cuya salida de agua veo las primeras truchas del día.

Este carril sigue bajando hasta enlazar con la carretera que une los pueblos de Fornes y Arenas del Rey. Por ella, tras recorrer un par de centenares de metros, me encuentro con los letreros anunciadores de la Resinera, invitándome a seguir un carril de tierra para llegar a ella. Dejo atrás el escaso tráfico que a esta temprana hora circula y camino entre cortijos e invernaderos hasta cruzar una fotogénica chopera que se extiende a ambos lados de la carretera. Poco antes he sorprendido a una incauta ardilla y en su huida ha trepado a un árbol sin hojas, consciente de su vulnerabilidad ha puesto entre ella y yo siempre una gruesa rama y por más que le buscaba la vuelta para fotografiarla, no cedía girando alrededor de la rama al compás que yo lo hacía en el suelo, al final lo he conseguido y dejo muestra de ello.

Enseguida llego a las primeras construcciones. El antiguo cuartel de la guardia civil, a la derecha, tuvo que ser un hermoso edificio estructurado alrededor de un amplio patio rectangular flanqueado por una galería techada que permitía la comunicación entre el patio y las distintas viviendas y demás dependencias del cuartel, hoy todo en ruinas, los troncos quemados que hay a la vista dan fe de su final. Un poco más adelante me encuentro el edificio que alberga el centro interpretativo y punto de información del complejo “La Resinera”, hoy sin servicio a los visitantes.

Conocedor del corto recorrido que voy a hacer hoy, me dirijo hacia unos letreros que hay justo frente al centro, donde arranca un sendero identificado como “Mirador”. Es un corto recorrido que serpenteando por la loma asciende unos cincuenta metros para desde arriba dominar buena parte del valle del río Cacín donde están ubicados casi todas las construcciones del complejo, tanto las rehabilitadas y en uso actualmente como los abandonados y en proceso de ruina.  Arriba, junto al Mirador, nace otro sendero que me decido a recorrer, sobrado de tiempo como estoy hoy. Hace un corto recorrido (una media hora) por la loma, pasando de las zonas soleadas a la más fría umbría en algún barranco donde la escarcha se ha asentado generosamente, para acabar finalmente desembocando de nuevo junto al antiguo cuartel. Es un recorrido que pretende mostrar al visitante la variada flora que cubre estas laderas, denominando uno de sus tramos como “Recorrido botánico”.

La Resinera fue una importante industria que funcionó durante unos 75 años (1902-1975), ya iniciado el declive en los primeros años setenta, le ayudó en su agonía el gran incendio del año 75; usaba la resina extraída a los pinos como materia prima para la elaboración de trementina en primer lugar y a su vez elaborar de ella colofonia y aguarrás. Esta industria de gran auge en toda España llego a contar hasta con 85 fábricas, actualmente sólo sigue vigente una ubicada en Castilla.

Los resineros eran obreros especializados que se repartían el trabajo en tres grupos. Los picadores eran los encargados de cortar el árbol para que sangrara, los remasadores se encargaba de recoger la resina que manaba de las heridas en botes de barro y finalmente los arrieros que la transportaban hasta el punto de carga o hasta la misma fábrica. Cada grupo atendía de cuatro a cinco mil árboles aprovechando su savia durante 25 o 30 años y sólo se podían sangrar aquellos cuyo tronco había alcanzado los 29 centímetros de diámetro, siendo a la vez los responsables de su cuidado y mantenimiento.

De nuevo en el complejo me dedico a curiosear por las distintas edificaciones: viviendas, jardín, fábrica con su esbelta torre, etc. Para una vez satisfecha la curiosidad, retomar el recorrido que había iniciado en Fornes. El primer tramo recorre el lecho del barranco compartiendo espacio con el río, tanto es así que en unos centenares de metros lo tengo que cruzar hasta tres veces, alguna con puente debido al inusual caudal que presenta y otra sobre bloques de hormigón colocados sobre el cauce para minimizar las mojaduras.

El carril serpentea dirección sureste por la loma, dejando ya definitivamente la compañía del río para ganar altura: esos 232 metros en que supera la “Mesa” al pueblo. Comparte durante un rato recorrido el sendero y el GR-7, hasta que ya una vez atravesada la Umbría del Panzón, en el collado, el sendero cambia de dirección, dirigiéndose hacia el norte por una tendida y larga loma que me va a llevar hasta el mismo borde de la mesa, espléndido mirador natural desde el que se domina un amplio espacio.

Una vez llegado arriba, junto al hito, recomiendo circunvalar toda la meseta por un sendero que marcado por dos hileras de piedras recorre todo su perímetro. Primero hacia la caseta de observación, bastante deteriorada, construida en alto para otorgarle más visibilidad. Enseguida apreciar las vistas sobre la mayoría de las cimas de las sierras, desde el Pico de Lopera en la  Sierra de Almijara hasta la cima más alta del parque “La Maroma” (2.068m) en la Sierra de la Tejeda,  casi todas hoy cubiertas durante toda la mañana por las nubes y por la nieve caída este fin de semana. Apreciar después buena parte del curso del río Cacín y parte de su afluente el Cebollón, para admirar un poco más a la derecha todo el valle  ocupado entre el pantano Bermejales y las zonas cultivadas, hacia el norte la también nevada sierra de Viznar, para terminar hacia el este con  Sierra Nevada.

Arriba en la “Mesa”, si se va acompañado de niños vigilad que no se acerquen demasiado a los bordes, ya que son escarpados y con una importante caída. Tras encontrar el punto de bajada casi enfrentado al de entrada, opto por parar y comer disfrutando de las maravillosas vistas, ayudado por el cálido sol y la ausencia de aire lo que hace muy agradable la estancia aquí arriba. Antes de partir coloco un hito indicador del inicio de la bajada para ayudar a aquellos que no conozcan el recorrido y comienzo el descenso. Al principio algo complicado por la mucha escarcha que acumula el sendero por permanecer aún en zona umbría, sumado a la fuerte pendiente, hacen que tema por los resbalones. No ocurren en la zona alta  por lo que me relajo más abajo ya que da el sol y el peligro es inexistente.

Tras pasar por un par de cortijos desemboco en otro mirador, enfrentado al de esta mañana, que mediante una larga escalera me deposita nuevamente en la zona alta del pueblo. Callejear de nuevo por Fornes hasta encontrar el coche y retornar. Dada la temprana hora a la que he terminado, sólo son las trece treinta, decido llegarme atravesando Arenas del Rey hasta la presa del pantano para hacer unas cuantas fotos tanto durante el recorrido, como ya una vez llegado a la presa. No es época en que se vean muchas aves en el pantano, pero las vistas con la vegetación de la ribera quedan resultonas. Desde la presa se divisan enormes peces, pueden ser carpas, pero la suciedad flotante acumulada junto al dique me impide identificarlas.

El nivel del agua está bastante alto, en general según los datos, los pantanos granadinos, están a buen nivel para las fechas que corren. Si vuelven a caer algunas nevadas en las montañas del parque tendrán asegurada el agua, tanto para regadío como para consumo.




Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.