miércoles, 22 de noviembre de 2017

San Jerónimo-Río Monachil-Prado Redondo (Sierra Nevada - Granada)







Desde la carretera de San Jerónimo: Trevenque

Aquí se bifurca el carril. Hacia la derecha central de Diechar; izquierda San Jerónimo.

Edificio principal del edificio del convento de San Jerónimo.

Por debajo del convento el Cortijo de San Jerónimo.

El sendero que une San Jerónimo con el río Monachil con mi destino al fondo: Prado Llano.

Encinas, robles, quejigos, rosales y majuelos.

Río Monachil

Estaba tan ocupado buscando bellotas que ni me vió.

El ascenso loma arriba la hago entre robles y chaparras.

Diferentes tomas de las ruinas del cortijo Prado Redondo.





Espaciosa era del cortijo Prado Redondo.

Hoyo de papas junto al cortijo de Prado Redondo.

Antaño estos claros eran parcelas cultivadas.

Loma derecha del río Monachil por la que asciende la carretera.

El sendero atravesando la loma entre vegetación. Es normal que cuando deja de utilizarse se pierda.

Aquí, por fin, consiguió el pastor reunir a su rebaño para conducirlo hasta el cortijo de San Jerónimo.


Uno de los robles más alto de esta loma por la que discurre el sendero.

Donde los senderos convergen, a partir de aquí mantengo fidelidad al Sulayr. 

Aprisco entre rocas ya en desuso junto al barranco de Manuel Casas.

Robledal de las Mojoneras

Tajo de las Mojoneras.

Toma del canal que se dirige a la central eléctrica de Diechar.

Fuente junto a la toma del canal de la central de Diechar.

Almocafre que perdió su mango, encontrado en las cercanías del cortijo junto al Barranco de Maguillo. Herramienta de mango corto, uso a una sola mano, muy precisa para limpiar de yerbas los sombrados, pero que por lo posición que obliga a adoptar al cuerpo provoca frecuentes y fuertes dolores de espalda.



Fecha: 27-10-2017                                                Rte. Los Jamones                      8’30 – 15’00h.
M.I.D.E.:4,2,3,3.                                                   San Jerónimo                                    9’30h.
Duración: 6’30h (Circular)                                 Río Monachil                                   10’00h.
Desnivel en subida: 622 metros                           Prado Redondo                               11’00h.
Rangos de temperatura: de 12ºC a los 25ºC      Sulayr                                               12’30h.
                                                                               Toma carga Diechar                        13’40h.
                                                                                                                     
                                                                                        
Hace más de cincuenta años pasé un par de semanas en una tienda de campaña en las cercanías de la residencia de verano que tienen las Adoratrices en Sierra Nevada (San Jerónimo) en compañía de mi hermano y un amigo. Fue una experiencia inolvidable y de la que guardo grato recuerdo en general y gratos recuerdos particulares.

Memoria de las muchas andaduras de aquellos días no perduran pero si la de una cueva cercana dormidero de multitud de murciélagos y de las largas veladas que comenzaban con la preparación de una sopa de arroz a la caída del sol y después largas horas de charla hasta que el sueño nos iba enmudeciendo.

Hoy he querido rememorar aquellas vivencias visitando los parajes cercanos. Junto al restaurante Los Jamones (kilómetro 23 de la carretera de la Sierra) nace un carril que además de dar servicio a la residencia y al cortijo de San Jerónimo (frecuentado y mencionado a lo largo del siglo XIX por botánicos y aventureros como Boissier, Gautier o Wilkomm, entre otros que lo usaron como punto de partida para sus recorridos por Sierra Nevada) desciende hasta la toma de la central eléctrica de Diechar. Este será el camino que haga a mi regreso.

Tras recorrer los aproximadamente cinco kilómetros alcanzo la residencia de verano que tienen las Adoratrices en el lugar. Es una propiedad que está vallada y cerrada fuera de temporada. Yo la rodeo por la derecha, junto al muro perimetral, en busca de un sendero que me ha de conducir -en suave bajada- al cauce del río Monachil atravesando toda la Loma de las Yeguas rodeado de encinas y robles.

Aquí termina el sendero o yo no he sabido encontrar la continuación. He seguido tras cruzar el río deambulando por la Loma de la Perdiz, intentando no separarme excesivamente del cauce, por diferentes veredas de animales hasta que la maleza, los barrancos y algunos encajonamientos me han ganado. Quería ascender junto al cauce hasta el complejo invernal de Prado Llano: no me ha sido posible o simplemente no he sabido hacerlo.

He decidido ascender por los sitios “más cómodos” la mencionada Loma de la Perdiz buscando hasta encontrar, tras remontar unos trescientos metros, el sendero que una el área Mirlo Blanco (ya en Prado Llano) con la Cortijuela. He dado con él a la altura de Prado Redondo, suficientemente cerca de mi programado destino como para parar e iniciar el regreso, ya que no tenía interés en adentrarme en la urbanización.

Prado Redondo es una zona relativamente llana en que destaca, junto a una zona rocosa, una antigua era; en las inmediaciones de cualquier era solía emplazarse un cortijo. Como no estaba a la vista, lo he buscado hasta encontrarlo debajo de las peñas que limitan la era por el norte. Las he recorrido ahuyentando unas cabras que estaban echadas junto a las ruinas, entre los escasos muros perimetrales que permanecen en pie.

No he podido evitar recordar indeterminado día de junio de 2007. Era mi época de voluntario y se programó una excursión para la ONCE en colaboración con el Parque Nacional de Sierra Nevada. No se como se seleccionó al personal asistente, pero acudieron personas con severas limitaciones visuales y otras ciegas. Y este sendero que voy a recorrer hoy fue el elegido para aquel día. Fue un recorrido arriesgado en su día, hoy sería temerario.

Me hice cargo de una mujer ciega total fijándome en que era pequeña y delgada, asegurándome el poder controlarla físicamente si era necesario. Jamás he estado sometido a tan alta tensión durante tanto tiempo: la excursión duró 9 horas. A un desgaste físico asumible se unió el insoportable psicológico. Recuerdo que a mi pregunta, una vez hechas las presentaciones: de si tenía miedo, me respondió que no -y entre risas- porque no sabía dónde se había metido.


Aseguró, una vez que eligió la forma de contacto, que le transmitía confianza aunque eso era lo habitual en sus relaciones, porque no tenía más remedio que confiar diariamente en la gente y por la experiencia acumulada intuitivamente la percibía en mi; no me quedó más remedio que autocomprometerme a no desfraudarla.

El regreso decido hacerlo por el sendero ya mencionado que une Prado Llano con la Cortijuela, con unas sensaciones diametralmente opuestas a las de aquel día. Hay que atravesar la amplia loma de Valdeinfierno (los nombres se repiten para diferentes parajes de Sierra Nevada) y al menos tres barrancos portadores de agua todos ellos hoy: Barranco de Prado Redondo, de Valdeinfierno y de Genara antes de entrar –de nuevo pero a cota más alta- en la Loma de la Perdiz.

Aquí se incorpora el sendero Sulayr en el recorrido de su etapa primera, que será el que yo siga hasta prácticamente su principio junto al Centro de Visitantes El Dornajo. Primero en brusca bajada hasta unos grandes apriscos, más tarde hasta una extinta explotación de serpentina (junto al Barranco de Manuel Casas) y ya por carril y siempre en bajada (Robledal de la Mojoneras, durante cuatro kilómetros) hasta encontrarme de nuevo con el río Monachil, junto a una pequeña presa donde está la toma del canal que alimenta  la central eléctrica de Diechar.

Junto a la toma hay una fuente, creo que la única en toda la zona, que bajo espesa sombra invita a relajarse y descansar un rato. Cuando decido ponerme en marcha de nuevo veo el poste indicador que me informa que me quedan 6’4 kilómetros, la mitad de ellos en subida y escasas zonas de sombras; la otra mitad prácticamente en llano e incluso bajada en su parte final y con amplias zonas ensombradas, hasta alcanzar el restaurante junto al que dejé aparcado el coche.

La pereza me invade, recordando la fresca y agradable estancia junto a la fuente de momentos antes, pero como estas sensaciones ya son viejas conocidas cuando estoy cansado, no me cuesta excesivo trabajo sobreponerme e iniciar de nuevo a andar.



Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

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