A primera hora cuando el sol acaricia las cumbres. |
Las cimas de la Alcazaba y el Mulhacén son las primeras. |
Poco después el pico del Veleta se suma también. |
Desde la loma Alguacil se tienen buenas vistas de las sierras de Viznar y Arana. |
Panorámica de los Lavaderos de la Reina con el Picón de Jérez a la izquierda. |
Cabras pastando en la loma del Mirador Alto. |
Más cabras que se van apartando a mi paso. |
Buena parte del recorrido hecho hoy a través de la cuerda. |
Las huellas del caminante permanecen en los ventisqueros. |
Una vez llegado al collado tengo a la vista la línea de crestas que descienden hasta el Puetro de la Ragua. |
Desde el collado estudio la mejor forma de acceder al Picón de Jérez. |
Una vez en el Horcajo tengo vistas distintas de los tres grandes. |
En la cima de Cerro Pelao, mirando hacia atrás, el camino de vuelta. |
El autor en la cima del Picón con Cerro Pelao al fondo. |
Ya de regreso las nubes van ganando espacio. |
El Mulhacén y el Puntal de la Caldera. |
El Veleta y los Machos delimitando la cabecera del Guarnón. |
Güejar Sierra, paso obligado para la ruta de hoy. |
Fecha: 28-3-2012 Tiempos
empleados en el recorrido de ida:
M.I.D.E.:2,3,4,4 Collado Alguacil 7’30h.
Duración: 12h (49.700p) Cruzo el Sulayr
10,00h
Desnivel en subida: 1.200 metros Corono Picón de Jérez 11,35h
Temperatura: de 2’5ºC a los 12’5ºC Culmino en Cerro Pelao
12,30h
El camino
es un elogio del espacio. Cada tramo del camino tiene sentido en sí mismo y nos
invita a detenernos. La carretera, en cambio, es la victoriosa desvalorización
del espacio, que gracias a ella no es hoy más que un simple obstáculo para el
movimiento humano y una pérdida de tiempo.
Antes
de que los caminos desaparecieran del paisaje, desaparecieron del alma humana;
el hombre perdió el deseo de andar, de caminar con sus piernas y disfrutar con
ello”. Milan Kundera.
Es
curioso lo distinto que se puede apreciar algo, aunque sea relativamente bien
conocido, si se mira desde un punto de vista distinto, un ángulo inusual. Durante
el mes de marzo se expusieron una serie de fotografías de Sierra Nevada en la
sala Zaida (Granada), tomadas por Andrés Castillo, exposición que aparte de
captar la belleza intrínseca que posee esta sierra, independientemente de lo
cercanos que nos sintamos cada uno de nosotros en relación a ese entorno, ha
conseguido reflejar un espacio que tiene un especial encanto para mí y al que
en mi caso particular habría que sumar el idilio permanente que mantengo con
ella.
Yo
que me considero un aceptable conocedor de nuestra sierra por haberla pateado
extensa e intensamente a lo largo de los años, tuve alguna dificultad en ubicar
algunas de las fotos expuestas, porque realmente intentaban responder al título
asignado a la misma: “otra mirada”. Aunque algunas de las tomas eran aéreas con
lo que era normal que resultaran “extrañas” a los que nos movemos a ras de
suelo, había otras que aunque tomadas a nivel del suelo, por presentar rincones
o perspectivas originales resultaban entretenidas de ubicar.
Al
hilo de lo expuesto hoy quiero en mi salida semanal hacer un recorrido, al
menos para mí, original. Trataré de iniciar la salida recorriendo la Cuerda del
Alguacil, para atravesar la Loma de Jacho e intentar terminar coronando el
Picón de Jérez. Estas son las intenciones, a lo largo de la jornada veré cuales
consigo convertir en realidades.
Voy
a usar de aparcamiento la vaguada existente entre dos cerros: Alto de
Miguelejos (2.017 m) y Cerro Alguacil
(2.004 m), para caminando por las crestas rodear por el sureste la cabecera de
la Dehesa de Camarate hasta llegar al Cerro del Mirador Alto (2.674 m) y
finalizar en el Picón de Jérez (3.090 m).
Como
la caminata de hoy era además de exigente, larga, estaba preparando la mochila
en el Collado Alguacil a las 7’30 de la mañana. En el mismo collado arranca un
sendero que dejando los diferentes picos siempre a la izquierda, recorre las
lomas un poco por debajo de las cumbres hasta acercarme al pie de Picón de
Jerez. Es un largo recorrido de casi tres horas que aunque no requiere excesivo
esfuerzo ya que su desnivel es suave y está perfectamente marcado, su longitud
lo convierte en tedioso.
Ayuda
y mucho las vistas que me ofrece durante todo el recorrido de la línea de los
tres mil a mi derecha, veo casi en todo momento desde el Veleta hasta el propio
Picón. Como he madrugado bastante aprecio cuando bañan los primeros rayos del
sol las tres cumbres principales. Poco después es a mí a quien ciega el sol no
dejándome ver casi nada ya que lo tengo justo enfrente y muy bajo. Es un rato
que lo paso mal, obligándome a esforzarme, ya que no conozco el recorrido por
no equivocar el destino por algún ramal
inadecuado. No ocurre ya que el sendero está durante todo el recorrido
muy marcado y no propicia en ningún momento vacilaciones para su seguimiento.
Cuando
llego a la cabecera de la Dehesa de Camarate el sendero que llevo cruza en
perpendicular el tramo del Sulayr: Postrero Alto-Refugio Peña Partida. Esta
última media hora de camino el sendero discurre paralelo a una antigua cerca
ganadera de la que quedan multitud de palos y algunos restos de alambre
espinoso caídos en el suelo, con el peligro que puede acarrear a personas y
animales, entendiendo que deberían haberlos retirado. El Sulayr atraviesa la
cerca por un portillo y mi sendero sigue paralelo a la valla loma arriba.
Hasta
llegar al portillo el sendero era llano e incluso mostraba algo de bajada por
lo que el ritmo que traía era alto. Al llegar al inicio de la loma se empina y
yo cometo el error de querer seguir manteniendo el mismo ritmo que traía.
Rápidamente el cuerpo me da un par de avisos mostrado su disgusto: excesivo
sudor y los latidos del corazón se disparan de tal forma que los siento
potentes dentro del pecho. Me doy por enterado y parándome me despojo de la
sudadera quedándome en camiseta de manga corta. El sol ya más alto y la falta
de brisa no me exigen más abrigo y la subida que me espera sacará las calorías
necesarias del cuerpo; por otro lado al reiniciar la marcha acorto
sensiblemente los pasos a la vez que los ralentizo. Enseguida se reorganiza mi
cuerpo y me da a entender que: así sí.
Sigo
un rato el sendero marcado junto a la valla ascendiendo en dirección a la
Piedra de los Soldados (por sus formas peculiares asimilando a estos en
posición firme). A media loma percibiendo
que me estoy desviando excesivamente de mi trayectoria, decido abandonar la
cercanía de la valla, así como el trazado del senderillo que la acompaña,
redirigiéndome más a la derecha; primero porque la posición del Picón lo
aconseja así y segundo porque evitaré tener que cruzar un par de largos
ventisqueros que a esta hora están helados y me obligarían a calzarme los
crampones. No hay sendero aquí por lo que subo monte a través intentando
escoger la mejor trayectoria.
Esta
subida engañosa desde abajo, se divide en dos tramos de unos cuatrocientos
metros de desnivel cada uno, ya que partiendo de alrededor de los 2.200 m. en
el portillo he de llegar a los 3.090 m. del Picón. El primero tras pasar junto
a la Piedra de los Soldados, acaba en un collado a la izquierda del Picón. Es
una dura y exigente subida sin sendero que me guíe, por lo que el zigzag lo
tengo que elaborar yo, en que remonto alrededor de cuatrocientos metros en algo
más de una hora de marcha. Una vez llegado al collado me enfrento con la
segunda subida, ya por la propia loma del Picón en la que, quizás con mayor
pendiente tengo que remontar los otros cuatrocientos metros que me separan de
la cima con algunos repechos muy exigentes. Es la primera vez que acometo la
subida por esta cara noreste y el segundo tramo se ha hecho especialmente duro
y largo.
Una
vez en la cima (3.090 m) me encuentro con tres excursionistas que han salido
desde el refugio Postrero Alto y han coronado momentos antes que yo. Tras los
saludos pertinentes y el intercambio de las intenciones montañeras de cada uno,
ellos se quedan para comer algo por las inmediaciones, mientras que yo
considero que tengo fuerzas suficientes para proseguir algo más. Poco más
adelante me cruzo con una docena de montañeros que ascienden desde el Puerto de
Trevélez, con estos no hablo por la distancia que nos separa y nos limitamos a
saludarnos con la mano.
Tras
coronar el Puntal de Juntillas (3.139 m), me dirijo hacia Cerro Pelao (3.181 m)
para proseguir hasta el Horcajo donde doy por finalizada mi incursión de hoy en
Sierra Nevada, aquí decido aprovechar para comer a la vez que disfruto de la
vista de la loma de la Alcazaba tapando parcialmente la del Mulhacén situada detrás.
Desde mi posición accedo a una vista diferente de estas dos moles menos
habitual y reconocible que las clásicas. La lámina de agua de la laguna de
Juntillas no se ve, tapada totalmente por la nieve, sólo se aprecia la
hondonada que la contiene. Este año la nieve, excepto en vaguadas donde el aire
la ha acumulado, es escasa.
Después
del descanso merecido sólo queda retroceder para repitiendo itinerario regresar
al punto de partida. Esto que se describe en poco más de un renglón me ha
costado casi cinco horas de marcha y casi toda ella a buen paso, no en vano he
conseguido una media de más de 4.000 pasos por hora, que si tenemos en cuenta
la diferencia de cota que he superado es un resultado más que encomiable.
De
nuevo en el portillo de la valla por el que me cruzo con el sendero Sulayr me
detengo para comerme un par de mandarinas y beber algo de agua en previsión de
las tres horas de marcha que me restan, cuando examinando la loma del Cerro del
Mirador Alto (2.674 m), que acabo de descender descubro a un solitario
excursionista que se aproxima hasta donde yo estoy. Decido esperarlo por si
compartimos recorrido hacerlo juntos y así es. Estas últimas tres horas de
caminata se harán bastante más entretenidas gracias a la animada charla que
sostenemos a la vez que conseguimos que pasen más desapercibidas para nuestras piernas
a pesar del cansancio acumulado.
Lo
que en principio iba a ser una etapa con final en el Picón se ha prolongado en
casi tres horas más por mi decisión de acercarme a Cerro Pelao. Este
alargamiento de la jornada y el desgaste consiguiente se ha hecho patente a la
vuelta, ya que el sendero de regreso recorriendo las lomas de la Cuerda
Alguacil se me ha hecho interminable. Gracias a la grata y amena compañía de
Pepe, lo hemos superado los dos sin gran detrimento.
Estos
excursionistas (me refiero a mi acompañante casual de hoy) que simultanean
amores con la sierra y la fotografía merecen un homenaje en toda regla. Lo digo
porque además de llevar la mochila con todos los pertrechos que se suponen que
nos pueden hacer falta en una de estas salidas a la alta montaña, algunos optan
por llevar la bolsa con la cámara réflex e incluso con varios objetivos. Yo que
por experiencia propia lo he hecho en algunas ocasiones, rápidamente opté por
la compacta digital. Se pierde calidad en las tomas pero se gana movilidad
eliminando peso, factor muy a tener en cuenta en nuestras largas salidas.
Aunque
en un principio, por el recorrido descrito cabe pensar que sería necesaria la
ayuda de los crampones y previsoramente los había añadido a la mochila, no los
he usado en todo el día. A la poca nieve que queda en estas laderas, en parte
por su posición soleada y en parte por su escasez debido a las exiguas
precipitaciones de este invierno hay que sumar que he tratado de esquivar los
pocos ventisqueros que me he encontrado en la ascensión, helados durante las
primeras horas de la mañana, porque he preferido rodearlos a demorarme con la
puesta de los crampones. Otro día que he portado un peso que no me ha hecho
falta utilizar.
Recordatorio: en nuestras salidas al
campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y
residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.
Fantastic photograph, fine views. I am greeting
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