sábado, 5 de marzo de 2011

Visitas obligadas (Realejo alto) (Granada)

Torres Bermejas.



Desde el Carmen de los Mártires con Santa María de la Alhambra y la Torre de la Vela al fondo.


El Lago del Carmen de los Mártires.


Interior del palacete del Carmen de los Mártires.


Una de las múltiples fuentes que adornan el Carmen.





Otra decorativa fuente del Carmen.




Albercón de la Fundación Rodríguez Acosta.





Paseo parcialmente abovedado con las ramas de los cipreses.
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Las fuentes en los jardines de la Fundación son muchas y variadas.



Uno de los paseos por los jardines enmarcado entre columnas.




Casi en la misma entrada de los jardines nos encontramos esto.



Buró de la Casa Museo de Manuel de Falla.



Rincón del pequeño jardín de la casa de Falla.




Dos bancos enfrentados dispuestos para el diálogo en el jardín de la casa.





Vista general de la blanqueada casa de Falla, con las coloridas ventanas y puertas.




En una anterior entrada hablaba del barrio del Realejo y me refería a él emplazando para hacer unas visitas, a mi entender obligadas por varias razones. Por la importancia de los lugares a visitar, por la trascendencia de esos lugares para Granada o simplemente por su belleza. Hay al menos tres visitas que recomiendo y de las que os voy a esbozar algunos rasgos y sensaciones de ellas. La Casa Museo de Manuel de Falla, la Fundación Rodríguez Acosta con el Instituto Gómez Moreno y el Carmen de los Mártires con sus amplios jardines. Las menciono en este orden por estar ordenadas de abajo hacia arriba, además cuentan con la ventaja de que están muy cerca los tres entre sí.

Manuel de Falla después de casi dos décadas de estancia en Granada, acompañado siempre de su hermana, el 28 de septiembre de 1939, desde su casa de la Antequeruela Alta, número 10 (Carmen del Ave María), el gran compositor gaditano emprendió un viaje sin retorno hacia tierras americanas. En esta casa se solían reunir sus amigos, Federico García Lorca a la par que lo escuchaba tocar en su piano se inspiraba en un tapiz para elaborar gran parte de sus famosos dibujos que nos ha legado.

Ahora tras un trabajo de rehabilitación, el Ayuntamiento de Granada conserva junto a su mobiliario original el genuino ambiente donde viviera y trabajara uno de los más grandes compositores españoles del siglo XX. La casa es un típico “carmen” granadino. Construido en el siglo XVI, siguiendo el estilo morisco contiene un patio de entrada que da acceso por la izquierda y tras unos breves escalones a un pequeño jardín y de frente a la entrada de una pequeña casa de dos plantas con amplios ventanales y las paredes encaladas. Las puertas y las ventanas de azul añil.

Tras la marcha de Falla un grupo de sus amigos conservan la casa con la esperanza de su vuelta, vuelta que no se produce ya que fallece en 1946 en Argentina. El Ayuntamiento lo adquiere en 1962 a fin de restaurarlo y tratando de conservar el ambiente original abrirlo como museo. En él se encuentran tanto el piano como el buró que utilizó el compositor en su día, además de casi todo el mobiliario, así como otros pequeños enseres de uso cotidiano: vajilla, ropa,. etc.; algunos figurines realizados por Picasso para “El sombrero de tres picos” y varias pajaritas de papel realizadas y firmadas por Miguel de Unamuno.




El segundo espacio propuesto es la Fundación Rodríguez Acosta e Instituto Gómez Moreno (Callejón Niño del Royo, 8). La fundación fue creada en 1941 por el pintor José María Rodríguez Acosta en un Carmen construido por el propio fundador entre 1916 y 1930. Este edificio junto con sus jardines fue declarado Monumento Nacional en 1982. El objeto fundamental de la Fundación es la difusión de la cultura en sus distintas ramas sin límites de especie alguna y conforme a los criterios que establezca su órgano de gobierno.

En 1973 vio incrementado su patrimonio artístico y documental con la donación recibida de la familia Gómez Moreno, entre ellos más de 250 ejemplares manuscritos de los siglos XVI, XVII y XVIII, así como con la obra y la biblioteca del pintor granadino Manuel Maldonado, donada por su viuda en el año 1988. El museo es una colección amplia en el tiempo y el espacio ya que posee piezas íberas, romanas, árabes, pinturas, esculturas, cerámica, tallas, libros, etc. Es una colección que el dueño fue atesorando a lo largo de su dilatada vida, coleccionando y escogiendo aquello que le llamaba la atención. Están las piezas expuestas en una amplia sala, muy por debajo del nivel de la calle de entrada, lo que le procura además de un profundo silencio un ambiente de paz y tranquilidad enseguida detectado. Está abierto al público pero hay que solicitar la visita con antelación.

Después de curiosear y apreciar las distintas obras expuestas se ofrece la posibilidad, ya en solitario en mi caso, de salir a los jardines del edificio. Estos están compuestos por tres terrazas estrechas superpuestas orientadas de este a oeste, unidas por escaleras laterales con un encanto especial. Con arcadas vegetales de viejos cipreses, numerosos árboles, abundando los naranjos y limoneros y otras especies algunas muy longevas, posiblemente coetáneas a la creación del jardín ya que sus raíces han levantado el pavimento y todo ello con un tapiz de setos de boj cuyos espacios libres se aprovechan para instalar fuentes, numerosas en forma y número sembrando y dando frescor por todos los jardines, mas abundantes estatuas y columnas. Destaca en el nivel intermedio un gran estanque rodeado de una alta pared de cipreses que aportan penumbra que sumado al rumor de los chorros de agua que descargan en él desde las esquinas te hacen sentir en un espacio distinto y especial muy lejos del real.

En los jardines te suelen dejar a tu aire por espacio de unos veinte minutos, yo solicité media hora y luego tuve que pedir disculpas ya que tuvieron que intentar recogerme hasta tres veces. No me encontraban y no porque estuviera perdido, ya que el tamaño de los jardines no dan para tanto, pero si extasiado en cualquier rincón invisible y recogido del pequeño espacio. Acompañó un espléndido día soleado, que hacía si cabe, más agradable y placentera la estancia, lo que incitaba a la permanencia.




La tercera visita recomendada en el Carmen de los Mártires, también llamada “Campo de los cautivos” por ser el sitio donde se encerraban a los cautivos cristianos para la construcción de los proyectos reales, se menciona que llegaron a estar hasta 7.000 prisioneros retenidos poco antes de la conquista por los Reyes Católicos. Después de la conquista la Reina Isabel mandó construir una ermita en memoria de los numerosos mártires muertos en la zona. En 1573 se estableció un convento del que San Juan de la Cruz fue prior durante el periodo 1582-1588.

Está situado en la colina de la Alhambra y haciendo honor a su nombre se compone de una serie de jardines ubicados a distintos niveles y una vivienda. Como en cualquier Carmen de Granada el agua es un elemento básico por lo que no puede faltar ya que cumple diversas funciones, riego, ornamentación, para lo que se provee de un gran lago ubicado en alto para facilitar el riego a todas las paratas de la propiedad. Originalmente debía tener excelentes vistas tanto hacia la Alhambra, hoy tapadas por la arboleda de los bosques, como de la sierra, del Albayzín y por supuesto de Granada.

Históricamente hay noticias del lugar desde el siglo XI (Califato Omeya). En la reconquista todo este lugar se encontraba sembrado de silos para guardar sal y otras vituallas para abastecer a la Alhambra según unos y para otros se utilizaban como mazmorras. En 1810, con la invasión francesa comienza el declive del Carmen como convento y comienza su uso como hospital y la iglesia como pajar, mas tarde con la desamortización pasará a ser cuartel de veteranos para acabar cerrado en 1844.

En 1845 tras la compra por dueños privados se comenzará a erigir lo que hoy conocemos como palacete. En el verano de 1889 sirvió de residencia al poeta José Zorrilla con motivo de su coronación como Poeta Nacional, más tarde tuvo visitantes y residentes temporales reales como Alfonso XIII y Victoria Eugenia (1904). En 1943, mediante decreto es declarado “jardín artístico”, para más tarde ya el Ayuntamiento adquirirlo a cambio del Real Monasterio de San Jerónimo y su reparación ya que se había utilizado como cuartel de caballería, con su dueña Sor Cristina de la Cruz. Siendo a partir de estas fechas cuando por primera vez se abren al público.

Entre los distintos espacios que podemos apreciar están los diversos jardines: francés, inglés, español, el lago, el patio nazarí, el acueducto, el bosque laberinto, el cedro atribuido a San Juan, la rosaleda y las distintas huertas. Del proyecto original concebido como jardín de jardines alguno se ha perdido y otros han sufrido grandes cambios. El palacete compuesto por dos plantas más sótano y ático cuenta en la planta principal con un patio rectangular rodeado de columnas en dos de sus lados, rodeando este patio se sitúan los salones, unos adornados con azulejos y otros con yeserías.


No podemos abandonar este lugar sin hacerle una visita a las Torres Bermejas, bastión defensivo más al sur que vigilaba los accesos por la vega de Granada. Enfrentadas a la Torre de la Vela y en su día unida a ella por una muralla, también tiene muy buenas vistas del Albayzín. Esta visita se puede hacer, dada su cercanía, antes o después de la entrada a la Fundación Rodríguez Acosta. No queda más que culebreando por las estrechas calles del alto Realejo descolgarnos hasta Plaza Nueva o hacia la calle Molinos para reintegrarnos al centro de la ciudad.

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