La Roca desde La Caleta.
Salobreña
(Granada).
Fecha:
14-08-2013
Antiquísima
población granadina que ha permanecido atractiva para los
asentamientos a lo largo de la historia como lo demuestran los restos
arqueológicos encontrados. Hace unos miles de años la “Roca”
donde se asienta el Castillo y parte de la población eran una isla.
A través de los milenios el río Guadalfeo fue rellenando con sus
sedimentos convirtiendo los alrededores en una fértil vega.
El río Guadalfeo, que
recoge buena parte de las aguas de la vertiente mediterránea de
Sierra Nevada ha causado tradicionalmente problemas por la magnitud
de los arrastres que sus aguas producían. Ya los árabes para que el
azud de Vélez tuviera amplia vida diseñaron diferentes represas por
encima de Orgiva con el fin de decantar las aguas antes de llegar a
las zonas más llanas. Asimismo a la hora de decidir la construcción
del embalse de Rules fue uno de los parámetros que más estudios
acaparó.
El tradicional cultivo
de la caña de azúcar que durante más de mil años fue la actividad
principal de la zona ha dejado paso al cultivo de productos
tropicales y sobre todo al turismo que actualmente es la fuente
principal de riqueza de la población. Aquí poseen segundas
viviendas muchos granadinos y algunos jienenses, por lo que los
habitantes se multiplican durante la estación estival.
Pero “bajarse a
Salobreña” como decimos los granadinos hoy se entiende
principalmente como un día de playa y relax. Eso es lo que hemos
hecho nosotros, al menos en parte, ya que a mi el estar tumbado en la
arena no me llama mucho la atención. A partir de la primera hora el
tiempo se me hace largo y el cuerpo me pide movimiento. Aprovechando
que mi mujer contaba con la compañía de mi hijo y su mujer, los he
abandonado a los tres en la playa para deambular por otros parajes.
Me he animado, a pesar
del soleado día y la alta humedad del ambiente a la que no estoy
acostumbrado, a remontar la Roca para visitar el Castillo y los
barrios colindantes. He optado por subir por su cara oeste,
aprovechando una escalinata salpicada de miradores que hace unos años
habilitó el ayuntamiento y que desgraciadamente hoy está semi
abandonada, sin servicio en las farolas y con los yerbajos
adueñándose de todo el recorrido.
Aun así y tras
encontrar el inicio de la subida semioculto en la estrecha carretera
de acceso hacia el barrio de la Caleta y cerrado por una valla
metálica que un par de jubilados me han animado a traspasar, he
comenzado mi ascensión disfrutando de las vistas que ofrecen los
numerosos miradores habilitados a lo largo de la subida. Incluso me
he encontrando algún visitante solitario, que aprovechando la sombra
de la roca pasaba la mañana leyendo un libro digital, que extrañado
por mi presencia y tras el saludo de rigor ha proseguido impertérrito
su labor ajeno a turistas esporádicos.
El acceso escalonado
fue diseñado para acceder al recinto amurallado del castillo
escalando el alto tajo que protege al peñón por esta cara oeste. Se
tiene constancia de su existencia en el siglo XIII aunque hay
referencias anteriores de una Salobreña fortificada. Su uso ha sido
dispar a través de la historia, desde residencia veraniega para los
monarcas granadinos hasta prisión de los sultanes destronados,
incluso se habla de la estancia de Muley Hacen padre de Boabdil.
Vuelve a ser recinto militar en la época cristiana, lugar
estratégico para la defensa costera.
La entrada al castillo
es a través de una torre con la típica forma en recodo, solución
defensiva habitual nazarí, recurso ampliamente utilizado en el
Alhambra. Tras la compra de la correspondiente entrada, me dedico a
recorrer los distintos espacios habilitados para la visita.
Curiosamente, como en la Alhambra existe una Torre del Cubo que al
igual que la granadina es circular, la Alcazaba y las distintas
torres: Homenaje, Nueva, Vieja, del Agua, Coracha.
Una vez terminada la
visita castillar decido reintegrarme a la familia para lo que recorro
en mi bajada los barios encalados que rodean por su cara sur el
promontorio hasta acabar en una de las avenidas junto al Parque
Municipal. Estrechas calles algunas profusamente adornadas con
macetas, generalmente las fachadas con cenefas alicatadas o pintadas
en colores más sufridos que me recuerdan altamente al Albayzín.
Justo cuando estoy apreciando las coincidencias constructivas con mi
barrio granadino leo en la pared el rótulo de una de ellas: "Calle
Alto Albaicín". Casi todas ellas con pendiente, algunas en rampa,
otras escalonadas, casi todas peatonales, no por imperativo municipal
sino por imposibilidad física, salpicadas con miradores. Por pura
curiosidad me introduzco en la que presumo que debe ser la más
estrecha de la población, apenas 60 centímetros entre paredes con
fuerte pendiente y escalonada.
Tras callejear bajando
y para que no me tilden de “desertor” acorto mi deambular por el
pueblo y me acerco hasta la playa no sin antes reservar mesa en un
restaurante del Paseo Marítimo. Cumplidas las devociones y las
obligaciones me reincorporo al estrecho espacio en la playa que han
sabido defender en mi ausencia. No recuerdo una playa más atestada
en toda mi vida, en algunos sitios había que dar un gran rodeo para
acceder al agua, lo que me sirvió para justificar mi ausencia
alegando que: así no merece la pena.
Tras el corto baño de
rigor, secarse y recoger todos los bártulos para una vez en casa y
tras la ducha preceptiva acercarnos al restaurante para comer. Me
llama poderosamente la atención que siendo Salobreña una población
que vive casi exclusivamente del turismo, sean al menos algunos, tan
poco profesionales que no sepan corregir un error de un camarero,
diría más, que quieran arreglarme haciéndosela pagar al cliente:
kafkiano.
Me estoy refiriendo al
establecimiento donde comimos: Restaurante Azules ubicado en el
propio Paseo Marítimo en que la calidad-precio son adecuados, la
atención del personal es correcta, la ubicación muy agradable pero
la profesionalidad muy deficiente ya que no supieron, primero aceptar
y después corregir un incidente; es más la persona encargada
(Pedro) en lugar de colaborar a subsanar un error de un camarero lo
convirtió en un problema ya que su única solución fue hacérnoslo
pagar a los clientes.
O conseguimos
profesionalizarnos o la crisis en esta nuestra Granada dejará de ser
evento puntual para convertirse, como las enfermedades mal curadas,
en crónica. Lástima.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas,
todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e
inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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