miércoles, 13 de diciembre de 2017

Un rincón de Lugros (Sierra Nevada - Granada)

DEHESA DEL CAMARATE (Lugros - Sierra Nevada - Granada).







El acceso a Camarate se puede hacer por un carril que arranca un kilómetro antes de llegar al pueblo de Lugros, a la derecha en el sentido de la marcha (está junto a una torreta eléctrica y  un rótulo de Ermita). Hay que dirigirse hacia el este.

Los fines de semana está cortado este acceso a vehículos particulares. Hay un amplio aparcamiento junto a la barrera: o cogemos la lanzadera (4 ida y 7 euros ida y vuelta, era la última tarifa) o lo hacemos andando; son alrededor de cuatro kilómetros con escasa pendiente y agradables de andar, la mitrad de ellos con el río Alhama a nuestra derecha.

Como hoy es martes hemos podido avanzar un poco más con el coche hasta que el río Alhama cruza el carril donde aparece una señal de prohibición para vehículos motorizados no autorizados (tres kilómetros escasos hasta la puerta: Horcajo del Camarate).

Nada más atravesar la cancela de entrada nos encontramos con esta edificación y un arroyo a la izquierda. Como queremos (me acompaña mi hijo Carlos) hacer un recorrido distinto tomaremos un sendero, apenas insinuado que arranca junto al arroyo.

El ascenso es fuerte en los primeros tramos, no en vano el desnivel medio de la Dehesa es del 22%. El sendero tiene bifurcaciones constantes por lo que hay que estar muy atento además de tener claro hacia dónde queremos caminar para elegir correctamente a cada momento.

En la subida el sendero atraviesa el bosque mediterráneo que ocupa la mitad baja de la Dehesa. En el discurrir por él apreciamos el desgaste que ha supuesto para toda la vegetación el estrés hídrico padecido durante los dos últimos años

Carlos hacía años que no visitaba estos parajes y con un criterio más ajustado que el mío, no en vano es biólogo, apreciaba una menor densidad de plantas desde su última visita, y por supuesto, la gama de colores de otros años ni por asomo.

Los árboles han padecido, al menos los dos últimos años, escasez de agua por lo que muchos se encuentran debilitados, luego los elementos se encargan de pasar factura: multitud de ramas e incluso árboles enteros por los suelos.

Podríamos decir que a menudo caminamos para reencontrar un centro de gravedad perdido.

No obstante, la diferencia de caminar ladera arriba atravesando el bosque en lugar de hacerlo por el carril es abismal, el mismo silencio roto por las propias pisadas sobre las hojas, ya lo justificarían. 

A pesar de todo algunos ejemplares siguen siendo espectaculares por altura y volúmen.

Los caminos son cicatrices de tierra en medio del mundo vegetal que a menudo son totalmente indiferentes al paso del ser humano.

Llega un momento en que lo que era un sendero se convierte en carril: estamos caminando por  la vía pecuaria que atravesaba estos parajes antaño.

Se camina porque sí, por el placer de dar un rodeo existencial, para reencontrarse mucho mejor al final del camino.

Hoy hacía fresco, a primera hora no pasaríamos de dos o tres grados centígrados. En las umbrías la escarcha era habitual e incluso el terreno helado. 

La relación que se establece con el paisaje es más una emoción que una mirada.

Estamos todavía relativamente bajos y los arroyos que discurren por los barrancos han cortado las lomas. Hay que saber escoger por cual de ellas queremos subir ya que si nos equivocamos arriba nos costará muchos pasos. En la loma paralela e izquierda a la nuestra restos de un asentamiento. 

Últimamente estoy encontrando utensilios de los antiguos pobladores de los lugares que visito. En el Panderón del Veleta fue un abrelatas, otro día la pala de un almocafre junto a un cortijo, hoy esta cuchara.

Para el caminante el calzado lo es todo: el sombrero, la mochila o la propia dignidad vienen después.

Estamos ya algo más altos que el propio cortijo de Camarate pero nos separa el río Alhama. Enseguida tendremos que decidir por dónde continuamos la ascensión

Aprovechamos los momentos de descanso para apreciar el paisaje, ubicar tanto donde estamos como a dónde queremos llegar y elegir el recorrido aparentemente idóneo. Por aquí apenas hay senderos, los que encontramos son ganaderos por lo que apenas si los podemos aprovechar durante un rato.

En la montaña estás tan impregnado de silencio que los demás sentidos aparentan ser inútiles.

El próximo objetivo es esta cumbre rocosa que rompe el paisaje. Desde ella tendremos buenas vistas -de lo que nos queda- para seguir eligiendo objetivos parciales.  

Sorpresa. Nos encontramos que tras el peñón se ubicaba un amplio redil con fuertes y recios muros de piedra, muy distintos a los destinados a ganado lanar o caprino, estos son mucho más robustos. Algunas piedras son impresionantes por tamaño y peso.

Se van ampliando, conforma ganamos cota, las vistas de la Hoya de Guadix con sus característicos terrenos acarcavados.

Aunque por aquí el sol ya tiempla el ambiente y el terreno, la altura permite todavía los rincones escarchados.

Hemos alcanzado una cota en la que tenemos que comenzar a caminar buscando el sendero Sulayr, si no se conoce el terreno es difícil porque apenas unos indicios lo señalan: un conjunto de afloramientos pétreos sólo identificables si se conocen. El cruce de arroyos es habitual ya que transitamos por la cabecera del río Alhama.

La vegetación va raleando aunque la que queda es mayoritariamente espinosa por lo que es imprescindible evitar atravesar las islas densas: por respeto al lugar y por nuestra propia integridad. Atravesamos barrancos: Guadix, Espino, Chorreras, Chapitel. Pasamos de la Loma del Espino a la de Las Hoyas, buscando el nacimiento de la acequia Dehesa de las Hoyas: nuestro destino final, al pié del Mirador Bajo. 

Las dificultades de habitar en estas alturas por los cambios climáticos -a veces repentinos- son evidentes: esta res fue una de sus víctimas.

Una paz tremenda reside en estos paisajes embargando el corazón, inmunizándonos de todos los problemas personales.

Estamos cerca de la meta fijada. Justo en el centro de la imagen y en la línea del horizonte está nuestro destino para la salida de hoy. 

Algunos afloramientos de agua amplios (además de formar prados duraderos) eran los explotados por los ganaderos cuando esto era una dehesa de reses bravas. Alcanzadas cotas altas observamos que las lomas están salpicadas de claros dedicados al pastoreo, coincidiendo con los afloramientos de los manantiales.

Otro barranco, otro arroyo, hielo. A pesar de que el sol ya ha ganado altura y fuerza, las plantas permanecen con sus fundas protectoras.


El caminar desnuda, despoja y despeja, invita a repensar el mundo al aire libre a la vez que nos reubica en la humildad.

Estamos en la cabecera del río Alhama. Hemos subido por las lomas de la derecha. Abajo bastante centrado el Cortijo del Camarate, una isla privada en medio de este rincón del Parque Nacional de Sierra Nevada. 

No se hace una caminata; el caminar nos hace y nos deshace, nos inventa.

Junto a nuestro objetivo de hoy: el nacimiento de la Acequia Dehesa de la Hoya alrededor de los 2.000 metros.

En la Dehesa de Camarate hay dos estaciones de monitoreo intensivo. Una aquí arriba, la otra junto al carril de la Dehesa a pocos minutos del principio del mismo. Estas estaciones tienen sensores para: temperatura y humedad relativa, anemoveleta: dirección y velocidad del viento, presión atmosférica, pluviómetro calefactado, radiación solar global, radiación ultravioleta B, radiación neta CNR1, radiación solar PAR (global reflejada). Con ellas se hace: "Seguimiento de los efectos del cambio climático global en Sierra Nevada: diseño y desarrollo de un sistema de monitorización ecológica basado en la red de estaciones multiparamétricas''.

Ya en bajada la relativa lejanía nos permite apreciar en la misma toma los dos miradores: bajo y alto y la cima del Picón de Jerez nevado.

Los usuarios históricos de estos parajes: individuo número 9.118.

En la zona alta de Camarate se acondicionó esta acequia para dar riego a los distintos prados mediante estas salidas. Hoy echaba en falta una limpieza integral y alguna compostura parcial.

Alcanzamos, en nuestra bajada, el tentadero de la dehesa con sus rediles anejos.

Dos curvas por encima del tentadero uno de los escasos ejemplares de Tejo avistados en Sierra Nevada.

Y junto al tentadero el recepcionista que ya me encontré el pasado año. Parece que le es rentable quedarse por las inmediaciones a la espera de las dádivas de los visitantes. No tenía mal aspecto: pelo lustroso y vientre relleno. Y Carlos encantado.

Aunque no se les debe dar comida a los animales salvajes, parece que es mas fuerte el atractivo que produce y la insistencia que despliegan ante los visitantes.

Grupo de cerezos que han tirado ya toda la hoja. El mes pasado seguramente aportarían una extraordinaria nota de color al lugar. Están junto a un abrevadero que hoy no abreva a nadie.

Y no había uno,como el año pasado, sino que eran dos. Uno de ellos ha perdido media cola en algún percance, aunque no por ello estaba "traumatizado". 

El carril que recorre la Dehesa con los dos rodadas empedradas para que los vehículos no hagan surcos en la tierra cuando ésta está húmeda: son realmente eficaces.

Ganado perteneciente al Cortijo de Camarate. Reducto particular en medio de la propiedad pública. Últimamente le han obligado a vallar su espacio para que los animales no invadan terrenos ajenos.







Dehesa de Camarate (7 de noviembre de 2017).

Otras entradas anteriores comentando recorridos por estos mismos parajes:
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