miércoles, 17 de febrero de 2016

Mulhacén (un año más) Sierra Nevada - Granada



Cada montaña que se coronó por primera vez, ensanchó la vida humana y sus posibilidades.

Llegando a la cota 3.000 comienza el sol a iluminar la cima del Veleta.


Antes de llegar a la Carihuela dejo abajo un conjunto de lagunas: los Lagunillos de la Virgen y el embalse de las Yeguas.

Caminando por los Vasares del Veleta con el puntal de Loma Púa cerrando el horizonte.

Desde La Carihuela ya diviso el objetivo elegido para hoy.

Lagunas de las Cabras.

Tres de las cuatro lagunas que forman el conjunto de Río Seco.

Conjunto de lagunas de Río Seco por debajo de la carretera que atraviesa Sierra Nevada.

Vigilando el "harén".
Junto a la carretera, por encima de Río Seco.

Refugio de Loma Pelá.

Enfrentado al pequeño refugio de Loma Pelá se encuentra el Barranco Poqueira y Sierra Lújar.

Desde el refugio de Loma Pelá: Los Raspones, Veleta y Machos.

Desde el refugio de Loma Pelá tres cresterías: los Raspones de Río Seco, Loma Púa y al fondo la línea de tres miles que acaba con el Pico Tajo de los Machos.

Desde el refugio de Loma Pelá, la larga loma del Mulhacén atravesada por el carril.

Laguna de Majano, unos metros por debajo de La Caldera.
Laguna de Los Lagunillos, por debajo de la Caldera.

Cima del Mulhacén (3.482 metros).

El protagonista y autor.
Donde únicamente se acumulaba más nieve: tajo del Mulhacén con la laguna de la Mosca, abajo y totalmente helada.

Contemplando más de tres horas de camino, la aproximación de hoy.

Me asomo a la cara este del Mulhacén para ver, al fondo y abajo, la Laguna Hondera.

Refugio de la Caldera, al pié del Mulhacén.

Interior "típico" de un refugio -no asistido- de Sierra Nevada.
Laguna de la Caldera, en su mínima expresión.

A la derecha de la imagen se ven las marcas de orillas anteriores.

Laguna baja del conjunto de Río Seco y los diferentes borreguiles totalmente "quemados" por la bajas temperaturas nocturnas.

Vista de la laguna de Aguas Verdes a la salida del paso de los expertos: Vasares del Veleta.
Laguna de Aguas Verdes con el entorno totalmente agostado a mi regreso.

Refugio de La Carihuela (3.205 metros).

Desde el interior del refugio de la Carihuela.

Complejo de Borreguiles. La poca nieve que hay es la "parida" por los cañones.

Destaca la cinta blanca de la "Pista del Río". Sólo hay nieve en esta cota donde la producen los cañones.


Fecha: 3-11-2015                                                             Cota 2.500                                          7’30h. – 16’30h.
M.I.D.E.:2,2,3,4.                                                                Carihuela                                           9’10h. – 15’00h.
Duración: 9h (Semicircular)                                         Laguna Caldera                                  11h.    -  13’30h.
Desnivel en subida: 1.300 metros                                 Mulhacém                                           12'30h.
Rangos de temperatura: de 4’5ºC a los 7’5ºC          


Este año creía haber dejado pasar la oportunidad de ascender hasta el Mulhacén. Las nevadas de mediados de noviembre, así lo indicaban, pero las suaves temperaturas no han querido abandonarnos y nos encontramos que a primeros de diciembre (teórico invierno metereológico) las bajas temperaturas no acaban de llegar, ni la nieve a la sierra. Sólo blanquean los recorridos de las pistas de esquí, gracias a los partos de los cañones, ¿será el calentamiento global?.

Así que hoy me decido, consciente de que en cualquier momento puede cambiar la climatología y cualquier lluvia en cotas altas, es nieve y no me agrada ya ascender con nieve –y nieve muy dura por las mañanas- para evitar riesgos innecesarios.

Como tengo por costumbre madrugar, dispongo el despertador para comenzar el caminar alrededor de las siete y media de la mañana, porque pretendo alargar el recorrido de hoy más de lo habitual. Aunque a tan temprana hora es todavía noche, sólo me demoro unos minutos para lanzarme enseguida ya que el sendero está muy marcado, es archiconocido por mí y la media luna me ayuda a andarlo y a verlo.

Me constan cuatro accidentes de aeronaves en Sierra Nevada y una de ellas se produjo en la ladera sur del Mulhacén, cerca de la cota 3.000. En mi recorrido quiero acercarme a la zona por ver si encuentro todavía, algún resto del mismo.

No voy a entrar en descripciones del primer tramo de la ascensión hasta el refugio de La Carihuela por ser sobradamente conocido y aparecer en mis entradas en reiteradas ocasiones. Si acaso alguna impresión personal, más cercana a mis sensaciones que a las incidencias del caminar. Hoy he empleado algo más de tiempo de lo “habitual”, no en vano el mes pasado fue baldío en salidas y a mi edad la falta de continuidad se paga.

Creo que los senderistas somos individuos singulares que aceptamos pasar horas o días fuera del automóvil, alejados de la zona de confort, para adentrarnos corporalmente en la desnudez del mundo. Este ejercicio propicia una filosofía elemental de la existencia basada en pequeñas cosas; conduce durante un instante a interrogarse acerca de sí mismo, de la relación con la naturaleza o con los otros, a meditar sobre un amplio abanico de cuestiones.

A pesar de esa baja forma he remontado los setecientos metros de manera “honrosa”, ayudado por la temperatura muy agradable y por supuesto la falta total de nieve que no he tenido que pisar en ningún momento. En la falda del Veleta, ya en la cota 3100, a los lados de la carretera es donde he encontrado nieve acumulada, más por efecto de los quitanieves que por las propias precipitaciones. Llegado a la Carihuela, empieza a calentarme el sol lo que me obliga a quitarme prendas de abrigo y rellenar la mochila. Hoy he paseado los crampones y un plumón durante toda la jornada.

Durante milenios los hombres han caminado para trasladarse de un lugar a otro, y todavía es así en la mayor parte del planeta.

Todas las lagunas avistadas, que han sido muchas -hasta 17- estaban cubiertas por hielo, esas bajas temperaturas son las que le dan permanencia, ya que alguna de ellas sin las heladas nocturnas estaría seca. Cuando visualicéis las imágenes lo apreciareis perfectamente. He decidido caminar, durante la ida, por la carretera que atraviesa el macizo, para dejando atrás la laguna de la Caldera, acercarme hasta la ladera sur del Mulhacén y ascender por ella.

Intento recorrer, a la vez que la subo, la loma donde mis recuerdos sitúan los restos del avión siniestrado. Ya en mi adolescencia estuve por aquí y encontré algunas piezas metálicas. Los tres accidentes de aviones grandes en Sierra Nevada comparten algunos datos. Todos se produjeron en la década de los años sesenta (1960, 1964 y 1966); todos se estrellaron alrededor de la cota 3.000; en dos de ellos no hubo supervivientes (el francés del Goterón, 2/10/1964 con 80 fallecidos) y éste de la ladera sur del Mulhacén (norteamericano, 16/2/1966 y ocho fallecidos); en el tercero no hubo víctimas mortales salvándose los 24 oficiales que viajaban a bordo (norteamericano Chorreras Negras, 8/3/1960), caso inédito en la historia de la aviación para esas condiciones climatológicas y de altura.

Se conocen los nombres de los infortunados tripulantes del avión estrellado. Son: el capitán piloto Wiliam Cornwell, el primer teniente y segundo piloto John Arieceheaux, el sargento ingeniero de vuelo Donald G. Gallitzin, otro sargento ingeniero de vuelo James W. Thompson, el sargento jefe de la carga Ronald W. Hickman, el miembro adicional de la tripulación sargento Charles R. Anderson, miembro adicional cabo de segunda clase Kenneth C. Young y el capitán navegante James P. Cisco".

Entre la falta de “piernas” y de memoria no he conseguido encontrar nada. Posiblemente no he atacado la loma por el sitio correcto, no la he recorrido suficientemente, o simplemente el tiempo –casi cincuenta años- y la climatología han borrado las señales. Aun así me ha servido para remontar la larga loma y alcanzar la cima de forma amena ya que no pensaba en el desnivel sino que iba atento por si divisaba algún resto.

La energía propiamente humana, surgida de la voluntad y de los más elementales recursos de nuestro cuerpo (caminar, correr, nadar...), hoy raramente es requerida a lo largo de la vida cotidiana.

La estancia en la cima en total soledad, una temperatura muy agradable junto a la falta total de aire, se ha prolongado casi media hora. Tiempo dedicado a pensar y rememorar, como cada año, consciente de que puede ser la última por lo que hay que saborearla al máximo. Los recuerdos ayudan. Soy consciente de que mis subidas anuales al Mulhacén son autochequeo para descubrir en qué estado físico estoy y qué capacidad mantengo de control del sufrimiento cuando no me van bien las cosas para conseguir terminar. La mera subida no me motiva ya que la reiteración le ha restado interés.

Reivindicar conscientemente que caminar es un atajo en el ritmo desenfrenado de nuestras vidas, una forma adecuada de tomar -medir- distancias.

La bajada ha sido bastante más cómoda y rápida que la ascensión con apenas unas ridículas manchas de dura nieve en el sendero que no han dificultado para nada el recorrido. Abajo, alcanzado el pie de la loma, me acerco hasta el refugio para la “inspección”, como tengo por costumbre. Hace unas horas ya visité el pequeño refugio de Loma Pelá, y dentro de un rato me acercaré hasta el de La Carihuela. Sigo constatando que se abandonan restos -café o fideos-, supongo que con la sana intención de que los aproveche alguien, pero es seguro que acabarán esturreados por los alrededores. No obstante, en general limpios.

En mi regreso decido ascender usando el sendero que bordea todo el circo glaciar de la Laguna Caldera (obviada su visita en la ida) hasta aparecer en el collado de Loma Pelá, aunque sólo sea para darle un carácter semicircular a la salida. Este recorrido semicircular que asciende recorriendo el amplio circo glacial de la laguna, cada vez está más deteriorado: los ventisqueros, los chaparrones y el deshielo que ablandando el terreno lo hace deslizarse ladera abajo, acabarán inutilizándolo totalmente.

Quisiera hablar para elogiar el caminar consentido que se hace con placer en el corazón, ese que invita al encuentro, con uno mismo o con los demás, a la conversación, al disfrute del tiempo, a la libertad de detenerse o de continuar. El goce tranquilo de pensar y caminar. Practicar el "bagabundeo" tan poco tolerado en nuestra sociedad como el silencio, oponiéndose así a las todopoderosas exigencias del rendimiento.

De nuevo en la carretera, frente al conjunto de lagunas de Río Seco -ahora cuesta arriba-, la suave cuesta se hace notar por el cansancio que arrastro, me viene a la memoria que este tramo -de regreso-, siempre se me hace excesivamente largo. Cuando alcanzo de nuevo el refugio de la Carihuela, cambian las sensaciones. He concluido las subidas y ya solo resta bajar. Aunque soy consciente de que todavía me queda más de una hora de exigente bajada (700 metros), el saber que abajo está el coche ayuda a sostener el ritmo de las piernas o quizás sea porque me desentiendo, acabo poniendo el “piloto automático” y me dejo llevar. 


Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.




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