Campos de cultivo cercanos al pueblo de Agrón, paso obligado hoy.
Fecha: 4-1-2012
M.I.D.E.:2,2,3,3
Duración: 7 horas (26.800p)
Desnivel en subida: 980 metros
Rangos de temperatura: de -1’5ºC a los 17ºC
El Parque Natural “Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama” se encuentra a caballo entre las provincias de Granada y Málaga. Situado entre los 100 y los 2.068 m. de altitud y con una extensión de 40.663 hectáreas, abarcando gran parte del macizo montañoso que va desde Alcaudín (Málaga), hasta la carretera de la Cabra en Otívar (Granada). El punto más alto dentro del parque a la vez que de la provincia de Málaga es “La Maroma” con sus 2.068 m. El origen del nombre de este pico parece que proviene de las maromas, nombre que se les daba a las cuerdas que se usaban antiguamente para sacar la nieve de los neveros de las zonas más altas para acumularlas en pozos para su posterior distribución en épocas más cálidas, usadas principalmente para la conservación de alimentos o elaboración de helados.
Estas sierras están considerados como uno de la enclaves florísticos más relevantes de toda la península. Por otro lado la existencia de escarpaduras casi inexpugnables favorece el asentamiento de muchas especies de aves, entre las que cabe destacar las águilas y otras cazadoras tanto diurnas como nocturnas. Actualmente se está realizando un esfuerzo hacia la recuperación de aves necrófagas.
Por otro lado el nombre de Tejeda, la sierra por la que voy a caminar durante la jornada de hoy, tiene su origen en las grandes extensiones de tejo que poblaban el monte, poblaciones que han ido menguando a lo largo del tiempo hasta la actualidad en que sólo se puede encontrar pequeñas manchas siendo éstas las más meridionales de la península.
Existen diversos senderos para subir a La Maroma, pero como en casi todas las montañas, al final la recompensa es la misma, llegar a la cumbre, respirar aire fresco y puro, admirar las amplias panorámicas que nos suelen deparar y en definitiva mirar y sentir de esa forma especial que sólo se consigue desde ellas.
La propuesta que nos hace el sendero que voy a realizar hoy es el ascenso por la parte umbría del monte, partiendo desde la altiplanicie de Zafarraya, perfectamente balizado mediante hitos verticales de madera rotulados como: SL-A-124 que nos acompañarán hasta el mismo pié de La Maroma, donde desaparecen junto al sendero. Para llegar he de recorrer unos 75 kilómetros de los cuales los cinco últimos son por pista de tierra. Quizás sea la subida más cómoda de entre las posibles por el “escaso” desnivel que tengo que salvar y porque gran parte del recorrido discurre entre bosques que le aportan sombra.
Voy a iniciar la subida desde el área recreativa “El Robledal” al que llego desde la carretera A-402, entre Alhama de Granada y Ventas de Zafarraya. En el kilómetro 35’5 me encuentro La Alcaicería y el arroyo De La Madre, desde donde arranca, dirección este, una pista por la que recorreré unos cinco kilómetros hasta, siguiendo las señales, llegar al Robledal. Nombre que no dudo que en su día fuera apropiado; hoy los robles son los menos frecuentes de los árboles de la zona, ya que por unas razones o por otras han sido sustituidos por pinos.
Arranca desde aquí un carril (a la izquierda del cortijo en ruinas) que vamos a usar para acercarnos en los primeros tramos de recorrido. Algo más de la mitad del camino lo voy a hacer por espacios arbolados, donde dominan los pinos de repoblación, pero también se alternan encinas, quejigos y alguna otra especie entre las que destacan las exóticas como cedros o abetos americanos, quizás resultado de algún capricho de los repobladores.
Tras un cuarto de hora de seguirlo, lo abandono para optar por otro carril que sale con dirección sureste, dando la espalda al cerro que anteriormente rodeábamos “Fuentes del Robledal”, nombre que acoge por el ambiente especialmente húmedo que he podido apreciar al atravesar la vaguada. Una media hora después acaba este nuevo carril convirtiéndose en un sendero que es el que definitivamente voy a seguir hasta bien arriba, ya cerca de la loma de La Maroma.
Aquí la vereda se pone seria, comenzando una subida pronunciada, sólo suavizada por la sombra del cerrado bosque por el que transitamos. A medio repechón me paro un rato junto a un letrero para divisar el Valle del Temple: hacia la izquierda y como telón de fondo Sierra Nevada, justo enfrente la Sierra de Jatar con el Cerro Malascamas (1.791 m.) y bajo nosotros un verde bosque de pino resinero con zonas abiertas dedicadas al cultivo de cereales, almendro y olivo. Ya he divisado mientras subía largas filas de la oruga “procesianaria” buscando nuevos árboles donde asentarse. Durante el recorrido he podido apreciar que hay zonas de bosque en que los pinos están totalmente perdidos por la abundancia de nidos de oruga. Generalmente hacen los traslados en fila india, excepto cuando baja la temperatura que se agrupan todas en un “ovillo” para darse calor.
Continua la ascensión pegándose el sendero a un paredón rocoso que me soprepasa en una cincuentena de metros. Aquí el panorama es caótico debido a la multitud de bloques desgajados de las paredes, de tamaños diversos pero que festonean toda la ladera. La temperatura ya debe descender varios grados por debajo de cero todas las noches, ya que en aquellos lugares en que la roca obliga a aflorar el agua, ésta aparece totalmente helada. Más adelante me encuentro el otro árbol que en su día debió ocupar gran parte de esta sierra, ya que le dio su nombre: el Tejo. Hoy representado por ejemplares sueltos en las zonas más umbrías de la ladera.
Me da un pequeño descanso el llegar al collado de Rojas, no sin antes pasar por un estrecho paso denominado “El Contadero” por ser usado por los pastores para el conteo de las cabezas ya que la estrechez las obligaba a pasar en largas filas facilitando la labor. Contar las cabezas al finalizar la jornada siempre ha sido una labor prioritaria para los pastores. Pero el relajo es momentáneo, ya que la pendiente vuelve a tomar la iniciativa, para tras otro fuerte tramo de subida llegar a otro collado, el de La Lobera, que por ser divisoria de cuencas a la vez que provincial, me permite divisar ya el mar. Aquí aparece otro de los senderos que permiten ascender a esta cima. Viene de la parte malagueña y partiendo de cota bastante más baja se convierte en un recorrido bastante más duro. No lo descarto para cualquier otro día.
La arboleda ya se ha quedado atrás. A partir de aquí la roca viva es la auténtica protagonista del resto de subida que me queda. Para empezar hay que recorrer una estrecha cornisa de pelada roca para acometer la árida loma de la montaña. Apenas si la jalonan alguna aulaga y poco más. Este tipo de roca cuarteado me recuerda a la Sierra de Harana en Granada, concretamente al Jinestral. Al estar la roca tan pelada, sin vegetación, el agua de la lluvia o del deshielo penetra en las pequeñas fisuras de las rocas, que con las bajas temperaturas padecidas durante las noches, ya que el salto termométrico en invierno es muy brusco, la hiela haciendo de cuña, ejerciendo presiones que pueden llegar hasta los 2.000 kg. por centímetro. Estas descomunales fuerzas, reiteradas casi todas las noches de los fríos inviernos acaban triturando las rocas, o desgajándolas.
El sendero ha desaparecido, sustituyéndose los hitos verticales indicadores hasta ahora por otros de piedras apiladas, sin un criterio homogéneo. Me ha dado la impresión que cada cual ha intentado trazar una ruta, la mejor subjetivamente, por lo que es difícil escoger. De todas maneras, tampoco plantea excesivo problema: caminar los casi dos kilómetros que faltan para coronar intentando mantener el rumbo este-sudeste a través de la larga loma hasta divisar el alto hito que corona La Maroma.
Es esta montaña una larga loma que se prolonga hacia el norte, manteniendo casi la misma cota. Totalmente despojada de vegetación, con la roca aflorando permanentemente sin apenas tierra a excepción de algunas acumulaciones de fina arenas, imagino que transportadas por el viento. Hoy en la cima soplaba un más que molesto y frío aire que unido a lo sudado que yo iba me aconsejaba no permanecer demasiado rato inactivo en la cumbre.
La he recorrido tranquilamente hasta su extremo norte, terminado en el alto tajo que se divisa desde bien abajo y una vez llegado a él me he descolgado por la cara este hasta acabar un poco por encima del collado La Lobera. En el transcurso de ese deambular por la cima de la montaña me he encontrado un grupo de cabras a las que había echado en falta durante toda la subida. Resguardadas del aire, en la zona soleada de la loma, echadas la mayoría en labores de rumia. Una vez pasado yo, lo que le ha hecho desplazarse un poco han vuelto a recuperar sus acostaderos.
Sólo me queda desandar la subida, cosa que me he tomado con mayor tranquilidad una vez comprobado que los horarios indicados en las hojas informativas eran excesivos. Si para la subida anunciaban un tiempo de 3 horas y media yo he tardado dos y media por lo que me he permitido afrontar la bajada con bastante más calma. A medio recorrido, mi exceso de curiosidad me he hecho seguir un ramal que se adentraba hacia un barranco en el que posiblemente no entre el sol durante todo el invierno y he descubierto un nacimiento de agua completamente helado y duro como la misma roca, a una cota aproximada de 1.600 m., lo que da idea de las bajas temperaturas que aquí se registran por las noches.
Como podéis apreciar, últimamente en todas las entradas dejo el recordatorio final fijo. Hoy me ha llamado la atención las innumerables cáscaras de naranja a lo largo de todo el recorrido. Hay una creencia extendida de que los restos de fruta se los comen los animales y generalmente no es así. Las cáscaras de naranjas pueden perdurar con las temperaturas tan bajas, años.
Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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