Atractiva cascada junto al puente y sendero.
Fecha: 13-10-2011
M.I.D.E.:2,2,3,4
Duración: 7’30 horas (36.850p.)
Desnivel en subida: 1.346 metros
Rangos de temperatura: de 18ºC a 29ºC
Lanjarón es un pueblo granadino que hace de puerta a una de las comarcas más emblemáticas de Sierra Nevada: La Alpujarra. Sobradamente conocido por sus balnearios y la explotación de aguas embotelladas que llevan su nombre provenientes mediante manantiales y filtraciones desde las altas cumbres de Sierra Nevada, a casi los tres mil metros de altura. Aquí nace el río Lanjarón, un poco por debajo del Refugio Elorrieta (3.185 m.) en la Laguna del mismo nombre.
Una vez pasado el pueblo, en una pronunciada curva a derechas (justo después de cruzar el río), nace un carril que discurre paralelo al mismo. Aquí arranca el sendero que durante el primer tercio del recorrido va a ascender en todo momento por la margen izquierda hasta poco antes de la Casa Forestal Tello (1.500 m) para a partir de ese momento cruzarlo por un puente, cambiando de márgen continuar la ascensión hasta el Refugio Ventrura (2.250 m), la Laguna del Caballo y terminar en la cima del propio Cerro (3.005 m).
La mayoría de los senderos de esta zona se elaboraron en las décadas segunda y tercera del siglo pasado con el objetivo de facilitar el acceso para la repoblación de las laderas que ascienden hasta el Caballo. Dada la fuerte pendiente que ostentan los barrancos que bajan de la sierra, las correntías producidas por las tormentas ocasionaban grandes daños a los cultivos y cortijos colindantes. Se quería mediante labores de repoblación a ser posible eliminar o en su defecto minimizar las consecuencias de dichas tormentas.
Como labor pareja a la repoblación forestal se construyó una red de refugios forestales a distintas cotas con el objeto de dar cobijo durante la época de deshielo al personal más o menos estable que cuidaba los viveros que se establecieron en sus alrededores, ocupándose de su riego. Hoy día la red de refugios del valle del río Lanjarón están casi todos en ruinas o cerrados por peligro de derrumbe. El propio “Ventura”, en ruinas (ubicado en la Loma Lanjarón y el de menor cota: 2.250m), el del “Caballo”, único usable (2.860m., junto a la laguna), Refugio “Peñon Colorao” clausurado con tapiales en puertas y ventanas (2.840m., junto al rio) y el más alto Refugio del “Elorrieta” (3.187m., aunque se puede pecnostar en él no deja de estar totalmente en ruinas). Ya en la Loma de Cáñar aparece un pequeño refugio (2.800m., también en ruinas): Refugio Forestal “Loma de Cañar”. De todos ellos sólo el del Caballo está en condiciones de ser utilizado y creo que no por mucho tiempo si no lo cuidamos cerrando la puerta cuando lo abandonamos, al entrar la nieve en su interior si la temperatura sube de los 0º, nos podemos encontrar un gran charco en el suelo, inhabilitándolo para su uso.
El sendero de subida nace junto a la Fuente “Hoyo del Grillo”, tras unos metros de carril asfaltado, a la derecha arranca el sendero que voy a seguir hoy. Aunque la primera pretensión era intentar subir al Caballo, diferentes circunstancias me lo han impedido: cierto despiste por mi parte y alguna molestia en la planta del pie izquierdo.
Me ha llamado la atención durante la primera media hora de subida, aparte del desnivel salvaje que afronto, dándome a entender el recorrido que hoy no va a hacer concesiones, el olor penetrante y empalagoso que llenaba todo el espacio. Este tramo está plagado de chumberas y el fruto, no recogido, está tirado por todo el sendero, caído de puro maduro y trabajado por el sol fuerte de estos días acaba llenando el ambiente de un característico olor a fruta pasada.
Cuando acaban las chumberas atravieso un tramo de olivos, sembrados en terrazas que en su día fueron cultivos, hoy totalmente abandonados, cubiertos de broza tan alta como los propios troncos de los árboles. En general todas las “paratas” que en su día seguro que fueron mimadas y regadas con las abundantes fuentes del recorrido, así como la mayoría de los viejos cortijos que jalonan todo el recorrido, están en estado de abandono los primeros y en estado ruinoso la inmensa mayoría de los segundos.
Acabadas las antiguas paratas de cultivo me introduzco en lo que debió ser un magnífico castañar, “Castañar de Patatún”, lugar ideal para hacer un alto en el camino y saborear en su fresca fuente aneja (Matamarquez) unos tragos de refrescante agua. El bosque, actualmente diezmado por el fuego, lo que hace que se vean muchos más troncos caídos o esqueletos quemados que en pie y verdes, aunque éstos últimos aun tienen energía para dar fruto y de ello me he aprovechado yo durante la bajada, para ir recogiendo las castañas más tempranas que han ido dejando caer a lo largo del sendero.
Aunque actualmente no tiene el castaño la importancia que hace años, no deja de ser una realidad que su madera se ha usado tradicionalmente para las vigas de las casas, por su dureza y resistencia, así como en la chimenea por su gran rendimiento calórico, sin olvidar también la fabricación de muebles y su fruto ha sacado de más de un apuro a los habitantes de la Alpujarra en momentos de escasez. Algunos de los ejemplares son más que centenarios dado el volumen de sus troncos.
Un poco más arriba me encuentro y cruzo la acequia Mezquerina, con gran caída y volumen de agua que va dando riego a multitud de cortijos loma abajo. A primera vista pareciera que la acequia sirve de límite a lo que fue el grueso del castañar y no es de extrañar dado que sus filtraciones refrescan el terreno por debajo de ella, ya que por encima empiezan a ralear los mismos y a alternarse con encinas, primero en isletas para más tarde dar paso a ejemplares aislados hasta terminar desapareciendo. Junto a los cortijos es frecuente ver también nogales.
Ayer estuve revisando algunas referencias sobre el recorrido en internet. No os creáis todo los que ahí se dice, yo lo he hecho y me ha gastado una mala pasada. Las referencias situaban el cortijo “Los Pilones” (con un perro muy ladrador), como indicación para variar de dirección y cruzar el río, a dos horas y media o tres del pueblo. He tardado en llegar menos de dos horas, por lo que he creído que el cruce del río estaba más alto y he seguido subiendo. Cuando me he dado cuenta ya era tarde para rectificar, así que he aprovechado para visitar hasta bien arriba la loma de Cáñar, siguiendo primero un sendero, denominado según algún antiguo letrero que aun se mantiene junto a la acequia Rastabejar y en el que aparece rotulado “Sendero Real de Lanjarón”, para más tarde recorrer un carril, siempre en ascenso hasta casi perderse poco más arriba de un bosquete de pinos y cedros, donde he decidido volverme.
Ya durante la bajada he visitado algunos cortijos de la zona, con clara apariencia de ser visitados por sus dueños al menos esporádicamente por lo que presentan buen aspecto aunque no he coincidido con sus propietarios durante mi visita. En uno de ellos me he parado para comer aprovechando un magnífico porche ensombrado por nogales que casi se ha convertido en el cortijo de mis sueños, no porque me gustara tener uno así, sino porque después del bocadillo casi me duermo en él. Me ha espabilado el fresco que he empezado a sentir ya que por su posición hacía correr una fresca brisa incompatible con mi camiseta sudada.
Una vez retomado el descenso y para corregir el despiste cometido en la subida, me he molestado en buscar el tramo de sendero obviado en el ascenso y una vez encontrado, lo he recorrido bajando por él hasta el río, que lo cruza por un viejo puente de piedra con balaustrada nueva de madera junto a una bonita y ruidosa cascada, para enseguida retomar de nuevo la subida hacia la Casa Forestal de Tello. Una vez asegurado el camino correcto para otro día, he terminado de bajar hasta el pueblo sin prisas, con múltiples demoras para recoger el generoso fruto de los castaños esparcido a lo largo de casi todo el recorrido, a la vez que curioseaba el trabajo de una cuadrilla en la loma de enfrente, servida por un helicóptero, que en repetidos viajes, le suministraba el hormigón, hasta que así entretenido entre la recogida del fruto y la curiosidad por el trabajo ajeno ir acercándome al pueblo.
Así pues, la subida hasta la Laguna y el Cerro del Caballo ha quedado pospuesta para otro día.
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