Estas cimas las dejo para otro día. Motivos para volver...
Fecha:28-1-2014 Collado
de los Chortales 8'30h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Cascada Las Chorreras 9’30h
Duración: 8h. (Lineal) Río Verde 11'30-12’00h
Desnivel en subida: 700 metros Pantaneta Cueva de Funes 13’45h.
Rangos de temperatura: de 1ºC a los 6ºC Collado de los Chortales 16’30h.
La Sierra de Almijara es el extremo sureste que
junto a la de Tejeda y Alhama forman el conjunto de las sierras que se integran
en el Parque Natural de su mismo nombre. Es un macizo calizo que ocupa la
divisoria entre las provincias de Granada y Málaga a la vez que frontera
física. La sierra de Almijara tiene su techo en el pico Matalascamas de 1.791
metros sobre el nivel del mar, cercano a la población de Nerja.
Durante mi recorrido de hoy van a tener una
presencia permanente aunque con ejemplares aislados, debido a las excesivas
talas y los incendios, diferentes especies de pinos, sabina rastrera, quejigos,
encinas y carrascas con un matorral muy denso. Los espacios abiertos conquistado
por plantas aromáticas: tomillos, lavandas y romeros compartiendo el terreno con los piornos. En las zonas más húmedas (segunda mitad del recorrido) abundan el boj y las adelfas. Y cuando la cota se acerca o baja de los seiscientos
metros, aparecen los palmitos.
El río Verde es un sendero señalizado que se
inicia en el kilómetro treinta de la carretera de La Cabra, en el paraje
conocido como Collado de los Chortales. Aunque es bastante más conocido por desarrollarse
actividades de barranquismo, el acceder andando y conocer buena parte de su
recorrido alto es una opción muy interesante a la vez que atractiva, no
excesivamente conocida ni utilizada y excelente oportunidad para adentrarse en éste extremo del Parque Natural.
Cien metros por encima del inicio del sendero hay
un pequeño aparcamiento donde dejar los coches sin que molesten a nadie. A
primera hora, cuando yo he llegado estaba totalmente vacío. Las ráfagas de aire muy
violentas cimbreaban el coche y mucho más a mi cuando me he bajado para captar
algunas instantáneas de las rojizas nubes iluminadas por el primer sol de la
mañana. Empezar la jornada con un buen amanecer es una inmejorable forma de
comenzar.
No me preocupan las fuertes rachas de viento
porque sé que en cuanto baje durante unos minutos por el sendero estaré protegido.
No obstante durante estos primeros minutos el frío aire y la baja temperatura
me restan calor de forma alarmante. Antes de darme cuenta estoy tiritando a
pesar de la mochila y el movimiento. Una vez que se aquieta el aire, recupero calor y reflejos rápidamente, alarmantemente adormecidos minutos antes.
Se tarda alrededor de una hora en bajar hasta la
primera cascada del recorrido, tan atractiva como sugiere su propio nombre: de los Árboles Petrificados. Nombre que le
aplican por haberse quedado olvidados algunos troncos en la cascada, donde el
tiempo y los minerales disueltos en el agua los han calcificado. Bien visibles desde
la base del pequeño salto, junto a la poza que recoge las aguas, llaman la
atención por la originalidad. Aquí podemos optar por seguir el sendero que
trepa unos metros para salvar un pequeño tajo o continuar por la pista forestal cercana hasta la Fuente de las Cabrerizas, junto al lecho del río.
Junto al cartelón que hay en la curva por encima
de la fuente sigue el sendero acercándose hacia el río. Pero antes hay que
detenerse frente a un conjunto de cascadas (si hay agua para formarlas), que han
marcado toda una colina enfrentada ya que a través del tiempo han ido cambiando
itinerarios, puliendo y decorando con distintos colores los diferentes recorridos. El agua
baja desde la Pantaneta Cueva de Funes que está justo encima, aunque no es visible
desde esta posición.
Sigo descendiendo para volver junto al cauce y
cruzar el río para ascender bruscamente por la otra vertiente. El sendero, despechado, tiene
que soslayar un profundo y prolongado cañón por lo que se eleva un centenar de
metros. Discurre durante un tramo a media loma para dejarse caer nuevamente
hasta las profundidades del barranco al encuentro de nuevo con el cauce. Todo el recorrido va a ser un juego obligado por lo orografía de acercamientos y alejamientos entre ambos.
Cuando de nuevo se logran la reunificación sendero y río aparece un letrero: “fin de sendero”. Es un paraje con abundancia de pozas y pequeñas cascadas muy
vistosas. En las pozas domina el profundo color verde que da nombre al curso. Yo
prosigo, ignorando el cartel e intuyendo el escondido recorrido del sendero para primero, atravesar un pequeño
puente colgante y después subir y bajar por las distintas vertientes, ya
sin puentes (puesto que se los ha llevado la corriente), lo que me obliga a buscar lugares idóneos para cruzar (hoy el escaso caudal no me lo ha puesto demasiado
difícil), hasta volver de nuevo a divorciarse sendero y cauce a causa de nuevos y
estrechos desfiladeros.
De nuevo tengo que remontar, esta vez por la
margen izquierda para tras llanear un rato volver a descender de nuevo al encuentro con el río. En mi nuevo acercamiento al cauce me asomo a una tríada de miradores escalonados, que
situados estratégicamente permiten dominar buena parte del barranco que su
estrechez no me ha permitido caminar. Para terminar cruzando de nuevo el río
por otro puente colgante de mayor entidad que el anterior.
Poco después acaba mi avance por no encontrar
sitio adecuado para volver a cruzar el cauce, lo que hace que abandone
definitivamente mi seguimiento curso abajo. Debo estar muy cerca de la "Junta de
los Ríos". Junto al último puente me detengo un rato para obtener unas
fotografías y tomarme el bocadillo ya que lo hora así lo aconseja.
Desandar el camino hecho, ya que es un recorrido
lineal, que sólo me permite pequeñísimas innovaciones. Alguna incluso debido a pequeños despistes propios que me obliga a vadear la corriente con alguna novedad
respecto a la ida. Nada relevante si quiero retomar los tramos de sendero
habilitados ya que salirme de ellos es muy problemático dada la espesura de la vegetación que lo inunda todo y que cuando lo intento me hace pagar un peaje nada
despreciable entre pinchazos y arañazos.
Cuando regreso hasta la Fuente de las Cabrerizas
decido acercarme hasta la Pantaneta, por lo que sigo la pista (dirección oeste)
para tras superar una pequeña cuesta que no llega al kilómetro "darme de bruces" con ella.
Vuelven a dejarse sentir las fuertes rachas de viento, mitigadas hasta ahora, que hacen esta hondonada muy
molesta de caminar. El agua, muy rizada, da fe de la fuerza del aire. Esta
pequeña lámina de agua alimentada por unas surgencias barranco arriba, sirve
como hábitat permanente para una serie de aves que lo han adoptado como
residencia, a las que puedo observar meciéndose en medio del “oleaje”.
Tras circundarla casi en su totalidad, retorno sobre mis
pasos para acercarme hasta la Cascada de los Árboles Petrificados, desde donde
se inicia la subida, larga y pronunciada, hasta la carretera donde abandoné el
coche ésta mañana. Aquí coincido con un par de senderistas que había oído y
avistado anteriormente, pero que por llevarles bastante ventaja no había creído
conveniente esperar.
Me los encuentro en pleno avituallamiento. Tras los
saludos y presentaciones de rigor decido esperar para hacer la subida aprovechando
su compañía. Son dos maestros ya fuera de las labores docentes que pueden, al
igual que yo, dedicar un día entre semana a estos menesteres. Iniciamos la
ascensión con las paradas pertinentes, con la excusa de apreciar el paisaje o
hacer alguna foto y la real de recobrar el “resuello”, ya que los repechones, que
son varios, se las traen.
Algo más de una hora tardamos en alcanzar la
bifurcación, casi arriba del todo. A la izquierda el sendero hasta su inicio. A
la derecha el ramal que nos conduce hasta el pequeño aparcamiento donde esperan
los vehículos. Algo antes de llegar me despido de José Luis y Antonio, ya que
ellos han decidido no castigar más sus piernas. Yo, todavía con pasos por gastar en las mías, he decidido explorar un
senderillo que avisté esta mañana y que el fuerte aire reinante a esas horas no recomendaba recorrer.
Sin grandes ascensiones transita a media loma dirigiéndose hacia el sur.
Tras media hora de andar por él, prácticamente
perdido entre la vegetación y entrecortado por algunos pequeños desprendimientos llego a una
zona en que se sumerge, desapareciendo, entre la vegetación y aunque vuelve a mostrarse algo más lejos, no me quedan fuerzas ni ganas para seguirlo por lo que decido
abandonar y dejar las ansias exploratorias para mejor ocasión. Así siempre
tendré una excusa para volver.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
|