jueves, 26 de abril de 2012

Alguacil-Picón de Jérez-Cerro Pelao (Sierra Nevada - Granada)

A primera hora cuando el sol acaricia las cumbres.

Las cimas de la Alcazaba y el Mulhacén son las primeras.

Poco después el pico del Veleta se suma también.

Desde la loma Alguacil se tienen buenas vistas de las sierras de Viznar y Arana.

Panorámica de los Lavaderos de la Reina con el Picón de Jérez a la izquierda.

Cabras pastando en la loma del Mirador Alto.

Más cabras que se van apartando a mi paso.

Buena parte del recorrido hecho hoy a través de la cuerda.

Las huellas del caminante permanecen en los ventisqueros.

Una vez llegado al collado tengo a la vista la línea de crestas que descienden hasta el Puetro de la Ragua.

Desde el collado estudio la mejor forma de acceder al Picón de Jérez.

Una vez en el Horcajo tengo vistas distintas de los tres grandes.

En la cima de Cerro Pelao, mirando hacia atrás, el camino de vuelta.

El autor en la cima del Picón con Cerro Pelao al fondo.

Ya de regreso las nubes van ganando espacio.

El Mulhacén y el Puntal de la Caldera.

El Veleta y los Machos delimitando la cabecera del Guarnón.

Güejar Sierra, paso obligado para la ruta de hoy.



Fecha: 28-3-2012                                                   Tiempos empleados en el recorrido de ida:
M.I.D.E.:2,3,4,4                                                        Collado Alguacil                         7’30h.    
Duración: 12h  (49.700p)                                          Cruzo el Sulayr                          10,00h
Desnivel en subida: 1.200 metros                            Corono Picón de Jérez             11,35h
Temperatura: de 2’5ºC a los 12’5ºC                         Culmino en Cerro Pelao          12,30h

El camino es un elogio del espacio. Cada tramo del camino tiene sentido en sí mismo y nos invita a detenernos. La carretera, en cambio, es la victoriosa desvalorización del espacio, que gracias a ella no es hoy más que un simple obstáculo para el movimiento humano y una pérdida de tiempo.
Antes de que los caminos desaparecieran del paisaje, desaparecieron del alma humana; el hombre perdió el deseo de andar, de caminar con sus piernas y disfrutar con ello”. Milan Kundera.

Es curioso lo distinto que se puede apreciar algo, aunque sea relativamente bien conocido, si se mira desde un punto de vista distinto, un ángulo inusual. Durante el mes de marzo se expusieron una serie de fotografías de Sierra Nevada en la sala Zaida (Granada), tomadas por Andrés Castillo, exposición que aparte de captar la belleza intrínseca que posee esta sierra, independientemente de lo cercanos que nos sintamos cada uno de nosotros en relación a ese entorno, ha conseguido reflejar un espacio que tiene un especial encanto para mí y al que en mi caso particular habría que sumar el idilio permanente que mantengo con ella.

Yo que me considero un aceptable conocedor de nuestra sierra por haberla pateado extensa e intensamente a lo largo de los años, tuve alguna dificultad en ubicar algunas de las fotos expuestas, porque realmente intentaban responder al título asignado a la misma: “otra mirada”. Aunque algunas de las tomas eran aéreas con lo que era normal que resultaran “extrañas” a los que nos movemos a ras de suelo, había otras que aunque tomadas a nivel del suelo, por presentar rincones o perspectivas originales resultaban entretenidas de ubicar.

Al hilo de lo expuesto hoy quiero en mi salida semanal hacer un recorrido, al menos para mí, original. Trataré de iniciar la salida recorriendo la Cuerda del Alguacil, para atravesar la Loma de Jacho e intentar terminar coronando el Picón de Jérez. Estas son las intenciones, a lo largo de la jornada veré cuales consigo convertir en realidades.

Voy a usar de aparcamiento la vaguada existente entre dos cerros: Alto de Miguelejos (2.017 m) y  Cerro Alguacil (2.004 m), para caminando por las crestas rodear por el sureste la cabecera de la Dehesa de Camarate hasta llegar al Cerro del Mirador Alto (2.674 m) y finalizar en el Picón de Jérez (3.090 m).

Como la caminata de hoy era además de exigente, larga, estaba preparando la mochila en el Collado Alguacil a las 7’30 de la mañana. En el mismo collado arranca un sendero que dejando los diferentes picos siempre a la izquierda, recorre las lomas un poco por debajo de las cumbres hasta acercarme al pie de Picón de Jerez. Es un largo recorrido de casi tres horas que aunque no requiere excesivo esfuerzo ya que su desnivel es suave y está perfectamente marcado, su longitud lo convierte en tedioso.

Ayuda y mucho las vistas que me ofrece durante todo el recorrido de la línea de los tres mil a mi derecha, veo casi en todo momento desde el Veleta hasta el propio Picón. Como he madrugado bastante aprecio cuando bañan los primeros rayos del sol las tres cumbres principales. Poco después es a mí a quien ciega el sol no dejándome ver casi nada ya que lo tengo justo enfrente y muy bajo. Es un rato que lo paso mal, obligándome a esforzarme, ya que no conozco el recorrido por no equivocar el destino por algún ramal  inadecuado. No ocurre ya que el sendero está durante todo el recorrido muy marcado y no propicia en ningún momento vacilaciones para su seguimiento.

Cuando llego a la cabecera de la Dehesa de Camarate el sendero que llevo cruza en perpendicular el tramo del Sulayr: Postrero Alto-Refugio Peña Partida. Esta última media hora de camino el sendero discurre paralelo a una antigua cerca ganadera de la que quedan multitud de palos y algunos restos de alambre espinoso caídos en el suelo, con el peligro que puede acarrear a personas y animales, entendiendo que deberían haberlos retirado. El Sulayr atraviesa la cerca por un portillo y mi sendero sigue paralelo a la valla loma arriba.

Hasta llegar al portillo el sendero era llano e incluso mostraba algo de bajada por lo que el ritmo que traía era alto. Al llegar al inicio de la loma se empina y yo cometo el error de querer seguir manteniendo el mismo ritmo que traía. Rápidamente el cuerpo me da un par de avisos mostrado su disgusto: excesivo sudor y los latidos del corazón se disparan de tal forma que los siento potentes dentro del pecho. Me doy por enterado y parándome me despojo de la sudadera quedándome en camiseta de manga corta. El sol ya más alto y la falta de brisa no me exigen más abrigo y la subida que me espera sacará las calorías necesarias del cuerpo; por otro lado al reiniciar la marcha acorto sensiblemente los pasos a la vez que los ralentizo. Enseguida se reorganiza mi cuerpo y me da a entender que: así sí.

Sigo un rato el sendero marcado junto a la valla ascendiendo en dirección a la Piedra de los Soldados (por sus formas peculiares asimilando a estos en posición firme). A media loma percibiendo que me estoy desviando excesivamente de mi trayectoria, decido abandonar la cercanía de la valla, así como el trazado del senderillo que la acompaña, redirigiéndome más a la derecha; primero porque la posición del Picón lo aconseja así y segundo porque evitaré tener que cruzar un par de largos ventisqueros que a esta hora están helados y me obligarían a calzarme los crampones. No hay sendero aquí por lo que subo monte a través intentando escoger la mejor trayectoria.

Esta subida engañosa desde abajo, se divide en dos tramos de unos cuatrocientos metros de desnivel cada uno, ya que partiendo de alrededor de los 2.200 m. en el portillo he de llegar a los 3.090 m. del Picón. El primero tras pasar junto a la Piedra de los Soldados, acaba en un collado a la izquierda del Picón. Es una dura y exigente subida sin sendero que me guíe, por lo que el zigzag lo tengo que elaborar yo, en que remonto alrededor de cuatrocientos metros en algo más de una hora de marcha. Una vez llegado al collado me enfrento con la segunda subida, ya por la propia loma del Picón en la que, quizás con mayor pendiente tengo que remontar los otros cuatrocientos metros que me separan de la cima con algunos repechos muy exigentes. Es la primera vez que acometo la subida por esta cara noreste y el segundo tramo se ha hecho especialmente duro y largo.

Una vez en la cima (3.090 m) me encuentro con tres excursionistas que han salido desde el refugio Postrero Alto y han coronado momentos antes que yo. Tras los saludos pertinentes y el intercambio de las intenciones montañeras de cada uno, ellos se quedan para comer algo por las inmediaciones, mientras que yo considero que tengo fuerzas suficientes para proseguir algo más. Poco más adelante me cruzo con una docena de montañeros que ascienden desde el Puerto de Trevélez, con estos no hablo por la distancia que nos separa y nos limitamos a saludarnos con la mano.

Tras coronar el Puntal de Juntillas (3.139 m), me dirijo hacia Cerro Pelao (3.181 m) para proseguir hasta el Horcajo donde doy por finalizada mi incursión de hoy en Sierra Nevada, aquí decido aprovechar para comer a la vez que disfruto de la vista de la loma de la Alcazaba tapando parcialmente la del Mulhacén situada detrás. Desde mi posición accedo a una vista diferente de estas dos moles menos habitual y reconocible que las clásicas. La lámina de agua de la laguna de Juntillas no se ve, tapada totalmente por la nieve, sólo se aprecia la hondonada que la contiene. Este año la nieve, excepto en vaguadas donde el aire la ha acumulado, es escasa.

Después del descanso merecido sólo queda retroceder para repitiendo itinerario regresar al punto de partida. Esto que se describe en poco más de un renglón me ha costado casi cinco horas de marcha y casi toda ella a buen paso, no en vano he conseguido una media de más de 4.000 pasos por hora, que si tenemos en cuenta la diferencia de cota que he superado es un resultado más que encomiable.

De nuevo en el portillo de la valla por el que me cruzo con el sendero Sulayr me detengo para comerme un par de mandarinas y beber algo de agua en previsión de las tres horas de marcha que me restan, cuando examinando la loma del Cerro del Mirador Alto (2.674 m), que acabo de descender descubro a un solitario excursionista que se aproxima hasta donde yo estoy. Decido esperarlo por si compartimos recorrido hacerlo juntos y así es. Estas últimas tres horas de caminata se harán bastante más entretenidas gracias a la animada charla que sostenemos a la vez que conseguimos que pasen más desapercibidas para nuestras piernas a pesar del cansancio acumulado.

Lo que en principio iba a ser una etapa con final en el Picón se ha prolongado en casi tres horas más por mi decisión de acercarme a Cerro Pelao. Este alargamiento de la jornada y el desgaste consiguiente se ha hecho patente a la vuelta, ya que el sendero de regreso recorriendo las lomas de la Cuerda Alguacil se me ha hecho interminable. Gracias a la grata y amena compañía de Pepe, lo hemos superado los dos sin gran detrimento.

Estos excursionistas (me refiero a mi acompañante casual de hoy) que simultanean amores con la sierra y la fotografía merecen un homenaje en toda regla. Lo digo porque además de llevar la mochila con todos los pertrechos que se suponen que nos pueden hacer falta en una de estas salidas a la alta montaña, algunos optan por llevar la bolsa con la cámara réflex e incluso con varios objetivos. Yo que por experiencia propia lo he hecho en algunas ocasiones, rápidamente opté por la compacta digital. Se pierde calidad en las tomas pero se gana movilidad eliminando peso, factor muy a tener en cuenta en nuestras largas salidas.  

Aunque en un principio, por el recorrido descrito cabe pensar que sería necesaria la ayuda de los crampones y previsoramente los había añadido a la mochila, no los he usado en todo el día. A la poca nieve que queda en estas laderas, en parte por su posición soleada y en parte por su escasez debido a las exiguas precipitaciones de este invierno hay que sumar que he tratado de esquivar los pocos ventisqueros que me he encontrado en la ascensión, helados durante las primeras horas de la mañana, porque he preferido rodearlos a demorarme con la puesta de los crampones. Otro día que he portado un peso que no me ha hecho falta utilizar.



Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

miércoles, 18 de abril de 2012

Cerro de la Cruz y Cuevas en Sierra de Huetor (Granada).

Junto al aparcamiento en la pista que sube hasta la Alfaguara

En la ribera del Río Darro.

Rocas que llaman la atención por sus formas.

Junto al segundo nacimiento cuando el sendero y el cauce son uno.

Desde el río vista del cerro del Maullo.

Cruz que corona el cerro con su nombre.

Desde la cumbre del Cerro de la Cruz se divisa toda la línea de los 3.000 de Sierra Nevada.

Huetor Santillán desde la cima del cerro de La Cruz

En la pista forestal Bolones.

Mirando la loma que atraviesa el sendero Cañada del Sereno.

Casa forestal Bolones, actualmente muy deteriorada.

Casa forestal Los Peñoncillos.

Ruinas de un cortijo junto al sendero Cañada del Sereno.

Entrada de la Cueva de los Mármoles.

Vista del interior de la Cueva de los Mármoles.

Restos de las trincheras Las Veguillas.

Las trincheras de Las Veguillas dominan el barranco del río Darro.

Cueva del Gato.

Interior de la Cueva del Gato profusamente utilizada.

Entre el Cerro de la Cruz (izquierda) y el Maullo (derecha) abandona el río Darro el Parque Natural.




Fecha: 22-3-2012                                                             Tiempos utilizados
M.I.D.E.:2,2,3,3                                                                       7'30h Inicio en Puerto Lobo               
Duración: 8h  (35.200p)                                                            9’45h Cima del Cerro de la Cruz
Desnivel en subida: 500 metros                                             11h Casa Forestal Los Peñoncillos
Rangos de temperatura: de 2’5ºC a los 15ºC                        12’30h Cueva de los Mármoles
                                                                                                  13’30h Trincheras Las Veguillas
                14’15h Cueva del Gato
                15’30h Aparcamiento Puerto Lobo
              

Hoy tenía pensado subir a Sierra Nevada, por la zona del Picón de Jérez, pero un comentario de mi mujer que aunque no es una experimentada montañera, sí posee un extenso sentido común y una generosa intuición, me hizo cambiar de opinión. Así que durante la tarde noche lo estuve pensando y me decidí por la Sierra de Huetor, bastante menos exigente y sin el plus de la última nevada.
 
Ideé un circuito circular aunque con un tramo intercalado lineal. En principio partiendo de Puerto Lobo subir hasta el Pico de la Cruz (1.380 m), para después enlazar con el sendero de la “Cañada del Sereno”, para a medio recorrido dejarlo para acercarme hasta la Cueva de los Mármoles, Fuente de la Teja, visitar las trincheras de las Veguillas y terminar con otra cueva: la del Gato, antes de regresar al punto de partida.

He aparcado el coche junto al Centro de Puerto Lobo a las 7’30 horas de la mañana. Nada más bajarme del coche me invade un fuerte olor a madera, los que hemos hecho alguna chapuza casera de carpintería, lo reconocemos enseguida: olor a madera de pino. La causa es que están haciendo una limpia de pinos en la zona, para que los espacios abiertos los ocupen las encinas y recuperar en lo posible el original bosque mediterráneo propio de esta sierra, esquilmado en su día por las talas excesivas y por el carboneo (elaboración de carbón vegetal) propiciando un sotobosque representado por el tomillar, jaras, enebro, romero...

Se nota y bastante que estamos introduciéndonos en la primavera, los días ya son apreciablemente más largos, las lomas amarillean por las aulagas en flor y el romero participa en la amalgama de olores que invaden el aire durante todo el recorrido. El sol ha aparecido a la vez que yo he comenzado a caminar. Las aves están bastante más “revoltosas” que estos días atrás, destacando las ruidosas urracas y arrendajos que dan a conocer mi presencia a todo el bosque con sus graznidos a la vez que me acompañan, sin abandonar las alturas de los pinos, hasta que salgo de lo que consideran sus dominios.

He iniciado la marcha por la pista que asciende hasta la Cueva del Agua, para tras unos centenares de metros abandonarla por un sendero que arranca a la derecha, hoy tapado su inicio con montones de ramas de la poda apilados al filo de la carretera y que en bajada se dirige hacia el barranco del río Darro. Durante toda el descenso atravieso un bosque de pinos, en la parte alta bañado por los rayos del sol, que ya a tan temprana hora se hace notar; más abajo ya en umbría disfrutando de una temperatura ideal, camino amenizado por los cortos y agudos ladridos de los zorros que corretean a lo largo de la loma de enfrente, ladridos amplificados por el silencio reinante.

Llegado al fondo del barranco, junto al río hoy seco, en este tramo entre los dos “nacimientos”, el sendero y el cauce juegan a encontrarse y distanciarse, a cruzarse, solaparse, retirarse para volver el uno junto al otro, simulando un coqueteo juguetón, más evidente si el cauce llevara agua, pero la sequía se hace notar y el agua ha optado por caminar escondida para sustraerse al sol. Una vez llegado al segundo nacimiento, apenas aflora un reguerillo que rápidamente es captado por la acequia dejando una muestra testimonial para que moje el cauce, barranco abajo.

Aclaro lo de los dos nacimientos. Hay opiniones que consideran que el verdadero nacimiento del río Darro está en la confluencia del barranco Polvorite con la Fuente de la Teja, yo me sumo a esta opinión. Otros opinan que como desaparece en ocasiones filtrado durante el tramo alto del recorrido y no es hasta debajo del Maullo donde vuelve a manar en superficie, junto con algún nuevo nacimiento local, consideran que es éste el verdadero nacimiento del río. Hago notar que en este segundo nacimiento, junto al lecho del rio, existe un hito (marmolillo) marcado con la siguiente leyenda: Darro 5 km. 

Es hora de dejar el cauce y retomar la subida por lo que asciendo por un sendero que me va a llevar hasta la pista de Bolones. Es una corta pero empinada subida, sin embargo siempre que la he hecho, ya sea a primera hora, en sombra como hoy, sea como en otras ocasiones a mediodía, con el sol castigando duramente, nunca se me ha hecho penosa. Una vez arriba, en el carril, he de caminar hacia el sur para acercarme hasta el Cerro de la Cruz. Primero por la pista de tierra para seguir por el sendero que le da continuidad, para una vez rodeado todo el cerro ascender por su cara sur; una corta subida de diez minutos y ya estoy arriba.

Al llegar espanto a una pareja de cabras monteses que no esperan mi visita y un poco más tarde, casi en la cima a una pareja de águilas que estaban posadas en un recio pino. Me entretengo en admirar su majestuoso vuelo hasta que las pierdo cuando sobrevuelan el pueblo de Beas. Es este cerro de la Cruz una atalaya que a pesar de su escasa cota (1.380 m.) permite abarcar un paisaje extenso. Desde aquí se puede recorrer visualmente toda la línea de los tres mil de Sierra Nevada, a nuestros pies el pueblo que da nombre a la sierra: Huetor Santillán, un poco más al este Beas de Granada, y la capital al fondo más a la derecha. Aunque en honor a la verdad he de decir que durante la segunda parte de la tarde, con el sol ya en declive, las vistas deben ganar sustancialmente, ahora con el sol enfrentado se pierden detalles y nitidez.

Mientras me encuentro arriba del cerro me es imposible abstraerme de la autovía ni visualmente ya que atraviesa longitudinalmente todo el espacio, ni auditivamente ya que el rumor de los vehículos es constante y en ocasiones, dependiendo del aire, fuerte. Afortunadamente una vez que inicio la bajada y comienzo a rodear el cerro a media altura volviendo sobre mis pasos, los ruidos se mitigan rápidamente hasta desaparecer por completo, para dejarme de nuevo apreciar los cantos de los pájaros o el simple silencio. A propósito  me olvidaba mencionar que la cima la corona una cruz metálica con una fecha grabada: 3-5-1970.

Este cerro junto con el del Maullo (1.380 m.), (ver entrada Trincheras en Sierra de Huetor II 27/4/2011) justo enfrente y de similar altura, hacen de pilares cerrando el Parque pos su zona sur permitiendo el acceso a través del barranco que los separa convirtiéndolo en puerta natural. Puerta que aprovecha el río Darro (Dauro - da oro) para abandonar el parque camino hacia Huetor y más tarde entrar en Granada. No podemos olvidar que fue este río el que vertebró todo el reino de Granada durante la dominación árabe, de él se tomaron las aguas para refrescar y regar toda la Alhambra y el Generalife. Una vez fuera de los dominios de la sierra el barranco por el que discurre se abre algo más permitiendo algunas terrazas de cultivo en sus orillas.

Retroceder sobre la pista forestal de Bolones, que en suave subida, delimitada a tramos por hileras de cipreses y algunos grupos de cedros en sus proximidades, primero me acerca hasta la Casa Forestal del mismo nombre, abandonada y en parte ruinosa, con alguna alberca en sus inmediaciones donde los pinos se reflejan sugerentemente. Siempre que ando este recorrido recuerdo la primera vez que lo hice, un frío día de invierno, hace ya muchos años, en que empezó a caer una moderada nevada. Casi visualizo las sensaciones del los copos de nieve derritiéndose en mi cara y como la insistencia de la nieve llegó a cubrir con una fina y pareja capa toda la pista en la que dejaba marcadas mis huellas a cada paso. Curiosamente no recuerdo el frío que seguramente debí pasar, ya que la ropa de abrigo en aquellos años ni abundaba ni era de buena calidad, prueba de ello eran los sabañones permanentes.

Más tarde, tras pasar la cadena, llego a la casa Forestal Los Peñoncillos, ésta en perfecto estado y habitada, incluso disfrutó de una pista deportiva multiusos rodeada de cipreses a forma de valla, hoy en desuso y abandonada. Detrás y por un corto carril se accede a unos bancales aparatados donde un sistema de riego canalizado en cascada se encargaba de regarlos. Hoy todo dejado a su aire.

Aquí conecto con el sendero Cañada del Sereno, que remontando las lomas entre pinos y encinas y pasando junto a algún antiguo cortijo me va a permitir, a la vez que subo, dominar toda la zona sur de este parque, incluido buena parte del recorrido del río Darro y su barranco, de donde vengo, a la vez que la uve pronunciada por la que lo abandona. Este sendero de dificultad baja y recorrido estimado de cinco horas, no lo voy a terminar ya que mi intención es abandonarlo cuando llego al segundo mirador.

Justo a la altura de este segundo mirador nace un sendero que se descuelga hasta la Cueva de los Mármoles. Yo lo sigo evitándome el gran rodeo que hace el recorrido hasta la Fuente de la Teja y que yo voy a recortar. Desde este segundo mirador se ve la cueva. Aunque la distancia entre ambos no es mucha, si no se conoce un poco la zona es fácil despistarse y acabar en cualquier otro sitio que no sea el objetivo ya que en la vaguada un denso bosque de pinos limita mucho la visión. Están tan juntos que solo se mantienen verdes y vivas las copas estando las ramas bajas secas. Una vez visitada la cueva, continuar el descenso para enlazar con otra pista que en bajada me acerca hasta el paraje denominado Fuente de la Teja; para mí el auténtico nacimiento del río Darro, aunque dependiendo de los años puede más abajo sumergirse para reaparecer bajo el cerro del Maullo.

Unos cientos de metros por debajo de la Fuente de la Teja se bifurca el carril, tomando yo el de la derecha que va a conectar con el que bajando de la Alfaguara lleva a Puerto Lobo. Son unos cinco o seis kilómetros con más subidas que bajadas que se puede hacer en algo más de una hora si no se hacen paradas, como es mi caso. Primero me desvío ligeramente para visitar las trincheras de las Veguillas sabiamente ubicadas para dominar todo el curso del río Darro y la loma de enfrente por la que discurre la pista forestal de Bolones; más tarde me vuelvo a desviar, esta vez en corta subida para visitar la Cueva del Gato, amplia cueva que sirvió de vivienda para una familia y posteriormente ha sido utilizada como aprisco para el ganado.

De su continuado uso da fe el techo totalmente tiznado por los fuegos frecuentes de su interior, al no tener respiradero alguno, el humo tenía que recorrer todo el techo de la cueva hasta encontrar salida por la entrada. Antiguamente la entrada debió ser bastante más angosta ya que se puede apreciar una parte del techo colapsada. Antes de este derrumbe esta cueva tenía que ser un inmejorable refugio tanto para personas como para animales, y aun hoy lo es.

Sólo queda regresar bajando por la pista hasta llegar al Centro de Visitante de Puerto Lobo junto al que dejé esta mañana aparcado el vehículo. Me separan de Granada unos 20 kilómetros que se recorren en algo menos de quince minutos. 





Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

miércoles, 11 de abril de 2012

Sierra Castril I: Cortijo Nacimiento - Prados del Conde (Sierra de Castril - Granada)

De camino a Castril me sorprende el amanecer.

Las primeras visiones de la sierra.

La cerrada de Lezar desde la pista de acceso.

El collado engañoso ya que por encima queda otro tanto.

Desde el collado me vuelvo a admirar el barranco del río Castril.

Aspecto de estas sierras con protagonista especial: la erosión.

Desde el collado diviso casi todo el camino que queda por hacer.

Eras abandonadas, muestra de la continuada ocuapción de estas laderas serranas.

Extensas vaguadas practicamente desforestadas dedicadas al pastoreo.

Uno de los muchos abrevaderos avistados durante la jornada.

Cortijo y abrevadero de madera.

Se alternan las crestas calcáreas con las vaguadas de pastos.

Rediles confeccionados con piedra local en seco.

Refugio Prados del Conde.

Interior de una de las estancias del refugio.

Abrevadero junto al refugio con dos usuarios.

Hoy me han fallado las cabras, así que os muestro equinos.

Típico aspecto que presentan las crestas de esta sierra.

Aterrazamiento de las laderas para cultivos junto al río Castril, muy cerca de su nacimiento.

Nacimiento del río Castril.

Zona de aparcamiento junto al cortijo Nacimiento y bajo la tubería de suministro a la central.





Fecha: 14-3-2012                                                            Tiempos del recorrido
M.I.D.E.:2,2,3,4                                                                  8’30h  Salida
Duración: 7h  (41.100p)                                                      9’45h Corona el collado primero
Desnivel en subida acumulado: 1.100 metros                 11’30h  Refugio Prados del Conde
Rangos de temperatura: de 5ºC a los 26ºC


Pienso que no hay otra razón para que la Sierra de Castril reciba nombre propio a la vez que considerado como parque natural independiente del jienense Cazorla Segura y las Villas, que el ocupar una estrecha franja de terreno en la parte norte de la provincia de Granada justo en el límite con la de Jaén. En realidad es una prolongación natural del conglomerado de sierras jienenses que conforman el Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Basta ubicarla sobre un plano para reconocer que la diferenciación es exclusivamente administrativa y no geográfica.

Allá por el mes de abril del año pasado intenté este recorrido y me equivoqué siguiendo un sendero que no era, obviando el que era por recortar una gran curva donde nacía precisamente, por lo que me dediqué a ver el nacimiento del río Castril y las Cerradas de la Magdalena y Lézar, a las que dediqué la entrada correspondiente en el blog. Hoy con más información espero hacer el recorrido pensado para el año pasado y pospuesto por las incidencias que os explicaba en la entrada que hice en su día, con la esperanza de que el recorrido me salga como lo he planeado.

Si ubicamos el Parque Natural Sierra de Castril en el mapa enseguida llama la atención la forma que presenta: una estrecha franja de espacio  orientada de sur a norte teniendo en su base sur al pueblo del mismo nombre. En mi recorrido de hoy voy a recorrerlo en esa misma dirección y al completo. El primer tramo en coche hasta llegar al Cortijo del Nacimiento donde lo dejaré aparcado bajo la tubería que alimenta a la central eléctrica situada por debajo del cortijo, junto al río. A partir de ahí, ya caminando, hasta llegar a los Prados del Conde, ubicados en el extremo norte, casi en el límite superior a la vez que zona más alta del parque, cuyas mayores alturas son las alcanzadas por los picos de Mojón Alto (2.136 m) y el Cerro de la Laguna (2.068 m), flanqueando los prados de montaña.

Es un recorrido bastante exigente y en continua subida que me conducirá hasta los prados a los que, durante la primavera y el verano, se acerca la mayor parte de la cabaña ganadera de Castril. A la vez que será una introducción a las formas y costumbres de vida que han ido cambiando un medio bastante hostil por su dureza, pero de indudable belleza. La información consultada califica el recorrido con dificultad media – alta con un desnivel de 618 m. entre el punto inicial y el final y un tiempo estimado de 5 horas para recorrer los 12,3 km. de que consta. Es un recorrido lineal.

Tras circular durante unos 160 km. que son los que separan Granada del inicio del sendero, de los que los penúltimos 2 km. son de estrecha carretera asfaltada y los 9 km. últimos sobre una pista de tierra recién arreglada, aparco bajo la tubería que suministra el agua a la central eléctrica junto al cortijo Nacimiento.

Aquí nacen cuatro senderos que van a compartir el tramo inicial, publicitados en el panel correspondiente, más tarde se irán disgregando. Este tramo inicial se hace junto a una valla metálica que protege algunas propiedades privadas. Antes de terminar la valla ya me encuentro con un panel que reclama mi atención hablando de un pequeño bosquete de almeces, de origen atribuido a los árabes para aprovechamiento de sus ramas en la confección de astiles para herramientas ya que su madera presenta una relación peso-resistencia inmejorable.

A los quinientos metros de su inicio se bifurca ya el sendero, yo sigo el de la derecha para hacer el recorrido previsto para hoy: Prados del Conde. Al principio, ya en subida me lleva a través de iniestas o escobones, arbustos que pueden crecer hasta los dos metros y medio de altura con llamativas flores amarillas, utilizadas entre otras cosas para confeccionar escobas además de haber sido utilizados tradicionalmente por sus propiedades medicinales; para proseguir por una vereda serpenteante, reconocible desde abajo por los muretes de piedra que la soportan, que asciende por una loma rocosa. Es un tramo duro y engañoso, ya que cuando crees que has coronado, después de una fuerte subida, me percato de que queda otro tramo igual de exigente y tan largo como el anterior que hasta ahora quedaba oculto a la vista. En su día fue un camino de herradura que tras remontar la loma llegará hasta el collado desde donde puedo visualizar,  buena parte del valle del río Castril, situación que aprovecho consciente de que a partir de aquí desaparecerá de mi vista hasta el regreso.

Desde el collado, ya conseguida una altura de 1.500 metros me vuelvo para apreciar tanto el camino como la subida hecha, dándome cuenta de que en poco más de una hora que llevo he ascendido algo más de 400 metros, los dos terceras partes del total. A partir de aquí voy a recorrer una serie de vaguadas, coincidentes con los distintos barrancos que nacen arriba junto a los picos y que se van abriendo conforme pierden cota. Delimitadas a ambos lados por sendos collados ocupados a su vez por cortijos o refugios usados por los pastores en sus largas estancias con el ganado durante la primavera y el verano.

Si no hubiera conocido con anterioridad el tipo de aprovechamiento tradicional de esta sierra, hoy lo habría descubierto. Por la profusión de chozas y rediles, pero sobre todo por los abundantes abrevaderos vistos a lo largo del recorrido. Cada vaguada en su centro, coincidiendo con el barranco, hay una hilera de abrevaderos colocados en cascada para que el sobrante del anterior alimente el siguiente, con el fin de abrevar simultáneamente al mayor número de cabezas. La mayoría son de chapa (cinc) pero en algunos de ellos perduran los originales, aquellos fabricados de madera. Un grueso tronco (generalmente de pino salgareño por su durabilidad e impermeabilidad), ahuecado en el centro para almacenar el máximo de agua posible, e incluso, tallado el extremo de forma precisa para que el agua caiga en el siguiente ubicado un poco por debajo. Prueba de ello son algunos de los que he descubierto hoy que bien pueden tener una cincuentena de años y siguen ahí, cumpliendo su cometido.

En estos amplios barrancos predominan los pastizales salpicados de matorrales espinosos y arbustos como el escaramujo, el majuelo o el agracejo. Los árboles relegados a zonas más altas e inaccesibles donde hay algunos ejemplares de pino salgareño o algún tejo y encinas dispersas. Antiguamente la arboleda ocupaba zonas más bajas pero la deforestación abusiva para leña, construcción, abrir espacios para diferentes cultivos (centeno, garbanzos, patatas) o para aumentar las parcelas dedicados a los pastos la han relegado a las zonas altas en que las vemos actualmente. Hay que recordad que en esta sierra se cría una de las ovejas más afamadas de la región: la segureña, adaptada especialmente a altitudes comprendidas entre los 900 y los 1.800 metros por ser su antecesor el muflón.

A partir de ahora el camino se convierte en carril que ya me va a acompañar hasta el final de la etapa. En su recorrido puedo observar multitud de cortijos, eras, apriscos y algunas ruinas. El caminar por el carril tiene la ventaja de que la ascensión se hace más suave, subida que me hace llegar a una amplia zona conocida como los Prados del Conde, donde se abre el paisaje y aparecen las mejores zonas de pastos aprovechando la mayor humedad de estas alturas.

Algo más arriba todavía alcanzo un paraje rodeado de crestas donde está ubicado el refugio de montaña que recibe el mismo nombre y a un centenar de metros de él un enorme abrevadero con siete piletas escalonadas alcanzando en total los treinta y cinco metros de largo. De reciente construcción adopta la forma de ele. Las piletas de metal se soportan en muretes de piedra local cementadas, alimentadas por un venero que ha sido canalizado hasta la entrada en el abrevadero y cuyo sobrante se deja deslizar por la loma para alimentar los prados existentes ladera abajo. Existe una fuente más cercana al refugio pero la manguera que la debía alimentar está cortada por lo que no le llega el agua.

Es el refugio una construcción modesta con tejado a cuatro aguas cubierto de losas de piedra, compuesto de dos estancias independientes entre sí. Una con una chimenea, mesa para comer y algunos bancos, con un segundo nivel en alto habilitado como dormitorio sobre tablas. La segunda estancia, más pequeña, cuenta con chimenea también y una mesa y separado por un murete un pequeño dormitorio con dos camas. Equipado el refugio con placa solar que abastece a dos baterías usado para alumbrado. He apreciado un cierto abandono general y desgraciadamente, como es habitual en mis recorridos por las sierras andaluzas, basura en abundancia en sus alrededores, como si esperáramos la recogida nocturna diaria a la que estamos habituados en las poblaciones, olvidándonos de donde nos encontramos.
 
No me queda más que emprender la vuelta, ahora sin prisas me dedico a visitar los pequeños cortijos lindantes con el carril, todos desocupados actualmente y cerrados. Hoy sólo he visto un rebaño de ovejas en la zona y dos equinos en el abrevadero del refugio. El año es seco y se deja ver en los prados que no ostentan el verde intenso que por la época en que estamos debería mostrar. Nieve apenas quedan algunas manchas testimoniales en las laderas norteñas y rondando los 2.000 m.

No podía abandonar la zona sin acercarme a ver el nacimiento del río Castril, curiosidad que me cuesta casi otra hora de camino. En concordancia con toda la sierra, mana el agua de las rocas por cotas muy bajas. Recuerdo hace un año (15 de abril de 2011 cuando hice la anterior visita), que las aguas escapaban por las fisuras rocosas cuatro o cinco metros más altas que hoy, señal inequívoca de que los acuíferos andan escasos. La falta de lluvia de este invierno se hace notar miremos donde miremos: pastos, arroyos, barrancos y en estas sierras calcáreas los recursos si no se reponen acabarán por agotarse.
 




Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.