Arroyo Baul.
Fecha:7-4-2014 Arroyo
Baul 7’30h.
M.I.D.E.:2,2,3,4. Pino de la Señora 9’30h.
Duración: 8h Lineal Santa
Bárbara 11’15
– 11’45h.
Desnivel en subida: 1.167 metros Picón de Gor 14’00h.
Rangos de temperatura: de 13ºC a los 30ºC Arroyo Baul 16’30h.
Antes
de que siga arreciando el calor quiero hacer la ascensión a la cumbre más alta
de la Sierra de Baza, me estoy refiriendo al cerro de Santa Bárbara que con sus
2.271 m. ostenta el techo de esta sierra. También se les denomina a estos
cerros “calares” por ser calizos en sus estratos superiores. Éste concrétamente
pertenece en su totalidad al término municipal de Baza y su característico
color gris blanquecino, por estar casi libre de vegetación se ve salpicado por
las diferentes bocaminas y escombreras que la explotación continuada minera, durante
décadas, ha ido sembrando en toda su loma.
Minería
de origen romano en búsqueda de los tesoros escondidos en su interior,
fundamentalmente del plomo. Una explotación que se incrementó en la segunda
mitad del siglo XIX y primera del XX, para pasar en las décadas de los 60 y 70
a la extracción de fluorita aprovechando los desechos (gangas) de anteriores
extracciones. Todo ello no fue ajeno al despoblamiento arbóreo de la zona para
surtir de materiales a la actividad minera, además del fuerte impacto ambiental
que todas estas explotaciones, hoy en desuso, han provocado en el paisaje con numerosos
y amplios agujeros en el terreno y múltiples acumulaciones de escombreras mineras.
Básicamente
éste es el paisaje por el que me voy a mover hoy, al menos en su parte segunda,
una vez alcanzada la pista a los pies de Santa Bárbara. Más abajo domina el
pino de repoblación con algunos retazos de bosque de ribera en los barrancos,
aprovechando la acumulación de más humedad y salpicado con algunos prados
(prados de alta montaña) como es el caso del paraje denominado Prados del Rey.
Hay
varias opciones para afrontar la subida al Calar. Una parte del Cortijo
Narvaez, para tras alcanzar el área recreativa Canaleja Alta, proseguir hasta el Mirador del Toro y Prados del
Rey. Otra, por la que me he decidido hoy, arranca junto a la Venta Vicario (A-92N,
km. 22’300), para remontando por el arroyo Baul hacer el recorrido por el barranco de Fonfría. Muy suave el primer tramo, acompañado en todo momento por el arroyo,
progresando en suave pendiente por un carril terrero que atraviesa el cauce en
infinidad de ocasiones.
Una
vez llegado junto a las ruinas de una antigua fundición (Solana Seguidillas o
Fuentes Locas), atravieso por última vez, el arroyo para comenzar la ascensión,
ésta de forma más seria, por el barranco de Fonfría. Es un recorrido sinuoso,
bajo bosque de pino, con algunos repechos duros que remonta la ladera hasta
alcanzar un árbol declarado monumento natural: el Pino de la Señora. Ejemplar
que destaca sobre sus congéneres por edad, altura, envergadura y diámetro de
tronco (más de 350 años, 17 de altura y 6 metros de diámetro).
El
sendero cubierto de espículas de pino o tapizado por verde yerba en los claros
no es fácil de seguir. Se señalizó en su día marcando algunos troncos con dos
franjas de pintura (verde y blanca), que el tiempo se ha ido encargando de
desdibujar hasta el punto de que en algunos tramos han desaparecido. Yo he
perdido el “norte” (figurado y literal) poco más arriba del singular pino y no me ha quedado más remedio que acabar la ascensión remontando monte a través en busca de una pista que sabía recorría la loma transversalmente más arriba.
Poco
después alcanzo una de las pistas que recorren esta sierra. Por ahora dejo de
subir y la sigo dirección norte buscando la zona alta de Prados del Rey y la
Casa de la Nieve, ambos a los pies del Calar de Santa Bárbara. A partir de aquí
no conozco sendero ni he encontrado información de ninguno. Tengo que recurrir
a mi socorrida intuición para seguir progresando por la ladera ya con la cima visible, pero no por ello cercana. La cada vez mayor escasez de vegetación, al
menos, no dificulta la ascensión.
Inicio
la subida aprovechando antiguos carriles de servicio para las minas, aunque por
ahora no me detengo en ninguna de ellas. La inspección ocular de algunas de las
explotaciones la he previsto para la bajada. Casi llegado a la cima se deja ver
–en cercanía- la primera cabra. En esta Sierra de Baza, estos animales están
sometidos a caza, tanto por los legales como por los furtivos, así que es fácil
comprender que éstas huyan despavoridas ante la presencia humana. Las otras, las que no huyeron, sencillamente, ya no están.
Me
extraña que no desaparezca conforme me voy acercando y me desconcierta que me
permita acercarme hasta casi poder tocarla. Deduzco que debe estar enferma.
Después compruebo que está prácticamente ciega y ramonea por la cima esperando
a la parca. Intento no estresarla demasiado manteniendo el silencio y una
prudente lejanía.
Durante
la bajada, sabedor de que la
mayoría de las explotaciones mineras se encuentran en la cara sur, decido
serpentear para apreciar los agujeros y largas catas que abundan por toda la
montaña. Algunas de más de 8 metros de profundidad y decenas de largo. Otras,
aunque más cortas, su estrechez y profundidad han permitido que aguante la
nieve en el fondo de ellas.
De
nuevo junto a los Prados del Rey, extensa zona despoblada de árboles y cubierta
de verdes praderas, muy visitadas por el ganado junto a un Refugio. Hace años
permanecía cerrado, hoy estaba abierto o violentado y mi reconocimiento por sus
dependencias no ha hecho más que confirmar mis sospechas. En todas las sierras
que he andado cualquier construcción que permanece abierta acaba destrozada.
Debemos llevar en el ADN no saber usar, sino arrasar.
Me
dirijo hacia el suroeste en busca del Picón de Gor (2.155 m.). Primero por
pista de tierra, para hacer una parada en una fuente que alimenta un par de
abrevaderos (por su ubicación no me extrañaría que se llamara Fonfría, pero no
lo he podido confirmar), para llegar a una curva donde el carril deja de serme de
utilidad por alejarse del objetivo. Éste Picón, de aparente inocencia a simple vista, el iniciarlo a las
dos de la tarde y como postre de una amplia jornada puede atragantarse.
Algo
parecido me ha ocurrido hoy. Aunque no presenta dificultad su ascensión el
fuerte calor y el cansancio acumulado lo han convertido en duro. Desde la cima,
el no tener claro cómo bajarlo por la otra cara y ante el cansancio acumulado
he preferido volver sobre mis pasos y afrontar la bajada por lugares más
reconocidos. Vuelvo a la pista para desviarme monte a través, ahora en bajada, primero para
visitar la Cueva del Zanahorial (antiguo refugio y aprisco para pastores y
rebaños), prueba de su continuado uso son sus paredes profusamente ahumadas; seguidamente en busca del sendero que debe discurrir más bajo.
A
partir de aquí, bajar, bajar y seguir bajando sorteando pinos, maleza y
accidentes, hasta encontrar el sendero trescientos o cuatrocientos metros más
abajo. Una vez en él, ya más cómodo, ir al encuentro del arroyo Baul, con agua
en sus tramos superiores donde me he solazado un rato, a la sombra refrescante
de frondosos árboles para recuperar algo, a la vez que engañaba al cuerpo
haciéndole creer que habían terminado sus fatigas.
Sólo me falta llanear durante una hora por un exiguo carril que discurre entre el cauce del
arroyo y una acequia que nace algo más abajo, hasta retornar junto a un puente de la
antigua carretera nacional, hoy totalmente abandonada donde aparqué el coche
esta mañana.
Hoy
he completado un recorrido que intenté hacer hace unos meses y que por
desconocimiento del terreno y embaucado por el atractivo canto de un arroyo,
dejé inconcluso y que he completado tras recorrer casi 24 kilómetros. En la
montaña ocurre lo contrario que en la vida. En ésta cada vez que decides,
cierras posibles alternativas; en aquella, con cada acercamiento se abren nuevas
posibilidades.
Cuando voy caminando solo por un bosque, el sol está a punto de ponerse, sobreviene una calma peculiar. No se mueve el aire, los pájaros han cesado de cantar, no se siente ni el movimiento de una hoja, me invade una sensación de quietud, de alejamiento. Mientras observo, siento la belleza del anochecer en esa extraordinaria quietud, cuando casi todo parece inmóvil, me hallo entonces en completa comunión, en armonía con todo lo que me rodea. No hay pensamiento ni palabra, no hay juicio ni valoración. No hay observador, sólo "observar".
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo
demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar
con nosotros.
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Eres la repera, Ignacio. Al final, no sólo vas a gozar con todos los rincones que te encuentres sino que vas a conseguir que algunos gocemos contigo. Me resultas un importante perro solitario como aquellos descubridores andaluces y extremeños que se lanzaron un día a descubrir el ancho mundo. Gracias, amigo. Un abrazo
ResponderEliminarHermosas fotos y texto.Gracias por regalarnoslos.
ResponderEliminarMuy bonito reportaje, las vistas, preciosas.
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