La cabra nuestra de cada día.
Fecha:7-6-2013 Ctjo.
Echevarría 7'45h.
M.I.D.E.:2,2,3,3. Mirador Rinconada 8'15h
Duración:
6h45' (30.000p) (Lineal) Caballo
10'10h.
Desnivel en subida: 1.100 metros Mirador 12'30h
Rangos
de temperatura: de 8'5ºC a los 14ºC Río Torrente
13'15h.
Mirador
14'00h
Ctjo.
Echevarría 14'30h.
Esta
mañana, al levantarme, oigo los primeros cantos de los mirlos,
inconfundibles por su variedad y sonoridad que aunque al principio tímidos y
aislados, pasados algunos minutos se convertirán en toda una orgía
sonora; se anima poco después alguna tórtola con sus repetidas y
monótonas llamadas. Las demás aves guardan silencio todavía,
aunque alguna ya cruza el cielo. Mientras desayuno, entre dos miradas
por la ventana se ha producido el siempre sugerente amanecer, ese
paso de la oscuridad a la primera claridad del “romper del alba”.
Son las seis y media de la mañana.
De
camino para recoger a mi hijo Carlos que va a ser mi acompañante en
la salida de hoy, mientras me sumerjo en el ruidoso tráfico del
“mundo exterior”, aparecen en el horizonte las primeras nubes
altas teñidas de naranja, es el primer aviso de que el sol está
ganando altura, pronto inundará todo con su luz. Hoy tenemos
previsto subir al Caballo por la vertiente suroeste, es un deseo de
mi hijo Carlos repetir la ascensión. Hace ya algunos años subimos
por “verea cortá”. Para ello tenemos antes que acercarnos hasta
Nigüelas, atravesar todo el pueblo buscando el río, para por una
pista que asciende retorciéndose por el mismo barranco horadado por
el río Torrente, remontar casi mil metros hasta llegar a los
Cortijos de Echevarría, asentados en las altas faldas de la loma del
Caballo, ya en la cota 2.000.
Aparcamos
el vehículo en un ensanche de la pista, buscando no molestar a otros
posibles usuarios e iniciamos la ascensión. Para ello tenemos que
remontar todavía unos metros por la pista terrera para, tras
atravesar un pequeño bosque, llegar junto al Mirador de la Rinconada
de Nigüelas (2.100 metros), porque allí nace el sendero denominado
de los Tres Mojones que es el que nos va a conducir hasta la cima.
Junto al propio mirador desde el que se aprecia buena parte del
barranco del río Torrente, barranco que cierra con su cima por
arriba el Cerro del Caballo (3.015 metros) y por abajo cuando ya
consigue remansarse la población de Nigüelas en la cota 980 metros.
El Mirador y nosotros nos encontramos prácticamente a medio camino
entre cima y pueblo.
El
sendero nace del propio recorrido Sulayr (etapa 3 Rinconada –
Tello), primero atravesando un pequeño bosque de pino laricio cuyos
ejemplares visiblemente castigados por el frío y el viento apenas
consiguen prosperar. Cuando salimos de él, acabada la protección
que nos brindaban, nos empieza a azotar el viento, siempre del
suroeste, a veces racheado pero todavía muy soportable. Este primer
tramo de ascensión de apenas media hora es duro, encaramándose
hasta coronar el primer mojón.
El
aire va arreciando conforme vamos ganando altura. Sopla del sur o
suroeste dependiendo de la dirección del sendero y éste a su vez va
muy cerca, incluso a tramos por la cima de las mismas crestas
buscando la divisoria entre las cuencas de los ríos Dúrcal y
Torrente, por lo que lo sufrimos durante todo el recorrido. A veces
las rachas de viento nos tambalean cuando coinciden en nuestro
caminar con el apoyo de un sólo pie. No es solo fuerte sino que
viene helado con lo que la sensación térmica que apreciamos ronda
los cero grados. Se deja sentir en las manos y caras, zonas
descubiertas que se nos van quedando heladas ayudando a perder
calorías rápidamente.
Pero
nuestra decisión es firme. Tras un corto “llaneo” acometemos
otro fuerte tramo de pronunciada subida para alcanzar el segundo mojón.
Empezamos a ver los primeros ventisqueros (2.500 metros) que al
tantearlos con uno de mis bastones me informa de su extrema dureza, a
esta hora están totalmente helados. No he querido cargar con los
crampones porque considero que cuando se va en compañía hay que ir
en igualdad de equipamiento. Así no hay mas remedio que acomodarse
al más vulnerable. Esto nos obligará, algo más arriba, cuando los
ventisqueros sean más frecuentes y extensos, a alargar la ascensión
al tener que esquivar algunos.
Estos
rodeos nos obligan a desviarnos bastaste hacia la derecha y encarar
la subida final del Caballo por su cara sur, muy pegados a los
tajillos que lo protegen. Un último esfuerzo y estamos arriba.
Curiosamente el viento es menos fuerte que durante la ascensión,
parece que estamos más altos que las ráfagas, aunque la menor
velocidad del viento no lo hace más cálido. Apenas si hemos pisado
nieve en nuestra subida.
Desde
la cima dominamos el largo barranco por el que discurre el río
Lanjarón prácticamente todo cubierto por la nieve todavía, tanto
es así que la laguna Nájera no se aprecia y la propia del Caballo,
literalmente a nuestros pies, está en casi su totalidad helada.
Teníamos previsto bajar hasta ella y aprovechar el cobijo del
refugio para comernos el bocadillo, pero vistos los amplios y duros
neveros que cubren toda la bajada junto a la fuerte pendiente hemos
considerado mas prudente no intentarlo siquiera. Nos conformamos con
asomarnos al collado para hacer alguna foto y proseguir nuestra retirada.
Sólo
llevamos descendiendo unos minutos cuando las ráfagas de aire
vuelven a arreciar, lo que me corrobora una apreciación que había
tenido durante la subida: las ráfagas de aire están circulando
entre cotas definidas. A media loma con las manos ya algo insensibles
decidimos parar al abrigo de unas rocas y refugiados entre ellas
tomar el sol a la vez que nos comemos el bocadillo tratando de
recuperar algunas de las calorías que llevamos perdidas. Con el
estómago lleno y de nuevo en movimiento se soporta mejor el aire.
De
vuelta de nuevo en el Mirador y dada la cortedad de la excursión
(algo menos de cinco horas), decidimos acercarnos por la pista
terrera (trazado de la etapa Sulayr), hasta el río Torrente. Este
corto río es quizás uno de los que salva mayor pendiente en menor
recorrido de toda Sierra Nevada. Tras nacer cerca de la cumbre del
Cerro del Caballo (alrededor de los 3.000 metros) se despeña dos mil
metros barranco abajo, para serenarse ya junto al pueblo de Nigüelas,
tras haber hecho un recorrido de alrededor de cuatro kilómetros,
para poco después diluirse al incorporar sus aguas al Pantano de Beznar.
Es
un paseo por la pista en suave bajada de alrededor de media hora hasta
llegar al cauce del río. El aire ya no nos castiga por estar
protegidos por las lomas que cierran este amplio barranco (loma de
las Tres Encinas) y el sol ya bien alto empieza a ejercer su dominio.
Encajonado en un típico barranco en V, como todos los cursos de alta
montaña, el río Torrente atraviesa la pista para proseguir su
acelerado curso montaña abajo. Tanto por encima como por debajo de la
pista se aprecian diques de piedras envueltos en malla metálica para
retener los fuertes arrastres que su pendiente provoca, todos ellos
hace tiempo colmatados.
En
las estrechas márgenes del curso, en el poco espacio que queda entre
el agua y las paredes rocosas han prosperado multitud de plantas:
limoncillos, mentas y sobre todo amplias masas de ortigas que hacen
de soporte y alimento para la oruga de la mariposa ortiguera. En las
paredes rocosas anidan los vencejos y roqueros aprovechando las
oquedades y la gran abundancia de moscas y mosquitos que proliferan
en las escasas pozas laterales remansadas que el desnivel permite.
Regresar
remontando la pista hasta el Mirador no sin antes descolgarnos unos
metros ladera abajo para inspeccionar una charca junto a un pequeño
cortijo nuevo y encalado y junto a él un largo y rústico aprisco
ubicado bajo unas rocas aprovechando su abrigo, rodeado de numerosas
paratas abancaladas y ganadas a la pendiente de la loma no presentaba
hoy indicios de ocupación alguna. Todavía, ya en bajada con el
coche, nos volvemos a detener junto a charcas en busca de inquilinos.
O es pronto o no los hemos sabido detectar, ya que sólo hemos
avistado algunos pequeños renacuajos junto con algún escarabajo
buceador.
Definitivamente
reiniciamos la fuerte bajada por un carril que no presenta su mejor
aspecto: baches, hoyos y a ratos profundas rodadas obligan a una circulación atenta y
tranquila para poder tener tiempo de ir esquivándolos o en su
defecto poder afrontarlos muy suavemente. Durante la bajada se nos
cruza una cabra que curiosa se detiene unos metros más adelante, lo
que me permite fotografiarla como habitual protagonista de mis salidas por la sierra. Ya durante la subida se nos cruzaron algunos
ejemplares pero con sus nerviosos desplazamientos habituales salieron
de nuestro campo visual antes de darnos tiempo a reaccionar.
Volver
a atravesar la población de Nigüelas y afrontar los escasos treinta
kilómetros de autovía hasta Granada es lo único que nos queda para
finalizar la salida de hoy.
Recordatorio:
en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas,
todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e
inorgánicos), deben regresar con nosotros.
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